Capítulo XXVI
El silencio se instala del otro lado de la línea y llego a pensar que ha colgado, pero miro fugazmente la pantalla y no, sigue ahí.
-Tu orden es un deseo para mí. Pero cuida ese carácter de mierda, monjita, porque aquí ambos tenemos mucho que perder. Aunque más tú que yo -Cuelga.
Paso saliva.
Las lágrimas empiezan arder.
No sé de nada a mi alrededor, ni cómo acabé sentada en el suelo con la cabeza entre mis rodillas. De lejos siento que estoy tirando de mi cabello pero perdí la noción del espacio y tiempo.
Matt vino aquí por mí, Brenda quiso reunirse con todos porque yo estaba aquí. Todo esto es mi culpa, sea directa o indirectamente el factor perjudicial soy yo.
Ellos tienen que estar bien, no, ellos van a estar bien. Como que me llamo Mía Smith Fereira.
Unos toques en mi cabeza me hacen elevar la mirada. Un cabello rubio oscuro es lo primero que veo, luego unas manitos tocando mis mejillas y un gesto preocupado muy tierno.
Dominic.
-Tranquila, tía. Mami viene pronto -Me sonríe y mi corazón se arruga.
Acaricio su carita y sorbo por la nariz.
-Lo sé, te prometo que lo hará -Al terminar de decirlo mi teléfono vibra con las indicaciones que pedí.
[...]
El agua cálida camufla mi lágrimas, y aunque sé que la temperatura está un poco alta el frío que se ha colado hasta mis huesos no cede.
Con cuidado seco mi mano y miro la hora en el teléfono; 3:17am.
Las horas transcurren lentas, sobre todo las más cercanas a mi «cita».
Suspiro y salgo para envolverme en un albornoz.
Al salir de la habitación busco un abrigo deportivo negro, un jean azul y unas zapatillas deportivas también. Me visto y peino mi cabello secándolo un poco y lo ato a una coleta mal hecha.
Entre mi recorrido por la amplia habitación me encuentro con uno de mis relojes y me lo pongo para estar más atenta a la hora.
4:21am
Noto que he empezado a hiperventilar y decido que necesito tomar aire por lo que me dirijo al garaje, tomo las llaves del auto y me las arreglo para salir sin despertar alarmas.
Conozco el protocolo de seguridad al pie de la letra y aunque siento que en parte estoy imitando lo que ha hecho Matthew y Brenda no tengo ningún sentimiento parecido al miedo. Podría acreditárselo a los medicamentos que he ingerido o simplemente al hecho que la rabia contenida es lo que predomina en mí justo ahora.
Conduzco por las desoladas calles en la oscuridad que me brinda la madrugada.
Las instrucciones son llevar el maletín con el dinero que saqué de la caja fuerte a las 6:00am en un sitio que reconozco es bastante peligroso.
Siento mis manos temblar, y detengo el automóvil en la acera para intentar calentarlas con mi aliento. Miro donde estoy y un nudo crece en mi garganta.
El parque... Éste parque. Toco mi dije e intento calmar los repetidos estremecimientos que recorren mi cuerpo.
Paso el maletín que reposa sobre el asiento del copiloto y lo tiro al suelo de la parte trasera.
Pienso en bajar pero mi raciocinio me indica lo opuesto, decido hacerle caso.
Solo observo por la ventana y dejo que los recuerdos me embriaguen.
-Las ojeras no te sientan, pitufa -Sonrío al escuchar esa voz pero no abro los ojos.
Estoy sentada en una banca, la brisa golpea suavemente mi rostro y ahora gozo de buena compañía.
Percibo cuando se sienta a mi lado y en seguida busca mi mano para sostenerla.
Abro los ojos y los suyos me reciben con esa calidez tan característica de él.
-Mía -Besa mis nudillos.
-Mi nombre no lleva tilde -Alzo una ceja divertida.
-No me refería a tu nombre -Acaricia mi mejilla y acomoda unos mechones detrás de mi oreja.
-Lo sé -digo en un suspiro y sus ojos cansados adquieren aún más brillo.
-Te amo -suelta sin más.
-Te quiero.
«Te quiero...»
Abro los ojos y regreso a la realidad.
«Quise decir te amo, pero perdí mi oportunidad».
No quiero perder mi oportunidad de decírselo a Matt.
Mi pecho duele pero ya no hay lágrimas, me siento en un estado ajeno a mi persona. Tengo ira, una bastante bien contenida.
Reviso una vez más mi teléfono.
5:38am
Ya casi es hora.
Tomo aire una vez más, pero aún parece insuficiente.
Enciendo el motor del auto y emprendo mi camino a un destino diferente, ubicado a unos minutos de donde me encuentro.
[...]
Detengo el auto y ahí lo veo, en una esquina medio oculto.
Lleva una chaqueta similar a la mía con la capucha puesta, ocultando su rostro de la escasa luz que empieza a iluminar el amanecer.
Hay más personas con mal aspecto en la calle, las percibo pero no reparo en ellas.
Tomo el maletín y pienso en el arma oculta ubicada debajo de mi asiento.
Sacudo la cabeza, no quiero tentar la suerte y que termine usándola en mi contra.
Suspiro y bajo del auto con el maletín en la mano, depositando mi esperanza en él, en que sea suficiente.
Está pesado pero eso es lo de menos, él me mira fugazmente y el odio renace en mi ser, aunque mi rostro permanezca imperturbable.
