Capítulo 26: Ariana.
“Quien creyó en ti te traicionara”, esas habían sido las últimas palabras de la adivina y no supe lo que significaban hasta hoy.
Me la quedé mirando mientras mi mente trabajaba a mil por hora. Había sido ella desde el principio, por eso fue la primera en acercarse a hablar conmigo, o la primera en hablarme de “los raros”, ella debió de besar a Robert para que este pudiese ver a través del glamour, también pudo haberle obligado a decir o hacer algo.
- Todo ha sido una mentira. – dije más para mí que para ella.
- Todo no, hay cosas que te he dicho que han sido verdad.
La miré extrañada. Tenía una pose siniestra y amenazante. Una sonrisa malvada iba aflorando en su cara y eso hacía que mis pelos se pusieran de punta.
- ¿Te acuerdas que te dije que llevo entrando y saliendo de este centro ocho años? Pues eso era verdad, solo que he ido cambiado de nombre y de aspecto en todas las ocasiones. – hizo una pequeña pausa para señalar su nuevo cambio de look. – Aunque, sinceramente, dudo que nadie se hubiese dado cuenta.
- ¿Qué es lo que quieres? – la dije intentando igualarla en postura amenazante.
Pero no lo conseguí, mis piernas me flojearon y tuve que volver a apoyarme en la mesa.
- Oh no señorita, no tan deprisa. No te voy a desvelar en final de mi malvado plan, sin antes haberte contado todo el proceso.
- Si lo que esperas de mí es que te aplauda por lo bien que lo has hecho, te puedes ir por dónde has venido.
Tenía que pensar, tenía que ser más lista que ella. Era obvio que no se había enterado que estoy a la mitad de proceso de conversión y eso tenía que jugar a mi favor, tenía que hacer todo lo que me dijera y entretenerla todo lo posible. Ya ha pasado hora y media desde que me han inyectado la sangre, Henry dijo que tardaría de dos horas a tres horas. Tenía que entretenerla, como mucho, una hora y media. ¿Cómo iba a conseguir algo así?
- No espero que me aplaudas cuando sepas la verdad. – dijo poniendo su sonrisa malévola. – Sino que desees mi muerte. Aunque los únicos que morirán esta noche, serás tú y tus estúpidos amigos.
- A ellos ni los toques. – ahora si había conseguido esa postura amenazante.
- Vaya, recuperas fuerzas cuando se trata de tus novios.
No la dije nada, pero mi fuerza se fue perdiendo poco a poco hasta que tuve que sujetarme en la mesa otra vez.
Me iba encontrando peor por momentos, notaba como mis músculos se endurecían y se alargaban. Notaba a la persona dentro de mí, como se iba colocando, como iba poniendo sus piernas donde estaban las mías, como se estiraba y estiraba. Estaba todavía lejos de estar entera, pero era como una segunda piel que se iba instalando donde antes estaba la mía.
- ¿Sabes? Yo estuve con Lucia cuando predijo la profecía. Laurent también estaba, claro que yo era muy diferente a como soy ahora. Era rubia y dulce, pero siempre andaba eclipsada tras la luminosidad de Lucia, nadie me veía cuando estaba a su lado. - Había dolor en sus ojos cuando hablaba de su insignificante existencia al lado de Lucia. Pero cuando ha mencionado a Laurent, había algo más, había odio.
Y no era la primera vez que lo notaba, cuando estuvo haciéndome el tour por el colegio, ella miró a Laurent con ese mismo odio.
- ¿Eso era lo que querías? ¿más atención por parte del mundo y en especial de Laurent?
- Sí, eso era. Amaba a Laurent, pero cada vez que llegábamos a este estúpido centro, solo tenía ojos para su Lucia. Cuando la abandoné, vine a verle, pero él me tomó por una humana, ni siquiera me reconoció, solo tenía miras en su misión, en encontrar a la elegida. – hizo una pequeña pausa en la que me miró con tal odio que creí que me iba a pegar. – Pero ahora entiendo que él no estaba hecho para mí, tenía que sufrir contigo.
Eso me dolió más de lo que quise expresar, pero era verdad y ambas lo sabíamos.
- Yo tengo un gran poder. – siguió diciendo. – Lo usaba para incapacitar a los subterráneos para que luego alguien los matara. Pero lo que nadie sabe, es que me meto en las mentes de los subterráneos, soy capaz de saber qué es lo que piensan. Odiaba mi trabajo.
“Los subterráneos son como animales, una especie más alta en la escala evolutiva. Son depredadores y no pueden evitarlo. No es justo para ellos ser aniquilados por personas inferiores a ellos.”
