Capítulo XXXVII

Al final no tengo que pasar la noche en la comisaría, el proceso se agiliza demasiado y desconozco la razón. Sean las influencias de mi abogado, las de Matthew o las de Liam, me vale tres hectáreas de mierda, solo quiero que esté jodido día acabe y necesito con urgencia estar sola, pero claro, eso no se me cumple porque al salir lo primero que veo es a un grupo de personas esperándome, entre ellos está Miriam —la amiga que me instó a compartir el apartamento con Matt hace ya tiempo—, asumo que está aquí porque ha debido enterarse de la situación al ser tan amiga de mi abogado; Liam también se encuentra con ella calmando su histérico ser con cierta incomodidad.

«Sí, ella puede tener emociones sumamente intensas», pienso al verla.

Obviamente también se encuentra Matthew, está sentado con los codos apoyados en sus rodillas, la ropa y el cabello desaliñados mientras cubre su cara con sueño o frustración, no lo sé. Su amigo Mike se encuentra a su lado y tratando de pensar en otra cosa que no sea mi humor de mierda, me doy cuenta de que todos ellos al igual que yo tenemos la misma inicial del nombre, cosa que ni en mi familia ocurre.

Al verme acercarme a la salida con mis cosas ya de regreso los observo sobresaltarse al verme salir a la diestra del abogado.

Miriam es la primera en saltar a mi cuello para abrazarme, lo cual me incomoda, pero lo dejo pasar.
Liam me acaricia el brazo y me dice que le alegra que esté libre, que no me queda bien el color naranja porque me hacen ver gorda, en respuesta ruedo los ojos en su intento de broma y le saco el dedo medio.

Cuando la rubia se aparta, Matthew, que hasta el momento se mantuvo alejado y receloso, se relaja un poco al mirarme con esos ojos que tanto amo mientras se acerca, así que desvío la mirada y apresuro el paso.

Mi actitud es poco propia de mí, aparte de infantil y cobarde, pero estoy realmente cansada, no quiero discusiones ni nada parecido, no quiero hablar del incierto futuro juntos que tenemos, quiero evitar romper nuestro compromiso justo ahora, él está afectado y yo también, así que lo mejor es posponerlo.

***

Llego al apartamento luego de convencer a Miriam que es mejor estar sola, necesito paz mental, necesito con ansias mi ansiada soledad.

Me desvisto apenas aseguro la puerta, dejo la ropa sobre el sofá sin importarme y me quedo solo en bragas mientras doy vueltas por la cocina viéndome si hacerme un sándwich o algo elaborado para combatir el estrés.

Me lavo bien las manos y me decido por hacer un sándwich elaborado con mucho queso y demás ingredientes.

Tardo alrededor de veinte minutos en terminar y luego saco del refrigerador jugo y un envase mediano de helado.

Me siento frente a la televisión que casi nunca uso y busco algo para ver, me decido por ver episodios de una vieja serie, recuerdo que de más joven la amaba, así que reproduzco el episodio del El mentalista y me centro en comer mientras Patrick Jane resuelve un enredado caso solo por ser un perfecto manipulador.

La comida se me acaba al poco tiempo junto con el helado, así que pauso el episodio y voy por mi reserva de golosinas mientras dejó unas palomitas en el microondas.

Miro mi teléfono sobre la encimera cuando saco mis snacks favoritos del gabinete más escondido de mi cocina; veo varios mensajes y llamadas así que decido apagarlo, no me voy a mortificar por nada más hoy, así que tomo mis reserva de comida chatarra y sigo con un largo maratón de episodios hasta que no sé en qué momento me quedo dormida.

***

Despierto de sopetón cuando sueño que me estoy cayendo, me encuentro en el piso de mi sala, con la televisión encendida y al observar mi alrededor mis neuronas tardan un momento en hacerme caer en cuenta que en realidad sí me caí.

Tomo el mando a distancia y apago la pantalla quedando completamente a oscuras, no quiero levantarme, pero tengo un mal sabor de boca al haber comido tanto y dormirme sin lavarme los dientes.

No sé qué hora sea, así que me levanto y camino arrastrando los pies hasta mi habitación para lavarme los dientes y recostarme, solo que ya no tengo sueño. Al tirarme sobre la cama siento algo muy extraño en mi pecho, me siento incómoda y no hay forma de sentirme diferente. Doy vueltas y vueltas hasta que decido buscar mi teléfono para encenderlo. Sé que por increíble que parezca en mi mente, echo de menos a Matt, me acostumbré tanto a su compañía que me resulta frustrante el hecho de estar sola, ¡y yo amo estar sola!

Suspiro, quisiera hablar con mi familia, sé que eso podria ayudarme a sentir mejor, pero es muy tarde y no quiero preocuparlos, así que sin pensarlo dos veces siquiera, marco el número de quién no sale de mi cabeza por más que lo intente, me responde al primer timbre, como si estuviese con el teléfono en la mano.

—Hola... —susurra del otro lado del teléfono.

