Matthew

Después de una larga jornada de trabajo en el hospital entro a mi espacioso departamento. Me encuentro exhausto.

Tomo una ducha con agua helada, después de un rato salgo y enrollo una toalla alrededor de mi cintura, me miro al espejo casi de forma fugaz, no quiero mirar lo que todos ven en mí —en especial el género femenino—: un amargado de mierda con una cuenta bancaria atractiva, o una simple cara bonita. He conocido de todo: desde arribistas a quienes solo buscan pasar un buen rato, con esas ultimas aprovecho el tiempo libre y luego adiós. Solo una persona me hizo creer que podía aspirar a algo distinto, incluso llegué a creer que era diferente, pero también me abandonó.

Al salir del baño solo me pongo ropa interior antes de arrojarme a mi cama y caer en brazos de Morfeo.

Mia

Admiro la playa en todo su esplendor desde la pared de cristal de mi departamento.

Pienso en todo lo que he logrado hasta ahora: a mis veintiocho años de edad he creado un pequeño imperio para mi familia, tengo una profesión que amo y que siempre fue mi pasión, y aunque de momento no esté ejerciendo pronto lo volveré a hacer.

Así es, mi vida a transcurrido básicamente en: estudio, trabajo, negocios, en fin... y con algo de tiempo para mi familia, quienes son la razón por la cual he hecho todo lo que he hecho, además del deseo de querer superarme.

Aún recuerdo cuando les dije que había logrado entrar a la facultad de medicina, mi hermana y mi madre me regalaron una bata hecha a mi medida y con ese gesto me impulsaron más de lo que se imaginaban.

Y aquí estoy yo sola en donde no nací ni me crié, digamos que todo tiene un precio y es no haberme dado la oportunidad de enamorarme ya sea por falta de tiempo o simplemente falta de interés, aunque me gusta pensar que sólo no he encontrado a la persona indicada y que cuando lo haga simplemente lo sabré. Por ahora no quiero que sea pronto, aún me faltan cosas por lograr.

Suspiro, tomo mis sandalias y decido salir a la playa.