17| Dos senderos.

Con la puerta cerrándose tras de sí, Marco se despojó automáticamente de su chamarra y zapatos. La espalda le dolía y sus parpados se sentían pesados.

El reloj de pared le echó en cara la hora y su tic-tac se lo recriminaba constantemente, sin piedad.

Fuera de eso, todo estaba en silencio. Los habitantes de las casas vecinas se encontraban sumidos en un profundo sueño y solo el ladrido de un perro haciendo eco a lo lejos se percibía de cuando en cuando.

Prendió la luz de la cocina, que inmediatamente iluminó con amarillo color parte de su sala y comedor. Se sirvió un vaso con agua y bebió el líquido de un solo trago.

Tanto café lo había dejado sediento y aquellas palabras que intercambió durante toda la velada, con ganas de más.

Había tantas cosas de las que queria hablar.

Cosas que quedaron dentro de sus anhelos, detenidas por la educación de no seguir preguntando ni alargando lo que podría llegar a ser un tema delicado e incluso incómodo.

Calmando sus ansias, notó que la curiosidad que lo había estado atormentando silenciosamente, parecía haber desaparecido en aquella amena charla donde Jonathan le había relatado sus recuerdos más preciados.

Pero...desgraciadamente, habían aparecido nuevas preguntas impulsada por su ansia de conocer más sobre aquel fino hilo que mantenía a Jonathan y a Emilio tan unidos a pesar de los años.

   —John...— Marco lo llamó cuando ambos, después de salir del café, se disponían a volver a casa.

Las calles estaban mojadas, resbaladizas, desiertas y frías. Sus pasos haciendo crujir la grava y el asfalto, junto a sus respiraciones, era el sonido que mantenía alejado al silencio total que incluso ellos parecían querer mantener.

—Dime —asintió el joven, con las manos bien resguardadas en los bolsillos de su gabardina.

   —Tengo curiosidad, ¿Por qué me contaste todo aquello? Es decir, son recuerdos importantes, muy personales. Recuerdos que no van por ahí rememorándose con cualquiera — esperó respuesta, mientras mordia su labio inferior por dentro. 

John, levantando la vista al cielo, ahogó una risita. — ¿Por qué será?— se cuestionó divertido— tal vez...,porque me preguntaste.

Marco se sintió ridículo de repente con el motivo de John, sin embargo, este parecía seguir buscando el motivo que lo impulsó a hablar sobre aquel recuerdo en primer lugar—Aunque esa podria ser la causa mas viable, también puede que se debiera a que, quizás, quería hablar sobre eso con alguien.

   —Ya veo. Me parece un motivo aceptable...

   — Espera...me temo que solo estoy buscando excusas para ocultar lo que en realidad me impulsó. La verdad es que, sí me atreví a hablar de eso contigo fue porque, el día que te encontré frente a la tumba de Emilio, lo mirabas a él.

   — ¿Cómo?— lo miró Marco, confundido, deteniendo el paso de repente.

   —Ya te lo había dicho, ¿no? En aquella mañana, tú mirabas a Emilio. Tus ojos miraban aquella placa donde su nombre y su esencia, habían sido grabadas con la promesa de un recuerdo eterno.

»Lo reconociste más allá de la sombra que lo opaca. Y encima de todo, incluso hoy, te interesaste en saber algo sobre él...siempre he creído que su nombre debería ser respetado y conocido por todos. Al igual que su historia. Claro que, esta idea, no es fruto más que del inmenso cariño que aún le guardo. Un cariño que me enceguece y tal vez...aunque me cuesta decirlo, me amarga la vida.

Guardó silencio unos segundos, en los cuales, una triste sonrisa adornaba su mirada, perdida en el asfalto. — Es muy tarde. ¿Crees despertar a tiempo para ir al trabajo mañana?

Anodadado por aquella hermosa expresion, Marco apenas y fue capaz de reaccionar a tiempo a dicha pregunta. —Siendo sincero, con tanto café corriendo por mis venas, no me creo capaz de pegar pestaña...

   —Mala idea invitarte a trasnochar cuando trabajas al día siguiente ¿eh?

   —¡Para nada! Me hizo muy bien salir un poco de la rutina. ¡Tomar aire! Desvelarme entre la conversación...mejor ocasión que esta, imposible. Me divertí. Y aprendí demasiado.

