Capítulo 14: ¿Qué pasa aquí?
Solo esperé diez segundos para abrir la nota. No era muy grande y la mitad ya lo conocía.
“Valiente y solitaria será la chica cuando llegué. Pero rápido amada será.
Ella vencerá al igualarse y de lo malo librará.
Su corazón se partirá en dos, pero solo con una mitad vivirá.
Si ella no escoge a su compañero, el destino por ella lo elegirá.”
¿Qué significaría la segunda parte? ¿mi corazón dividido en dos? Ella me había advertido que no lo entendería pero no podía dejar de leer la profecía una y otra vez. Y otra cosa que me extrañaba era ¿por qué no le había dicho a nadie como continuaba la profecía? Aquí la gente ha luchado por esto, ¿acaso no tenían derecho a saber?
Tras pensarlo un rato tome una decisión, le preguntaría a Laurent, a lo mejor él si lo sabía. Pero tenía que hacerlo cuando estuviéramos a solas, la segunda parte hablaba de mi corazón dividido en dos y eso era imposible, mi corazón es de Jeremy, por completo.
No pensé más en ese asunto, me preparé para ir a cenar. Una vez lista tenía la pregunta que me empezaba a dar dolor de cabeza, ¿dónde voy a cenar? Me quedé un rato en la puerta, decidiendo o más bien discutiendo conmigo misma.
Era obvio donde quería cenar, pero donde yo quería estar y donde debía estar, eran dos sitios diferentes. Al final recordé la misión que me había impuesto Gloria de investigar quien era el espía y bajé a cenar.
Ya estaban todos ahí, cogí un poco de pescado al horno y unas patatas y me fui a la mesa.
- Hola desaparecida. – me dijo Robert que se sentaba al lado de Ariana y parecía más que feliz de estar ahí.
- Hola chicos.
- ¿Qué has hecho hoy? – me preguntó Ariana.
- He ido a pintar al mirador, casi se me hace de noche – dije eso último intentando meter un poco más de dialogo a nuestra conversación, pero fue un error.
- He visto salir a Laurent del bosque justo cuando anochecía, ¿os habéis visto? – Ariana siempre demasiado atenta.
- Sí – dije para sorpresa de todos, incluso para mí misma. – Hemos coincidido en el mirador pero yo he regresado antes.
- ¿En serio? – preguntó Mariana muy emocionada. - ¿Habéis hablado?
Se suponía que esto era una misión de investigación y se estaba convirtiendo en interrogatorio hacia mí.
- Sí, hemos hablado – y yo por alguna extraña razón no podía parar de decir la verdad.
- ¿Y de qué habéis hablado?
Era tan extraño, intentaba mentir pero no podía, cada vez que lo intentaba la garganta se me quedaba bloqueada.
- De un sueño que tuve anoche.
Dios…tenía que parar esto. Mi garganta estaba completamente bloqueada y eso hacía que no entrara el aire.
- ¿De un sueño? – preguntó ahora Rosa con voz confusa.
- Sí.
Me ahogaba, tenía que hacer algo. No podía mentir pero si me podía mover.
- Lo siento, no me encuentro bien. Voy a … arriba. – iba a decir a mi habitación pero no era verdad, iría a ver a Jeremy, por eso tuve que modificar la frase con arriba.
- A penas has probado la comida – me dijo Robert preocupado
Me levanté de la silla y salí corriendo de allí, ni siquiera contesté a Robert. Pasé rozando el hombro de una chica a la que se le cayó la bandeja pero no me detuve a ayudarla.
Subía corriendo las escaleras mientras iba pensando en que me pasaba, según me alejaba de la cafetería me iba encontrando mejor y cuando llegué a la puerta de la sala de la segunda planta, mi garganta había vuelto a la normalidad.
Me quedé un rato sin moverme, parada delante de una puerta cerrada que ya no entablaba ningún misterio para mí e intentando respirar con normalidad.
