Sirena vs Ballena

Escucho las instrucciones la azafata de apellido Fischer, nos indica con amabilidad, a todos los pasajeros, que nos coloquemos nuestros respectivos cinturones, porque en pocos minutos partiremos hacia Berlín. Lo hago de inmediato y en menos de quince minutos, despegamos. Cuando el avión despega, siento una sensación de caída que me obliga a realizar una serie de respiraciones cortas y profundas.

Volaré unos 410.16 km, desde Vaduz a Berlín, y es una verdadera pena que no podré ver cómo cruzo los valles y observar el río Rin desde arriba, pues mi paisaje será todo oscuro. Los vuelos nocturnos son un poco más económicos y debo de ahorrarme hasta el mínimo euro si deseo sobrevivir por mí misma en Berlín. Sin embargo, esta penumbra no tiene nada que envidiarle a mi estado de ánimo. Toco mi rostro, me duele más el recuerdo que la quemazón que siento en la piel. Mis ojos se llenan de lágrimas al recordar lo que ocurrió hace unas horas atrás.

Una parte de mi corazón se rompió, nunca pensé que tanto mi padre como yo, llegaríamos a ese nivel. Cada uno defendió su punto hasta llegar a agredirnos, no solo de palabra sino. Físicamente. Esto me hace sentir como la mierda. Lo amo con todo mi corazón y todo esto es casi imposible de digerir. Junto los párpados, lucho contra las náuseas que queman mi garganta cuando repito una y otra vez la escena del altercado con él. Después de darnos nuestras respectivas bofetadas, entramos en el juego de no hablarnos. Tomé mis maletas y en todo el trayecto hacia el aeropuerto, no cruzamos ni media palabra. Nos sentíamos heridos y ofendidos. Siempre he pensado que soy una persona fuerte y capaz de manejar cualquier situación que se me presente. No obstante, qué equivocada estaba. No puedo comparar este nivel de dolor, me duele mucho.

Cuando llegué al aeropuerto, mis amigos me esperaban con la intención de desearme buena suerte y despedirse de mí. No soy tonta, sé que ellos se dieron cuenta de que algo no andaba bien entre mi padre y yo. Les agradezco enormemente que no me hicieran preguntas. Mi despedida con ellos fue algo fría, sin emoción, porque me sentía entumecida. Actuaba en modo automático, trataba de controlarme para no buscar su apoyo. No puedo ser egoísta y dejarlos preocupados. Lynn y Luccas son más que mis amigos, son mis hermanos por elección propia y si tengo que ahogarme en mi tristeza para que ellos no se preocupen, me ahogaré feliz.

Abordé el avión con miles de pensamientos en la cabeza. Sé que no debí de haberle levantado la mano a mi padre y me duele que me haya engañado sin necesidad. Mis palabras hacia mi maestra, las dije en el calor del momento, aunque eso no quita que haya reducido su personalidad a los calificativos despectivos como zorra o puta. Llevo mis manos hacia mi estómago, este comienza a dolerme. Trato de realizar una serie de respiraciones y hago lo posible por controlarme. Me siento rota. En parte es porque creo que mi problema con mi papá siempre radicó, en primer lugar, en su negativa en aceptar a Wrathly.

No logro entender su santa inquisición, sus preguntas y, sobre todo, su actitud. Siempre me instó a que hiciera cosas propias de mi edad, como divertirme y tener novio. Si nunca pude tener un novio, fue debido a varias razones, pero alegar que elegía a un chico ciego para que no se fijara en mis dimensiones, es algo totalmente tonto.

¿Acaso es Wrathly tan tonto como no darse cuenta de mi silueta cuando me abraza? ¿Acaso una persona que no tiene las siluetas establecidas por la sociedad debe de carecer de amor? La decepción que siento por los razonamientos entre mi padre y mi maestra, daña mi corazón. Un sollozo enjaulado se escapa de mí. Aunque no lo crea, me hace bien dejarlo salir. Sonrío con tristeza, cómo duele ser enjuiciada por mi papá y Mary. Me gusta Wrathly por muchas razones y aún estamos en pañales. Sé que podemos abrirnos paso a través de mi gordura y de su ceguera.

