Capítulo 1: Todo es muy diferente ahora.

Capítulo 1: Todo es muy diferente ahora.

¿Qué es lo que más miedo me da de mi nueva vida? Pues creer que la chica que era yo antes de todo esto, se perderá entre tanta muerte y destrucción.

- ¡OTRA VEZ! – gritó Jeremy desde el otro lado del campo.

Nos encontrábamos en una explanada en medio de la nada, tan solo rodeados por altos árboles y bajo un cielo completamente encapotado. Ya era primavera ¡por díos! ¿Cuándo íbamos a empezar a ver el sol?

- CONCÉNTRATE – me ordenó mientras me volvía a gritar.

Me gritaba porque estaba a más de cincuenta metros de mí, esperando a que le atacara. Estábamos entrenando, una vez más. Desde que sucedió lo del gimnasio del St. James, solo hacíamos dos cosas, entrenar e ir a destruir subterráneos.

Expectantes, nos miraban Gloria y Henry desde un extremo de aquel campo, a una distancia más que prudencial para no salir mal parados en este entrenamiento. Henry decidió quedarse con nosotros después de aquella noche, cuando me lo presentaron me dijeron que solo se encargaba de convertir a la gente normal en protectores, pero una vez llegó la “elegida”, dijo que veía inútil tal propósito y que prefería servir a mi lado, como si fuese un soldado. Aunque no me gustaba que él se viera así, no pude negarme, me caía muy bien y parecía hacer muy buenas migas con Gloria.

Noté la mirada de enfado de Jeremy casi como si me hubiese vuelto a gritar, había mucha más conexión entre él y yo desde que… bueno, desde que Él se fue.

Al final aquella chica que había dentro de mí, la luchadora, la elegida, empezó a gritarme desde dentro para que la dejara salir y así lo hice. Ella tomó el control de mi cuerpo como ya había hecho en muchas ocasiones y lanzó una fuerza de energía que sentí crecer en mi cuerpo para acabar saliendo por mis manos en dirección a Jeremy.

Este era un ejercicio defensivo, pero no mortalmente agresivo, tan solo se trataba de luchar y vencer sin matar. Para mi era raro, ya que la misión de luchar contra los bichos, es acabar con ellos, por lo que no podía imaginarme una situación donde quisiera capturar a uno, pero él estaba muy empeñado en que debía aprender de todo, ver todas las capacidades que tenían mis poderes. Aunque no sé porque…

Jeremy salió despedido varios metros para atrás y yo volví a tomar el control de mi cuerpo al verle caer. Mi yo normal no era capaz de verle sufrir, a pesar de que mi yo elegida, como ya la había llamado, me reñía cada vez que me ponía sentimental en los entrenamientos.

- ¡Jer! – dije antes de salir corriendo para ver como estaba.

Solo que Jer ya se estaba levantando y llegó como un rayo para colocarse detrás de mí y en un hábil movimiento, tirarme al suelo con todo su cuerpo sobre el mío y un cuchillo sobre mi garganta. Ni siquiera había visto el cuchillo.

- ¡Ay! – me quejé mientras me rozaba el culo con la mano, todo mi cuerpo había caído sobre él.

Sentí como mi yo elegida gruñía dentro de mí. Ese sentimiento era como si mi cuerpo se erizara, sentía como una vibración que me trasmitía su estado de ánimo. Era muy raro y molesto, pues no me hacía mucha gracia que hubiese algo o alguien dentro de mí, ya nunca estaba sola.  

- ¿Qué hemos dicho de la concentración, Diana? – preguntó Jeremy enfadado.

Odiaba que me hablara como si fuese mi padre. Era mi novio, ¿no podía decirme las cosas de otra manera?

- Esto no funciona así. – dije ahora yo enfadada mientras le quitaba de encima con un empujón. – Es imposible que te vea sufrir y que no pierda la concentración. Debemos buscar otra manera si quieres continuar con esta absurdez de entrenamientos.

Era la discusión de todos los días. Él se empeñaba en enseñarme defensa personal y yo era incapaz de hacerle daño. El problema es que no había mucha más gente con la que podía luchar, pues Henry necesitaba tantas clases como, Gloria era más de usar su don contra su contrincante y el resto de los protectores del St. James, se habían ido cuando… Laurent se fue. Dolía pensar en él.