- ¿Esto es por los viejos tiempos? – dijo la voz de Jeremy detrás de mí, me giré y le abracé muy fuerte. – Aquí es donde te vi por primera vez.
Yo me apreté a él más fuerte que antes. ¿Cuántas cosas habían cambiado desde ese primer día de mi nueva vida?
- Diana, ¿qué te pasa? ¿ha pasado algo?
- Sí – dije sin más, intentado controlar mi voz. – No he podido mentir.
- Te estamos pidiendo demasiado, no deberíamos exigirte tanto. – me malinterpretó
- No es que no me sintiera bien al mentirles, es que, literalmente, no he podido mentir. Cada vez que me preguntaban algo mi garganta se comprimía y no me dejaba decir mentiras. – hice una pausa al recordad la sensación de ahogo. – He tenido que salir corriendo del comedor para no decir nada inapropiado.
Él se quedó muy quieto, pensando en lo que le acababa de decir y a mí me estaba poniendo de los nervios, necesitaba respuestas.
- Hablemos con Laurent y Gloria – dije al ver que no decía nada.
Ni siquiera acepto, abrí la puerta, le cogí de la mano y le obligué a entrar. Laurent, John y Gloria estaban sentados en la misma mesa en la que habíamos desayunado esta mañana. Gloria, al ver mi cara, se levanto y atravesó el salón a la velocidad de la luz. Laurent la siguió, John ni se movió.
- ¿Qué ha pasado? – pregunto Laurent nada más llegar.
Era tan raro verles atravesar las distancias a esa velocidad que necesitaba un tiempo para concentrarme después de tal exhibición.
- Me ha pasado algo en la cafetería. – dije más tranquila de cómo se lo había dicho a Jeremy. – Me han empezado a hacer preguntas sobre mi día y no he sido capaz de mentir.
- ¿Por qué no podías mentir? – me dijo Gloria. Se quedó algo pensativa e hizo otra pregunta. - ¿Por qué necesitabas mentir?
- Porque he pasado parte de la tarde con Laurent en el mirador. – al parecer nadie sabía eso ya que Gloria puso cara rara y Jeremy se tensó a mi lado. Hice como si no lo hubiese notado y seguí contándoles. – Me han empezado a hacer preguntas y yo era, físicamente, incapaz de mentir. Cada vez que lo intentaba la garganta se me cerraba y acababa diciendo la verdad. No les he contado nada, pero he tenido que hacer una salida de escena de lo más extraña.
Los dos se quedaron mirándome igual que Jeremy cuando se lo había contado, era obvio que pensaban sobre el tema, pero era muy desesperante que no compartieran los pensamientos.
- ¿A caso los protectores sois capaces de leeros la mente? – dije sarcásticamente al cabo de unos minutos.
- No seas ridícula – me dijo Laurent con esa mirada tan rara que me ofrecía últimamente.
- Pues entonces, compartir lo que estáis pensando, por favor.
- Tiene que ser un aislado. – dijo Gloria
- Y tiene que ser del grupo de amigos de Diana. – dijo Jeremy
- ¿Qué? – estaba atónita, ¿cómo había llegado a esa conclusión?
- Tiene que tener algún tipo de poder mental. – dijo Laurent haciendo como que no me había oído.
- Repito, ¿qué?
Laurent giro su cabeza para mirarme con desesperación, Jeremy seguía en esa nube pensando en dios sabe que…menos mal que siempre me quedará Gloria.
- Puede haberte obligado, mentalmente, ha decir la verdad. Tiene que ser un aislado y tiene que ser de tu grupo o de alguien que estuviese lo suficientemente cerca para escuchar la conversación e influir en ti.
Eso era algo difícil, no me había fijado en la gente que había a mi alrededor. Pero había otra pregunta que rondaba mi mente.
- Pero si los aislados son protectores que reniegan de su condición, ¿para qué iban a querer hacerme algo así? – dije confusa.
- El que renieguen ha proteger a los humanos no significa que no puedan unirse al bando contrario. Es raro, pero en ocasiones se unen a los subterráneos.
