Capítulo XVIII
Tocan la puerta y yo hundo aún más la cabeza entre las almohadas.
—Mimi, soy Olivia. ¿Puedo entrar?
No respondo y me cubro por completo con el edredón.
Luego de un momento siento como se hunde el colchón a mi lado.
—No te hagas la tonta que sé que no estás dormida.
Suspiro.
—¿Qué quieres? —cuestiono resignada.
—Quiero informarte que asumí que se quedarían, además de preguntarte si traía tus cosas para acá, no me aclaraste que debía enviar todo a habitaciones separadas.
—Lo olvidé —resoplo.
—Lo sé, no se te quita lo despistada —Suspira—. Entonces, ¿qué dices, traigo tus cosas? Aunque creo que en el closet tienes un par de pijamas y un cepillo de dientes nuevo.
—Usaré lo que tengo aquí, lo único que necesito de esa habitación es el cargador de mi teléfono, tengo batería baja y sabes que no puedo darme el lujo de estar incomunicada.
—Entiendo —musita—. Mimi, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Estás haciendo una —Me acomodo hasta quedar sentada y mirarla.
Ella toma mi mano y me observa fijamente durante varios segundos, tantos que me incomoda.
—Muñeca... —Empieza a decir—. ¿Dónde está la mujer súper poderosa que conozco? Porque la que tengo frente a mí no se le parece en lo absoluto —Apreta mi mano—. Eres una mujer súper importante, valiosa; una médico exitosa, una genio que ha obtenido todo cuanto se ha propuesto...
—Para —La interrumpo antes se que siga.
—No —insiste—. Debo recordarte todo lo que eres porque parece que lo has olvidado —me dice en tono de aprensión—. Sabemos que tu familia no tenía la mejor situación económica, que cada cosa que has logrado ha sido por tu perseverancia e intelecto pero sobre todo... Corazón. Tienes un corazón invaluable, eso nunca lo olvides.
—Oliv... —Posa su dedo índice sobre mis labios.
—Shh, sabes lo que eres, no te niegues a reconocerlo. Incluso yo te debo mis estudios y el éxito de mi carrera. He trabajado duro, sí, pero sin tu apoyo me hubiese rendido hace mucho. No dejes que tu pasado atormente tu futuro, aprende de el lo que necesites y desecha lo que te hace daño, lo que no vale la pena recordar.
—Eres...
—Una excelente consejera, lo sé —Hace una rara reverencia.
Río sarcástica y niego.
—Me sorprende tu autoestima —ironizo.
—Es que no creo ser lo mejor del mundo, mi humildad no me lo permite —Se lleva la mano al pecho —. Soy lo mejor del mundo y mi realismo sí me lo permite.
Río.
—Eres irritante cuando te lo propones —Termino la frase que ella interrumpió hace un momento.
Ella hace un gesto con su dedo índice y pulgar, indicándome que solo un poco.
—Escuchaste nuestra discusión —afirmo porque es más que obvio.
—Solo a ti se te ocurre discutir a las afueras de una casa en un pueblo donde el silencio reina —Se encoge de hombros.
Asiento dándole la razón.
—Gracias —digo cuando está cerca de la puerta.
—Agradéceme desayunando conmigo y ese guapetón mañana, quiero saber más de él —Me guiña y se marcha dejando la puerta abierta.
Pongo los ojos en blanco y me pongo de pie para cerrarla.
A pesar de tener calcetines puestos siento la madera helada apenas toco el suelo.
Camino hasta la puerta y la veo regresar por las escaleras de primer piso.
—¿Te traigo la cena? —pregunta agitada por subir tan rápido las escaleras.
—Paso, no tengo apetito —Hago una mueca.
—¿La vas a comer con jugo o agua? —pregunta dándole el sentido opuesto a mi negativa.
—Olivia, no quiero —recalco con seriedad.
—Jugo, entonces —Baja corriendo, dejándome con la palabra en la boca.
Recargo mi peso en el marco de la puerta y me sorprende lo poco que tarda en subir con una bandeja exageradamente llena de alimentos.
—¿Estás lo...?
—Calla —Me interrumpe—. Es para tu novio el buenote y para ti y, antes de que digas cualquier cosa, ¿prefieres hacerlo tú o la tetas alegres de Lilian? —Me tiende la bandeja y la recibo sin dudar, lo cual la hace sonreír—. Eso pensé.
La miro con mal genio mientras ella se marcha.
Suspiro; mi vista se pasea de la bandeja al pasillo que da a la que es mi habitación, y donde Matt se encuentra ahora.
Al llegar a la puerta me acomodo la bandeja en un solo brazo y procedo a tocar la puerta.
Segundos después Matthew aparece en mi campo de visión vestido con un pantalón de pijama y su torso descubierto.
