Capítulo XX

Alguien se aclara la garganta e intento separarme pero Matt no me lo permite, aferrándose aún más a mi cintura.

Miro a la persona detrás quien mantiene una postura formal y un tanto incómoda.

—Siento interrumpir, señorita Mia —dice con profesionalismo.

—No te preocupes, no interrumpes —Miro a mi celoso favorito—. Matt, él es mi jefe de seguridad. Franco, él es mi novio —Los presento y ellos asienten a modo de saludo.

Se produce un incómodo silencio que tardo en comprender.

—Puedes hablar frente a él, no hay problema —aclaro.

—En ese caso, quería informarle que hemos evitado involucrar a la policía con el atentado —Escuchar esa palabra hace que me tense y Matthew al notarlo besa mi cabeza—, decidimos hacer esto con seguridad privada y con la policía al margen aunque se le mantenga informado a nuestro contacto.

Asiento a sus palabras y suspiro.

—¿Mi familia está al tanto? —cuestiono preocupada.

—No me pareció que fuese yo quien debía comunicárselos, usted sabrá mejor como manejarlo en base a la salud y estabilidad de ellos, principalmente de sus padres —explica y se lo agradezco.

—Gracias, Franco. Manténme informada de cualquier novedad y ya sabes... Mánten alerta al personal —Cierro los ojos antes de que él pueda retirarse.

Me oculto en el cuello de mi amado y nos quedamos así por un rato.

Necesito la tranquilidad que él me brinda, se siente maravilloso saber que cuento con él.

—Te quiero —susurro.

—Lo sé —Acaricia mi espalda.

Me separo para poder verlo a los ojos.

—Me refiero a que te quiero, te quiero, así, aquí conmigo, te quiero en mi vida —redundo para enfatizar.

—Y yo te quiero en la mía, bonita —Aparta mi cabello del rostro y besa mis labios con una delicadeza envolvente.

—Podrías pensar por lo menos en el lugar que estás —Corto el beso de manera abrupta cuando escucho esa voz, tensándome por completo.

Me separo de sus brazos aún cuando lo que quiero es volver a ellos.

—Sé perfectamente donde estoy, madre —Intento parecer tranquila.

—Pues no parece —Su verde mirada desprende hostilidad.

—Buenas tardes, señora —Saluda mi pareja con cortesía.

Mi madre responde el saludo con un drástico cambio en su actitud, muestra su versión más amable.

Sé que sus versiones más fuertes, aquellas poco tolerables, solo las reserva para mi papá, hermanas y para mí.

Los dejo hablar y me excuso para cocinar la cena, buscando distraerme.

Ellos se quedan cerca y, aunque permanezco incómoda me alegra un poco que no haya sido grosera con él.

Cuando mi madre culmina discretamente su interrogatorio mi novio se ofrece a ayudarme.

Me ayuda preguntándome donde encontrar una que otra cosa en la cocina de vez en cuando, de resto  permanezco en silencio.

Al terminar tanteo mis bolsillos y noto que no tengo mi teléfono encima así que voy a buscarlo en el auto, que es donde recuerdo que lo dejé.

Entro al estacionamiento y la sensación de que me vigilan hace que mi cuerpo se mantenga alerta.

Tomo las llaves del auto en el que llegamos de uno de los cajones y la sensación no se va.

Estoy segura de que no es posible sentir una mirada, sé que todo esto es resultado de lo que ha ocurrido últimamente, sin embargo, saberlo no hace que mi paranoia disminuya.

Desactivo el seguro al vehículo y me inclino dentro del auto para alcanzar mi bolso, el cual está del lado opuesto del que abrí; gateo sobre el asiento y cuando lo tomo la puerta se cierra con violencia a mi espalda.

Pego un brinco, asustada.

Mierda.

Mi pecho sube y baja con dificultad, intento mantenerme calmada e introduzco mi mano en un bolsillo oculto debajo del puesto del conductor hasta palmear el arma que fue colocada de la misma forma en todos mis vehículos.

La saco y al tenerla en mis manos empiezo a recrear escenas en mi mente de hace años atrás.

«Concéntrate», me regaño a mi misma e intento aclarar mi cabeza.

Pudo haber sido alguna corriente de aire, o yo misma la hice cerrar al tropezar.

Tomo aire y mientras con mi mano derecha sujeto el arma, con la izquierda busco dentro de mi bolsa el teléfono.

Marco el número de Franco sin dejar de mirar al exterior del auto.

—Señorita —descuelga de inmediato.

—N-necesito que revises si hay alguien en el estacionamiento.

—¿Está bien? —Suena alarmado.

—Sí —Aclaro la garganta—. Lo espero.

Tras segundos que parecen interminables me informa que no, y que revisando un poco más atrás solo me ha visto a mí.

