Capítulo I
De antemano quiero dar gracias a los que me han seguido en este proyecto.
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Miro a mi alrededor y veo que me encuentro sola; necesito agua.
Enciendo la luz y me dirijo hacia la cocina; aún no me familiarizo muy bien con éste nuevo departamento, el cual es un poco mas modesto que el de Matthew, pero más elegante.
Me sirvo un vaso con agua, me siento en un taburete, mientras espero a que mi pulso se normalice.
Mi mente viaja a Matt, no supero su reacción al verme...
Llego al nuevo hospital —milagrosamente puntual— un poco nerviosa como ha de esperarse.
El doctor Laurence está esperándome como acordamos.
Es un hombre de unos treintimuchos años, alto de ojos castaños, y con una sonrisa educada; a su lado, el doctor Smith —que coincidencia— el director, un hombre de cuarentipocos años, cabello rubio y ojos azules con una sonrisa pícara en los labios.
Acomodo mi bata sobre mi brazo y me acerco con paso firme; me explican todo, me asignan un casillero, etc.
—Creo que es mejor presentarte a tus colegas —informa el doctor Smith.
Nos dirigimos a la sala de descanso y, al entrar hay sólo hombres impresionantemente guapos.
Todos se ponen de pie y me miran sorprendidos.
—Buenos días, chicos —los saluda amablemente mientras que Laurence solo asiente a modo de saludo—. Les pedí que se reunieran aquí para presentarles a la doctora Mia Smith, la nueva neurocirujana y reemplazo de Laurence. Doctora, le presento al doctor Downey, nuestro médico pediatra —Señala a un hombre de cabello negro y ojos grises, un poco más alto que yo.
—Mucho gusto —Le sonrío y ofrezco mi mano.
—El gusto es mío —me responde con una amable y un tanto tímida sonrisa; luego ladea la cabeza—. ¿Te conozco de algún lado? Me pareces algo familiar.
—Lo dudo mucho.
—El doctor Dewey, médico traumatólogo —continúa Smith con un rubio de mi estatura y ojos castaños.
Estrechamos nuestras manos y me da la bienvenida.
—El Doctor Rojas, nuestro anestesista —me presenta a un caballero bastante alto de ojos casi negros, el cual me saluda de forma carismática.
—Y por último, el doctor Edward Smith, mi hijo, y nuestro nefrólogo —Un rubio de cabello desordenado ojos azules, con una sonrisa pícara que definitivamente la heredó de su padre.
—Que coincidencia nuestros apellidos, espero que no seas parte de mi familia porque eso sería bastante decepcionante —bromea y hace un mohín.
—¡Vaya! es sorprendente ser la única mujer aquí.
—Es que a mí encantan los hombres rudos —bromea Edward con voz afeminada.
—Bueno ya basta de bromas —interrumpe Smith—. Ellos son parte de nuestro equipo de especialistas, ya irás conociendo al resto.
Me quedo observando al único que no se puso de pie; sigue tumbado sobre un sillón.
Ellos siguen mi mirada y hacen una mueca casi unánime.
—Ah, él es el cardiólogo, el doctor Miller —explica Smith.
«No puede ser tanta coincidencia, ¿o si?»
—Es un amargado asocial, ni te molestes; si en algún momento lo consigues de buenas tal vez te lo presentemos —dice Rojas, creo.
—Esos son los más interesantes —bromeo con la vista fija en el queridísimo doctor Miller.
—Suerte con eso —murmura y todos ríen.
Él se incorpora quedando de espalda hacia mí.
Lo podría reconocer de lejos, mi corazón se acelera y en mi estomago se despierta de nuevo esa sensación tan molesta y placentera, conocida como las "mariposas".
Se quita un auricular.
—Creo que es de muy mala educación ignorarme, doctor Miller —Sonrío tratando de decirlo lo mas calmada posible.
Se queda muy quieto por un momento, para luego ponerse de pie y girarse lentamente.
Esa hermosa mirada se clava en la mía, ese verde esmeralda que tanto me encanta, todo tipo de sensaciones recorren mi cuerpo, ¡me siento como una adolescente hormonal!
Se acerca.
—Disculpe por ser tan descortés, doctora... —Sé lo que pretende.
—Smith —Le sigo el juego.
—Smith, claro —Sonríe, toma mi maño y deposita un beso en el dorso; con ese simple gesto me provoca un sinfín de sensaciones—. Es un placer —Sonríe de medio lado pero reconozco que no es una sonrisa auténtica.
Desvío la mirada, soy incapaz de sostenerla.
Me fijo a nuestro alrededor, todos nos ven extrañados.
Alguien a mi espalda aclara la garganta y supongo que es Smith.
Deshago la unión de mi mano aún en la de Matthew a regañadientes, y de inmediato siento frío donde estuvo la suya.
—Vaya, pero ahora que lo pienso, esto parece más una agencia de modelos que un hospital —bromeo—. Lo siento, pero no podía callármelo —Todos ríen excepto Matthew que tiene la mandíbula apretada.
—Si lo dices por ti, estoy totalmente de acuerdo —comenta el hijo del Doctor Smith moviendo las cejas pícaramente. Río—. Sólo mírate ---Hace un ademán de mi cuerpo.
Me encojo de hombros, y sonrío.
Matthew se marcha algo malhumorado.
—¿Dije algo malo? —pregunta confundido.
Suspiro.
No creí que me pudiese sentir así. Es una sensación bastante extraña para mí.
Miro la hora y son las 5:30 de la mañana; por lo menos pude descansar un poco más.
Busco mi ordenador, en una semana es el cumpleaños de mi pequeño Roger y necesito tener todo preparado para su regalo. Me gustaría estar presente pero como no va a ser así, por lo menos quiero darle una grata sorpresa.