La verdad es que para cumplir mi misión, no necesitábamos a mucha más gente. Solían llegarnos algún mensaje, e-mail o llamada del grupo de Él diciéndonos que habían encontrado un asentamiento de subterráneos en alguna zona, luego nosotros íbamos donde Él nos decía y yo acababa con todos ellos con mi honda expansiva mata-bichos, como yo la llamaba. Así que tampoco necesitábamos a muchos, yo sola podía con todos, hasta resultaba penosamente fácil.

Lo peor era que cada vez que íbamos al lugar donde Él o su grupo nos decían, mantenía la esperanza de que cuando llegáramos, Él estuviera allí esperándonos. Pero al final todo se quedaba en eso, esperanza.

Desde la batalla en el gimnasio, tardó tan solo una semana en irse del St. James, lo suficiente para comprobar que era capaz de repetir mi honda mata-bichos. Después se fue dejando una única nota diciendo: “Aquí no hacemos nada productivo. Nos vamos para daros lo que necesitas”. Y ya está, sin un adiós, sin una explicación mejor. Yo sí le necesitaba, aunque pensándolo bien, quizás no debería. Aún seguía sonando aquella profecía en mi cabeza:

“Valiente y solitaria será la chica cuando llegué. Pero rápido amada será.

Ella vencerá al igualarse y de lo malo librará.

Su corazón se partirá en dos, pero solo con una mitad vivirá.

Si ella no escoge a su compañero, el destino por ella lo elegirá.”

- ¿Qué se te ocurre que hagamos? ¿dime? – insistió Jeremy con ese “dime”.

Todo era frustrantemente repetitivo, pues habíamos tenido esta conversación mil veces y ni él me decía nada, ni yo proponía una solución mejor. Por lo que le dije a la desesperada:

- Pues no sé… ¿buscar a un entrenador?

Yo solo necesitaba que él me dijera algo sobre lo que hacíamos, pero es que parecía no querer decirme para que iba a servirme todo esto, lo que incrementado al no poder hacerle daño, implicaba que no me tomara estos entrenamientos enserio.

- Pues me parece bien… - dijo al final dando la discusión por zanjada y yendo hacia donde nos miraban con atención Gloria y Henry.

Me quedé en shock durante unos segundos mientras él se alejaba de mí, ¿acaso había dado con la solución?

- ¿Cómo que te parece bien? - dije una vez conseguí salir de ese shock.

Lo del entrenador me había salido sin pensarlo, un acto reflejo ante una pregunta ya formulada veinte veces, incluso lo había dicho con tono de sarcasmo para que viera que ya estaba cansada de esto.

- Pues eso Diana, si no soy capaz de enseñarte, pues quizás alguien externo deba hacerlo. – parecía que la idea no le hacía mucha gracia, pero algo me decía que no le hacía gracia solo por el hecho de que no era él quien me enseñaba algo.

- Quizás si me dices para que puede hacerme falta. ¿Hay algo que no sé? ¿Has recibido noticias de algo? – más bien quería preguntarle si había recibido noticias de Él, pero nunca mencionaba su nombre y mucho menos en su presencia.

Se había convertido en tema tabú, ni siquiera cuando llamaba para darnos la localización de nuevos subterráneos, me decía su nombre o que le había dicho exactamente. Tan solo decía algo así como: “hemos recibido una nueva localización, esta vez nos vamos a…” y ya.

- Solo quiero que sepas defenderte, Diana. – dijo ahora parándose y mirándome directamente a los ojos.

Eso era trampa, pues nunca podía resistirme a esos ojos verdes, siempre usaba ese truco de la mirada y por eso siempre acababa el todas las discusiones. Y como solía pasar cada vez que me miraba así, me acerqué lentamente a él y besé sus dulces y calientes labios.

Eso siempre me hacía olvidar todo lo que había a mi alrededor, olvidar que acabábamos de discutir, o que estábamos en medio de un campo de entrenamiento improvisado con dos pares de ojos observándonos. Y como me olvidaba de todo eso, mis manos rodearon su cuello mientras mi cuerpo me pedía más cercanía. A Jer le debía pasar lo mismo que a mí, pues colocó su mano en la parte baja de mi espalda y me obligó a acercarme más a él, si es que eso era posible.