Intento mantener la mirada en otro lado para no dejarle ver mi expresión atontada por él.
—Te traje la cena —digo al aclararme la voz.
—Había dicho que me saltaría la cena —Abre la puerta dándome espacio.
—Lo mismo dije —murmuro al entrar.
Dejo la bandeja sobre una pequeña mesa que se encuentra cerca del sofá que hay en la habitación.
Matt se sienta en el sofá y me deja espacio a su lado pero, como no me siento lo suficientemente estable para estar tan cerca de él, me siento en el suelo con las piernas entrelazadas.
Está helado pero intento no hacerlo notar.
Él bufa y baja a sentarse a mi lado.
—En situaciones así es que me pregunto como es que hay quienes culpan al dinero de hacer cambiar a las personas —comenta en voz baja.
—¿A qué viene tu comentario? —Busco saber mientras acerco una fresa a sus labios.
Mi gesto le sorprende y desconcierta pero recibe la fruta.
—Sólo observo el lugar, tus posesiones... Y a ti —Suspira y acaricia mi mejilla—. Mantienes una humildad intacta y unas ganas de ayudar indudables.
Niego y unto queso fundido en una rodaja de pan.
—Aún no sé a donde quieres llegar —murmuro concentrada en mi tarea.
—Quiero llegar al punto. Val, eres la persona más bondadosa y correcta que he conocido, por eso me angustia el hecho de que creas haber hecho algo tan grave como para que eso no sea cierto.
—No lo creo, Matt... Lo hice —termino n un susurro con voz quebrada.
No quiero seguir hablando tema, la presión en mi pecho crece. Él me hace mirarlo cuando sujeta mi mentón y no puedo evitar perderme en esos ojos que tanto adoro, ese tono de verde tan perfecto que me observa con intensidad; en cuanto sus apetecibles labios rozan los míos me siento flotar.
Quizá no sea tan difícil confesarlo, aunque no soportaría su mirada acusándome, juzgándome, culpándome por aquellos errores tan grandes que he cometido. Tomo esa valentía que me ha hecho falta y continúo.
»Yo hice algo malo, algo muy grave. Yo... —El sonido de la puerta nos interrumpe y la frustración me invade.
Esto es un tema que quiero a solas, así que no me animo a continuar, además, me intriga saber quien toca la puerta.
Mis dudas son respondidas cuando escuchó una voz femenina del otro lado.
Intenta decir que trae la cena con un inglés muy forzado, lo que me hace fruncir el ceño y sacar de quicio.
«Esa mujercita me las paga».
Me pongo de pie de manera brusca, ignorando la mirada curiosa de Matt.
—Dile que vas en un momento —espeto en un susurro.
Él obedece mientras yo busco con la mirada su maleta, la localizo en un rincón de la habitación junto a la mía. La abro un poco y saco la primera camisa con la que me topo.
Me quito la blusa y me pongo su camisa encima sin abotonar, luego empiezo con el botón de mi pantalón.
—¿Qué haces? —susurra con la voz extraña, lo miro y él pasa saliva con la vista fija en mis pechos.
—Enseñarle —mascullo y lo señalo—. Y tú no mires.
Me quito el pantalón y le doy la espalda para abotonar parte de la camisa, dejando ver un poco mi escote y obviamente mis piernas.
Me desordeno el cabello, pellizco mis mejillas y me acerco a la puerta para abrirla.
La expresión que tengo frente a mí me causa un regocijo enorme.
—¿Y la comida? —pregunto con una sonrisa de fingida inocencia a Lilian.
—V-venía a preguntar qué quería —Su rostro perplejo me desconcierta.
—Mm, tranquila ya me encargué —Mi sonrisa se llena de arrogancia y le doy un repaso a su provocativa vestimenta—. Es que tiene una dieta estricta —Le guiño.
—Ajá, entiendo —Escupe cuando siento unos brazos rodear mi cintura.
Matt se apega a mi espalda y permanece en silencio.
Ella gira dispuesta a marcharse.
—Por cierto, Lilian —Ella da media vuelta y me observa con fastidio mal disimulado—. Preséntate mañana temprano para una entrevista formal conmigo, Olivia está a cargo en mi ausencia pero ya que estoy aquí... Bueno, tú entenderás.
Veo fugazmente su rostro palidecer antes de cerrar la puerta.
—Siento que estás jugando conmigo... —susurra contra la sensible zona de mi cuello, haciéndome estremecer.
—No lo hago —Trago en seco.
—Pues parece que te encanta... O solo te portas muy celosa —Muerde mi cuello y siento que mi vientre da un vuelco.
—Y-yo... —Se me atoran las palabras.
Mi respiración empieza a delatarme cuando de un brusco y único movimiento me hace girar sobre mi eje, su cuerpo se encorva para besar el inicio de mis pechos y un entrecortado jadeo brota de mis labios.
