Capítulo 4: Promesas peligrosas.
Capítulo 4: Promesas peligrosas.
Hoy mi despertar había sido muy diferente al del día anterior. No podía creerme que todo lo que pasó ayer, sucediera solo en un día. La conversación por teléfono que escuché entre Jer y Laurent, ir a por los subterráneos, conocer a Júnior, que uno de esos subterráneos me envenenara, que me llevaran al campamento de Laurent, verle de nuevo, volver a decirle adiós, no sin antes besarnos, y volver al St. James. Todo en un día.
Lo más impresionante era que a pesar de todo eso, cuando llegué a la habitación, no tenía ni pizca de sueño, por lo que acabé en la cama de Jeremy con la intención de pasar un rato los dos juntos.
Estaba muy claro que necesitábamos esos momentos para nosotros solos, ya que últimamente, la intimidad parecía un privilegio muy caro por aquí.
Al principio estuvimos hablando de todo y de nada, evitando el tema que parecía ser tabú entre nosotros. Pero al final fui yo la que se decidió a dar el primer paso, no quería acabar convirtiéndonos en una de esas parejas que no se atrevían a hablar de las cosas.
- Aún no te he dado las gracias. – dije como si nada.
- ¿Gracias por qué? – preguntó confuso.
- Por decirle a Laurent que yo necesitaba una explicación de su marcha.
Su cara cambió de repente al mencionar el nombre de Laurent. Durante meses ese nombre había sido algo prohibido entre nosotros, a veces hasta lo comparaba con “el que no debe ser nombrado”, sin la parte de hablar con las serpientes claro…
- No es necesario que hablemos de ello. – dijo tras unos segundos de meditación.
- En realidad, sí que lo creo necesario. – le contradije. – Somos una pareja Jeremy, y se que esto te afecta. Solo quiero que me digas como te sientes, aunque eso pueda dolerme.
Me senté en la cama para poder verle mejor y él hizo exactamente lo mismo. Estábamos muy cerca aún, nuestras rodillas se tocaban unas con otras, pero así podríamos tener una conversación normal.
- No es fácil para mí saber que la mitad de tu corazón no me pertenece, aunque me alegro que la otra mitad me eligiera a mí ante todo. – su semblante era triste, por lo que no me tomé muy en serio la parte de que se alegraba.
- Ni siquiera me imagino por lo que debes estar pasando, pero te amo, eso no puedes dudarlo nunca.
- Y no lo hago. – dijo rápidamente. – Pero no solo me amas a mí. – no supe que decirle a eso, por lo que no dije nada.
Él tenía razón, pero era algo que no podía evitar, yo no quería querer a Laurent, pero así era.
En realidad ni siquiera lo entendía, es decir, Laurent no es para nada mi tipo de hombre, es grosero, es peligroso, y aunque era atractivo, no era tan fácil de verlo como en Jeremy. Jer tenía una cara más angelical, pómulos redondos, ojos hermosos, labios perfectos, cuerpo escultural y el aspecto de chico deseando a una chica a la que amar, y yo era esa chica.
En cambio Laurent era de facciones rectas, ojos oscuros, casi negros, algo más desgarbado, aunque fuerte igualmente. Pero lo que más le diferenciaba de Jeremy, era su aspecto, él no parecía desear amar a nadie, más bien todo lo contrario. Era de los que parecían usar a las chicas a su antojo. Pero el no saber por donde va a salir en cada momento, como actuaría si estuviésemos juntos o como sería tener una relación con él, hacía que ganara algún punto.
- Él no era el único que necesitaba que se fuera, - dijo de repente. – hoy me he dado cuenta que los dos no podríamos estar juntos a no ser que fuera por causa mayor. No soporto ver como te vas con él.
- Eso no volverá a pasar, ya nos dijimos adiós. – le dije cogiendo sus manos.
- No tengo muy claro como acabará esto, Diana. – dijo ahora con mucho más pesar que antes. – Sé que os volveréis a ver, aunque no lo deseo. Sé que es imposible que dejes de amarle, aunque deseo que lo hagas.
No encontraba ninguna solución para esto, yo no deseaba amar a Laurent igual que él no deseba que lo hiciera, pero así era. ¿Y si es algo que no está bajo nuestro control? Sé que salía en la profecía, pero había dejado de creer en ella desde el momento en que Lucía nos engañó a todos para que yo apareciera en el St. James. La profecía tan solo eran palabras que yo necesitaba oír para tomar las decisiones que ellos necesitaban que tomara.
