Capitulo 3: Mi pesadilla social continúa. *[Editado]*

Capitulo 3: Mi pesadilla social continúa. *[Editado]*

Mi noche fue más que larga. Todo era tan silencioso, que hacía de mis pensamientos algo ruidoso y molesto. Seguía tensa por lo que había pasado en el pasillo, pero sobretodo estaba alucinado. ¿Qué les importaba que estuviera durmiendo aquí? ¿y por qué iba a ser un problema?

Al no poder dormir, me tire prácticamente toda la noche dibujando. Intenté hacer un poco lo de siempre, paisajes, puestas de sol…pero en mi mente solo había una cosa, los ojos verdes del chico al que habían llamado Jeremy, mirándome con una intensa mirada. Solo que en mi mente no había odio en sus ojos, sino curiosidad cosa que no me había parecido en el momento de la amenaza. ¿Mi mente me traicionaría por ser un chico guapo?

Los dibuje y dibuje hasta que me di cuenta que estaba loca, había llenado toda una página con sus ojos en diferentes tamaños y ninguno se parecía a la realidad, estos eran inofensivos. Así que cerré el bloc e intente dormir.

La mañana siguiente fue aun peor. No me acordaba que acepte una visita guiada por todo el centro, pero nada más entrar en el comedor, Ariana se encargo de recordármelo a viva voz.

- Buenos días Diana – me grito desde su mesa mientas hacía gestos para que fuera a sentarme con ella. - ¿Estas lista para la mejor visita guida de la historia?

- Si no hay más remedio – dije amargamente. Intenté compensarlo con una sonrisa, pero ni siquiera sé que salió de mi cara. Al menos pareció aceptarlo.

Terminamos de desayunar y nos dirigimos hacia la zona de clases. Si la cafetería se encontraba en la zona izquierda de la planta baja, las clases se encontraban en la zona derecha. Un pasillo igual que el de las plantas superiores solo que este estaba repleto de taquillas.

- El numero de tu taquilla es el mismo que el de tú habitación. – dijo mientras me guiaba hacia mi taquilla.- Esta son las taquillas de la segunda planta, el código es  uno, dos, tres hasta que lo cambies.

- ¿Cómo identificas las taquillas de las habitaciones compartidas? – dije mientras abría la taquilla doscientos uno.

- Por letras. Yo por ejemplo soy la ciento trece “A”

Abrí la taquilla y estaba repleta de libros, cuadernos y un montón de material de papelería, todo a costa del centro, seguía siendo raro.

- Luego te puedes subir los libros que quieras a tú cuarto, aunque casi todos los dejamos aquí a no ser que sea necesario.

Empezó a enseñarme las aulas y a indicarme donde se encontraba cada una. Y Cuando terminamos con la zona de aulas salimos, al patio. ¿Cómo era posible que ni siquiera hubiese mirado por la ventana para ver este inmenso patio?

No daba la sensación del típico patio de colegio, sino más bien del jardín de una mansión, pasillos entre setos perfectamente cortados, arboles redondos sin ramas sueltas, césped en perfecto estado,... Más rarezas que añadir a la lista de rarezas de este centro. Si mirabas al frente, el jardín se cortaba para dar paso a un pequeño bosque de árboles grandes, parecía no pertenecer al patio, aunque no había ninguna verja que los separara.

- Si sigues ese sendero da a un mirador que está justo detrás de todos esos árboles. – dijo mientras señalaba el sendero.

A la derecha del patio se encontraba un edificio mediano que contrastaba enormemente con el resto del paisaje. Se notaba que era un edificio de reciente construcción, habían intentado hacerlo parecido a la gran casa, pero se notaba claramente el material moderno con el que había sido construido. De tamaño era mucho más pequeño que el edificio principal, pero eso no quería decir que fuese pequeño. Quedaba oculto por la casa desde el otro lado, por eso no lo había visto a mi llegada y como tampoco he mirado por la ventana…

- Es el gimnasio, en el ahí una piscina de agua caliente y una sala para hacer deporte. Ya que la asignatura de gimnasia no está dentro del cuadrante de estudios, el centro intenta animarnos a hacer deporte.

- ¿Y por qué hacer un edificio si no lo necesitas? – todo este derroche empezaba a desbordarme.

- Ellos lo pidieron – dijo señalando a un chico que se adentraba en el bosque.

- ¿Es uno de ellos? – pregunté ahora curiosa de verdad.

- Es el jefe.

- ¿El jefe? ¿Tienen un jefe?

- Se llama Laurent, es uno de los que llevan aquí desde el principio o al menos desde mi principio – dijo algo sombría – Si alguna vez los ves en grupo, sabrás porque digo que es el jefe. Todo el mundo calla para escucharle, incluso el señor Ende.

Él debía ser el de anoche, el que dijo que yo iba a ser un problema y al que el señor Ende, el director, había tenido que darle explicaciones.

Fuimos hacía el gimnasio para que pudiese enseñármelo por dentro, cuando caí en algo que ella había dicho.

