Capítulo 2: Si buscas una mentira, la encuentras.
Capítulo 2: Si buscas una mentira, la encuentras.
La mañana se había despertado con una pequeña capa de nubes sobre nosotros, era tan fina que los rayos de sol se reflejaban en ellas y te cegaban los ojos. Pero eso no era lo único con lo que nos habíamos despertado esta mañana…
Hoy me había quedado a dormir en la habitación de Jeremy, después de nuestra discusión de ayer por la tarde, necesitaba hacer las paces con una sesión de besos desenfrenados. Aún no habíamos pasado de ahí, lo que hacía algunas situaciones un tanto incómodas. Pero para mí eso era un paso muy importante, sentía que debía esperar, más que nada porque mi vida parecía ir sin control, como si hubiese pisado el turbo y no me hubiese parado a pensar donde estaba el freno. Había decidido dar mi vida a una misión, ¡mi vida!, toda ella, lo único que poseía se lo había dado a los protectores y a los subterráneos. Estaba algo agobiada con todo en general y sentía que no podía agobiarme también con mi virginidad.
La luz de la mañana entraba por la ventana golpeándome en la cara, no quería abrir los ojos todavía, necesitaba unos minutos más…
De repente algo empezó a sonar por la habitación, al principio mi estado de sueño no me dejaba identificarlo, pero era el teléfono móvil de Jeremy, el cual se levantó de un salto y salió de la habitación para no molestar. Solo que ya era tarde.
Mi corazón bombeo con fuerza al pensar en quien estaría al otro lado del teléfono y ese bombeo me dio fuerzas para levantarme de la cama e ir a poner la oreja al otro lado de la puerta.
- ¿Crees que él es la mejor opción? – oí que preguntaba Jeremy a quien fuera que estaba al otro lado del teléfono. – Al menos asegúrate que es capaz de mantener la boca cerrada, ella no hace más que preguntar el porqué.
Mis cejas se juntaron de incomprensión, ¿ella? ¿acaso hablaban de mí? Quizás estaba siendo egocéntrica, pero yo siempre tenía la misma pregunta para él y era algo a lo que no parecía estar dispuesto a contestar.
- ¿Qué te crees que hago todos los días? Me odio por tener que comportarme así con ella y tú también te odiarías. Pero claro, tú te largaste. – eso lo dijo en un tono más alto, lo cual me permitió escucharlo con claridad.
Parecía enfadado, ¿le estaba recriminando el hecho de que se fuera?
- Sí Laurent, eso ya lo sé. – oír como él decía su nombre, me provocó un nudo en el estomago que apenas me dejó respirar.
Hasta ahora tan solo había tenido la hipótesis de que era él quien llamaba a Jeremy. Ni siquiera me lo quería creer en realidad, ¿por qué no quería hablar conmigo? ¿por qué no nos esperaba en el lugar donde nos decía? ¿acaso había dejado de importarle? ¿acaso había hecho algo para merecerme esto?
- Está bien, ¿Cuándo llegará? – oí que volvía a decir Jeremy. Intenté poner más atención para oír la fecha, pero tan solo dijo. – Muy bien, saldremos hoy mismo. Buen trabajo. – y entonces oí sus pisadas.
Por el número de pisadas supuse que había llegado hasta la puerta del ahora inútil comedor de la segunda planta, lo que me dejó desconcertada por la distancia, pero claro, ahora tenía oídos nuevos que lo escuchaban todo.
Salté de nuevo a la cama y me hice la dormida hasta que él cerró la puerta de nuevo, sonido que aproveché para “despertarme” y mirarle extrañada.
- ¿Dónde has ido? No me gusta despertarme y que no estés a mi lado. – dije entre bostezos fingidos.
Me sentía un poco mal por estar jugando a todo esto, pero era él el primero en ocultarme cosas y quería saber cuánto de lo que había escuchado iba a contarme y cuanto iba a callar.
- Tenemos otra localización. – dijo enseñándome el teléfono y acercándose a la cama para darme los buenos días. – Saldremos después de desayunar, ¿te parece bien?
Acepté con la cabeza mientras le agarraba del cuello y le atraía hacia mí. Dormía con tan solo unos pantalones cortos, lo que me dejaba una buena vista durante toda la noche de su mitad superior al desnudo. Le empecé a besar por el cuello y oí como soltaba un ruidito de placer.