- Tampoco es justo para los humanos morir por su culpa. – la recriminé.
- Tu comes cerdo, ¿acaso la muerte de ese cerdo es justa? – no supe que contestar. – Imagínate saber que siente el cerdo cuando le clavan un cuchillo en el cuello. Pues eso es lo que me pasaba a mí.
“Un día le pregunté a Lucia acerca de ti, le dije que como íbamos a ser capaces de reconocerte, y ella contestó: Tú lo tendrás muy fácil, será la única humana a la que te costará controlar. Y ahí lo comprendí, yo formaba parte de la profecía, yo tenía que conseguir ciertas cosas para que tú aparecieras por este centro.”
- No lo entiendo. – dije sinceramente. - ¿Cómo llegaste a esa conclusión?
- Porque yo jamás había controlado a un humano, nunca. Y ella lo sabía, por eso supe que la tenía que dejar y emprender tu búsqueda.
- ¿Qué interés podrías tener en buscarme?
- Porque se supone que tú acabarás con los subterráneos, y eso no puedo permitírtelo.
- Ellos matan a las personas, te matarían a ti si no los controlases.
Eso pareció dolerla, estaba trastornada, era una especie de miembro del greenpeace de la rama sobrenatural.
- Te busque por todos lados, - siguió diciendo ella como si yo no la hubiese dicho nada. – pero no aparecías. Venía de vez en cuando, para ver si habías aparecido sin que nadie lo supiera. Mientras tanto, iba ejercitando mi poder. Empecé controlando a uno subterráneo, luego a dos a la vez, luego a tres y así hasta que fui capaz de controlar toda una manada. Ahora soy capaz de controlar a más de una a la vez.
Eso me asustó. ¿Cuál sería su plan? ¿mandar a todas las manadas que tenga bajo su control a atacar el centro? Pero ella no notó mi miedo, siguió narrando su patética historia.
- Al final, llegué a un pequeño pueblo del sur. Una chica estaba entusiasmada porque sus padres se iban de fin de semana e iba a dar una gran fiesta. – mis hombros se tensaron y la chica que crecía dentro de mí, aun demasiado pequeña, soltó un gruñido que me retumbó por dentro. – Ella era algo especial, tenía un brillo que nadie, excepto los subterráneos, veían. Intenté controlarla pero no lo conseguí. Así que fui a por sus padres.
Salté encima de ella, la chille y la intenté pegar, pero ella fue mucho más rápida. Me lanzó con mucha violencia contra la pared que había alado de la cama, choqué y reboté hasta quedar tumbada y dolorida encima de esta.
La miré con toda la furia que tenía, mis ojos se iban humedeciendo poco a poco hasta que una lágrima cayó por mi mejilla. Ella había matado a mis padres.
- Eres tan patética, niña. – me dijo con una mirada de superioridad. – intentar atacar a un protector, tú, una triste e insignificante humana.
- ¿Cómo los mataste? – le escupí las palabras.
- Fue muy fácil, ordene a un lagarto que se pusiera delante de una carretera y tú estúpido padre dio un giro para esquivarlo y perdió el control del coche. – igual que en mi sueño.
Salte de la cama, como si fuese un felino, para placarla en todo el estomago. Las dos caímos al suelo, yo estaba encima de ella, la golpeé en la cara todo lo fuerte que pude, pero ella me empujó hacia atrás y me mandó volando a la otra punta de la habitación.
Caí encima de la ropa sucia, lo cual amortiguo el golpe, pero me clavé algo metálico en la espalda. El móvil. Lo intenté sacar del bolsillo del pantalón sin que Ariana se diese cuenta.
Esta se estaba levantando del suelo con una gran sonrisa en la cara.
- Ha sido un buen placaje, tengo que reconocerlo. Pero como sigas así, te voy a matar, sin querer, antes de tiempo. – hizo una pausa. Yo quería que siguiera hablando para poder coger el móvil. – Por donde iba… a sí, la muerte de tus padres. Una vez terminé con ellos, me quedaba la segunda parte del plan, conseguir que vinieras al Sant James. Tuve que ordenar al juez que te ingresara en este centro, ¿sabías que unos amigos de tus padres solicitaron tu custodia? Pero tuve que obligarles a que no presentaran los papeles de tramitación hasta que no saliera la sentencia. Y así, conseguí que entraras en este centro. La primera parte de la profecía cumplida.
- ¿Por qué no acabaste conmigo también? Te habrías ahorrado muchas molestias. – ya había encontrado el teléfono, ahora solo me quedaba pensar en cómo llamar a Laurent.