- ¿Por qué?
- Poder. Ellos son malvados y pueden destruir sin ser vistos, son una buena arma.
- Pero, ¿Cómo negocias con un animal malvado?
- Dándole lo que desean, normalmente. Pero en este caso creo que es algo diferente.
- ¿En qué sentido es diferente?
- Los subterráneos no hacen nada. Llevamos dos días siguiéndoles y solo observan. Si fuesen, por decirlo de una manera, contratados, actuarían lo más rápido posible para obtener su recompensa, pero estos solo observan.
- ¿El que observan? – dije dudando de querer saber la respuesta.
- Antes pensábamos que el orfanato. – ahora era Laurent quien hablaba. – Ahora creo que te vigilan a ti.
- ¿A mí? ¿Por qué? – me miraron todos atónitos. Vale, quizás me vigilaban porque era la elegida, según ellos. - ¿Cómo han podido saberlo? – esta pregunta era mucho más sabia.
Sus caras reflejaban que no tenían ni idea y ninguno contestó a la pregunta.
- ¿Qué habéis hecho hoy? – pregunté al cabo de varios minutos a Gloria y a Jeremy.
- Hemos ido de caza. – dijo Gloria. – Había un montón de subterráneos a unos kilómetros del orfanato. Cada vez se acercan más.
Eso me produjo un escalofrío que recorrió toda mi espalda, pero sobretodo tuve miedo, miedo porque no sería capaz de defenderme de nada, miedo por ser un estorbo para ellos y necesitar de protección continua.
- He visto a la adivina antes de que se fuera. ¿Cuándo viene Henry? – le pregunté a Laurent
- ¿QUÉ? – chilló Jeremy. - ¿Has llamado a Henry? ¿Otra vez actuando a mis espaldas?
- Deja de comportarte así. ¿Prefieres hacerlo sin la ayuda de él? – le dijo este con una sonrisa petulante en la cara.
Eso me molestó, pero también lo comprendí. Jeremy debería empezar a asumir que pronto seré una de las suyas. Ya no necesitaré más protección y odiaba tener miedo, eso también cambiaría.
- Lo que prefiero es que no se haga.
- Pues eso no va a pasar. – le contesté yo con un tono seco y tajante.
- Vendrá para este fin de semana. – Eso hizo que me temblaran las manos pero respiré ondo y me controlé.
Laurent sonrió a mi lado y eso pareció enfurecer aun más a Jeremy. Este me cogió de la mano y me sacó de la sala a tirones hasta llegar a su habitación.
- Ay… - me quejé una vez que me hubo soltado. - ¿Qué te pasa?
- Tú eres lo que me pasa. ¿Por qué tienes tanta prisa en ser como yo?
- ¿Y tú por qué te niegas a aceptarme en tu vida? – le contesté con otra pregunta.
- No me niego, es solo que me gustaría que viese otras opciones antes de tomar una decisión que te marcara de por vida. No es una vida que yo elegiría por mí mismo.
- No tenemos porque ser iguales. Yo solo quiero empezar esta nueva vida contigo lo antes posible.
- Conmigo y con Laurent, ¿claro? – dijo apartándome la mirada y dándome la espalda.
Me le quedé mirándole durante unos segundos, ¿tenía celos? ¿por qué?
- No creo haberte dado ningún motivo para que estés celoso. – dije muy enojada con él.
Pareció entender que se había pasado un poco, se giro y me miro con la mirada más dulce y más tierna con la que me podían mirar. Me recordó a las miradas que echaba mi padre a mi madre, solo que multiplicada por diez y con la diferencia que estas iban dirigida a mí.
- Lo siento, tienes razón. – y me beso.
- Dime que no pondrás más impedimentos en mi transformación. – le dije tras el dulce beso.
- Está bien. – dijo a regañadientes.
- Gracias.
Esta noche no se hablaría de nada más. Sería solo para nosotros.
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