El problema entre Wrathly y yo, es mi temor en salir herida. Perderme en los caminos espinados del amor y que me abandone a medio camino. Una vez leí que amar es tirarse sin paracaídas, pero yo le tengo miedo al golpe. A eso se resume mi relación con él. También le puedo agregar mi temor a las futuras intervenciones de la víbora roja. Ella no me lo pondrá fácil. Más ahora que estaré en su territorio y estaré sola sin la protección de mis amigos.

Creo que, si mi padre estuviera aquí conmigo, me diría que le tengo miedo por su físico, ya que el mío es lamentable. Y eso no es verdad, mi temor radica en la gran influencia que ella tiene sobre Wrathly, quien la tiene sobre un pedestal que rivaliza con cualquier figura de la Virgen María. O tal vez mi progenitor en verdad tenga razón y solo niego lo evidente. Quizás es verdad que nunca podré conseguir a ningún chico por mi peso, y mi subconsciente eligió a Aiden porque en verdad no tendría problemas, pues sería imposible que me pudiera ver.

Tal vez terminaré como Adele: escribiendo, componiendo y cantando mis desastres amorosos. Tendré que organizar mi desorganizada vida para plasmarlo en mi disco y creo que sería de la siguiente manera: Mi primera canción será sobre mi novio, que no puedo llamarlo propiamente novio hasta nuevo aviso. Además, es mi rival en ganar la beca Perlman. La segunda canción será acerca de la disputa que tengo con mi padre debido a su nuevo amor, que no es nada más ni nada menos que mi querida maestra Mary, a la que siempre le he tenido un gran cariño y respeto. Ahora tengo la gran duda si su amor hacia mí fue sincero o no. La tercera será sobre mis deseos inhumanos por retener a los únicos amigos que he tenido. Sin importarme que ellos tengan todo el derecho de tomar su camino y realizarse. La cuarta será hacia la víbora roja y su anhelo por quitarme a mi pareja.

¡Ah! Pero, ¿cómo voy a olvidar a mi gran amigo, el señor Kauffmann? Mi canción hacia él será mi gran éxito. Me imagino que mañana bien temprano tomará un Pharisäer, que es una mezcla de ron, café y crema batida, junto con un Baiser-Käsekuchen, que es un pastel de queso, esperándome con mi currículo artístico, dispuesto a hacerme sentir inútil y sin ningún talento, como solo él lo sabe hacer.

—Hola, jovencita.

De repente, escucho una voz pausada, volteo mi cabeza para ver a una anciana que se encuentra a mi lado. Me saca de mis pensamientos, en donde mi padre, Kauffmann, Mady, mis amigos, mi profesara Mary y Wrathly, se disputaban el primer lugar. Ni siquiera me di cuenta de que se encontraba a mi lado.

—Hola —susurro.

En estos cincuenta minutos de vuelo, deseo hacerlo en el más sepulcral de los silencios. La señora de aspecto frágil, cabello gris y de muy baja estatura, que bien podría pasar por una persona enana, me pasa una revista.

—¿Tendrías la gentileza de leer este artículo? —Pone la revista abierta entre mis manos—. Me gustaría saber cuál es tu opinión.

Niego, no deseo hacerlo, pero no quiero ser grosera.

—No te dejaré en paz en todo este vuelo, si no haces lo que te pido. —Me guiña el ojo—. Tienes un rostro muy dulce para hacer sentir mal a esta vieja senil.

Agrando mis ojos y mis mejillas arden en vergüenza, porque eso es precisamente lo que anhelo hacer, decirle que me deje en paz porque lo que hace es considerado en muchos países como acoso y violación al espacio personal.

Tomo el papel y leo bajo la mirada anhelante de mi compañera de vuelo.

"Un gimnasio puso un anuncio espectacular que decía lo siguiente: ¿Qué quieres ser? ¿Sirena o ballena?

Una mujer les envió su respuesta por correo electrónico: Ayer vi un cartel con una foto de una chica en un escultural bikini y con la frase de este verano, ¿qué vas a ser? ¿Sirena o ballena? Respuesta: Las ballenas están siempre rodeadas de amigos. Las ballenas tienen una vida sexual activa, quedan embarazadas y tienen hermosos cachorros. Las ballenas amamantan. Las ballenas están por ahí recorriendo los mares y conociendo lugares interesantes, como la Antártida y los arrecifes de coral de la Polinesia.