No respondo de inmediato, no sé qué decir, no sé porqué lo llamé.

—Lo siento si te desperté —comento con sequedad.

—No lo hiciste, ha sido una noche larga... —Escucho que suspira.

—Te extraño, Matt —digo sin filtro alguno.

—Y yo a ti, pequeña. No quiero perderte —Su voz me hace sentirlo cerca, así que cierro los ojos.

—Matty... ¿Puedo pedirte algo? —pregunto bajito.

—Lo que quieras, bonita —contesta de inmediato.

— ¿Me puedes leer algo? Lo que sea, o contarme las historias que se te ocurren hasta dormir —Le pido y me sonrojo, me escucho como una niña pequeña y apostaría lo que fuera a que eso lo ha hecho sonreír.

—A mi pequeña, lo que pida —Su atractiva voz me hace relajar.

Matthew me relata el cuento de una reina de tinta y sus extraños poderes, la historia es atrayente, me deja con ganas de más, pero a medida que él me sigue contando los ojos se me cierran y a él lo he escuchado bostezar un par de veces.

***

Despierto con la intensa luz del día en mi cara, odio despertar así. Abro los ojos de a poco y estoy segura de que no dejé la ventana abierta, una silueta conocida de cubre de la gran luminosidad y no tengo dudas en preguntar.

— ¿Qué mierda haces aquí? —murmuro con voz patosa.

—Exclamó la dulce princesa —responde Liam con un tono mega burlesco—. Se dice: gracias, Liam, ¿qué haría sin ti? Mereces mil besitos míos y no el tonto que llevo por novio —Hace un intento ridículo por imitar mi voz.

—Idiota —Sonrío y me cubro con el edredón—. Tengo sueño, ¿cómo entraste y qué haces aquí?

—Vine con él. Tenemos una hora para que comas y parezcas gente, podrás ser toda la eminencia en lo que seas, pero muchos aspiran una plaza en el hospital donde trabajas y no aceptarán más faltas tuyas —Me arroja un uniforme—. De nada.

Sale de la habitación sin permitirme decir más nada

Salto de la cama a darme una ducha de agua helada, con una playera que no recuerdo haberme puesto del mismo cansancio.

«Joder, joder, joder», repito en mi cabeza, no quiero que me despidan.

Me seco y visto con rapidez, estoy temblando de frío, pero me ayuda a despertarme.

Al salir busco a con la mirada a Matt mientras me peino.

—Ya se fue, no sabía si querías verlo o no, así que te dejó un desayuno decente y galletas de limón, pero me comí lo último —Se encoge de hombros con la boca llena y lo miro mal.

La verdad me desilusiona que se haya ido, pero admiro su gesto de evitar que me echen del hospital.

—Eran mis galletas —murmuro como quién no quiere la cosa.

No me molesta compartir, pero es que las trajo Matthew para mí...

—No seas tragona, que bien sé que te la pasaste comiendo porquerías, yo mismo recogí todas las envolturas mientras Miller te cubría con algo decente y verificaba que estuvieses viva —dice mientras revisa su teléfono.

Mis mejillas se tiñen de rojo.

La playera que tenía puesta no era mía, es de las que Matt tiene guardas en mi armario. Lo que quiere decir que Matt me...

—Ay, por Dios, ni que ya no hubiese visto la mercancía —Liam interrumpe mis pensamientos—. Yo también quiero ver, ya sabes, para fortalecer la amistad, pero no te dejas —bufa y yo trato de terminar de comer, la verdad es que con tantas cosas que comí hace unas horas no tengo mucho apetito.

Al terminar me lavo las manos y miro a Liam.

— ¿Nos vamos? —pregunto buscando mis llaves.

—Claro, yo también debo trabajar, hay personas que sí vivimos de lo que paga esta profesión —comenta con ironía mirando su reloj.

—El hecho de que mi economía sea bastante estable no significa que tome como menos mi trabajo —respondo a su comentario cuando salimos del piso.

—Pues desde hace un tiempo no te veo muy responsable en cuanto a él, quiero recomendarte para una buena plaza, Mía, y necesito que te lo tomes en serio —Me observa sin atisbo de humor en su rostro, haciendo énfasis en sus palabras—. Admito que pasas por situaciones difíciles, pero no puedes faltar a diestra y siniestra si quieres aspirar a un buen cargo en el hospital, ¿vale? Soy tu amigo y te adoro, pero no es algo que pueda tolerar, elegimos esta profesión y debemos cargar con la responsabilidad que conlleva, lo mismo va con tus impuntualidades —Me habla casi en un tono de corrección paternal, lo que me hace asentir con la cabeza de forma automática.

Sé que tiene razón en todo y no lo había visto de esa forma hasta ahora, todos tienen problemas personales, y aún así cumplen con sus obligaciones. Me siento algo avergonzada de que me llamen irresponsable, pero agradezco que haya sido alguien de confianza quien me lo diga y no mi jefe o alguien con quien tengo una relación más formal en el ámbito profesional.

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