Camina y entiendo que quiere que lo siga, me parece tan extraño que me deje caminar a su espalda pero la sensación desaparece al recordar que sabe que no estoy en condición de hacerle nada, no hasta que encuentre a Matt y a Brenda, no hasta que ellos estén a salvo.
Doblo varias esquinas durante algunos minutos hasta entrar en un edificio abandonado, hay cristales rotos y pienso que es uno de esos lugares que no se recuperaron de la crisis nacional de hace algunos años.
Subimos unas escaleras y entramos a lo que parece haber sido una oficina. El lugar está prácticamente vacío excepto por los escombros y un escritorio. Hay una puerta al final de la habitación y mi corazón golpea con fuerza a medida que nos acercamos.
Pero se detiene a mitad de camino, obligándome a imitarlo.
Me observa con cautela, yo hago lo mismo y las náuseas lo preceden.
Mi jodida pesadilla en persona, frente a mí.
-Te sentaron bien los años -comenta pero por su tono está lejos de ser un cumplido. Hay odio en su voz-. Déjalo ahí -Señala el escritorio refiriéndose al dinero.
Lo hago sin titubeos sin apenas dejar de mirarlo. Mi cuerpo se encuentra en estado de alerta.
-¿Dónde están? -pregunto sin rodeos.
-Te llevaré con ellos, pero entenderás que no puedo hacerlo con tus manos libres -dice entornando los ojos.
-Acércate -Junto mis muñecas frente a mí-. No queremos accidentes -Me atrevo a decir y él interpreta burla en mi voz, aunque ha sido bastante neutral.
-No, no queremos -dice con una mueca y mirada recelosa-. No te gustaría dejar incapaz a tu noviecito -Sonríe con malicia y aunque intento no reflejar mi miedo, trago saliva.
Él nota el gesto de debilidad y quisiera golpearme por eso.
«Tonta, tonta, tonta», repite una voz dentro de mi cabeza pero no sé si se trata del estado de adrenalina que posee mi cuerpo, pero me mantengo en demasiada calma con facilidad.
Él se acerca despacio y saca una cuerda suficientemente gruesa de uno de sus bolsillos, cuando toca mi muñeca un grito retumba del otro lado de la puerta.
-¡Desgraciadoo! -Alarga una voz conocida y abro mucho los ojos.
Antes de siquiera darme cuenta de lo que estoy haciendo mi cuerpo reacciona y levanto mis manos juntas con fuerza, golpeando su nariz, mi rodilla da con su estómago y al encogerse corro a la puerta.
Ya casi estoy por llegar, sin embargo, lo próximo que siento es como mis pechos y mejilla golpean contra el suelo.
Me derribó.
Su cuerpo está sobre mí, inmovilizándome.
-Maldita, esta es otra que me vas a pagar -ruge en mi oído y me retuerzo.
Mi estómago se revuelve pero es inútil, me acorraló.
Toma mis manos y las retuerce para atarlas. A pesar del dolor me contengo lo mejor que puedo para no demostrarlo; cedo a que lo haga y me muestro más colaboradora, intento volver a la postura imperturbable que había mantenido.
-Déjala ir, déjalos -demando-. Tienes el dinero y yo estoy aquí, eso es lo que querías.
Ruego al cielo que mi pequeño asalto de adrenalina no empeore la situación.
Él me ignora y se asegura de sujetar bien mis manos.
-No serías tú si no pones resistencia -dice con amargura-. Todo pudo haber sido tan fácil entre ambos pero vivías en tu mundo perfecto lleno de lujos y nunca volteaste a verme.
Me sorprenden sus palabras, pude haber esperado cualquier cosa menos esto. Parece realmente herido pero, ¿de qué mierda me está hablando?
Me quedo quieta, no sé si solo busca distraerme o burlarse pero no puedo asegurarme de nada al no poder verle.
-Siempre te veía de lejos, con una belleza tan imponente, siempre en la cima... -Acaricia mi mejilla y tenso la mandíbula-. No me culpes por no solo querer tu dinero -El cambio en su tono no lo paso desapercibido, pasó de anhelo a rencor.
»Tenías que joderlo, tenías que descubrir que era yo. Y luego... -Se calla y respira con pesadez, puedo sentir su rabia -. Pero ahora encontraste un maldito riquillo que complace tus altos estándares. A él si lo miras como siempre quise que me miraras a mí. Lo vi cuando lograste salvarte de mi fallido intento con los frenos -Siento sus manos jugar con mi cabello y mi bilis subir a mi garganta.
Mis manos están tensas entre la cuerda, siento sus fibras enterrándose en mi piel.
-Suéltalos -repito y un brusco tirón de cabello me hace ahogar un gemido de dolor.
-Por más irritante que sea tu hermana es a la única que dejaré ir. Tú y yo en cambio, nos divertiremos con tu noviesito -dice y algo atraviesa mi pecho.
Sé que no es algo real, se que ha sido solo el presentimiento de su tono cargado de promesa.
Vuelvo a retorcerme pero un conocido metal roza mi cuello y quedo estática.
»Tranquila, no sufrirá... Mucho -agrega en tono divertido
Mi cabeza da vueltas, siento como su peso es retirado de mí pero no soy capaz de moverme.
Tira de mis manos y primero consigue arrodillarme, posteriormente levantarme.
Tomo aire y me siento perdida.
El arma da toques en mi nuca instándome a caminar, esta vez, por fin hasta la puerta.
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