Las ballenas tienen amigos delfines. Las ballenas comen camarones a dos manos. Las ballenas tiran chorros de agua y juegan mucho. Las ballenas cantan muy bien. Las ballenas son enormes y casi no tiene depredadores naturales. Las ballenas están bien resueltas, son hermosas y son amadas.

En cambio, las sirenas no existen. Si existieran, vivirían en crisis existencial: ¿Soy un pez o un ser humano? No tienen hijos porque matan a los hombres que están encantados por su belleza. Su reproducción sería como los peces, sin contacto físico, sin amor. Son hermosas, pero viven tristes y solas por siempre...

Estimado Gimnasio, ¡prefiero ser una ballena!".

Según termina el artículo, al día siguiente, el gimnasio eliminó la publicidad. Le paso la revista con una tímida sonrisa. No deseo darle mi opinión; sus ojos brillosos me dicen que espera que le diga algo. Mi padre me enseñó que no debo, bajo ninguna circunstancia, ser grosera con nadie y mucho menos con una persona mayor.

—¿Qué te pareció el artículo, jovencita? —Sonríe con timidez, me deja ver sus perfectos dientes blancos, que a lo mejor son parte de una dentadura postiza—. Pero antes de que me contestes, permíteme decirte que son míos.

—¿El qué? —río con una mezcla de miedo y vergüenza.

—Sé que pensaste que tengo una dentadura postiza. Pero no es así, son míos. —Vuelve a esbozar una sonrisa, así me quiere demostrar su punto, y coloca su dedo índice en sus dientes delanteros para darse ligeros toquecitos—. No todas las personas mayores pierden sus dientes.

Mis ojos se abren de golpe y tengo que apretar mis labios para no dejar escapar una tremenda carcajada que burbujea feroz por mi garganta. Sin embargos, mis intentos son inútiles, termino riéndome.

—Tienes una hermosa sonrisa, jovencita. Por cierto, mi nombre es Julie Schütz.

La señora Schütz extiende su mano, así que no me queda de otra que continuar con la conversación, mientras le estrecho la palma.

—Mi nombre es Peach Hoop, un placer en conocerla, señora Schütz.

—¿Te llamas como la princesa de Mario Bross? —curiosea, extrañada. Es la primera vez que una persona mayor relaciona mi nombre con el de ese personaje.

—La elección de mi nombre no tuvo nada que ver con la princesita que rescata Mario. —Un suave gemido escapa de sus labios.

—O a lo mejor te pusieron ese nombre porque eres tan dulce como esa fruta.

—No se vaya a confundir con mi nombre. —Me acomodo en el asiento, tal vez así deja de hablarme.

—Pues lo mismo te digo, que sea vieja no significa que no esté al tanto de lo que estuvo, está o estará de moda.

Julie me ve a través de sus pestañas y siento que mis mejillas arden debido a la vergüenza. No sé por qué le respondí de esa manera, muchas veces contestamos o reaccionamos sin medir nuestras acciones. Ella, de una forma bastante ágil y rápida para su edad, toma mi mano entre las suyas. En verdad no me gusta que me toquen sin mi consentimiento. Sin embargo, al ver su gran sonrisa, se lo dejo pasar.

—Ustedes los jóvenes siempre andan ensimismados, pensando y... Pensando en cosas. —Hace una pausa—. Cuando era joven, evitaba pensar demasiado, siempre he creído que lo que tiene que pasar, pasará queramos o no. —Muevo mi mano, quiero retirarla, pero la agarra con fuerza—. No sé quiénes sean esas personas que estabas mencionando. Lo que sí sé, es que ellos te están robando un tiempo valioso.

La contemplo, esta no será una de esas historias que las personas cuentan en sus redes sociales, en que una pasajera le da una lección de vida y toda la cosa. No conozco a Julie y no acostumbro a entablar conversaciones con extraños bajo ningún motivo, sean estos ancianos o niños.

—¿Por qué quiso que leyera ese artículo? —Es mejor irme por la tangente a tener que darle explicaciones. Me siento incómoda y lucho para no terminar siendo grosera.

