Soledad y un Profundo Anhelo
Para mi mejor amigo...
Sé que debería dejar de escribirte estas cartas, pues con cada vez que vuelvo a hacerlo solamente me hago más daño a mí mismo, pero hay algo que no me permite dejarte de lado por más que lo intento.
Las cosas que te dije e hice, aún me atormentan. Me arrepiento de ello como no tienes una idea. En mi cabeza la razón me dice que es algo que tenía que hacer, que tomé la mejor decisión y la más apropiada, pero ¿sabes? A mi tonto corazón no le bastan éstas razones para entenderlo o aceptarlo.
A veces extraño tanto esas tardes cuando hablábamos por horas y horas. El tiempo se desvanecía y de pronto teníamos que interrumpirnos para conciliar un poco de sueño durante la noche, pero apenas despertar seguíamos donde nos habíamos quedado sin querer esperar a vernos en clase. Parece increíble que pasábamos casi todo el día juntos y nunca nos cansamos del otro, siempre había algo que conversar, temas por debatir, sueños que compartir, divertidos planes a futuro, sigilosas confidencias de nuestros pasados; el tipo de sincronía que ni volviendo a nacer se podría conseguir.
Me siento peor sabiendo que fui yo mismo quien te alejé, ¡Qué estúpido de mi parte! Pero en verdad creí que era lo mejor, y en cierta forma aún lo pienso, pues CC no tenía la culpa del caos en que se convirtieron mis sentimientos.
Suzaku... oh, amigo... si tan sólo hubiese visto algún interés de tu parte.
¿Recuerdas aquella vez que te dije que me gustabas? Cuando pienso en ello todavía puedo ver tu cara cuando repentinamente escupiste el cereal. Fue un impulso infantil de mi parte, lo sé, y a pesar de que de inmediato afirmé con humor que no era para tanto y le resté importancia, en el fondo tenía la esperanza de que la duda se instalara en tu interior; y creo no estar equivocado cuando pienso que dicha revelación pasaba por tu mente en más de una ocasión: en los momentos más divertidos, los más intensos, los más difíciles y los más dulces de nuestra furtiva amistad. Aún así nunca te lo volví a repetir si no que, por el contrario, esquivaba tus miradas a propósito y con mi actuar disfrazaba bastante bien mi verdadera faz para evitar que siguieras indagando en esta posibilidad. Quizá fuera arrogancia, pero no iba a permitir que empezaras a fijarte en mí por compasión o lástima. Me conoces, Suzaku.
Mas me atrevo a decir que yo también te conozco, ambos sabemos que debajo de nuestras múltiples facetas había algo clandestino, y sin embargo latente, algo escondido que ninguno de los dos se atrevió a pronunciar; podía notarlo en tus palabras, en la forma en que nuestra confianza rayaba los límites de la cercanía transgrediendo nuestro espacio personal, rozando, aunque nunca lo suficiente, la esfera de la intimidad; podía notarlo en nuestras confesiones, cada vez más oscuras, cada vez más transparentes, y en la aceptación mutua de dichas imperfecciones; podía notarlo, Suzaku, en la forma en que tú también disimulabas, en cómo rehuías mis ojos con ese absurdo esfuerzo tuyo por reprimir algún destello que pudiera evidenciar tus pensamientos. Sí, lo notaba.
Así pues, fue mi orgullo lo que acabó por estallar y arruinarlo todo. No estaba dispuesto a ser yo el que tuviera que dar nuevamente un paso más allá y ceder ante alguien que ni siquiera se atrevía a darme un pequeño indicio de que podríamos ser algo más que amigos. No iba a renunciar a todo por algo incierto e inseguro.
CC en cambio siempre estuvo ahí para mí desde que nos conocimos, aún antes de que yo la pretendiera; a ella no le importó expresar sus sentimientos por mí incluso cuando abiertamente yo no le correspondía, siempre fue incondicional y se mantuvo a mi lado como una leal amiga. Es una chica fantástica, sólo un tonto dejaría de lado a alguien así. Aunque admito que quizá el hecho de que ella también perdió a sus padres me conmovió cuando empecé a tratarla más, y empujado después por el cariño que llegué a tenerle decidí darnos la oportunidad como pareja, las cosas iban tan bien que comenzaba a creer que eso era amor, así que le prometí estar a su lado siempre, ¡Y en verdad que estaba dispuesto a cumplirlo!
Con lo que no contaba era con que ese último año escolar volvería a encontrarte en mi vida, algo que había dado por perdido cuando me fui de Japón.