Aunque me siento más tranquila me pide que espere a que él venga, en caso de que haya algún punto ciego en las cámaras.

Miro la hora en mi teléfono, porque siento que tarda demasiado pero solo ha pasado un minuto de cortar la llamada cuando lo veo aparecer con su arma en la mano, examinando el lugar.

Tras revisar todo toca el vidrio tintado para que abra, obedezco y tiro el arma al suelo. Casi quiero abrazarlo luego del susto que he pasado.

Salgo del auto con el teléfono en la mano y le pido que guarde el arma en su sitio, él lo hace y me pasa mi bolsa.

Al cerrar el auto procedo a guardar las llaves seguida por él.

—No vi ninguna irregularidad en los videos, igualmente revisaré de nuevo.

—No te preocupes, sabes mejor que nadie el sistema de seguridad que se maneja aquí, probablemente solo fue una mala jugada de mi mente por lo ocurrido ésta mañana. Siento haberte molestado con mis tonterías —Me disculpo y suspiro.

—No es molestia, es mi trabajo —Asiente con profesionalismo.

Terminamos nuestra conversación y yo regreso a la cocina en compañía de él.

Le ofrezco un aperitivo y no le doy opción a rechazarlo.

Matt me informa que la comida está lista y pregunta si todo está en orden ya que tardé tanto.

Respondo con un monosílabo y empiezo a revisar mi teléfono, arreglo varios pendientes de trabajo, doy recomendaciones referentes a mi profesión y al terminar lo pongo a cargar.

—Ya casi es hora de comer, mi familia no tarda en llegar —informo—, ¿me acompañas a poner la mesa?

—Claro —dice y procede a hacerlo.

—¿Qué tan delicado es el tema de tu relación con tu mamá? —Su pregunta me la esperaba, solo que no ahora.

—Diferencias de carácter y opiniones, somos muy distintas supongo —Me encojo de hombros.

—Parece que te afecta mucho —dice y sus ojos curiosos parecen querer analizarme.

—A todos —afirma alguien detrás de mí. Sonrío al saber quien es—. Solo que Mimi es la más sensible, además de ser la más opuesta a ella. Por cierto, hola, guapetón. —saluda Brenda, mi hermana.

—¿Cuándo llegaste? —pregunto realmente emocionada, me sorprende verla aquí.

—Ayer, desde que supe que estarías aquí me propuse venir, ya sabes lo difícil que es coincidir todos —explica y me abraza—, aunque no sea en la mejor situación me alegra que estemos juntos.

—Lo sé —Suspiro—, lamento mucho no poder hacer nada, es demasiado frustrante —Siento como mi labio tiembla y lo muerdo para controlarlo.

Mi hermana reconoce el gesto y me abraza de nuevo.

—Mimi, no puedes responsabilizarte por todo, no son tus cargas —repite las mismas palabras de siempre, pero no le doy la razón.

»Además —continúa—, ha pasado mucho tiempo, no creo que ese hombre quiera dañarnos.

Desvío la mirada y decido que es mejor no decir nada aún.

—Ayúdame a servir que hoy la familia se reúne —Cambio de tema y fuerzo una sonrisa.

Ella ríe y señala detrás de mí.

—Pero si Musculitos ya lo hizo —Su apodo me saca un bufido y veo la mesa lista.

Matthew ríe ante el apodo de mi hermana mayor y se acerca pasando un brazo alrededor de mis hombros.

Mis hermanos y hermanas aparecen apenas unos minutos más tarde, y los guío directo a la mesa.

Matt queda a mi lado y del otro tengo a mi hermanito menor.

Él no tarda en ver las heridas de mi mano —las cuales son las únicas visibles gracias a mi chaqueta— y me pregunta por ellas, miento diciendo que ha sido una torpeza mía.

Todos disfrutamos de la cena entre anécdotas, risas y excelente compañía.

La calidez en mi pecho reaparece al estar rodeada de personas que amo.

A Elizabeth, la hermana mayor de todas, se le ocurre la maravillosa idea de destapar una botella de champán para celebrar el reencuentro y así lo hacemos, sin embargo, cuando voy a tomar mi copa Matt me la quita de la mano.

Frunzo el ceño extrañada.

Él nos excusa por un momento y nos apartamos un momento de la mesa.

—¿Qué ocurre? —indago.

—Vi las pastillas en tu bolso, no puedes mezclarlas con alcohol —dice sin mirarme y me congelo—. No espiaba, estaba abierto mientras dormías y... Se volcaron en el auto. —Ahora soy yo quien no es capaz de mirarlo.

Me encojo de hombros.