- Está bien, - dijo rendido. – no volveré a coger el teléfono mientras tu estés en mi cama, ha sido un error. – y tras eso, me agarró de la cintura y de un rapidísimo movimiento que ni siquiera vi, acabó tumbado en la cama y yo encima suyo.
Estuvimos un rato abrazados y besándonos, pero mi cabeza no dejaba de pensar en la conversación que había oído, alguien iba a venir, alguien que Jeremy parecía no aprobar demasiado.
- ¿A dónde vamos esta vez? – pregunté en un susurro para no alterar el buen clima de la habitación.
- Al este. Hay una aldea llamada Waim. – dijo como si eso me diese una localización exacta. – Hay mucho bosque por esa zona, por lo que los subterráneos se pueden hacer buenos refugios y encontrar comida.
No siempre íbamos a sitios con abundante vegetación, pero si era la gran mayoría. Hace dos partidas, el grupo de Laurent nos mandó a un desierto donde había unas cuevas en unas montañas rocosas, llenas de subterráneos asquerosos con forma de lagartos gigantes o serpientes con mandíbulas de tiburón. Comían reptiles de la zona, lo que me hizo pensar en una clase de canibalismo.
- Pues se mueven mucho. – dije sin pensar.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Jeremy desconcertado.
Y entonces vi mi oportunidad de ver cómo reaccionaba. Así que me levanté y me quedé sentada mirándole.
- Pues hace dos partidas nos mandó a un desierto tan al sur que tardamos un día en llegar. La anterior fue en aquella zona costera, también al sur-oeste del país. Y ahora están en una zona boscosa del este. – hice una pausa mientras una idea cogía forma en mi cabeza. – Parece como si buscaran algo y de paso encontraran a subterráneos.
- Cariño, solo buscan lo mismo que buscamos todos. – dijo mientras se acercaba a mí y hacía ese juego con los ojos que tantas veces le había funcionado. – solo queremos que los subterráneos desaparezcan para poder vivir nuestras vidas. ¿Te imaginas viviendo en la costa? Siempre dándote el sol en la cara y yo cuidándote y trayendo el dinero a la casa.
- Cualquier sitio me valdría si estamos juntos. – dije cayendo de nuevo en sus redes.
Pero aunque no era capaz de resistir esa mirada tan llena de amor, no podía negar el hecho de su evasiva, tan solo había contestado a mi teoría con una visión increíble de futuro, pero no me había dado, ni dicho nada sobre lo que hacía el grupo de Laurent.
Al final bajamos a desayunar y mientras yo iba a sentarme en la mesa con el resto, Jer cogió a Gloria y a Henry y los separó del grupo para, lo que pensé, que sería contarles lo del plan de hoy. Esta vez Jeremy se retiró lo suficiente como para que no lo oyera, aunque a eso también había que echarle la culpa al bullicio del comedor.
- Estoy algo nerviosa por el examen de hoy. – dijo Marina.
Ya, los estudios. Eso era otra cosa que estaba dejando de lado. No es que a mi nueva vida le importase si sabía hacer derivadas o no, pero el hecho de faltar tanto a clase y aún así aprobar, me hacía sentir que defraudaba a mis padres en cierta manera. Ellos siempre me habían pedido que estudiara lo que me gustara, pero que estudiara ¿y yo que hacía? Pues matar monstruos, cosa que solo la mitad de mí disfrutaba.
El desayuno acabó y aún no habían vuelto Gloria y el resto, me extrañaba que se perdieran el desayuno, pero allá ellos, yo ya había terminado y tenía cosas que hacer antes de salir de viaje, como cambiarme de ropa por ejemplo. Solo que cuando me levanté de la mesa, el comedor estaba casi vacío, tan solo quedaba un grupo de alumnos de segundo en una esquina y nosotros.
- ¿Vienes Diana? – preguntó Robert.
Yo no iba a ir a clase, pero no les podía explicar por qué.
- Ir yendo vosotros. – dije dando a entender que les alcanzaría, pero sin decirlo.
Robert se fue y el grupo de segundo ya recogían sus bandejas para irse también. Algo dentro de mí me decía que me quedase donde estaba, que no me moviera ni un milímetro, y yo hice caso.
- No apoyo esto, Jeremy. – dijo la voz de Gloria en algún punto del colegio.