Me encargo de todo, trabajo un poco, hago algunas llamadas, al parecer hay una empresa que es rentable comprar, organizo algunas cuentas, etc.
Me alisto para ir al hospital, busco mis cosas y salgo.
Llego y el simple hecho de saber que Matthew estará ahí me crea de nuevo una explosión de sensaciones tan dulces e incomodas en mi estómago.
«Contrólate», me regaño.
Recibo el turno y mi teléfono vibra; es un texto de Liam:
Buenos días princesa, espero que tengas un excelente día.
Suspiro. Sé que siente algo por mi, el mismo me lo confesó aquél día...
—Tú sólo quieres seguirle el jueguito a Matthew porque el también te gusta. No importa lo que te diga seguirás viviendo con él —Eleva un poco la voz, no me gusta que me hable así.
—Dime de una buena vez ¿que te ocurre Liam? Estoy harta de tu comportamiento —espeto molesta.
Toma mi rostro entre sus manos, me mira por un minuto y luego repasa mis labios con la mirada.
No se qué me ocurre pero no soy capaz de reaccionar.
Él interpreta mi silencio de la manera equivocada y une sus labios con los míos en un dulce beso; doy un respingo pero no se aparta.
Me quedo tan quieta que el beso se torna incómodo.
Se separa finalmente y me mira a los ojos.
No puedo reaccionar «¿qué me ocurre?», cuando vuelvo en sí no hay más que confusión.
—Liam yo...
—No te preocupes, ya entendí. De verdad lo siento —interrumpe y sonríe triste.
—Eres un excelente amigo, pero no quiero que confundas las cosas.
—Sé muy bien cual es mi lugar, no te preocupes.
—No quiero lastimarte.
—No lo haces, en todo caso quien lo hace soy yo, ¿estas enamorada de él?
—No lo sé, es extraño.
—Lo estás.
—No lo sé —repito en un susurro.
Sacudo la cabeza y doy un largo suspiro mientras cruzo las puertas.
Todos me saludan amablemente.
«Que diferente es cuando ya eres un médico "calificado"»
Todo transcurre con normalidad durante la mayor parte del día; tengo un paciente en la sala de pediatría que he estado controlando por un golpe en la cabeza.
—Vamos a llevarte a la sala de radiografía —le explico agachada para estar a su altura—. Ahí tomarán una foto de tu cabecita para que yo pueda saber si todo esta bien, ¿vale?
—Vale.
—El doctor Downey te va a acompañar —le digo indicándole con un ademán al pediatra de ojos grises.
—Pero yo quiero que seas tú —me dice con voz tierna.
—Ahora mismo tengo que atender a otra persona, pero apenas termine iré contigo, ¿esta bien? —Asiente efusivamente y la enfermera se lo lleva para prepararlo.
—Tienes un gran talento con los niños —comenta el doctor mientras la enfermera prepara al niño para rayos X.
Me encojo de hombros.
—También soy pediatra, me gustan los niños —Levanta ambas cejas.
—Creí que eras neuróloga.
—Lo soy, aquí ejerzo como neuróloga pero también soy pediatra —le explico.
—Vaya —dice y dirige su mirada detrás de mí.
Me giro y encuentro a Matthew observándonos con una expresión indescifrable.
—Ya sé de donde te me hacías conocida —Capta nuestra atención. Ambos lo miramos atentos y con el ceño fruncido---. Eres la novia de Miller, ¿no? —dice y me pongo nerviosa sin siquiera saber porqué, pero ese nerviosismo abre paso a la confusión.
Río nerviosa.
—¿C-como? ¿qué yo soy su qué? —cuestiono y volteo a ver a Matt que parece igual de confundido que yo.
—Su pareja, o por lo menos eso es lo que dicen.
—¿Dicen? ¿quiénes dicen?
—En la fotografía de la fiesta de los Black —Frunzo el ceño—. Dice que...
—Doctor Downey lo estamos esperando —lo interrumpe la enfermera.
—Tengo que irme.
Me giro a ver a Matthew y todas las sensaciones que eso conlleva.
Él se gira para irse, pero necesito que me aclare esto.
Camino hacia él y lo tomo por el brazo.
—Necesito saber a qué se refiere.
—No tengo idea —dice sin hacer contacto visual y arrugando ligeramente la nariz.
—Estás mintiendo —Me cruzo de brazos—. Arrugas la nariz cuando mientes —Me observa con curiosidad—. Dime.
—Es una foto en una revista donde aparecemos tú y yo bailando tango —Me dedica una mirada un tanto divertida---. Y dice que eres mi pareja.
«Oh».
—No tiene lógica, en todo caso pasé más tiempo con Liam que contigo. Pero ahora entiendo el porque Downey piensa de aquella manera —divago y sacudo la cabeza—. Tengo otro paciente que atender —Asiente sin mirarme.
...
—Bueno pequeño Max, estás muy bien. Ya te puedes ir a casa.
—Gracias doctora —Me sonríe ampliamente.
—Sólo recuerda que no debes bajar corriendo las escaleras, ¿vale?
---Vale, no lo vuelvo a hacer ¿y mi mami?
—Está arreglando algunas cosas para que puedan irse, y tu papá quiso esperar afuera mientras te revisaba.
—¿Listo Smith? —pregunta Downey entrando junto al padre del niño.
—Sí, sólo me estaba despidiendo, adiós Max —Me abraza.
—Adiós doctora.
—Vaya que es enamoradizo éste niño —murmura el padre y Downey ríe.
...
Tengo que cubrir horas extras así que decido ir a la sala de descanso.
Me recuesto en el sofá y pronto me quedo dormida.
«El sonido del disparo retumba en mis oídos, hay sangre por todos lados, sangre, sangre, mis manos están cubiertas de sangre...»
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