Capítulo X

Mía

Estoy aturdida por todo lo que sucedió hace un momento y cuando digo todo es todo, ¿cómo es posible que le haya dicho que soy virgen! Bueno, fue una broma que pareció hacerle mucha gracia, pero es que parecía muy seguro de que podría estar embarazada, o quizá lo hizo para fastidiarme, la verdad no lo sé, para tener la edad que tiene actúa como un niño en ocasiones, y no es que lleve mucho de conocerlo, así que sus episodios infantiles deben ser algo común en él. Lo que sí no puedo acabar de procesar es que casi lo beso, menos mal no ocurrió, no quiero líos en mi vida, menos con él, no es porque no me parezca super atractivo, sino porque ya nuestra situación es rara en sí. Bueno, pero sin duda lo más extraño de todo esto es que ha sido la conversación más cómoda que he tenido con él.

Suspiro y miro a mi alrededor y recuerdo donde estoy. Vaya que es una linda habitación, ¡y la cama es enorme! Me dejo caer sobre las almohadas y el olor es embriagador... extrañamente reconfortarte y tranquilizante, huele a él.

«Sí, tengo una debilidad por ciertos perfumes masculinos».

Suspiro y me levanto camino hacia la puerta. Ya me siento mucho mejor.

Cuando abro la puerta me encuentro a Matthew con una bandeja en sus manos, repleta de comida y con el ceño levemente fruncido.

— ¿A donde crees que vas? —pregunta serio.

—A mi habitación —digo con obviedad e intento pasar, pero se interpone.

—No, señorita —Me regaña—, te vas a recostar y a comer, estás muy débil —Oculto una sonrisa, porque entre el delantal que lleva puesto y la riña, se ve muy cómico.

—No tengo hambre. Además eso es como para un ejército, no podría comerme eso yo sola aunque quisiera —Observo el contenido de la bandeja con horror.

—En primer lugar, aunque no tengas hambre vas a comer. Y en segundo lugar, no es todo para ti es para ambos —Su voz es firme.

—Pero... —Hago un mohín y él mira mis labios para luego desviar la vista.

—Sin peros, cuando no esté presente puedes hacer lo que quieras con tu pésimo sentido de autocuidado, casi me da un TOC, gajes de la profesión, supongo —Sentencia, y según su lógica algo está mal en mí, porque no tengo ese casi TOC con más nadie que no sean mis pacientes o allegados, y no soy ninguna de esas opciones para él.

Regreso como niña regañada a la cama mientras veo como deja la bandeja sobre la pequeña mesa, me pide que espere un momento; saca de su maletín un glucómetro, una tira reactiva, y una lanceta.

Se acerca y se sienta a mi lado.

—Voy a hacerte una prueba de glicemia —explica—. Probablemente haya sido un hipoglucemia, lo que quiere decir que la glucosa en tu sangre está baja, se puede deber al hecho de que prácticamente no comes, pues solo te he visto tomar un café por la mañana y marcharte —Noto el reproche en su tono.

— ¿Me has estado observando? —interrumpo arqueando una ceja.

Ignora mi pregunta y continúa.

— ...y eso puede provocar el desvanecimiento —Hace una pausa y sonríe de medio lado—. Y ya que descartamos un embarazo...

—Hazme la prueba de una buena vez —Lo interrumpo de nuevo, para que no siga.

Aún así balbucea el comentario de que las mujeres siempre andan con el tema de que es su primera vez, luego asiente divertido y empieza a explicarme como la hará —como si no supiese el procedimiento de memoria, cosa que él no sabe, ya que no le he dicho a que me dedico, claro esta, y que por alguna razón me divierte—, que si le temo a las agujas, que solo será un pinchazo... En fin.

Cuando termina comprueba que sí la tengo un poco baja. Mi dedo a pesar de haber sido un leve pinchazo sigue sangrando, eso no me sorprende en lo absoluto debido a que tengo un leve problema de coagulación, lo que me sorprende es cuando Matthew toma mi mano e introduce mi dedo sangrante en su boca, lo succiona con delicadeza; lo lame, y luego deposita un tierno beso. Enviando una corriente eléctrica a un inexplorado lugar de mi vientre. Además de que una alarma horrible se dispara en mi cabeza.

— ¿Mejor? —pregunta y yo suelto el aire que no había notado que estaba reteniendo.

—Estás demente —suelto espantada—. Y me críticas por autocuidado, no es muy ético el hacer el hacer eso, ¿sabes lo que podrías provocarte si tuviese VIH...?

— ¿Tienes VIH? —pregunta aterrado al caer en cuenta de su equivocación.

—No, puedes ver mis análisis, son recientes. Solo que la sangre es positiva hasta que se demuestre lo contrario, me parece una irresponsabilidad muy grande como médico que eres —continúo riñéndolo.

«Si él tiene su fibra sensible como personal de la salud, esta es una de las mías».

—Tienes razón, lo siento, me dejé llevar, solo... —Sacude la cabeza avergonzado, desviando la mirada y podría jurar que sus mejillas tomaron color.

—Bueno, es hora de comer —Cambia el tema y acerca la bandeja hacia nosotros.

Comemos en silencio. El sándwich de pollo está delicioso. Y prácticamente me obligó a tomarme un vaso completo de jugo de naranja, con la excusa de que tenía la azúcar levemente por debajo de los valores normales.

Yo voy a la habitación y busco mis análisis por si lo he inquietado, se los muestro y aunque frunce el ceño por ciertos valores, comprueba que soy negativo en el examen de su interés.

Nos despedimos y yo salgo de la habitación mientras él se dirige hacia el baño a dar una ducha debido a que todavía lleva puesto el uniforme del hospital. Pero justo cuando estoy a punto de salir, me detengo.

—Matthew —Él enseguida voltea a verme—. Gracias... por todo. Gracias.

—No tienes nada que agradecer, me gustaría hacer más, pero evitar sobrecargarte es tú trabajo y responsabilidad, intenta relajarte un poco... tu salud es primero —Me aconseja en un tono bastante formal.

—Lo intentaré. Buenas noches, Matthew —Me despido.

—Buenas noches, Mia —contesta y lo pierdo de vista.

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