Me miró con desesperación, como si la respuesta fuera tan obvia que no entendía como no la veía, pero yo solo quería perder tiempo, me daba igual sus estúpidos motivos.
- Ya te lo he dicho, por Laurent. Él solo era capaz de pensar en su estúpida elegida, si se la traía pero luego la mataba sin que se enterara de que lo había hecho yo, podría dejar de buscar algo que se le fue de las manos. Tendría que centrarse en su siguiente misión y esa la podríamos hacer juntos… - me volvió a mirar con todo el odio que tenía dentro – Pero claro, lo que no me esperaba es que él fuera uno de tus amores. Cuando os ví en la fiesta, supe que tenía que olvidarme de él, nunca estará conmigo después de tu muerte. Por eso decidí, que él también tenía que morir.
“Sentí tanta rabia, que casi echo a perder todo el plan. Estaba tan furiosa de que hubieras elegido a Laurent como tu segundo amor que quise que murieras a manos de un felino. Y ahora, que tengo la oportunidad de matarte con mis propias manos, casi doy gracias de que consiguierais matarlo.”
Ya había conseguido sacar el móvil del bolsillo, ahora me quedaba el siguiente problema, ¿Cómo se usa este cacharro? No me había molestado ni en averiguarlo cuando Laurent me lo dio, así que no sabía dónde estaban los botones para ir a la agenda y llamar al primer contacto.
Lo saqué de mi espalda y lo oculté de la vista de Ariana entre unas ropas, podría ir echando rápidas miradas para ver las teclas. Era uno móvil con tapa, bastante antiguo para como los hay ahora, pero era pequeño y cómodo de llevar. Sin mirar, levanté la tapa rezando para que no fuera uno de esos móviles que hacían ruido por cada cosa que hacía, no hizo ruido pero si se iluminó. Lo tapé todo lo que pude, pero Ariana volvió a hablar y yo tuve que dejar de mirar el teléfono.
- Aunque he de reconocer, que lo mejor de todo fue cuando Jeremy bajó a reñirte al comedor. No sabes lo que me reí por dentro. Tu gran amor, gritándote y humillándote delante de todos, por algo que había hecho yo. Pero tú supiste llevarlo muy bien, te convertiste en toda una heroína. Ahí fue cuando se me ocurrió lo de Robert. Ellos creían que había un espía y pronto descubrirían que no eras tú, así que tuve que buscar a otro que hiciera el trabajo sucio.
“Tú me dijiste que irías a nadar y yo estuve esperando pacientemente unas dos semanas hasta que entraste a la piscina. ¿Sabías que el lagarto que viste ahí, fue el mismo que mató a tu padres? me pareció una broma genial. Pero fue mejor broma cuando le dije a Robert que pagara a Carlos para que la dijera en el comedor.
Fue muy gracioso cuando fuiste a pedirle explicaciones a Carlos con Gloria y Jeremy en plan cotillas por detrás.”
Mi rabia hacia ella iba aumentando y aumentando. Todo mis malos momentos, todo lo malo que me había pasado desde la muerte de mis padres a ahora, había sido culpa suya. Pero lo que más me dolía, era que Lucia lo sabía. Ella había guiado a Ariana por este camino y no me había dicho nada.
Una pequeña voz en mi interior me hablo, lo sentí igual que la había sentido gruñir antes. Me decía “ten fe en Lucia.” Pero ¿Cómo? ¿cómo iba a tener fe en ella?
Lo pensé durante un rato, tenía que encontrar algún sentido para todo esto y lo encontré. Y además, era algo que podía compartir en voz alta.
- No te has parado a pensar que quizás Lucia quería que hicieras todo esto, si solo tú podías encontrarme, ¿por qué decírtelo a ti si sabía que intentarías matarme? – hice una pausa para asegurarme de que lo entendía – No te has planteado que quizás seas su marioneta y que ella tira de tus hilos. Que te ha guiado por donde ella quería guiarte.
Su cara estaba roja de rabia y yo, por fin, encontré el botón que te llevaba a la agenda. Pulse a llamar y pude ver como alguien en la otra línea cogía la llamada.
- Se acabo la charla niña estúpida. – dijo mientras se acercaba a mí y me levantaba del suelo bruscamente. – Nos vamos, hoy vas morir.
Y sin más, me sacó de la habitación en dirección a la calle. No me dio tiempo a coger el teléfono, pero Laurent sabrá que pasa algo y bajará a mirar o eso espero…
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