11 | dancing monkey

CAPÍTULO ONCE

―¡No puede ser enserio!―Rose se rió, la cara de él se puso roja por el cansancio. Ante ella no se encontraba Steve, sino el Capitán América. El hombre estrellado con un plan como lo ellos lo llamaron.

Steve miró juguetonamente a Rose que estaba muriéndose de la risa. Una vez que ganó la compostura para detenerse, ella le sonrió y le sacudió el polvo de su atuendo patriótico.

Una estrella en su pecho, una máscara ridícula que cubriría su rostro y, para colmo, tenía que llevar un patético escudo de madera con los colores de la bandera estadounidense.

―Tal vez puedas ponerte eso para Halloween el próximo año.

Rose sonrió triunfante, haciendo que Steve frunciera el ceño otra vez. Y pensar que realmente creyó que el senador iba a tratar de hacer que Steve sirviera a su país.

Pero ahora, él era como una mascota. No era tan malo, según Rose, ya que por primera vez se rió a carcajadas cuando vio por primera vez a Steve con el disfraz que le obligaron a ponerse.

―Realmente estás disfrutando esto ¿no?―Preguntó Steve, lo que la llevó a asentir con la misma sonrisa maliciosa pegada a su rostro. 

Pasaron unos minutos antes de que Steve saliera para "supuestamente" motivar a la audiencia a comprar bonos de guerra.

Ella lo compadecía en cierto sentido, ya que Steve tenía pánico escénico, no demasiado severo, pero lo suficiente como para tartamudear y sudar a través de la ropa de algodón.

Tuvo suerte de que la multitud apenas llenara una habitación, y que solo consistiera en mujeres, niños y ancianos que se quedaron en casa mientras los soldados salían a pelear.

―¡Oh, vamos! ¡Alégrate un poco!―Rose le dijo al rubio musculoso, frente a ella. Sin embargo, Steve suspiró y dejó caer su cabeza sin esperanza. Rose frunció el ceño ante su actitud sombría, sabía lo decepcionado que estaba.

―¿Cómo puedo alegrarme? Realmente pensé que el senador me pondría en el ejército.―Steve resopló, hundiéndose en una de las sillas cercanas. Podía ver los pequeños grupos de personas reuniéndose debajo del escenario, para ver al Capitán América.

Incluso en el escenario trasero, podía sentir las risas haciendo eco en su cabeza. Rose se sentó y se sentó junto a él, tratando de pensar en algo para animarlo. 

―Steve... sé que probablemente te debes sentir como un idiota ahora mismo...

―Por supuesto que sí, estoy usando medias.―Steve gruñó, apuntando las medias que abrazaban sus musculosas piernas. Ella sofocó una risa ante su humor seco.

―¡Al menos te ves bien con medias!―Rose se rió, haciéndolo sonreír un poco. Nunca dejaba de verse bien en cualquier cosa, incluso el disfraz más ridículo de la historia, podría seguir viéndose bien en él. ―Mira, sé que esto no es lo que esperabas, pero quiero que sepas que eres capaz de todo, no dejes que nadie te diga lo contrario.

Rose dijo suavemente, entrelazando sus dedos. Steve primero miró sus manos con sorpresa, luego le envió una amable sonrisa, una que hizo que mariposas estallaran en su estómago.

Su momento fue interrumpido cuando un hombre irrumpió en la habitación, el hombre que debía ayudar a Steve a prepararse para el escenario.

―Vamos, Rogers, estás en 5.

El hombre anunció, haciendo que Steve se pusiera de pie y caminara hacia el telón. Rose lo siguió y vio como él miraba el techo por el miedo.

―No sé si puedo hacer esto.― Steve dijo con una respiración profunda.

―¡Tu vas a estar bien!―Rose dijo en un tono de apoyo. Un hombre se acercó a Steve, dándole la peor charla que le pudo haber dado, lo que solo logró poner a Steve más nervioso.

―Hazme orgullosa, capitán.―Rose dijo, tirando de él en un abrazo rápido antes de que el hombre lo empujara al escenario. Rose miró detrás del escenario mientras Steve caminaba torpemente hacia el frente de todos, mientras las bailarinas lo rodeaban.

Recitó sus líneas cursis, mirando de vez en cuando detrás de su escudo para ver las líneas pegadas a la parte posterior. Rose soltó una risita durante todo el espectáculo, mientras negaba con la cabeza.

Ya no era solo Steve Rogers, sino también, el Capitán América.

Pronto, los shows de Steve se volvieron más frecuentes y populares. Sus actuaciones anteriores, que normalmente eran para 30 personas o menos, se transformaron en estadios.

Desafortunadamente, a medida que el Capitán América se hacía más popular y comenzaba a viajar, Rose no pudo hacerlo. Ella tenía que quedarse en casa por su trabajo y su vida.