- ¿Has dicho que lleva aquí desde el principio? ¿Qué significa eso?

- Yo solo digo que he estado entrando y saliendo de este lugar desde hace años y que él siempre ha estado aquí, exactamente igual que está ahora. – dijo otra vez con voz sombría.

- ¿Qué quiere decir eso?

- Pues o que tiene más años de los que finge tener, o ese no debería estar aquí. Ya era un adolescente cuando yo le vi por primera vez.

- Quizás tenga una residencia permanente o es un negado para los estudios y repite una y otra vez– intenté ser lógica.

- Todos tienen prácticamente las mismas notas, parecen copiarse unos a otros. Y si por el motivo que sea le dejaran tener una residencia permanente, ¿irías a clase como el resto? – esa duda tiró por tierra mis pobres teorías.

-No. Yo saldría corriendo de aquí. – dije con algo de amargura. Ella soltó un bufido en forma de risa.

- Eso mismo opino yo.

Entramos en el gimnasio y me quedé con la boca abierta, una gran piscina olímpica se extendía enfrente de nosotras, tan lisa que invitaba a tirarte de cabeza. Tenía los carriles de nado con bolas flotantes y contaba al menos nueve carriles.

- ¿Te gusta nadar? – me dijo Ariana al ver mi expresión. Ya se le había quitado la cara sombría y ahora parecía estar divirtiéndose a mi costa.

- La verdad es que sí, me parece relajante.

- Pues cada vez que quieras puedes bajar. En esas taquillas tienes bañadores y gorros, por si tú no has traído. Aunque si realmente quieres bajar, yo tengo cuatro. Te puedo dar uno.

- Pues creo que te tomaré la palabra. – la natación siempre me ha gustado, no es que la practicara mucho, pero cada vez que llegaba el verano, yo me tiraba horas nadando de un lado para otro.

Después de unas cuantas vueltas, llegamos a la biblioteca. Era bastante grande para tratarse de un colegio. Había también unas mesas con ordenadores y el puesto de una bibliotecario vacío.

Estuvimos dando vueltas por todos los sitios unas dos horas más. Pero nada me sorprendió tanto como el patio y el gimnasio, el cual, a parte de la piscina, el gimnasio también tenía cintas de correr, bicicletas estáticas, pesas de todo tipo y un montón de maquinas de musculatura. Había dos vestuarios, uno para mujeres y otro para hombres, los cuales estaban repletos de duchas individuales.

Mi obsesión sobre este lugar no dejaba de rondaren mi cabeza, ¿acaso tenía una idea preconcebida de lo que era un orfanato? Era la primera vez que estaba en uno, quizás fuesen todos así, una manera de que los huérfanos lleven mejor su soledad. Así que, una vez concluida la visita, me atreví a preguntárselo a Ariana:

- ¿Has estado en más orfanatos a parte de este?

- Sí, estuve en uno que está algo más al sur. Pero ninguno es como este. Los otros eran muy cutres y estaba lleno de chicos problemáticos. ¿Sabías que este es el único centro que hace un perfil del huérfano para poder entrar?

- ¿Qué hacen qué? – pregunté atónita.

- Sí, aquí no entra cualquiera, a pesar de ser un orfanato público. Si tienes antecedentes o mala conducta, no te dejan entrar. En lugar de un orfanato, parece una ONG de ricos ¿a que sí? – dijo eso último como si fuese una gracia.

- Pero ¿Cómo es eso posible? – ignoré su pregunta, necesitaba saber más sobre esto.

- Al parecer, reciben ciertos privilegios por el nivel de estudios. Los “raros” suben las notas medias y así consiguen los privilegios del gobierno. – dudó un momento – O eso me dijeron a mí una vez.

Al menos era una explicación, aunque no tenía mucho sentido. Intenté no darle más vueltas y aceptar lo que tenía delante de mis ojos, alguna explicación ha de tener, aunque nosotros no la sepamos ver…

Al final me quedé sola, después de una visita de dos horas y media por un centro que se podía ver en media hora, al fin sola.

Todavía quedaban otras dos horas para comer. Subí a mi habitación y cogí el bloc de dibujos y el estuche. Bajé al jardín dispuesta a ver lo que aún no había visto, lo que había tras ese bosque, Ariana había dicho que había un mirador, así que cogí el sendero y fui en su busca.

El sendero se veía muy claro al principio, pero pronto empezó a desdibujarse. Más o menos intuí el camino hasta que llegué al lugar más bonito del mundo, o por lo menos que yo haya visto.

Era un acantilado que daba a un canal, justo enfrente se levantaba una montaña, casi vertical, repleta de arboles verdes y amarillos, se notaba que estábamos recién entrados en el otoño. Había una valla de protección para que no pudieras caerte al vacio y un banco en el que sentarte a observar. Me senté y empecé a dibujar, el sol estaba justo en lo alto y me obligó a bajarme la capucha a causa del calor.