Por lo lejos que sonaba, debían estar encerrados en alguna sala cerca del comedor. La cocinera que estaba al otro lado de la comida tiró una bandeja y por unos segundos dejé de oír, lo que me dio a pensar que tan solo los oía porque el comedor estaba completamente vacío.
- Yo estoy con Gloria, Jer. Ocultarle información solo la pone en peligro.
- Pero ella ya está en peligro, ¿no lo veis? Solo necesita aprender a defenderse para cuando…
- Llegaras tarde a clase, jovencita. – dijo la cocinera interrumpiendo la voz de Jeremy.
La maldije por dentro. Si ella no hubiese abierto su gran bocaza, ahora sabría de qué iba todo este secretismo. Pero para cuando volví a escuchar, tan solo oí como Gloria y Henry acababan dándole la razón a Jeremy. ¡Genial, ahora todos lo sabían menos yo!
Salí a velocidad normal del comedor y después corrí como un rayo hasta mi habitación. Ya no había nadie por los pasillos, por lo que no tenía que preocuparme por ser vista.
Cogí mi ropa de viaje y mientras me vestía, llegué a un acuerdo conmigo misma. Si lo que querían es que aprendiera defensa personal, bien, aprenderé. Pero eso no hará que deje de preguntar y si hace falta, seguiré escuchando detrás de las puertas hasta enterarme. Pero juro que me enteraré.
Salí de la habitación sintiéndome algo más poderosa que cuando entré, ahora tenía un plan, un objetivo, y lo mejor de todo, es que era solo mío, nadie metería sus narices en él, nadie intentaría hacer que lo olvidara o me haría jueguecitos mentales con unos preciosos ojos para convencerme de que no lo hiciera. Era mi secreto y tenía a la elegida conmigo para hacerlo más posible.
En ese momento subían los tres por las escaleras y se sorprendieron al verme lista y esperándoles, por lo general era yo la que retrasaba las salidas.
- ¿Ya lo tienes todo? – preguntó Jeremy mirándome de arriba abajo.
Me había puesto unas mallas negras de deporte, una camiseta gris oscuro y unas zapatillas de correr. También había cogido la mochila con agua, provisiones y un cuchillo de caza que me había regalado Jeremy en nuestra primera sesión de entrenamiento.
- Sí, ya estoy lista. – dije un tanto seria.
Él juntó sus cejas extrañado por mi actitud, pero un segundo después, los tres salieron corriendo a sus habitaciones y en menos de un minuto, ya estaban cambiados y listos para salir.
Bajamos a la parte de atrás del St. James, a esa zona boscosa que si la seguías, ibas a parar a un precioso mirador, el cual me traía algunos buenos recuerdos y otros no tan buenos. Ahí conocí el lado bueno de Laurent y el de Jeremy, pero también me había sentido muy sola en ese lugar. Pero para malos recuerdos, los que llegaron a mí cuando pasamos junto al gimnasio, el cual ya estaba abierto de nuevo y decenas de alumnos lo disfrutaban a diario.
Esta vez no hubo carreras en el viaje, el único que sabía el camino era Jeremy, por lo que él fue delante y el resto le seguíamos a un par de metros de distancia. Por lo general Gloria y yo siempre íbamos gastando bromas a Henry por el camino, pero hoy no tenía muchas ganas, sentía que ir con ellos tres era como ir con tres traidores, todos parecían ocultarme cosas y yo no podía dejar de sentirme como una tonta por tener que soportarlo.
- ¿Estás bien, Diana? – dijo Gloria cuando llevábamos unos setenta u ochenta kilómetros.
- Sí, tan solo algo cansada. – mentí.
- Supongo que Jeremy no te debe dejar dormir mucho por las noches, eh. – oí como Jeremy tosía unos metros por delante nuestra. - ¡Oh vamos Jeremy! Las chicas han de hablar de estas cosas.
De repente mi cara se encendió como un tomate. Por supuesto nunca le había dicho nada a Gloria de mi decisión de esperar, pero eso había sido más por vergüenza que por otra cosa. Sabía que era una estupidez, él era mi todo, no habría otra persona con quien lo deseara más. Pero mis motivos eran solo míos y dudaba que ella pudiese entenderlos.
- Sí, pero donde no os podamos oír. – dijo Henry en defensa de su amigo.
Gloría le sacó la lengua y aceleró para darle una pequeña colleja. Él, por otro lado, le lanzó un beso en plan de burla.