—También me deseas, lo sé —susurra y besa mi cuello mientras abotona el botón superior de la camisa que llevo puesta.
Me sonrojo mucho más y permanezco callada.
—A dormir, bonita. Mereces descansar —Besa mi frente y toma mi mano para guíarme a la cama, dejándome con una extraña frustración.
—Ehm... Yo, esto... —balbuceo pensando en algo coherente que decir—. Iré a lavarme los dientes, sí, eso
Y tomar una ducha —agrego.
—Tu maleta está ahí —comenta con diversión—. Pero... Me gustaría que te quedaras así —Me da un repaso—. Aunque me deleito cuando usas sexys vestiditos de pijama, verte con mi ropa encima... Es jodidamente encantador.
Mierda.
Su comentario solo logra que mi nerviosismo aumente.
—Sí, yo sólo... Vale.
—Bajaré la bandeja mientras sales —comenta y solo soy capaz de asentir.
Tomo mis cosas y me dirijo al baño rápidamente.
Intento no pensar mucho mientras tomo la ducha y cuando voy a lavarme los dientes me veo al espejo con la ropa de él ya puesta.
Cuando salgo está sentado en el lado contrario donde acostumbro, leyendo alguna cosa en su teléfono. Intuyo que es algo del hospital ya que desde que nos vivimos no se ha desligado ni un momento de sus pacientes, remitiéndolos a otro médico de forma temporal o reprogramando citas.
Suspiro, sé que está haciendo ciertos sacrificios por estar acompañándome.
Me acomodo bajo las sabanas a su lado y segundos después él deja el teléfono a un lado.
—¿Lista para dormir? —Asiento y él sonríe—. Buenas noches, pequeña.
Besa mi frente y me acomoda sobre su cálido pecho, protegiéndome del frío.
No tardo mucho en sentir el sueño arrastrándome, el cansancio siempre termina por hacerse presente.
—Matt —murmuro.
—¿Mm? —gimotea casi dormido.
—Te quiero —articulo vencida por el sueño.
—Y yo a ti, preciosa —Me parece escuchar a lo lejos luego de varios segundos.
[…]
Un cosquilleo en mi rostro me hace remover, luego una fragancia varonil, familiar y exquisita me hace abrir los ojos, encontrándome así con un par de ojos que me hace delirar.
—«Con tus ojos brillantes de recién levantar,
tu cabello ondulado,
aun sin peinar.
Y esa sonrisa tan angelical,
me dijiste "buenos días"
con esa voz tan celestial...» —Sonríe antes de volver a recitar—. «...Vestida de pijama me pregunto,
¿cómo puede ser?
Que una diosa tú pudieses parecer.
Hermosa en todas tus formas,
y en todos los sentidos,
con un corazón tan puro,
desde el primer latido.
Hoy te digo amada mía,
dueña de mis suspiros,
y de todas mis hazañas,
que éste mortal está rendido,
ante la magnificencia de tu mirada».
Mi corazón late deprisa y puedo percibir en él un ligero sonrojo que lo hace ver increíblemente más atractivo y preciosamente tierno.
—¿De dónde...?
—Lo escribí una de las mañanas que despertamos juntos —Interrumpe mi pregunta y acaricia mi mejilla y sonríe tímido—. No te burles de mi lado romántico, por favor —Hace puchero y eso sólo incrementa mis ganas de devorarlo a besos.
—No es eso, es solo que... No conocía ese lado tuyo tan poético —Me sonrojo al caer en cuenta en todo lo que dijo y no me resisto en abrazarlo con fuerza.
Él se aferra a mí con la misma fuerza y así permanecemos por largos minutos.
—Vino tu prima a pedir que bajaramos a desayunar, no quería despertarte pero sé que debemos regresar.
—Puedes despertarme así siempre que quieras —comento sonriente y me empiezo a alejar un poco, percatándome que él ya está listo.
—Bajaré el equipaje mientras tú te alistas.
—Vale.
[…]
Cuando bajo a desayunar tomo asiento en el comedor, a un lado de Matt y con Olivia de frente.
Luego de servir compartimos una amena conversación mientras comemos.
—Lilian, la chica que trabaja aquí, me dijo que no hablabas español —le comenta ella a Matt con cierta malicia—, pero que bien lo haces.
Yo oculto una sonrisa llevándome el tenedor a la boca.
—Seguramente me malinterpretó —Me mira de reojo.
Ella suelta una delicada carcajada.
—Que pena, anoche le dije que no habías cenado y se mostró muy servicial porque no lo quisiste hacer —dice y noto la maldad en su tono—. Y creo que notó que ustedes estaban en habitaciones separadas.
En este momento soy yo quien no puede contenerse y río nerviosa con poco disimulo.
