35| Ruina.


9


Entre la algarabía de un reencuentro creído más que perdido Marco alcanzó a vislumbrar la silueta de John entre el umbral, presencia que solo magnifico su semblante alegre. Alzó su mano, indicándole en seña que se acercara a la vez que, separándose del agarre de su amigo, se levantó en una ligera carrera: ― ¡John!― lo llamó, creyendo en sus adentros que la noticia ya visualizada alegraría enormemente a su amigo.

―Buen día― lo saludó John, forzando una sonrisa. ― ¿Es quien creo que es?― preguntó refiriéndose al jardinero, quien los miraba con discreta atención.

―¡El mismo! ¡Recibí la llamada de Roberto hoy por la mañana y salí disparado para acá!

―Se nota cansado...― señaló John― ¿no debería estar descansando?

Marco se encogió de hombros ―No es un tipo que entienda de razones.

―Ya veo. Me complace verlo por aquí de nuevo. ― dijo, sintiendo un ligero temblor amenazando la solidez de sus palabras. Alzó la vista lejos del rostro de Marco, notando la ahora, insistente mirada de Martin, que parecía engullirlo con cierta burla: ''He ganado yo'' parecía decirle entre el silencio impuesto entre los metros que los apartaban. Entonces, entendiendo ese mensaje que probablemente su mente creó a propósito, impulsado por la amenaza que aquella simple presencia representaba; vio al jardinero abandonar su sitio, acercándose a ellos.

―¡Ven, vamos con él!― lo invitó Marco, ignorando por completo el ambiente que comenzaba a volverse tenso con cada piedra que era removida por las botas horadadas de Martin.

―No creo que mi persona sea bien acogida en tan grato reencuentro...― se excusó John con prisa y risa nerviosa.― Después de todo, soy solo un extraño para él y para aquel lindo circulo donde se desenvuelven con total comodidad.

―Insisto.

―Espero me disculpes...― lo ignoró John, agachando ligeramente la cabeza en un ademan que hacía tiempo no se le veía hacer, y apresurando la momentánea despedida al ver mas cerca al jardinero― Pasaré a retirarme en mis oraciones. Tengo a Emilio muy abandonado y ahora, que el señor Martin se encuentra presente, podré tomarme, sin necesidad de preocuparme, el atrevimiento de dejarte por algunos, o varios, mejor dicho, minutos. ― y con ello,  se dispuso a caminar hacia Emilio, con el ceño ligeramente arrugado por un sentimiento indescifrable para Marco, quien, en un movimiento de mano, había intentado tomar el brazo de Jonathan para detenerlo.

― ¿A dónde va Míster Adams?― Preguntó Martin cuando llegó al lado del portero.

―A rezar, creo...― contestó, distraído en aquel semblante.

―Joder...¡Y yo que quería hablar con el sujeto que se encargó de soportarte durante mi ausencia!― Martin apoyó su brazo en la cabeza de Marco, donde seguidamente apoyó su mentón, como solía hacerlo para molestarlo por la diferencia de estaturas que ambos se llevaban. Normalmente un golpe en las costillas acometería a esa acción, pero aquella no era una situación normal. A pesar de que Marco había planeado múltiples llaves, golpes e insultos para cuando volviera a ver a su amigo, todo había sido depositado en el baúl de planes echados al olvido. Se sentía débil, incapaz de atacar con aquella impertinencia característica de él a su amigo por quien tanto había padecido esas semanas. Y aunque la actitud del jardinero fuera la misma de siempre para con todos, no escatimando en chistes o bromas, se mostraba, al fin y al cabo, receloso en ciertos aspectos; volviéndose taciturno y esquivo cuando se hacía alusión al motivo de su desaparición. Hasta entonces, no había soltado prenda a las preguntas hechas por sus allegados. Y aunque su apariencia fuese la de un vago, mostrando las mismas prendas con que se vio la ultima vez; rotas, sucias, y casi irreconocibles junto a un rostro maltrecho, pálido y delgado, hacia evidente aquella parte muy suya donde se mostraba como un hombre de impenetrable armadura con que protegía sus ideales, sueños y secretos...

― Oye...¿Piensas decirme que pasó?― le preguntó Marco, clavando su vista en el suelo. ―Por lo que vi, no fueron unas vacaciones con todo pagado en la playa...te buscamos por todas partes...esperamos fuera de tu casa, incluso me atreveré a decir que la allanamos y tomamos una de tus fotografías para...

―Sí, vi mi cara en varios postes de luz. Buen truco, debo admitir; los amantes de perros siempre se acercan pensando que verán la cara de firulais ahí, dispuestos de antemano a buscarlo de ser posible. Nadie sospecharía que se trata de una persona... espera ¿allanaron mi casa?― preguntó, captándolo entonces― ¡es propiedad privada Marco! ¡Dime qué como mínimo regaste mis plantas!

Marco sonrió con ironía. ―No pude ni regar las flores que me diste, ¿Cómo podría hacerlo con las tuyas? además solo entré una vez...

