Capítulo XXIV
Brenda
Me froto el mentón con el hombro intentando calmar el picor de la zona.
Menuda mierda, ¿cómo es que los secuestrados no se quejan de esto cuando están atados?
Me sigo frotando y hago una mueca al lastimarme el lugar donde el hijo de su linda madre me ha golpeado.
Detengo cualquier movimiento cuando escucho pasos acercarse.
Mis ojos casi se salen de sus órbitas cuando veo al hombre frente a mí.
-Te traje un nuevo compañero para que te diviertas -comenta el psicópata de turno.
Mierda, no.
El rostro de Matt aparece frente a mí. Lleva las manos en su nuca en señal de paz y un malnacido apuntándole por la espalda. Tiene el rostro herido por golpes y un corte en el labio donde le cae un hilillo de sangre.
Cuando sus ojos se encuentran con los míos percibo alivio en los suyos.
-Espero se diviertan -murmura el demonio en persona y aunque sé que está sonriendo no lo miro, mi visión está anclada a mi cuñado.
-¿Estás bien? -preguntamos al unísono y lo observo hacer una mueca al acercarse para examinarme arrodillándose frente a mí.
-Seguro mejor de lo que me veo -responde revisando mi rostro notando que estoy bien dentro de lo que cabe.
-Pues sigues siendo sexy, musculitos -Intento animarlo y sonrío cuando el amago de una sonrisa se asoma en sus labios.
Se incorpora y pone detrás de mí, intuyo que va a intentar soltarme de esta bendita silla.
-Ni lo intentes, no hay manera. Me lastimé bastante las muñecas en mis intentos fallidos -Me apresuro a decir y él vuelve a tomar lugar frente a mí-. ¿Cómo llegaste aquí? -pregunto con extrema curiosidad.
Con la noticia de que soy rehén de Lucifer estoy bastante segura que mi hermana está más alerta que nunca, y por ende, la seguridad.
-Recibí un mensaje que era para Mia, y decidí venir en su lugar -explica sentándose en el suelo.
Tuerzo el gesto.
-Lamento decirte que fallaste en tu papel de príncipe al rescate, musculitos. Lo que acabas de hacer es que Mia haga lo que éste psicópata quiera solo para poder salvarnos.
Un suspiro de frustración sale de los labios de mi cuñado.
-¿Cómo es que tú llegaste aquí? Dijeron que tú misma te deshiciste de tu escolta.
Vaya, ya me imagino todo lo que habrán dicho sobre mi estupidez.
-Es una larga historia -Suspiro.
-Tenemos tiempo -agrega.
«Yo no estaría tan segura de eso».
Asiento y procedo a recordar con lujo de detalle.
«Cuando salimos del bar supe que la seriedad absoluta de mi nuevo cuñado es capaz de disolverse con una enorme cantidad de tragos -en serio enorme, el hombre es resistente-.
Nos encontrábamos frente a la puerta del apartamento para dejarlo en manos de mi dulce hermanita menor cuando ésta nos recibe con una cara de pocos amigos.
Malagradecida, se lo entregamos en una pieza.
Luego de despedirnos subimos al auto de mi hermano con un gorila de chofer. Dejamos primero a Eli en su casa, y nos dirigimos a la mansión que Mia llama casa, le pido al chofer que me deje en la entrada para no perder tiempo entrando a la casa y éste tras dudarlo bastante obedece llevando a mi hermano.
Percibí una presencia a mi espalda, podía ver su sombra y quise gritar o correr, o gritar corriendo, como sea; pero su voz me detuvo antes de cualquier posible acción de mi parte.
-Dichoso los ojos que te ven, Mia -dijo y tardé apenas unos segundos en reconocer al demonio dueño de esa voz.
Me estaba confundiendo, sabía que era peligroso seguir ahí, pero por años había deseado tener la oportunidad de golpear al malnacido que tanto daño le hizo a mi Mimi.
Quizá era la cantidad excesiva de alcohol en mi sistema sumado al rencor acumulado.
Empecé a recordar por todo lo que pasó Roger, mi sobrino, lo mucho que le costó poder superar aquello, saber que de pequeño no podía estar en un lugar público sin gritar cuando veía a los extraños... Todo eso posiblemente fue lo que me dio la valentía para responder.
-Diría lo mismo, pero siempre has sido un despojo -me burlé sonriente.
Fue ahí donde enfureció y perdí mi oportunidad de huír.
Cuando pude verle al fin el rostro fue cuando se dio cuenta que no se trataba de Mia, sino de mí.
Me reí, me di el gusto de reírme en su cara.
-¿Sorprendido, amigo? -Fue lo que dije antes de que me golpeara y dejase sola.»
Suspiro e intento descifrar la expresión del buen hombre frente a mí.
-¿Qué pasaba por tu cabeza cuando decidiste enfrentarte a ese tipo tú sola? -Me observa como si estuviese loca.
-¿De todo lo que te dije solo preguntarás eso? Vaya, y yo que creí que eras el tipo de las preguntas inteligentes -ironizo-. Estaba enojada y ebria, ¿acaso no has hecho cosas osadas en estado de ebriedad? -Arqueo una ceja y un brillo en su mirada me hace intuir algo-. Vaya, doctorcito pícarón.
Desvía la mirada.
-Pudo haber sido mejor esta mañana de no ser porque te la diste de valiente -me acusa y abro la boca indignada.
-Yo no tengo la culpa de que la pioja se parezca tanto a mí como para confundirnos. Yo sin dudas estoy más buena -justifico.
-Y desbordas humildad -bufa-. ¿Cómo que la pioja?
-Así le decíamos nosotros de pequeña -Me encojo de hombros como puedo-. A mi amado Dereck le fascina hacerle bullying con eso.
Hace una mueca divertida antes de desplazarse de nuevo a mi espalda.
-Volvamos a intentar con esto, tengo un plan para salir de aquí -asegura antes de concentrarse en mis cadenas.
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