Entre mis memorias de la infancia aún conservo de manera especial el día en que te conocí, éramos apenas unos críos pero recuerdo con suma claridad cuando llegué al orfanato: estabas ahí sonriendo tan amable como siempre lo has sido, y hubieras sido otro chiquillo más de no ser porque al acercarme y poner más atención me di cuenta de que tu mirada no era como la de cualquier niño. Eso me sobrecogió. Analizándolo, ese día vi en tus pupilas un reflejo de mí mismo: un corazón sensible que había tenido que afrontar dolores y se había endurecido prematuramente. Tu y yo, Suzaku, siempre fuimos un par de huérfanos, incluso antes de que nuestros padres murieran.
Y como suele decirse, el destino es caprichoso y cruel, y helo aquí diez años después de nuestra separación esgrimiendo su sarcástica ironía, poniéndonos incluso en la misma clase. ¿Cuántas posibilidades había de que nos volviéramos a ver? Pocas o nulas, diría yo.
En cuanto vi tus ojos te reconocí de inmediato.
"¿Lelouch?" preguntaste sorprendido, "Adivina quién soy"...
¿Cómo podría no saberlo? ¿Quién podría olvidarte a ti, Kururugi Suzaku?... No yo... no a esos ojos verdes, tan profundos como sinceros, no a esa mirada que atravesaba el alma y que parecía seguir escondiendo una amargura secreta tras una bonita sonrisa.
Fue como tener una especie de déjà-vu.
Pero más allá de la alegría que nos dio el volver a encontrarnos, era poco probable que congeniáramos igual de bien ahora que éramos mayores. Y sin embargo pasó. Nunca en mi vida me había sentido tan feliz, excepto quizá cuando mi querida hermanita Nunally nació.
No obstante, ahora que el destino nos volvía a topar, mi compromiso con CC estaba hecho. Recién había ofrecido una promesa que cada vez menos deseaba cumplir. Me sentía ruin, me sentía falso y doble cara, besando sus labios mientras pensaba en los tuyos, y acunándola en mis brazos mientras deseaba que fuera tu cuerpo fundiéndose con el mío. Me sentía un maldito bastardo.
Y en medio de esa frustración encontré refugio en la arrogancia, ¡Vaya actitud más cobarde! No supe manejar mis emociones, no supe cómo lidiar con lo que sentía por ambos, y sumido en mi vanidad te juzgué y especulé sobre cosas que no tenía derecho, de ti y "tu pasado", fui hiriente, insolente y mordaz. Lo lamento, Suzaku... lo lamento...
No conforme con ello, me distancié de ti pensando que era lo mejor y lo correcto, que debía dedicarme a quien no temía el amarme y construir su futuro conmigo. Decidí alejarme con la firme convicción y certeza de que sólo te estaba viendo como deseaba verte, que te estaba atribuyendo un sentimiento falaz e irreal, que en mi condición soñadora te estaba idealizando o dando más importancia de la que en realidad merecías. Así, cuando el tiempo y la distancia surtieran efecto, podría volver a verte simplemente como lo que hasta ahora eras, sólo como un amigo. Me aparté con la seguridad de que sería tan sólo un trago amargo, para mí tu ausencia, para tí mi rechazo, pero creí que lo superaríamos, y al volver nuestra amistad se mantendría sólida... Qué equivocado estaba.
Después, nada fue igual.
Es por eso que de vez en cuando te sigo mensajeando, sólo para saludarte, sólo para preguntarte cómo estás, aunque tu escueta respuesta sea la misma siempre, aunque ya no me cuentes nada realmente acerca de ti. Sé que me aprecias, en verdad, pero ya no te puedo sentir, ya no existe esa conexión tan especial que solíamos tener. La brecha que nos separó en aquel entonces es como un abismo que no parece tener fin. Me duele admitirlo, pero ese día que puse distancia entre nosotros, sin imaginarlo, te perdí.
Hoy sé que tu relación con Euphy va muy bien, pese a que llevan relativamente pocos meses juntos se nota que ella te hace muy feliz; y no sólo yo me he percatado, quien quiera que los vea puede convencerse de de ello.
Cuando observo en tu rostro esa sonrisa eterna y franca, Suzaku, incluso si no soy yo aquél que la provoque, me alegro tanto por ti.
A pesar de ello no puedo evitar sentir celos, envidia y rabia al mismo tiempo, me siento como un cretino, y un necio. Han sido ya tantas las veces que he intentado convencerme que el cariño que sentía por ti era sólo un afecto fraternal por la calidez de tu presencia, por mi gratitud con cada minuto que me regalabas al escucharme, por la alegría que me infundía cada palabra tuya y cada intento que hacías para hacerme olvidar mis penas, por la empatía que me generaba tener tantas y tantas cosas en común. Traté de convencerme que estaba confundiendo mis sentimientos por ti, pero cada día que me despierto me pregunto, ¿Por qué aún sigo sintiendo esta angustia y esta necesidad de ti?