- ¡Está bien! – dijo al final Gloria muy a su pesar. – Ya hablaremos de sexo cuando estemos a solas.
- ¡Centraos! – dijo Jeremy de repente. – Ya estamos llegando.
De repente Gloria se puso a mi izquierda y Henry a mi derecha, Jeremy frenó un poco para permitir que nos acercáramos un poco más y así poderme tener bien escoltada.
Era algo que hacían siempre, por lo que no me pareció extraño. Lo que si me pareció extraño es lo poco que habíamos tardado, debíamos estar a tan solo cien kilómetros del internado. ¿Laurent había estado tan cerca y no había venido a vernos? Sentía como si algo estuviese espachurrando la mitad de mi corazón.
Jeremy paró en los lindes de una gran explanada, la cual tan solo tenía el cadáver de lo que un día fue un frondoso árbol, pero que ahora solo era un tronco casi de color negro con algunas ramas partidas y con las raíces a plena vista, dado que algo o alguien parecía haber escavado por debajo.
Si los subterráneos se llamaban así, era porque generalmente emanaban de la tierra, parecían hormigas creando sus hogares debajo nuestra. Y eso que había debajo de aquel cadáver de árbol, parecía la entrada de un nido de asquerosos bichos.
- Me toca, ¿no? – dije al deducir mis siguientes pasos.
La persona que había dentro de mí, esa que sabía luchar y que le encantaba matar subterráneos, parecía estar frotándose las manos por lo que tenía delante.
- Estaremos detrás si necesitas nuestra ayuda. – dijo Jeremy dándome un rápido beso en los labios.
Este era el procedimiento habitual, yo iba por delante y ellos se quedaban detrás por si acaso mi bomba mata-bichos no funcionaba. Solo que según iba avanzando hacia la guarida, notaba sus pasos cada vez más lejos, ellos no solían alejarse tanto. ¿Me estaban dejando sola? ¿acaso esto era otra prueba?
De repente noté un aire pasar por mi espalda, como si alguien hubiese pasado como una bala. Me giré para ver de quien se trataba y no había nadie. Miré a Jeremy, el cual estaba a más de treinta metros de mí, y tan solo levantó sus hombros hacia arriba.
Mis ojos captaron un movimiento por el lateral que venía directo hacia mí, pero cuando quise darme cuenta, acabé volando por los aires y con un gran golpe en mi estomago que me hizo sacar el desayuno por la boca.
Necesitaba agua para quitarme el sabor a vomito de mi boca, pero cuando quise girarme para coger la mochila, el peso de una persona cayó sombre mis hombros impidiéndome mover los brazos.
Le miré con odio. Era un hombre de unos veintipocos, se notaba que se rapaba el pelo, pero ya llevaba una semanas sin hacerlo, pues se veía el color castaño de este. Sus ojos eran de un marrón oscuro intenso y sus facciones eran duras, de alguien que había visto demasiado y había tenido que hacer demasiado.
- ¿Es todo lo que sabe hacer la elegida? – preguntó con tono de prepotencia.
- ¿Quién eres? – dije enfadada.
- ¿Te has enfadado, fierecilla? – me volvió a preguntar sin haber contestado a la mía.
Entonces se levantó de encima de mí y me tendió la mano para ayudarme a levantarme, pero me negué a tocarle.
Cogí la botella de agua y me la bebí entera, necesitaba sentirme bien conmigo misma antes de matar a este imbécil que había aparecido de la nada. Así que sin que se diera cuenta, también cogí el cuchillo de Jeremy y me lo coloqué en la parte de atrás de mis mallas.
- Siento haberte atacado así. – dijo mientras se limpiaba las uñas con lo que parecía un cuchillo de caza. Sí, era un cuchillo de caza. – Pero me dijeron que eras muy testaruda y quería mostrarte lo desprotegida que estas sin tus secuaces. – dijo eso último mirando a mis amigos.
Jeremy estaba sujeto por Gloria y por Henry y miraba como loco a aquel tipo que me había hecho volar por los aires.
- ¿Quién eres? – volví a repetir la pregunta.
- Te lo diré, si consigues atrapar a un subterráneo vivo y con tus propias manos, nada de esos poderes que dicen que tienes.
- ¿Por qué he de hacerte caso?
- Porque en el fondo deseas saber quién soy. – dijo el muy engreído.