Ella aún recuerda cuando Steve le anunció que viajaría por el país, como el Capitán América.

***

La lluvia caía con fuerza ese día, y ella se preguntaba si era algún tipo de señal, que el día realmente estaba destinado a llover, o la madre naturaleza simplemente decidió ser más dramática.

Sintió un dejavú rodearla cuando se sentó en uno de los bancos junto a la estación de trenes, esperando a que Steve llegara pronto.

Su especulación era correcta una vez que vio a Steve caminando hacia ella con su bolsa de lona en la mano. No pudo evitar reírse, del recuerdo de su última despedida con Steve cuando él aún era el tipo pequeño hombre que adoraba, ahora, era el chico grande que adoraba.

Se levantó de su asiento y al instante envolvió sus brazos alrededor de su cuello. Ella lo sintió dejar caer su bolsa de lona y envolver sus fuertes brazos alrededor de su cintura.

Ella no se había dado cuenta de las lágrimas corriendo por su rostro y que habían empezado a empapar la camisa de él. No sabía por qué estaba tan triste, él no iba a la guerra, lo que significaba que no tenía nada de qué preocuparse.

Pero era el hecho que de ahora la dejaría nuevamente. No tener su presencia a su lado era una tortura, definitivamente echará de menos sus abrazos, conversaciones y bromas. Ella lo iba a extrañar.

Ambos se sentaron en el banco cercano, Rose dejó que su cabeza cayera sobre el ancho hombro de él. Parecía vacilante al principio, pero eso fue antes de que él la rodeara con su brazo, lo que la acercó más.

Se quedaron en silencio durante unos minutos, disfrutando de la compañía mutua, saboreándola, ya que serian los últimos minutos que pasarian juntos.

―¿Por qué no puedes quedarte conmigo?―Rose susurró, acurrucándose en su pecho. Steve exhaló un suave suspiro, frotando reconfortantes círculos alrededor de su espalda.

No era la primera, sino la segunda vez que ella se despedía de él, y eso solo la hizo sentir peor. Ella acaba de recuperarlo, y ahora lo tenía que deja ir.

―Todavía tienes una promesa que debes cumplir.―Rose le recordó, refiriéndose a las cartas que prometieron escribirse el uno al otro. A pesar de que él no estaba en el ejército, ella todavía quería saber de él, todos los días.

―Y cumpliré esa promesa.―Steve dijo con su voz profunda. Su corazón se detuvo una vez que escuchó el conducto del tren de vapor, no quería que se fuera, ni ahora ni nunca.

Se sentía muy confundida considerando que normalmente no se deprimía por no estar con un hombre, normalmente era muy independiente. Pero se sentía más segura con Steve, más feliz con Steve, más especial con Steve.

Pero eso es lo que siente con todos sus amigos, ¿verdad? Steve era su amigo y nada más, aunque tenía que seguir recordándose eso a sí misma. 

Se sentó en el banco, agarrando lentamente su pequeña bolsa de lona. Una punzada la golpeó en el pecho cuando vió por donde Steve se fue la última vez, dejándola.

Instintivamente se aferró a él para salvar su vida, tratando desesperadamente de mantenerlo con ella. Si no fuera por los susurros de él dicendo que tenía que irse, ella habría mantenido su cálido cuerpo para siempre.

―Adiós otra vez―rió tristemente, sofocada. La mirada de Steve se suavizó cuando vio su rostro lleno de lágrimas.

―Oye, no digamos adiós... Digamos que nos veremos luego.―Steve dijo en voz baja, haciendo que Rose asintiera levemente. Ella no dudó en abrazarlo de nuevo, dejando que su cuerpo la cubriera del frío y húmedo clima.

Después de que él se separara del abrazo, ella sintió el duro frío golpearla una vez más, llevándola a temblar. Los dos se miraron durante lo que parecieron horas, perdiéndose en los ojos del otro.

Steve dudó por un momento, antes de besarla en la frente. Ella sonrió, mientras dejaba que sus lágrimas cayeran libremente, sin encontrar sentido en contener su llanto.

―Hasta luego, soldado.―Rose dijo, y después de eso él abordó el tren. Cuando el tren comenzó a andar, sintió que la terrible sensación de soledad la inundaba. 

Y en ese momento ella odió el suero por darle a Steve dos malas elecciones, ser un experimento de laboratorio o un corista. Y ambos caminos terminaron con ellos siendo separados.

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[ beautiful crackship and manip done by -CUTIEMALF0Y ]

[n/a]

¡Esto resultó ser más emotivo de lo que yo quería que fuera! ¿Qué pasa conmigo?

El siguiente capítulo probablemente será un momento de Rose y Steve enviándose cartas entre sí a lo largo del tiempo donde Steve hace sus shows.

Así que, Voten y Comenten  :)

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