—Había dejado de tomarlas por un tiempo, pero por si te lo preguntas son recetadas por mi psiquiatra —aclaro con seriedad—. Las pesadillas no volvían con tanta frecuencia hasta ahora, por eso las encontraste —Me doy media vuelta y regreso a la mesa al ver que están a punto de brindar.

Tomo mi copa pero no bebo de ella lo cual todos notan y nos miran a mi compañero y a mí.

—Se había tardado —Capto enseguida el comentario de mi madre y al parecer todos en la mesa también.

Matt me abraza y me sorprende la ironía que desprende a continuación.

—Aunque me encantaría que así fuese —Fuerza una sonrisa y acaricia mi abdomen, lo cual me hace sonrojar y sorprender—, la única razón por la que Val no puede tomar es porque está tomando tratamiento por una infección intrahospitalaria, ya saben, el día a día de un médico.

El silencio continúa por un momento antes de que él agregue algo más.

»Además, tenemos otros planes antes de tener hijos, señora —Se dirige a mi madre y yo empiezo a sudar frío—, casarnos, por ejemplo.

«Oh, Dios, mío».

Mi rostro pasa de carmesí a blanco.

«¿Casarnos? ¿Hijos? Tierra deja de dar vueltas que me perdí, y no de cualquier cosa, de algo sumamente importante».

Una risa extravagante me hace volver al presente, y como no, la risa es de Brenda.

—Con la cara que puso les puedo asegurar que Mimi aún es virgen —dice limpiándose las lágrimas—. ¡Dios! Es que fue épica.

«Tierra, trágame ahora».

¿Discutir sobre mi sexualidad en una cena dónde están mis padres! Sólo a ella se le ocurre.

—¿Qué es ser virgen, mami? —pregunta mi sobrino con inocencia y yo quiero matar con la mirada a la imprudente de su madre.

—Pues eso es cuando se es demasiado buena como la tía Mimi —le explica Brenda apenas controlando la risa.

—¿Tú también eres virgen, mami? —curiosea el pequeño y ahora todos contenemos la risa, incluyéndome.

—Si así fuera tú no existirías —murmura y al ver su metida de pata intenta enmendarlo—. Me refiero, que es cuando una persona es muy buena y no ha tenido bebés tan hermosos como tú.

—Okey... —dice y parece aún más confundido.

Mi papá aclara la garganta y todos vamos a la sala.

En el camino susurro un gracias al oído de Matt.

Toma mi mano y las entrelaza como única respuesta.

La reunión continúa y las conversaciones ahora se centran en conocer más de mi interesante novio.

Así seguimos hasta que la pregunta de Elizabeth llama la atención de todos los presentes.

—¿Por qué hoy la seguridad ha estado más asfixiante que nunca? Hoy grité y casi me consiguen teniendo ya saben qué —Hace un ademán hacia su esposo.

Su pregunta me pudo haber causado gracia de no ser por la seriedad y preocupación con la que la formuló.

Tomo aire.

Ya es hora.

Me pongo de pie y por la salud cardíaca de mi padre procuro tener el mayor tacto posible.

Le pido a Roger, el mayor de mis sobrinos, que se lleve a los pequeños a la sala de juegos que tenemos.

Cuando se los lleva lo primero que hago es asegurarles que estarán bien y luego procedo a quitarme la chaqueta, dejando ver las heridas de mi brazo.

—Esta mañana los frenos de la camioneta fueron saboteados, Matt y yo tuvimos un accidente al regresar del pueblo, por suerte salimos ilesos —detallo con pausa—, intuímos de quién se trata pero no tenemos pruebas. Necesito, de verdad necesito, que sean muy cuidadosos, se los suplico.

Les doy los detalles de todo sin alarmarlos más de lo que considero necesario, merecen saberlo.

Elevo mi vista del sillón al ver que mi madre viene con mi bolsa en una mano y en la otra sostiene el frasco con psicotrópicos.

—Salió mentiroso tu noviesito, ¿eh?—Me arroja el frasco—. ¿Qué? ¿Ya te empezó a remover la conciencia? —Sus palabras son como un puñal.

Mi papá intenta intervenir pero ella sigue.

»Una médico asesina, vaya futuro el que tienes —escupe y es más de lo que puedo soportar.

—¡Basta! No tiene derecho a opinar cuando no sabe el infierno que viví —estallo subiendo la voz.

—¿Y qué se supone que viviste! Él era un buen muchacho, solo estaba bajo la influencia de su hermano, ¡no tenías que matarlo! —me grita histérica.

Observo fugazmente a Matt y ya esto me sobrepasa.

Camino fuera de la casa sin  saber a donde.

—¡Claro, hazte la víctima! —Escucho antes de cerrar de un fuerte portazo.

Mi pecho duele de una forma devastadora, camino y camino por los amplios jardines de la propiedad; no sé cuanto pasa hasta que me tumbo en el césped.