- Quizás nunca pueda prometerte que no le amaré más, - dije encontrando un posible parche para nuestro problema- quizás él forme parte de mi nueva vida al igual que lo de ser elegida o incluso tú. Pero si puedo prometerte una cosa, no volveré a irme a su lado, no volveré a estar a solas con él ni a dejarte atrás. Y si en algún momento volvemos a verle, tú estarás a mi lado a cada instante. Te elegí a ti y a pesar de todo, nunca me he arrepentido.
Esas últimas palabras consiguieron que llegara alegría a sus ojos, tanta que no pudo evitar lanzarse a mis labios con energía y pasión. Demasiada pasión quizás…
En un hábil movimiento, mientras me estaba besando, deslizó mis piernas hacia el final de la cama para que quedara tumbada boca arriba y él encima de mí.
No pude evitar acariciarle por debajo de la camiseta hasta acabar quitándosela para que no me estorbara. El parecía querer hacer lo mismo, pero se resistía con mucha voluntad.
Entonces entendí que era el momento, que nunca podría desearle más que en este momento y que siempre le iba a desear en todos los sentidos posibles, así que ¿por qué esperar? Él me amaba sobre todas las cosas.
- Te elijo a ti, Jeremy. – dije mientras agarraba su mano y la ponía debajo de mi camiseta.
Eran cuatro palabras que decían mucho más de su significado literal y él pareció entenderlo.
- ¿Estás segura? – preguntó muy serio.
- Te amo y eso siempre será así. Solo te deseo a ti.
Entonces, mientras acariciaba mi desnuda piel, empezó a besar mi cuello haciendo increíbles juegos con la lengua.
Y eso fue todo lo que necesité para perderme por completo.
Así que sí, mi despertar había sido mucho mejor que el del día anterior, por no mencionar que la noche había sido la mejor que había tenido en mi vida. Ahora me sentía estúpida por haberlo retrasado tanto, tan solo se necesita a una persona que te amase de verdad para hacerlo y eso yo ya hacía tiempo que lo tenía.
- Buenos días amor. – dijo Jeremy al ver que abría los ojos. - ¿Has descansado bien? – me preguntó con una mirada algo pervertida.
- Me siento mejor que bien. – dije yo estirando todos los músculos de mi cuerpo.
Él no pudo evitar reírse a carcajadas de mí y de mi frase. Supuse que lo hacía por lo que había pasado esta noche, lo que me llevó a preguntarme si habría sido su primera vez para él también. Aunque eso era una tontería, él tenía… ni siquiera sabía cuantos años tenía exactamente.
- ¿En qué piensas? – dijo al cabo de un rato.
En realidad no quería saber la respuesta de la pregunta que tenía en la cabeza, no quería saber cuantas mujeres había habido antes que yo. Ahora eso ya no importaba, no mientras yo fuese la última mujer de su vida.
- En lo poco que me apetece ir a clase hoy. – no era exactamente verdad, pero no se puede decir que mintiera. No quería ir a clase. – Podríamos quedarnos en la cama todo el día. – sugerí.
Él volvió a reírse, se le veía tan contento…
- Lo siento cariño, pero no puede ser. Aunque créeme que me gustaría. – puse cara de derrota, pues no me apetecía en absoluto salir del lugar donde me encontraba ahora. Pero lo que no me imaginaba es que mi mañana iba a ser mucho peor que ir a clase. – Tienes entrenamiento con Júnior.
- ¿Qué? Y ¿cómo que tengo? ¿tu no vienes? - ¿cuándo habían decidido esto sin consultarme? No tenía ningunas ganas de estar con el tal Júnior.
- Fue idea tuya, ¿recuerdas? – sí, y en que hora se me ocurrió tal cosa. – Y no, ninguno estaremos. Júnior cree que te ayudará estar con un desconocido.
- No te cae bien, ¿verdad? – me aventuré a decir.
- Tenemos nuestro pasado. – esperé hasta que se atreviera a contármelo, aunque parecía querer medir las palabras con mucha precisión, como cuando no quieres contar toda la verdad. – Una vez tuvimos que luchar juntos y bueno, aunque no se le puede culpar del todo, él no actuó como prometió que haría y por su culpa murieron algunos amigos nuestros.