- ¡Iros a un hotel! – dijo la voz musical de Gloria mientras oía de fondo las risas y las burlas de Henry.

Eso me sacó de mi estado de ensueño y me hizo volver a la realidad, a la cruda realidad.

- Lo siento. – dije con la cabeza gacha y pasándome la mano por los labios, como si eso fuese a quitar el inapropiado beso.

- Tengo hambre. – dijo Gloria haciendo un cambio de tema radical. - ¿Nos vamos ya a cenar? Apenas quedan diez minutos para la hora.

¿Diez minutos? no podía ser.

Miré al cielo, hasta hace nada me había parecido clareado, ¿cómo podía ser tan tarde? Solo que este se veía más claro gracias a mis nuevos ojos, ojos que aumentaban la vista de un humano normal, incluida la luz necesaria para ver por la noche, por eso siempre la oscuridad me pillaba de improvisto últimamente.

Otro de mis cambios nuevos era la velocidad. Diez minutos, teniendo en cuenta que el St. James estaba como a cincuenta kilómetros de nuestra posición, parecía mucha distancia en poco tiempo. Pero la verdad es que sabía que hasta me daría tiempo a subir a la habitación y ponerme una ropa más cómoda para la cena y que no pareciera que había estado revolcándome por el barro, que era exactamente lo que parecía ahora.

- Sí, yo también tengo hambre. – dije con una amplia sonrisa dirigida a mi amiga.

Los tres cerraron los ojos a la vez y un halo blanco los envolvió, se estaban poniendo el escudo que les hacía invisible para el ojo humano, solo que para mí no había gran diferencia ya.

Yo no tuve que cerrar los ojos, tan solo me concentré un segundo y mi halo me recorrió el cuerpo a una velocidad que un ojo humano no vería. Apenas sentías un cosquilleó por el cuerpo mientras el halo te recorría, pero había una cosa que si te indicaba que lo llevabas puesto, y era la vista. Esta, aunque seguía siendo igual de buena, parecía ver a través de una fina cortina de un blanco muy claro.

Y como era habitual, les dejé ventaja para la carrera hasta el St. James. Gloria y Henry salieron a la vez, pues de los cuatro, ellos eran los más lentos. Jeremy aguantó el segundo necesario para guiñarme un ojo. Y yo esperé para respirar el aire puro que había en este lugar y luego salir corriendo como una bala sale del cañón de una pistola.

Cuando los alcancé, Jeremy ya iba un metro por delante de los otros dos y tan solo quedaba un kilometro para llegar. Aceleré todo lo que pude y conseguir sobrepasar a Gloria y a Henry sin problemas, pero Jeremy al verme, aceleró su paso intentando evitar que le ganara. La distancia corría a su favor, pero la carrera acababa al final de las escaleras del edificio, en la segunda planta, por lo que al llegar empatados a la verja del internado, Jeremy se dirigió a la puerta de entrada, mientras mi nueva y fenomenal vista vio la ventada de la habitación de Gloria abierta de par en par. Era una segunda planta, pero también era la elegida. Salté con la fuerza necesaria para llegar al alfeizar, luego de un salto entré dentro y en dos zancadas llegué al lugar donde me tocaría esperar a que llegaran los otros.

Me encantaba hacer esta clase de cosas, las veía como si estuviese viviendo un sueño de ciencia ficción, algo imposible de hacer pero que yo hacía con suma destreza.

- Has hecho trampas. – dijo Jeremy con la gran sonrisa del perdedor.

- ¡Oh vamos! No tengas tan mal perder. – dije dándole un dulce beso en los labios.

En ese momento aparecieron Gloria y Henry, solo que estos subían andando tranquilamente.

- Ha sido impresionante. – dijo Henry con los ojos abiertos como platos.

- Lo sé, algunos piensan que he hecho trampas. – dije en tono chulesco.

Estuvimos un rato más de risas en los que aprovechamos para quitarnos el escudo de invisibilidad. Luego cada uno se fue a sus respectivos dormitorios para cambiarse de ropa y prepararse para la cena.