Lloro intentando sacar el dolor reprimido y me abrazo temblando de frío.

Una mano toca mi hombro pero no me sorprende, sé quien es.

—N-no me toques, no me mires —digo porque no puedo soportar lo que él piense de mí.

Se sienta a mi lado luego de dejar su chaqueta sobre mis hombros.

Su aroma me envuelve y eso no ayuda.

En el silencio solo se escuchan mis sollozos, lo veo se reojo y él no me mira, no me toca...

Lo pienso, lo considero y reconsidero muchas veces antes de tener el valor para poder hablar.

—E-él era bueno, su hermano no... —Empiezo a decir.

—Mia, no te hagas esto, pequeña —interrumpe y yo niego.

—Las pesadillas no son solo eso, muchas veces son recuerdos. Él era bueno... —repito con la mirada fija en la oscuridad—. Su hermano en el tiempo que estuve cautiva... Me tocaba, me manoseaba, s-se masturbaba frente a mí —decirlo hace que el asco aumente, siento de nuevo como si lo viviera—, s-se encargaba de llenarme con su... Semen —lo último apenas lo vocalizo.

El llanto y las arcadas me obligan a detenerme y Matt intenta abrazarme, pero al tener recuerdos tan vívidos no soy capaz de tolerar el contacto y me alejo.

»Su hermano siempre venía después —continúo—, me alimentaba a escondidas, m-me limpiaba... —Tengo que detenerme una vez más.

—Mia, para —susurra con la voz atormentada.

Vuelvo a negar y busco su mirada, por el amor que siento necesito decirle, necesito que me conozca, sea que me acepte... O me rechace por lo que soy y he hecho.

Tomo profundas respiraciones para poder seguir.

—Se encargaba de infomarme del estado de mi sobrino, también lo cuidaba a él —Mi vista se vuelve a dirigir a la nada—. Cuando gritaba mucho recibía golpes, soporté todo eso durante seis eternos días hasta que... —Tomo la valentía necesaria.

—Abusó de ti —afirma Matt y yo guardo silencio.

Froto mi cara con ambas manos y luego de un largo suspiro, siento que el aire me quema.

Niego con la cabeza.

—Lo intentó —corrijo—, su hermano lo intentó, o eso quería él que creyera.

—No entiendo —Escucho en un tono casi inaudible.

—Eran gemelos idénticos, yo los diferenciaba porque quien me cuidaba siempre llevaba un collar con una cruz —explico—, el día que él intentó violarme —La palabra rompe en mi garganta—, me desató. Y-yo estaba muy débil, aún así me defendí. Cuando él empezaba a quitarme la ropa alcancé a golpearlo en la entrepierna, alcancé su arma y cuando se abalanzó sobre mí... Disparé —susurro.

—Solo te defendiste, no fue intencional —Su tono compasivo me hace sentir mal.

Niego una vez más.

—No murió, la bala alcanzó su miembro y la hemorragia era grave —Lo miro a los ojos por más atormentada que me sienta—. Yo podía detenerla, podía salvarlo... Pero no lo hice, lo dejé ahí... Muriendo lentamente, yo lo asesiné —Me vuelven a inundar las lágrimas y sorbo por la nariz—. Nunca supe a quien maté, no encontraron el cuerpo cuando la policía llegó ahí. Yo solo tomé a mi sobrino y huí, su cómplice apareció después, y de su hermano no supimos nada más luego de que intentará asesinarme, hizo estallar el auto en que se supone que yo iba, llegué tarde esa vez pero un hombre murió ese día.

Matt intenta acercarse una vez más, pero lo hace con más pausa, tanteando mi reacción.

Con mucha fuerza de voluntad lo dejo hacerlo y al rodearme con sus brazos no tengo que esforzarme más, ya que enseguida me relajo ante su tacto.

Lloro y suelto todo, le estoy mostrando todo, sabe todo esto se mí y aún no se ha ido, permanece aquí, conmigo.

—No merece que cargues con esto, no merece tu sufrimiento... No sabes lo que daría por borrar tus miedos, merecía morir como lo hizo —Su voz desprende rabia.

—No lo entiendes, Matthew, yo salvo vidas... Y-y acabé con una —Es lo último que consigo pronunciar a causa del llanto.

Terminamos tumbados en el suelo, él refugiándome en sus brazos.

Pasa lo que percibo mucho tiempo hasta que mis sollozos son secos y su camisa está arruinada.

Luego todo pasa demasiado rápido cuando Matt me cubre con su cuerpo de forma protectora.






~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Es raro que deje nota al final, solo que me quedó largo y les quería preguntar: ¿qué tal les pareció? ¿ya quieren el próximo capítulo?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top