Me enfadaba cuando se ponía tan misterioso, ¿por qué tenía que ocultarme algo así? Está claro que no me estaba contando toda la historia.
- Pero, ¿qué pasó exactamente? – insistí.
- Ya no tiene importancia y como he dicho, no se le puede culpar exactamente. – evadió mi pregunta. – Pero es bueno en la lucha, te enseñará bien. Tú solo haz lo que te diga e intenta que no te haga daño, ¿vale?
Suspiré derrotada. No me lo iba a decir, eso ya lo tenía claro, pero eso no quiere decir que no intente buscar la respuesta por mi misma y hoy parecía ser un buen día, pues iba a estar a solas con Júnior y él sí parecía dispuesto a no tener mentiras.
- Veré que puedo hacer… - dije mientras me levantaba de la cama y buscaba mi ropa, la cual estaba desperdigada por sitios muy extraños. - ¿Bajamos a desayunar? Tengo mucha hambre.
- Sí, será mejor que nos vayamos… - dijo eso último mordiéndose el labio y observando como me vestía. – Pero no te canses mucho hoy, creo que esta noche tampoco dormirás todas las horas que recomiendan.
Me reí de su comentario y desee que fuera ya por la noche, Jeremy desnudo era como un dios griego, sus manos acariciándome eran electrizantes y sus labios junto a los míos, era pura adrenalina. Deseaba todo eso y pronto.
Bajamos a desayunar y Júnior ya estaba ahí hablando con unas chicas de penúltimo curso, las cuales parecían suspirar con el nuevo.
Robert me interceptó en la zona de la comida y pude ver como Jeremy se escabullía de mí para no tener que hablar con él, al parecer, la noche que le confundimos con el espía y acabaron borrándole los recuerdos, él fue un tanto agresivo con Robert y Henry decía que había visto casos, en los que el sujeto volvía a recuperar la memoria si volvía a mantener un contacto demasiado directo con el secuestrador, como él decía.
- Hola Diana, ¿vendrás hoy a clase? Ayer te echamos en falta y me preocupas, ¿sabes? – parecía que había estado dudando mucho si venir a hablar conmigo o no, se le notaba en lo acelerado que iba y en lo mucho que movía las manos. – Creo que te están mal influenciando y no quiero que acabes repitiendo curso o simplemente, abandonando el colegio.
- Robert, estoy bien y nadie me está mal influenciando.
- ¿A cuántas clases has faltado ya? ¿Unas quince en un mes? – sí, ese podría ser el número, la verdad.
Quería decirle que tenía razón, que sabía que lo que hacía no estaba bien y que estaba arruinando mi futuro. Pero, ¿acaso mi futuro era el mismo que el suyo? Quizás lo fue una vez y puede que vuelva a serlo, pero eso solo será en un futuro muy muy lejano.
- Vaya princesa, ¿sigues haciendo suspirar corazones allá por donde vas? – dijo Júnior justo detrás de Robert.
Este se asustó al no esperarse la voz y se giró para mirarle. La mirada de Júnior a Robert no era para nada amable, a pesar de que tenía una sonrisa en sus labios que intentaban mostrar cordialidad.
- ¿Y tú quien eres? – preguntó Robert a la defensiva.
- Su profesor particular. – dijo señalándome a mí. – Al parecer tenemos a un cerebrito entre los huérfanos y el director me contrato para hacer de ella una alumna brillante.
- Eso no tiene sentido. – protestó Robert, el cual estaba tan desconcertado como yo.
La verdad era que no había pensado mucho en la coartada de Júnior en el centro, quizás era porque tenía la esperanza de que no se quedara.
- Si ella recibe una beca de una buena, mejor dicho, de una muy buena universidad, el gobierno incrementará las ayudas que les dan a este centro. De ahí que el director esté muy interesado en que aprenda lo máximo posible y de ahí que ella no vuelva a ir a clase por un tiempo. ¿Lo has entendido ahora, mocoso? – Robert le miraba como si quisiera desintegrarle en el sitio y aunque a mi también me gustaría, de repente sentí una cierta admiración por mi entrenador, era muy listo, eso había que reconocérselo. – Bien, pues ¡ala! Vete a jugar con los otros niños.