Como Él se llevó a todos los protectores que había en el internado, Henry no tuvo problemas para elegir la habitación que quisiera, aunque no tan extrañamente, eligió la que estaba justo al lado de la de Gloria.

El hecho de que todos los protectores se hubiesen ido del centro, hacía que todo fuese más diferente de lo que ya lo era. Al principio Jeremy y Gloria tuvieron que esquivar muchas preguntas de los alumnos normales, pero Jeremy con malas caras y contestaciones secas y Gloria con mucho talante y paciencia, consiguieron que con el paso de los meses, todos se olvidaran del tema. Aunque la segunda planta seguía dándoles mucho respeto, pues nadie subía si no era invitado.

Otra cosa que había cambiado era mi apetito, lejos quedaban los días en los que la pena me cerraba la boca del estomago y solo me dejaba comer cosas blandas. Ahora más que comer, ahora devoraba, engullía, tragaba casi sin masticar, y no pequeñas cantidades precisamente.

Mientras tragoneaba mi plato de ensalada de pasta, un doloroso recuerdo llegó a mí como si me acuchillaran el corazón. Fue en este mismo comedor, rodeado de la misma gente, salvo por una persona. Casi podía sentir su mano en mi espalda guiándome en aquel baile y obligándome a estar más cerca de él, alagándome como nunca lo había hecho, sonriendo como nunca le había visto sonreír. Fue esa misma noche cuando comprendí la segunda parte de la profecía, cuando comprendí que también estaba enamorada de él.

- Diana, ¿estás bien? – me preguntó Robert mientras me miraba con preocupación.

- ¡Eehh! Sí, sí… - me había quedado totalmente paralizada con aquel recuerdo, recuerdo que también parecía estar reflejándose en mi cara – Tranquilo. Ya sabes, me olvidé de la medicación. – bromeé.

Todos se rieron y volvieron a sus conversaciones de antes de que Robert hablara. Tendría que darle las gracias de alguna manera, pues había conseguido que aquel recuerdo se difuminara en el aire.

Miré a Robert y ya parecía más integrado en el grupo. Pasó una mala racha cuando Ariana “se fue sin decir nada”, al fin y al cabo, él pensaba que entre ellos dos había algo y le costó mucho aceptar que ella se largara. Por supuesto no pudimos decir la verdad, el cuerpo de Ariana fue enterrado en algún lugar de los alrededores del St. James y al resto le dijimos que ella ya tenía los dieciocho años y que eligió largarse sin trágicas despedidas, hasta tuvimos que falsificar su ficha de entrada para cambiar la fecha de nacimiento y añadir su firma en el hueco de “Fin de estancia”.  

Todos mostraron mucho descontento ante tal hecho, pero a ninguno, excepto a Robert, les sorprendió que se marchara.

En los meses que habían pasado, más alumnos habían cumplido la mayoría de edad y se había ido a buscarse la vida fuera de la protección del internado. De nuestro grupo, tan solo Sebas, uno de los raperitos, y Rosa, una de las chicas que intentaban parecerse a Ariana, habían abandonado el internado, al resto aún nos quedaba más de un año para poder hacerlo, aunque para ser sincera, no creo que tuviese mucho problema si decidiera irme ahora mismo.

Así que tras las bajas y las nuevas incorporaciones, en el grupo éramos Carlos y Robert para chicos y Marina, Carla y yo para chicas. Eso sin contar a los miembros de “los raros”, Gloria, Henry y Jeremy, de los cuales solo Gloria estaba integrada completamente.

Todo era tan diferente ahora, que hasta en ocasiones, volvía a resultaba nuevo para mí, como si volviese a ser la chica recién llegada, solo que ya no estaba triste, o no tan triste, y que ahora tenía un increíble, guapo y atractivo novio a mi lado.

Era diferente, pero no estaba tan mal.      

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Y hasta aquí el primer capítulo de la segunda parte de soledad, espero que os haya gustado... 

Capítulo dedicado a ratillal231, la cual está perdida por el mundo.... jajajajaja!! a ver si desvariamos un poco, que hace mucho que no lo hacemos :D

Y para el resto, si os ha gustado, pulsen la estrellita y comenten lo que les ha parecido. Muchas gracias de antemano y millones de besos :D

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