― ¿Mis lirios? ¿Mataste a mis lirios? ¡Dios! ¡Te dejo unos días y mira lo que pasa!― comenzó el jardinero, evadiendo, tal como esperaba, la pregunta y el tema que Marco quería arribar.

Entendiéndolo al instante, y creyéndolo mejor por el momento, decidió ser participe y evadir, por lo menos durante ese instante, el tema. ― ¡Calla de una vez!― le ordenó Marco, apartando el brazo de su cabeza y pellizcándolo en el proceso.

― ¿Cómo puede caber tan tamaña maldad en un pigmeo como tú?― continuó bromeando Martin, acariciando su brazo adolorido y mirando a Marco con falso temor y desprecio.― ¡Me das miedo Marco! ― y con ello, ambos guardaron silencio unos segundos para después, estallar en risas.

―Eres un idiota.― dijo golpeando su brazo como amistoso gesto.

― ¡Pero no cualquier idiota! Uno con clase y porte de campeón.

―¡Con esas fachas lo dudo! ¡Pareces un vagabundo! ¿No pudiste darte una ducha cuando llegaste?― le preguntó el portero, tapándose las narices. Martin alzó ambos brazos, oliéndose las axilas.

―Te doy razón en eso. ― admitió con el rostro compungido por el asco.



8

Estas muy callado.― le dijeron con suave voz.

―No hay motivo por el cual hablar...― contestó con dificultad, sentado frente a él ángel con la cabeza gacha.

―Motivos hay muchos, Johnny. E impedimentos, muchos más que motivos. Respira hondo. Te estás ahogando... Esta...¿doliendo?... ¿es dolor o es,rencor...? No puedo descifrarlo.

―No es nada.― dijo entre dientes, cuidando no alzar la voz.

―Vergüenza...impotencia. Desvalorización... te estás convirtiendo en nada, Johnny. ¿Cómo es eso posible? Hasta hace minutos estabas radiante de expectación. De vida. De...ti mismo... ¿Cómo terminaste así? ¡La presencia de ese sujeto te desubicó por completo!

―No creo que sea eso...

―No lo crees, pero así es. Te he estado viendo con mucha más atención que nunca. Estabas feliz cuando él no estaba aquí. Entre la tempestad que el muchacho sufría, tu gozabas de la brisa que ello te proporcionaba. Eras feliz nuevamente. Pero ahora...― la risa que Martin y Marco soltaron al unisonó llegó hasta ellos, impidiéndole continuar. John se sobresaltó un poco, sintiendo la necesidad de girarse y ver aquella escena, incrédulo, indefenso ante aquella verdad. ―No lo hagas Johnny. Se supone que estas rezando. Se supone que quieres estar aquí, conmigo. Y no allá, con él. Ten algo de dignidad...aléjate con la frente en alto. Abandona tu amada salvación...

― ¿Mi salvación?― preguntó Jonathan, sintiendo en sus ojos el agua salada de un mar de emociones contenidas dentro de él. Balbuceando palabras inteligibles, que parecían repetir aquella bella expresión con cierto agrado y desquicio.

―La salvación que viste y amaste en su imagen.― sentenciaron― Abandónala. Abandona esa idea. Tu egoísmo es tan grande, que es imposible convivir con él sin que un tercero se vuelva participe en sus caminos. La felicidad que buscas te será negada en aquella sonrisa que tanto admiraste en silencio. En aquella tristeza que padeciste apartando la mirada. En aquella ternura que te inspiró en más de una ocasión...después de todo, Marco es tu salvación...

―Mi salva...mi salvación...― comenzó a decir, esperanzado en aquella aclaración a la que el jamas pudo tener acceso entre sus confusiones. ―¿es cierto? así que eso era...el...¡Mi salvación es!-

―Tú ruina. ―lo atajaron de repente.

― ¿mi ruina...?― balbuceó, confundido. Alzando la vista al ángel. Suplicante, perdida, triste y anhelante.

―Sí...Tu ruina, tu única perdición.― le sentenciaron entonces con malicia. 

















Notita Random <3

 Primero que nada, permítanme agradecerles por haber llegado hasta esta parte de la historia :) Esta obra es mi más preciada historia y me alegra ver que, quien lee esto ahora, la siga hasta lo que viene siendo, el preludio al clímax. Sabiendo que es una historia con muchas interrogantes que puede revolver la cabeza incluso de su propia autora, me regocijo al decirles que todas las dudas comenzaran a aclararse a partir del siguiente capítulo. Agradezco la enorme paciencia que han demostrado al llegar hasta aquí y espero verlos hasta el final de esta historia, que comienza a acercarse a pasos, quizás no tan agigantados, dignos de tomar en cuenta.

Sin más que decir, puesto que no soy buena en el manejo de las palabras a la hora de expresarme con la gente, paso a retirarme y a preparar el siguiente capítulo.

Muchas gracias por su atención y les deseo un excelente día/noche.

Atte: Mariana Anderson.

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