Robert me echó una última mirada de “este tío es un payaso” y yo le hice un gesto afirmativo con los ojos. Sí que era un payaso, pero me había proporcionado una muy buena escusa para mis faltas de asistencia.
Una vez que Robert desapareció, Júnior se me plantó delante de la cola para coger comida y me miraba como si esperase algo de mí.
- Si lo que esperas es que te de las gracias, no pienso hacerlo. – dije pasando por su lado sin mirarle y dirigiéndome a la zona de huevos revueltos. – Es más, agradéceme a mí que no te mandara volando por los aíres por hablarle así a un amigo. No quiero que les vuelvas a faltar el respeto, ¿me has entendido? – eso era una amenaza, aunque no lo debí hacer muy bien, porque se rio en mi cara.
- Eres graciosa cuando te enfadas, princesa.
- No me llames así. – protesté. No era la primera vez que me lo llamaba y no me gustaba que él se tomara tantas confianzas conmigo.
- Está bien fierecilla, tú desayuna bien, porque te voy a hacer quemar todas las calorías que te quedan en ese flacucho cuerpo.
Ni siquiera le contesté, recogí mi gran planto de huevos con bacón y me fui hacia la mesa en la que Jeremy me esperaba con una intensa mirada dirigida a Júnior, supuse que había estado escuchado nuestra pequeña conversación y que no le había gustado ni un pelo.
- Si quieres que me lo cargue, tan solo tienes que decírmelo. – le dije a Jeremy en un susurro para que nadie me oyera.
- Solo hazle un poquito de daño. – dijo besándome en el hombro.
Desde lo de anoche, cada vez que me tocaba, era como si una fuente de energía recargara mis pilas, era una nueva conexión que hasta me erizaba los pelos.
De repente escuché una risa al otro lado de la mesa, era la de Gloria y me estaba mirando a mí, como si hubiese dicho algo gracioso pero sin abrir la boca. Entonces caí, ayer me dijo que ella sentía mi amor hacia Jeremy y Laurent, y si era así…
- ¡Oh no! – dije en voz alta, quizás algo más alta de lo normal.
Gloría empezó a dar saltitos en la silla y todos se miraban desconcertados, incluidos Henry y Jeremy, que tampoco sabían de que iba la cosa. Tan solo ella y, por desgracia, yo, sabíamos a que venía ese comportamiento.
- Mi joven flor… - empezó a decir Gloria entre risas.
- ¡Cállate! – me estaba muriendo de vergüenza. - ¡Por favor, Gloria! – rogaba.
- Era tan joven, tan inocente… - estaba montando una obra de teatro en medio del comedor y con el argumento de mi virginidad.
- ¡O TE CALLAS O NUNCA TE LO CONTARÉ! – le grité.
Ella había sentido lo que yo había sentido cuando Jeremy me había besado en el hombro, había notado el cambio y como no podía ser de otra manera, había sumando bien dos más dos. Lo bueno es que mi amenaza la calló de inmediato y aunque todo el mundo seguía sin entender nada, debieron ver en mis ojos que no era momento de preguntar.
- ¿Qué pasa? – me susurró Jeremy al oído.
- Te lo contaré esta noche y si no, que te lo cuente ella luego. – dije en tono enfadada.
¿Es qué acaso no se podía tener un poquito de intimidad en ningún lado? Ya era malo no estar nunca sola, tener a esa elegida dentro de mí como si fuese una parte más de mi cuerpo, sino que ahora tenía que controlar mis emociones internas por miedo a que Gloria pudiese usarlo como burla. A veces solo tenía ganas de correr fuera de este lugar.
Terminé de desayunar con mi humor por los suelos, sobre todo por lo que me esperaba ahora, no me apetecía tener que enfrentarme a los juegos de palabras de Júnior y a unos entrenamientos, que aunque había aceptado que daría, seguía sin entender el objetivo. ¿Qué había de malo en ir a clase de historia?
Subí a mi habitación para cambiarme de ropa y darme una buena ducha, pero cuando salí de ella, Jeremy estaba ahí esperándome.
- Solo quería desearte un buen día. No creas que me gusta tenerte lejos tanto tiempo. – dijo acariciando mi brazo mojado y haciendo eses con su dedo.
- Yo tampoco quiero ir. – dije en un suspiro, pues su dedo me estaba poniendo mala.
