8-Poder
Natsu abrió los ojos de par en par ante la presencia de aquella criatura. Era nada menos que el propio Igneel y desprendía un olor similar a Zeref, su alma estaba ligada a aquel lugar según el que un día fue el mago oscuro más fuerte. Las lágrimas resbalaban de sus ojos cuando fue corriendo a abrazarlo, o más bien, acariciar su pata que fue lo único que pudo hacer.
—Has crecido mucho hijo—dijo—y veo que has pasado por innumerables calamidades.
—Si...
—He venido para prestar mi ayuda, aunque no podré luchar, seré tu consejero.
—Eso es más que suficiente para mí.
Zeref prefirió dejarlos tranquilos mientras se marchaba a leer un rato. Las horas en aquel lugar pasaban muy deprisa aunque en realidad, era la compañía. Igneel le estuvo explicando el poder de los dragon slayer para que de esta manera, Natsu pudiera desplegar toda su fuerza. Cuando liberó su poder, Igneel comprobó de que aquel joven no era como ese niño que crío y no pudo evitar emocionarse y esbozar una sonrisa.
En su dormitorio, Erza pensaba por todo lo que había pasado Natsu y su rechazo. Ella había admitido finalmente que estaba enamorada de él, atrás quedaban los recuerdos con Jerall, esta vez estaba convencida. Pero ese Natsu era de otra época, un futuro donde cuando logren su misión, tendrá que regresar y no lo volverá a ver. ¿Y el Natsu de su época?, ¿la querría?, ¿sería igual?.
—Arrrgh—se removió la cabeza, estaba pensando demasiado.
Lucy y Gray junto a la princesa pasaban tiempo con Mavis, disfrutando de un pequeño tentempié y rodeados de tranquilidad en un lugar creado con magia. El mago de hielo estaba preocupado por Natsu.
—Gray—llamó la primera—¿estás bien?.
—Si, es solamente que...quiero ayudar a Natsu.
—Ya veo, tranquilo, todo irá bien—contestó.
Lucy notaba que el mago de hielo trataba diferente a Natsu desde que se presentó. Realmente eran amigos aunque a veces peleasen. Aunque ella también se preocupaba mucho por el terrible futuro que les aguardaba.
Aquella noche llovió mucho. Natsu miraba a través del cristal mientras recordaba la conversación que había tenido con Igneel. Deseaba tener un gran poder para acabar de una vez y de forma rápida con aquella pesadilla. Pero sabía que en su estado actual, no podía vencer. Entre tantos pensamientos de angustia y presión, apareció la cara de Erza como un rayo de esperanza en un día oscuro como aquel.
—Erza—susurró el nombre perdiéndose en la oscuridad.
La puerta de su dormitorio de abrió lentamente y apareció la joven con una pequeña vela. Estaba en pijama y sin decir nada cerró la puerta, dejó la vela encima de la mesita y se sentó junto a él sin mediar palabra alguna.
—Erza...
—Natsu...—ella miró al suelo, quería decir algo, expresar sus emociones pero...no sabía que decir en aquel momento.
La veía preciosa, con aquellos mechones rojizos y sus ojos que con su actual peinado dejaba a la vista. Ella sonrió de manera tímida, nerviosa y con temblor en sus manos. Él le volteó el rostro y la besó, sin importar el momento. Luego la recostó y comenzó a morder su oreja suavemente.
—¿Natsu?—aquel era distinto al que conocía pero se sentía muy bien.
La besó con mucha pasión, quería expresar sus sentimientos hacia ella y solamente así podía demostrar todo el amor que sentía. Las caricias y besos fueron subiendo de tono e incrementándose al igual que la respiración jadeante de ambos. Con una mano, rasgó el pijama de la chica y le hizo el amor.
Las últimas gotas de lluvia golpearon el cristal mientras la luz del sol comenzaba a entrar por la ventana. La vela de la mesa hace horas que llevaba apagada. La pelirroja despertó en el pecho del mago, esbozó una sonrisa y suspiró de felicidad.
—Natsu—al levantar la cabeza le vio completamente dormido y no quiso despertarlo.
Se vistió con su magia y salió feliz de la habitación. Al hacerlo, se topó con la maga celestial. Se miraron unos segundos y un rubor apareció en la cara de ambas.
—Buenos días—saludó ella antes de ir a desayunar.
Lucy permaneció parada un rato antes de recuperarse del shock. Fue a desayunar y poco después apareció Natsu con la tranquilidad habitual, como si nada hubiera sucedido aunque por dentro, ambos estaban felices.
Zeref les habló sobre el tercer orbe cuya localización se encontraba en una isla a pocos kilómetros de su posición pero que era muy arriesgado pues guardaba horrores de épocas pasadas y monstruos sin sentimiento alguno que no dudarán en matar a todo aquel que entre. Así que les pidió que aquel día lo dedicasen a preparase muy bien. Gray junto a Lucy eran entrenados por Mavis mientras Erza por Zeref. En cambio, Natsu meditaba junto a Igneel y aprendía todo lo necesario para desplegar su poder como dragon slayer.
Resultó muy duro al principio, pero en aquella sala que el tiempo pasaba ahora muy despacio, Natsu comenzó a llevar un entrenamiento muy especial. Además, a diferencia de su yo del pasado, era muy disciplinado logrando alcanzar un estado de fuerza mayor. Sentía el poder recorrer todo su cuerpo sin problema alguno.
—Veo que lo controlas—dijo—es difícil alcanzar ese poder.
—Sigamos entrenando, tengo que dominarlo para que mi cuerpo lo asimile.
—Veo que eres más disciplinado...me gusta.
Se desprendió de su poder para descansar un poco. Lo primero era comer y recuperar fuerzas antes de seguir pues el tiempo apremiaba aunque pasase de manera lenta.
Para poder llevar a cabo asimilar su nueva forma y estado de poder, fue necesario una hora de meditación donde logró hacer que su cuerpo reaccionase como él quería. El poder ni se iba ni se desbordaba encontrando el equilibrio perfecto.
—Bien, creo que ya lo dominas aunque aún puedes llevarlo más allá—dijo el dragón.
—Lo sé, pero de momento creo que es suficiente. A medida que lo use en combate, será mejor que si solo medito—explicó—esto es gracias a ti...padre.
—Tus amigos deben de estar esperándote, ves antes de preocuparles.
—Adiós—se inclinó haciendo una pequeña reverencia y se marchó.
Al irse, Igneel comenzó a llorar al ver como había crecido. Aquel desastre de persona que era de niño se había convertido en un gran adulto.
Continuara...
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