—Entiendo, igual Mia le enseñó —Mu novio hace referencia a mi comentario y me sonrojo.
Dejo de lado la poca comida que queda en mi plato porque sé que si no lo hago terminaré ahogándome con ella.
Continuamos la charla con otro tema a preferencia mía, el hecho de que la chica no me agrade no significa que me dedicaré a hablar mal de ella a sus espaldas.
Luego de un rato la susodicha aparece para la entrevista que yo había olvidado.
Dejo a Matthew junto a mi prima y le pido a Lilian que me acompañe a dar una vuelta mientras empiezo con las preguntas usuales.
Ella se nota incómoda y siento compasión por ella.
—Tu trabajo en si no ha dejado qué desear pero tu falta de respeto mi novio y hacia mi persona sí lo ha hecho.
Ella permanece callada.
—Eso no me genera la confianza deseada y me temo que el principal requisito que busco en mi personal al nivel que sea, es la confianza.
—¿Me está despidiendo? —Abre mucho los ojos y detiene su andar.
—No, pero acabas de pasar a periodo de prueba. Uno bastante estricto.
Asiente con expresión frustrada y la mirada baja.
»Es todo, puedes retirarte.
Obedece y se marcha.
En ese mismo momento veo a Matt salir de la casa acercarse a mí.
—El personal está listo para irse —me informa al tomar mi mano.
—Vale, ¿y Olivia?
—Está esperándote para despedirse —Asiento—. Por cierto, Val
Lo miro con los ojos entrecerrados, no abrevia mi segundo nombre por nada.
—¿Qué?
—¿Podrías bajar conduciendo tú? Me sigue pareciendo demasiado riesgo la forma en que evitas marearte.
—Ya te dije que no me agrada —Apreto su mano.
—Estaré contigo, no pasará nada, pequeña —Besa mi frente y suspiro.
—Vale.
Nos acercamos a Olivia quién se despide con mucha nostalgia y nos pide que regresemos pronto.
Informo al personal el cambio de planes y me decido por la camioneta mientras seguridad se transporta en el auto.
Enciendo el motor y arranco fuera del estacionamiento.
Siento un poco raro el funcionamiento del vehículo pero supongo que es porque no estoy acostumbrada a el por el tiempo sin conducirlo.
A pesar de que un extraño presentimiento me hace sujetar la mano de Matt con fuerza, siento la adrenalina recorrerme en cuanto la realidad de lo que ocurre me golpea como balde de agua fría.
—Matt —Llamo su atención intentando controlar el temblor en mi voz.
—¿Sí?
—Hazme un favor, cariño —paso saliva intentando mantener la calma—. Pásate a la parte de atrás.
—¿Qué? ¿Por qué, qué ocurre? Sólo tranquila, no pasará nada, bonita.
—Vamos sin frenos —susurro con un nudo en la garganta y el miedo invadiendo cada parte de mi cuerpo.
Las lágrimas amenazan con asomarse pero me contengo como puedo.
—H-hazlo ya, por favor.
—¿Qué! No, bonita...
—¡Hazlo! N-necesito pensar.
Intento buscar soluciones, pero el auto va tomando velocidad en bajada, lo primero que se me ocurre es apagar el motor pero lo descarto porque eso dificultaría el manejo y empiezo a evaluar mis opciones.
Sé que no debo mirar hacia el borde de la carretera, no debo entrar en pánico, ¡pero santo cielo! Es difícil no hacerlo.
Tomo grandes bocanadas de aire.
—Pasa para atrás, t-tengo una idea. Ponte en el asiento del medio y ajusta tu cinturón. V-vamos a estar bien, pero necesito que me ayudes.
Tras unos segundos que se me hacen eternos noto como se quita el cinturón y hace lo que le pido.
Me aferro al volante y sigo dirigiendo el asunto mientras ruego al cielo que no vengan más vehículos en la vía. Mi teléfono empieza a sonar y me desequilibra aún más.
Trago saliva y tomando la idea en mente pongo el vehículo en neutro y giro el volante a la derecha, chocando la camioneta con la montaña; siento como empieza a costarme mantener el control del volante.
Percibo el sonido del metal y empiezo a notar como disminuye la velocidad.
Siento un ligero alivio que enseguida es desplazado cuando el vidrio del copiloto colapsa.
Cierro los ojos por un momento y pierdo el control.
Al ser una velocidad más baja, juego mis últimas cartas levantando un poco el freno de mano.
El sonido de algo suelto resuena en alguna parte del motor pero al fin consigo que el vehículo se detenga haciendo que me impulse hacia delante.
Observo todo presa de una sensación ajena, el hormigueo en mis manos es lo primero que siento por la fuerza con la que sujeto el volante, luego un dolor lejano que me hace expulsar todo el aire de golpe y me arrastra hacia la inconsciencia.
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