Capítulo XXX
Mia
Despierto sin sobresaltos con una angustia oprimiendo mi pecho, me encuentro en el apartamento de Matthew, regresamos hace unas cuantas horas.
Me dolió separarme de nuevo de mi familia, pero tengo un trabajo y una vida que no puedo pausar. Además de que no soportaba que me siguieran viendo en el estado en que me encuentro.
Ya los extraño.
Giro hasta quedar de lado y abrazo una almohada; las lágrimas corren por sí solas y silencio mis sollozos. Me duele el pecho cada vez más, siento que no me deja respirar. Por un breve momento pienso en ir a la habitación frente a la que estoy pero rápidamente descarto la idea.
Sin embargo, luego de varios minutos de llanto descontrolado y silencioso percibo una mano en mi hombro, lo cual me hace dar un gran sobresalto.
-Lo siento, no quería asustarte -Se disculpa y con mucho tacto lo intenta de nuevo.
Ésta vez no me asusto y accedo.
Poco a poco, con movimientos lentos y poco invasivos consigue abrazarme y es todo lo que necesito para llorar a mares.
No sé porqué lloro y odio no saberlo. O bueno, mi parte racional sí conoce la respuesta de mi psiquiatra.
Me escondo en el hueco entre su hombro y cuello, lo necesito, aquí, conmigo.
Besa mi cabeza y siento una mezcla de consuelo y tristeza. Consuelo porque su tacto, su aroma y su voz me calman; tristeza porque me hace perder cualquier defensa y sólo quiero romper en llanto.
Me aferro a él hasta que la calma predomina y mis lágrimas cesan. Matt limpia mis ojos, nariz y mejillas. Debo estar hecha un desastre.
Pasan varios minutos y le pido que duerma, debe descansar.
Se rehúsa a hacerlo y tras discutir llegamos al acuerdo de que lo hará si lo dejo dormir a mi lado y como algo.
Así que nos dirigimos a la cocina.
-Hablaré con Smith si así lo quieres -comenta mientras tomo algo de jugo.
Niego y sigo forzándome a comer en silencio.
Él se acerca y gira mi silla hasta darle la espalda a la encimera y se acomoda entre mis piernas como hace mucho tiene por costumbre, sin ningún tipo de connotación sexual en ello. Aun así me incomodo y trato de disimularlo, el acaricia mi cabello en un gesto de demasiada ternura, tanta que infla mi pecho.
No puedo soportarlo y agacho la mirada.
-No podemos seguir -susurro dándole voz a mis pensamientos.
-¿Qué? -pregunta confuso-. ¿A qué te refieres?
-A lo nuestro -No puedo mirarlo a los ojos, las palabras queman-. No podemos seguir en una relación donde solo te dedicas a cuidarme y donde yo no puedo darte todo lo que necesitas -Me atrevo a mirarlo por breves segundos ante de pasar saliva.
-Me das todo lo que necesito, Mia -Su voz denota seriedad y su mirada demasiada intensidad.
Vuelvo a buscar otro foco de visión.
-Siendo realistas, ¿cuánto tiempo te mantendré en abstinencia? Hablando en un ámbito sexual no puedo darte lo que necesitas, terminaré horrorizada y reacia a tu contacto, tú te mereces más, no solo a alguien que ahora vive medio estable por una gran dosificación de drogas médicas.
Acaricia mis mejillas y sujeta mi rostro para que lo mire.
-De eso se trata una relación, de no solo estar en las buenas sino también en las malas, en sin importar cuanto pase estar con el ser amado. Y yo estoy enamorado de ti, no eres solo una acostada.
Niego con una sonrisa carente de alegría.
-Lo primero sonó a votos matrimoniales y lo último a palabras cargadas se sentimientos y no de realismo -sentencio.
-¿Qué te hace pensar que no es eso lo que quiero? -Me mira con severidad.
-¿Abstenerte? Hay un montón de raz...
-No -interrumpe-. ¿Qué te hace pensar que esos no son votos matrimoniales? Porque eso son, quiero casarme contigo, Mía.
«Wow, ya empecé a alucinar. Estoy grave», medito.
-¿Q-qué? -balbuceo como tonta.
-Perdón si no es la propuesta más romántica del mundo pero realmente quiero que me des el gran honor se ser mi esposa -Mis manos tiemblan, o son las se él, no lo sé aunque su voz delata su nerviosismo.
Me quedé muda y sé que estoy pálida.
«Respira, idiota», me digo al notar la falta de oxígeno.
-Y-yo... -murmuro.
«¿Sí, no, qué debo decir?».
-¿Estás seguro?
-Completamente -responde de inmediato.
-Vale, entonces... ¿Sí? -La voz me tiembla.
-Esa no es una respuesta -Frunce los labios.
Aclaró la garganta.
-Mi respuesta es sí -repito con más firmeza.
Y soy envuelta en un sorpresivo y efusivo abrazo.
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