Entonces me agarró de la cintura y me apretó contra la pared, mientras deslizaba sus labios sobre los míos.
- Esto es para que no te olvides de mí. – y me besó provocando que mi corazón casi se saliera del pecho.
A esto se le llamaba jugar sucio, pues una vez me besó, salió corriendo de la habitación como si algo se quemase dentro.
No podía culparle, pues yo no hubiese tenido la fuerza de voluntad como para hacerlo y era él el que quería que fuese a los entrenamientos. Por lo que volví a la ducha, esta vez con agua fría, me vestí y salí lista para hacerlo bien, para hacer lo que Jeremy quería que hiciera, para ser mejor protectora.
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En algún otro lugar del mundo…
Los días pasaban muy lentos para el general Barrow. Sus, de momento, pocos seguidores, parecían tardar una eternidad en traerle nuevos integrantes para su milicia, lo que le llevaba a plantearse alternativas radicales.
- Con todo mi respeto general, lo que propone es una locura. – dijo su Mayor al mando con el corazón palpitando a mil por hora a causa del miedo. – Obligar a gente a ser protectores para participar en una lucha en la que no creen, es un error.
- Todo depende de a quien elijas para convertirlo, Mayor Jenkins. – contestó el general con voz cansina, como si fuese un incomprendido que se viese obligado a explicarlo todo. – Dicen que la cárcel es un buen lugar para encontrar a buena gente.
- Eso es aún más locura. – volvió a protestar el Mayor Jenkins. – Es imposible que tengas su lealtad, no como lo requiere esta milicia.
En la reunión había más integrantes de la milicia, todos ellos sobrevivientes de la primera milicia de Barrow, casi todos ellos hombres de confianza del propio Barrow, aunque ya se empezaba a sospechar de algún topo entre ellos. Aún así, todos temían al general y nadie se atrevía a contradecirle.
- ¿Lealtad? Esa es una palabra demasiado antigua para los tiempos que corren. – dijo el general levantándose de la silla y empezando a caminar rodeando la mesa en la que se apoyaban todos. – Hoy en día la lealtad se compra, Mayor. Tan solo necesitas dos cosas, saber qué es lo que más desean y hacerte temer.
El malvado plan se iba formando en la cabeza del general, mientras sus aliados, estaban muy lejos de llegar a los pensamientos de su líder, por lo que hicieron lo único que sabían hacer, aceptar todo lo que el general Barrow tuviese para ellos y no protestar por miedo a las represarías.
- Bien, busque entre las cárceles, gente condenada a muchos años, gente que no tenga nada que perder, gente sin familia, gente que no tema a la muerte y a matar. – dijo mientras el resto apuntaban lo que decía su líder. – Y cuando hayan encontrado lo que les pido, ya seré yo quien se encargue de darles esa lealtad.
Todos se levantaron de sus asientos al comprobar que su jefe ya no tenía nada más que decirles. Pero al general aún le quedaba una última cosa que decir a su Mayor, pues para él tenía una misión muy diferente y de la que nadie debía enterarse. Porque aunque no lo pareciera, el Mayor Jenkins era el mejor aliado que tenía el general y él lo sabía.
- Mayor Jenkins, aguanta un segundo. –dijo para que este no saliera junto con el resto.
- Usted dirá general.
Barrow esperó hasta estar seguro de que nadie más escuchaba, entonces se acercó a él y le dijo casi en un susurro:
- Ha llegado el momento de buscarle.
- ¿Está seguro que deseas saber de él? ¿Y si él no quiere saber de usted?
- Tu solo encuéntrale.
Y tras eso, salió de la sala de reuniones con una duda en su cerebro, ¿y si el mayor tenía razón? ¿y si él no quería saber nada?
Pero, tal y como decía su padre, “ya abriremos esa puerta cuando lleguemos a ella.”
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Lo primero es que siento mucho el retraso, ando muy liada últimamente...
Hay muchas cosas en el aire todavía y algunas más que quedan por llegar, aún así, nuestra pequeña Diana parece que se ha hecho un poco más mayor eehh jajajajaja!! :P
Capítulo dedicado a.... Jessica Aurelie. Espero que te haya gustado y muchísimas gracias por todo tu apoyo en todas mis historias. muaakkss!!!
Espero que os haya gustado y ya saben, den a la estrellita ★ y comenten lo que les parezca. Abrazooss...!!! :D
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