- Eres un imbécil, ¿te lo han dicho alguna vez? – le odiaba, nunca había deseado tanto pegar a alguien. Pero él tenía razón, deseaba saber quién era y sobre todo, necesitaba demostrar que sabía defenderme sin magia, tal como Jeremy me pedía. – Esta bien, cogeré a uno de esos asquerosos bichos para ti.
Su sonrisa petulante aumentó aún más, lo que me hizo fijarme algo más en él. Alto, con buen físico, muy fuerte, demasiado quizás. Parecía el típico chico guapo de gimnasio que se mete en todas las peleas solo para demostrar lo fuerte que es.
- ¡Ah no, pequeña! El bicho será para ti. – y tras eso, me señaló con la mano el camino hacia la entrada de la guarida.
No quería seguir jugando a su juego, yo había venido aquí a una cosa y eso haría, mataría a todos los bichos menos a uno. Después ya solo me quedaría lo más difícil, atraparlo.
Me coloqué a unos cinco metros de la entrada de la guarida y dejé salir a mi yo elegida, esa que siempre sabía que había que hacer. Hoy me dejaré dominar por completo, me dejaré hacer lo que ella desee, pues hoy más que nunca, necesitaba que ella me guiara para coger a uno de esos bichos sin salir lastimada.
Sentí como yo quedaba encerrada en lo más profundo de mí y a la vez me sentía estar presente en todo. Era como si pudiese ser dos personas al mismo tiempo, la que se queda encerrada en casa y la que sale a divertirse, y ambas cosas me gustaban.
Primero lancé una fuerza de energía contra la entrada de la guarida, lo que hizo que el cadáver del árbol se rompiera en diez mil astillas y el temblor se notara en toda la explanada.
- Recuerda capturarlo sin magia. – oí que decía la voz del imbécil detrás de mí.
Lancé un poco de esa fuerza hacía atrás, lo que le dio en el estomago y le hizo caer de culo. Me reí por dentro al verle caer, pero no lo pude disfrutar tanto como hubiese querido, ya que decenas de subterráneos salían de aquel agujero.
Eran de todo tipo de bichos, desde gnomos con pinta de demonios, hasta felinos con duras pieles y dientes afilados. También hubo algunos que salieron volando, lo que hizo que me echara para atrás para que mi bomba fuese efectiva también por los aires. Pero los que más asco me daban, eran los que salían reptando. Serpientes, lagartos, gusanos gigantes,…
Estiré mis brazos y recordé lo que sentí aquella noche en el gimnasio mientras veía como mis amigos eran golpeados por cosas como estas. Entonces recordé el odio que sentía por aquellos seres y sentí como esa bomba se iba llenando dentro de mí.
La solté dirigiéndola primero a los que volaban sobre mi cabeza, los cuales se deshicieron en el acto. Después me centré en los reptiles, para los cuales no necesitaba concentrarme en lo mucho que los odiaba, y también se deshicieron en el acto. Y ya solo me quedaban los que caminaban por la tierra. De repente vi a un especie de pantera, toda negra pero en lugar de pelaje, había unas púas desperdigadas por algunas partes de su cuerpo, como su columna o sus patas. Decidí que esa sería mi presa, por lo que lancé el resto de mi mata-bichos a los demás y me encaré a la pantera diabólica.
- Procura que no te pinchen sus púas, no me he traído el antídoto. – dijo el imbécil entre risas.
- No está preparada. – dijo Jeremy, el cual se había soltado de la presa de Gloria y Henry y corría para ayudarme.
Le mandé hacia atrás con un movimiento de mano, lo que hizo que el imbécil se riera aún más. Pero ya me dio igual, tenía a esa pantera mirándome y acercándose con la elegancia con que lo hacen las panteras.
De repente sentí que debía correr, pero no en contra de aquella cosa, sino a por ella. Saqué el cuchillo que tenía sobre mi culo y lo desenfundé. Cuando ya estaba a tan solo un metro de aquella cosa y se preparaba para saltar sobre mí, yo me adelanté y la pasé por encima rebanando las púas que tenía sobre su lomo, llevándome un cacho de su piel por el camino.
El animal chilló de dolor, lo que le dio la rabia necesaria para venir a por mí. Esta vez sí le dejé que saltara sobre mí, solo que al estar a tan solo unos centímetros, yo la abrecé y la llevé contra el suelo conmigo encima.