   — ¿Aprendiste demasiado?

   —Si. Sobre Jazz, Blues, Bebop...sobre que no debo beber tanto café de una sola sentada y por sobre todo, aprendí más de ti.

«Y creo que, sin quererlo, aprendí un poco más sobre mí.» pensó Marco, esbozando una sonrisa.

John no dijo nada.

Solo se limitó a mirar hacia el frente con gesto alegre. A partir de ahí, el paisaje de la ciudad nocturna que se cernía ante ellos fue quedando a sus espaldas entre charlas casuales y silencios forjados en confianza y comodidad desmedida.

El aroma del asfalto mojado, el sonido de la electricidad corriendo por los cables que llevaban luz a las farolas que los acompañaban en su caminata de vuelta a casa.

La tranquila presencia de John que anestesiaba los pesares que lo asaltaron esa mañana...cada detalle de esa noche, parecía grabarse no solo en la memoria de Marco, sino que, haciendo un espacio en su corazón, ese momento prevalecería más allá del recuerdo.

Con ello, cada vez que la noche se pintase con esa gama de colores oscuros, y la lluvia invadiera las calles desprendiendo de ellas ese aroma tan querido y peculiar que ahora le picaba graciosamente la nariz.

Cada que recorriera esas calles dormidas con la oscuridad de la nocturna ciudad en la que habitaba, el recuerdo de su corazón se encendería y lo transportaría a esa escena...en ese sitio, en esa noche, junto a ese joven de serena presencia y ese sentimiento de alegría y tranquilidad.

«Así que de esto hablaba John.» recapacitó Marco entonces, cuando al fin llegaron a la calle donde su casa se encontraba.

La farola sobre ellos parpadeaba cada tanto y el sendero por el cual su hogar se encontraba aún estaba sumido en las tinieblas. Ambos se detuvieron al inicio de esa oscuridad donde dos senderos marcaban distintos destinos.

   —Era en esta cuadra, ¿cierto?— cuestionó Jonathan deteniendo su paso.

Marco asintió, guardando sus manos dentro de los bolsillos de su chamarra.

   —Así es. Mi casa está a un par de pequeñas cuadras en aquella dirección.

   —Bien, entonces...

   —Nos vemos al rato. Buena noche John— terminó por decir Marco.

Ambos estrecharon sus manos en un fuerte y sólido apretón, donde la suave tela que envolvía la mano de John quedó plasmada en el frio tacto de Marco, quien con gesto afable, se adentró entre la penumbra de esa calle que con recelo lo recibía.

Ahora, en su presente, Marco miró la palma de su mano; la misma con la que se despidió de John.

Apretó los labios a medida que esta se cerraba en un delicado movimiento y caminó hasta el lavabo donde lavó y estrujó su rostro una y otra vez con el agua helada que salía del grifo.

Sentir como recorría su piel, rozándola con cariño y afecto mientras sus negras pestañas, empapadas y pesadas por el reconfortante líquido, era una rutina que amaba llevar a cabo siempre que volvía a casa.

Sin embargo, esta vez, parecía más una necesidad que una simple práctica sin importancia.

   —Demonios— pronunció, tallando con fuerza su rostro. Emocionado y ansioso, pero a la vez, temeroso.

Marco sonrió, en la espera de que la mañana llegase y las horas se detuvieran en la presencia de aquella alma tranquila que lo llenaba de curiosidad por su sencillez y los rastros de pasado que la complementaban.


Su puño se incrusto en la pared con fuerza. 

Sus nudillos sangraban después de siete golpes certeros y sus dedos se engarrotaban con cada movimiento que intentase hacer para abrir su mano ensangrentada.

Mordía con fuerza y desesperación su labio inferior, mientras luchaba por contener los gritos de dolor que desgarraban su garganta.

Los ojos le ardían y sentía que su cabeza explotaría de repente mientras que el vaivén constante de la luz, parecía burlarse de él en silencio.

Arrodillado ante una pared blanca, donde la espesa negrura de su sombra se proyectaba indolora; con los ojos llorosos y una mueca que era forjada en cinismo y diversión, Jonathan libraba una batalla personal que rasgaba su alma y mente mancillada.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top