“Más me vale disfrutar ahora, no sé cuantos días más habrá de sol – pensé con algo de amargura y dejando que el sol me inundara por dentro.”

No sé cuánto tiempo estuve dibujando, pero retrate el paisaje cuatro veces. Visto de diferentes ángulos. Consiguió hacerme olvidar el lugar en el que estaba y el porqué estaba aquí, y eso era de agradecer.

- Eres buena – dijo una voz justo detrás de mí. Me asusté – Lo siento.

Me di la vuelta y era él, otra vez, el mismo que la noche pasada me había amenazado y por el que he estado casi toda la noche despierta. ¿Acaso este lugar también estaba prohibido?

- Te compraré un cascabel. – le dije mientras volvía a colocarme en la postura que estaba antes de ser interrumpida.

- No aceptas bien los cumplidos. – dijo mientras se sentaba a mi lado.

Era tan guapo. Intentaba ser grosera con él, pero me era tan difícil.

- Si me importara tú opinión, te la preguntaría.

Él me sonrió y mi corazón se detuvo un segundo. La mirada con la que había fantaseado la noche anterior, esa que creía invenciones de mi mente, estaba ahora en su cara. Tuve que apartar la mirada de él si no quería empezar a babear.

- ¿Qué haces aquí sola? – me pregunto curioso.

- Dibujar.

- Sí bueno, eso ya lo sé. Pero podrías estar con más gente.

- La gente me agobia. – confesé.

¿Por qué? ¿por qué me confesaba con él, precisamente él? Me había amenazado de la peor manera que me habían amenazado nunca, ¿qué siquiera hablando con él? Pero de repente dijo algo que consiguió sacarme de este estado de casi histeria:

- Eres rara. – dijo él sin más y yo no lo puede evitar, solté una carcajada, fue una de esas risas que no llega a los ojos y que no sientes de verdad, pero aún así, me salió del alma. - ¿Qué es gracioso?

- Que seas tú quien me diga que soy rara, teniendo en cuenta que ha vosotros os llaman “los raros” – volví a soltar otra carcajada solo de pensarlo.

- Sí, viéndolo así, es gracioso. – se quedó mirándome durante un buen rato. - ¿Por qué estas tan triste? Incluso ahora que te has reído, estás triste.

- ¿No tienes más amenazas para mí hoy? – a esto se le llama desviar la pregunta.

- No. Hoy no estás en un sitio prohibido. – dijo sonriéndome. Eso despejaba una de mis dudas, sí podía estar aquí sin ser amenazada.

No conteste, decidí que era mejor respirar y relajarme antes de ponerme a dar gritos y a decirle lo que se merecía que le dijeran, sobretodo porque temía su respuesta, aún esperaba ver ese odio en sus ojos.

- ¿Me dejas ver los dibujos? – me dijo con la mirada más tierna que me han puesto nunca.

Y se lo entregué sin ni siquiera pensarlo. Empezó por los dibujos más recientes y fue pasando hojas hasta que se detuvo en la que sus ojos aparecían un montón de veces. Se me quedó mirando con la ceja levantada y una media sonrisa en su cara. Tenía que haber pensado mejor lo de dejarle ver mis dibujos.

- Una mala noche – dije sin más.

El siguió pasando las hojas hasta que llegó a dibujos de antes de lo de mis padres. Y se quedó muy extrañado por lo que veía.

- Has madurado como pintora. – dijo mientras pasaba otra página. – Estos son algo más infantiles que los más recientes.

Y eso fue la gota que colmó el vaso. Su crítica me enfureció tanto, que le arranqué el bloc de las manos, recogí mis pinturas y me dispuse a irme, no sin antes decirle:

- Es un alivio que la muerte de mis padres me hayan hecho madurar como pintora, ahora sé a qué aspirar en la vida. Gracias.  – y me fui.

Era tontería no decírselo y más después de que ayer el director lo propagara por toda la sala de “los raros”. Aunque sabía que él no había estado en la sala cuando lo dijo, estaba convencida que alguien le informó al respecto, quizás por eso hoy estaba diferente, por lástima, lo cual tenía mucho sentido, explicaba perfectamente su cambio de actitud.

Llegué llorando a mi cuarto, lancé el bloc encima de la mesa y me tiré en la cama a llorar hasta que me quedara sin fuerzas. Solo deseaba que en mi estancia en este lugar, me tragara la tierra y me dejaba enterrada.

Pero no sería así, al cabo de un rato paré de llorar y conseguí relajarme. Miré el reloj y me di cuenta que me había saltado la comida, no era algo que me preocupara, pero no quería que nadie subiera a ver como estaba.

Pero nadie subió a visitarme, en lugar de eso, pasé la tarde sola en mi cuarto. Era algo a lo que me tenía que empezar a acostumbrar. La soledad formara parte de mi nueva vida y aunque ahora no me moleste estar sola, se que habrá momentos en que sí, y tengo que aprender a vivir con mi soledad.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Espero que les esté gustando y si es así, pulsen la estrellia :D Gracias

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top