No te imaginas cuántas veces he deseado confesarte todo.
Han transcurrido poco más de tres años desde que nos reencontramos, ¡tan poco tiempo y tanto a la vez! Todo lo que hemos pasado... No acabaría de escribir cada detalle de lo que tu persona ha dejado impregnado para siempre en mí. En cambio, ha pasado ya año y medio desde nuestra pelea. Tan poco tiempo... y tanto a la vez. A veces me cuesta creer que todo este tiempo no ha sido suficiente para debilitar lo que siento por ti, y el nudo en mi garganta me repite que es el mismo tiempo que no ha bastado para menguar el profundo anhelo de algún día volver a sentirte como alguna vez te sentí.
Lo lamento, Suzaku. Lo lamento.
Siento haberte alejado, siento haberte lastimado. Me duele más el hecho de haber sido yo quien causara esa cicatriz en tu alma, haber echado por tierra tu confianza y nuestra especial conexión ¡Porque fui un estúpido! Queriendo que me demostraras interés cuando yo no fui capaz de dejar a mi pareja, no por ti, si no por mí mismo... Estaba exigiendo de ti algo que ni yo fui capaz de dar.
Después de reconocer mi error, busqué tu perdón, pero era demasiado tarde. Aún cuando me asegures que todas las cosas horribles que te dije, mi apatía y mi frialdad están perdonadas, que no hay rencores y todo ha quedado atrás, no puedo contener estas lágrimas porque la realidad es que tú ya no estás más.
Cada vez que nos escribimos o nos vemos es tu distancia la que me derrumba, es tu lejanía que se clava en mi corazón como una mortal espada. No te culpo, pero a veces creo que ya no puedo resistirlo, que ya no puedo vivir así.
Es en esas ocasiones cuando decido olvidarte y dejarte de lado de mi vida, continuar mi camino llevándome conmigo sencillamente lo que alguna vez fue. Pero cada vez que lo he decidido, me buscas de nuevo. Y eso basta para destruir mis endebles muros hacia ti y para hacer renacer mi esperanza otra vez.
Porque, Suzaku, reconozco que estoy perdidamente enamorado de ti.
Cuando me dijiste que tú y Euphy han pensando en casarse... Dios, Suzaku...
Mi corazón pesó como una bola de hierro en el pecho, el aire me faltaba aún estando en la cima del edificio. Lo peor fue que tuve que fingir; en el momento en que me lo dijiste quise gritarte, maldecir tu pasada indiferencia, acercarte por la fuerza y confesarte con un beso lo que he estado guardando todo éste tiempo, pero al ver tu sonrisa y tus ojos llenos de ilusión no pude hacerlo... No pude.
En un instante que me pareció una eternidad comprendí que no tenía derecho a amenazar esa felicidad que irradiabas, entendí que lo que sentías por ella era algo que nunca habías sentido por mí.
Ahora, sólo sé que yo quiero estar ahí cuando frente al altar enlaces tu destino al de la persona que has elegido, quiero estar a tu lado, compartiendo ese momento tan importante en tu vida, quiero estar en primera fila para ver esa felicidad en tu rostro, esa sonrisa que llena mi alma de dicha, quiero que sepas que estaré contigo y para ti siempre, para ser partícipe de tus alegrías, aunque no pueda ser el dueño de ellas, estaré ahí si me necesitas, porque soy tu amigo, Suzaku, y sin importar el tiempo que pase, yo jamás olvidaré aquello que pasamos, las cosas que vivimos, esa conexión que tuvimos y que por un momento me hizo sentir que eras tú ese lugar donde podía ser lo que en verdad soy, sin miedos, sin ataduras, sin máscaras, sin apariencias, ese lugar donde podía ser yo mismo, y no avergonzarme por ello.
He decidido hablar con CC al respecto, no es justo para ella seguir con nuestra relación de ésta manera, y yo no puedo soportar más pretender ser alguien que no soy, sé que sabrá entenderlo.
Para mí, he decidido guardar este secreto, lo que pueda tardar en sanar mi herida será mi sentencia, y por cuánto tiempo cargaré con éste amor no correspondido es algo que desconozco, pero mientras pueda seguir viendo tu sonrisa podré sobrellevarlo, recordando nuestro tiempo juntos, atesorando las memorias de lo que fuimos, porque para mí fue mucho más que una amistad, y nadie podrá convencerme de lo contrario.
Te quiero, amigo. Sólo eso te puedo decir, sólo eso me queda... y la esperanza de que algún día entiendas el verdadero significado detrás de mis palabras.
Tuyo siempre, Lelouch.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top