Ni siquiera sé como lo había hecho, pero tras unos cuantos zarandeos y arañazos por su parte, conseguí inmovilizar a aquella cosa poniendo mis rodillas sobre sus patas delanteras y mis tobillos sobre sus traseras. Con las manos sujetaba su torso y su cuello para que no se pusiera a moverse y consiguiera soltarse.
- ¿Ahora contéstame? ¿Quién eres? – pregunté con la voz agitada por el esfuerzo.
El imbécil se acercó hasta mí y me movió la camiseta a la altura de los hombros, estaba a punto de protestar hasta que vi que sus arañazos habían sido más profundos de lo que pensaban.
- Soy Junior, tu entrenador. – miré a Jeremy de repente y le vi mover la cabeza en señal de afirmativo. – Y como tu entrenador, ahora quiero que lo mates. – dijo ofreciéndome su cuchillo. – Quiero que le cortes el cuello y le veas desangrarse. Ahora está indefenso, no te costará mucho hacerlo.
Cogí el cuchillo y lo sentí temblar en mis manos. Una cosa era desintegrarlos con mi bomba o tener que matarlo en defensa propia, y otra cosa muy distinta es matarlo a sangre fría y haciéndole sufrir. ¿Por qué matarlo con el cuchillo? ¿de que servía esta lección?
Y de repente, algo con lo que no había vuelto a pensar desde hacía meses, volvió a mí golpeándome con toda su fuerza y haciendo que las presiones que ejercía contra aquella pantera diabólica, se soltaran. Era el recuerdo de un sueño, uno en el que veía morir a mis padres a sangre fría, obligándoles a tener aquel accidente de tráfico, con el único objetivo de que yo aceptara esta vida de sangre y destrucción. Yo no era así, esta no era yo.
- Diana, ¡Cuidado! – oí que gritó Jeremy.
La pantera se abalanzó sobre mí y lo único que pude hacer fue clavarle el cuchillo en su garganta.
Al final lo había matado tal y como me había dicho Junior, solo que al haber acuchillado a la pantera en pleno salto, su cuerpo sin vida cayó sobre el mío, clavándome una de sus púas en mi pierna.
- Eso que has dicho que no tenías el antídoto, ¿era verdad? Porque me vendría muy bien uno en estos momentos. – dije sintiendo el veneno entrar por mi pierna como si me la estuviese quemando viva.
Vi como la mirada de Junior pasaba de la pedantería al miedo en tan solo un segundo, entonces sentí como si alguien estuviese cortándome la pierna y no pude evitar chillar de dolor. Tan solo me habían sacado la púa, pero el dolor era demasiado fuerte.
- Diana, aguanta por favor. – oí que rogaba Jeremy, el cual noté como me cogía de la mano momentos antes de que perdiera el conocimiento.
Mi conciencia fue yendo y viniendo durante un buen rato, cada vez que se iba era a causa del dolor que me producían los ajetreos del viaje de vuelta. Aunque eso último solo era una suposición, pues no aguantaba lo suficiente como para ver otra cosa que no fuera el rostro preocupado de Jeremy.
Una de las veces que me desperté, ya no había nada de ajetreo, sino que estaba tumbada sobre una superficie blanda, una cama tal vez. Oía las voces de una discusión en algún lado de la sala donde estaba, pero para mí lo único en lo que me podía concentrar, era en lo que me estaban haciendo en la pierna.
Miré hacia abajo y vi la cabeza de un hombre trabajando sobre mi herida, me echaba algo que no solo olía fatal, sino que escocía.
- ¡DIOS, PARA! – chillé mientras me sujetaba a la cama.
Entonces aquella cabeza se giró para mirarme y en el segundo que aguanté despierta, dije:
- Laurent.
*-*-*-*-*-*-*-*-*
Y aquí un nuevo capi de Soledad... Espero que os haya gustado, pues he disfrutado mucho escribiéndola. Se que la saga fue mi devoción, pero me siento muy cómoda escribiendo la segunda parte de lo que fue mi primera historia :D
Quisiera dedicar este capi a 123libros por aguantarme desde hace mucho... y que no para la tía jajajajaja!! Me alegro verte de nuevo por aquí :D
Y ya solo me queda agradeceros el apoyo que me estáis dando y si os ha gustado, pues ya saben, voten dando a la estrellita y comenten lo que les plazca... ¡¡hasta el próximo capi!! :D
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