Capítulo XXIII
Matthew
He tratado de convencerme a mi mismo que la partida de Mia es lo mejor, pero una parte de mi está rogando que no lo haga; me he mantenido alejado en lo posible, pero igual me está costando demasiado, extraño su cercanía, sus abrazos espontáneos, que juegue con mi cabello; ahora ni siquiera me llama Matt.
Es la primera mujer que doblega mi orgullo y mi carácter, es la mujer de quien me enamorado, ya pasó una semana y hoy se va.
Me acerco a su habitación y la escucho discutir con alguien o mejor dicho con algo.
—¡Ahg! ¡Cierra, cierra! —le grita a la maleta sobre la que está sentada—. Decidido, si no cierras te cambiaré por una mas bonita y más grande —amenaza.
Me muerdo el labio inferior intentando no reírme, a veces puede ser muy infantil.
—Creo que así no es como funciona —Voltea a verme—. Te ayudo —Me acerco, paso los brazos alrededor de ella y noto como su cuerpo se tensa. Cierro el zipper—. Listo.
—Gracias —Busca mi mirada pero la evado.
No podría resistirme a su dulce y fascinante mirada, sus hermosos ojos cafés…
—De nada —respondo cortante—. Te ayudaré a llevar las cosas al auto… si es que caben —digo mirando el resto de las maletas.
Bufa.
—Claro que caben
—Ajá, y si no lo hace lo amenazaras con que te comprarás uno más bonito y más grande —murmuro intentando estar serio.
—Si lo dices así cualquiera pensaría que estoy loca —Se cruza de brazos.
—¿Y acaso no lo estás? —Elevo una ceja.
—Quizás un poco… ¿pero sabes algo? A veces la locura es la base de la genialidad. Deberías intentarlo.
Me quedo observándola por un momento. Está vestida exactamente igual que cuando llego, que irónico.
—¿Ocurre algo? —Frunce el ceño.
—No, nada —respondo secamente.
Abre la boca para decir algo pero en seguida la cierra.
Veo tristeza en sus hermosos ojos —que sabia que no debía mirar— pero ella aparta la mirada inmediatamente.
Me duele pensar que esa tristeza es a causa de mi distanciamiento, pero eso sería ser egocéntrico, ¿no?
Se pone de pie.
—Fue un placer haber compartido mi soledad contigo —Me tiende las llaves.
—El placer fue mío —respondo con voz monótona.
— ---Y... —Juega con su muñeca con el bonito collar de la torre eiffel que cuelga de su cuello—, lo siento mucho.
—¿Por qué? —Frunzo el ceño.
¿Por qué tendría que disculparse?
—Por incomodarte, no sé si dije o hice algo mal, es solo que no sé que fue lo que hice… —Se muerde el labio—, sólo quiero que me perdones… —Me acerco y coloco mi dedo índice sobre sus labios.
Mala idea.
Trago saliva y ella levanta la mirada.
—Shh. No entendiste, ¿verdad? —Ladea el rostro confundida—. Mi cambio de comportamiento no se debe a que hayas hecho algo mal. Se debe a que lo hiciste todo demasiado bien.
—No comprendo —Tomo su rostro entre mis manos.
—¿No comprendes? Lo que estoy tratando de decirte, Mis, es... que estoy perdidamente enamorado de ti —confieso ,irando sus hermosos ojos.
Ella abre los ojos por la sorpresa y parece un tanto asustada.
—Eres tú la que debería perdonarme. —Trago saliva sin poder contenerme, estoy nervioso, muy nervioso.
—¿Por qué? —pregunta en un susurro.
—Por hacer lo que he querido hacer desde el momento en que te tropezaste conmigo en la entrada del edificio.
Me acerco acariciando sus mejillas con mis pulgares y la beso, de una manera tan tierna y tan dulce que jamás habría podido si quiera imaginar que podría.
Ella se queda muy quieta por un momento, pero luego responde a mi beso de una manera más tímida. Sus labios suaves y tibios se mueven lentamente y me deleito en su sabor. Dudosamente se sujeta de mis brazos, y, por un momento me siento en el puto cielo.
Bajo una de mis manos hasta rodear su cintura y ella sube las de ella hasta colocarlas alrededor de mi cuello; entierra sus dedos en mi cabello tirando ligeramente de el.
Nos separamos y apoyo mi frente sobre la de ella mientras nuestras respiraciones se mezclan.
—Me enamoré de ti, Mía —afirmo en un susurro.
Su mirada turbia permanece sin darme pistas.
—Y-yo…yo… —balbucea y hay miedo en su mirada—, n-no puedo, perdón, no puedo —susurra—. Tengo que irme.
Una punzada me atraviesa el pecho.
—Mia, lo siento no fue mi intención, no quise ofend…
—No importa, Matthew —interrumpe levantando su mano—. Tengo que irme. Necesito… necesito… —Hace una pausa—, ¡ni yo misma sé qué necesito, joder!
Y se va prácticamente corriendo.
No esperaba esa reacción y no sé qué hacer, pienso en seguirla pero necesita espacio.
Pero ¡joder! Como es de difícil quedarme aquí sin hacer nada.
Luego de unos minutos. Escucho el timbre salgo corriendo a abrir pero se trata del conserje, Mia lo envió para buscar sus cosas, se me ocurre una idea.
—Puede darme la dirección y yo me encargo personalmente de llevárselas —Intento convencerlo.
—Lo siento, señor Miller, la señorita fue muy específica en que por ningún motivo le diera su dirección.
Me paso las manos por la cabeza con frustración, necesito hablar con ella, ¿qué hago?
—Por favor, le pago el triple de lo que le pago, sólo necesito su dirección, no le diré que fue usted quien me la dio.
—Lo siento pero no se trata de dinero, ella me confió que no le dijera nada.
Dejo que se lleve las cosas.
La perdí, la perdí. No, no la perdí, porque no se puede perder lo que nunca se ha tenido. La quiero, la quiero, estoy jodidamente enamorado de ella. Pero fue su decisión y tendré que aceptarla aunque duela, aunque hiera.
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