—Mi hija Sally desde pequeña fue muy competitiva y perfeccionista. Eso lo heredó de su padre. —Sonríe al recordar no sé qué—. Siempre vivía presionándose a sí misma hasta alcanzar una perfección que no existe.

En mi cabeza suenan las alarmas de alerta. No quiero pensar que la anciana Julie es de esas que cuentan anécdotas de su vida por horas a cualquiera que le quede al lado.

—¿Por qué tienes esa expresión, Peach? —Arquea una ceja—. Yo no soy de esas ancianas dementes que andan de parlanchinas contando sus vivencias a todo el mundo.

—Yo no he dicho nada —me defiendo y sudo la gota gorda, ¿será que ella puede leer la mente? Ay, no—. Deje de imputarme cosas.

—Lo digo porque eres de esas personas que lo que piensan, lo reflejan en la cara —replica—, y tienes una expresión de "como si yo te fuera a torturar".

—Me contaba de su hija Sally —musito para que continúe e ideo un plan para desconectarme cuando comience a hablar.

Sus cejas bajan y suspira un poco.

—Mi hija Sally hace tres semanas terminó suicidándose. —Sus palabras me dejan en shock, ahora mismo el gusanito de la culpa asoma su cabeza en mi conciencia—. No tienes que decirme que lo sientes. Fueron las tantas preocupaciones innecesarias que la condujeron a eso. En cambio, tú te sentaste sin mirar hacia los lados, bien podría tener un cuchillo en mano y hacerte daño; ni siquiera te hubiera dado tiempo a defenderte. Tienes la dicha de ir al lado de la ventana y, aunque es de noche, el brillo de la ciudad es hermoso desde arriba y solo has perdido el tiempo murmurando y sollozando tus problemas. —Para ser una anciana, tiene un oído biónico, o tal vez fui yo quien hablaba alto que no me di cuenta.

—Tengo muchas cosas en la cabeza —trato de excusarme.

—Al igual que mi Sally, ella nunca tenía tiempo para nada. —Su voz se desgarra y mi corazón da un vuelco. No sé qué me motiva a abrazarla, quizás es porque yo también lo necesito—. Querer complacer a todos no es bueno, querer ser perfecta tampoco, al final terminas dejando lo más importante atrás.

—¿Por qué terminó suicidándose?

—A mi Sally si algo se le entraba en la cabeza, era difícil persuadirla. Ella se enamoró perdidamente de un cazatalentos que no la amaba en realidad, pero que supo explotar en ella ese deseo de querer ser la mejor. Una revista de modas buscaba a un grupo de jóvenes con algunas características físicas muy específicas. Como si el agraciado físico estuviera estandarizado. No creo que mi Sally las tuviera todas, pero por complacerlo y satisfacer ese deseo tan suyo de querer abarcarlo todo, se introdujo en un mundo desconocido para ella. Mira, Peach, el mundo del arte y la belleza es sumamente engañoso, los halagos casi siempre no son reales y es sumamente difícil tener amigos cuando las lealtades tienen precio.

»Mi Sally se metió en algo que tiene vida propia, tuvo que moverse bajo la mirada de cientos de lentes de fotógrafos enfermos de vanidad. Ellos siempre le repetían que tenía que arreglarse esto y aquello si quería convertirse en la número uno, cuando la verdad es que ese puesto cambia al ritmo de cada pestañeo. No estoy en contra de la competición sana... ¿Cuál es así ahora? Toda competición ahora está plagada de engaños. Despierta y alimenta la envidia de las personas; en muchos casos, ensarta o vanagloria el orgullo y la presunción. Nadie quiere perder, todos queremos ganar. Solo tienes que ver cómo madres en la televisión les roban la infancia a sus hijos y los convierten en prototipos prefabricados de una industria dañina y barata. Queremos que se comporten como adultos, pero que tengan la frescura de la primera edad.

»En los concursos de talentos musicales o de belleza, esperamos las palabras desmotivantes de jueces que desconocen el esfuerzo que muchos que están allí, hacen. Me imagino que no es fácil pararse en una tarima frente a decenas de ojos y que te digan que no sirves. Yo no he visto un buen consejo que no esté escrito en el guion. Es más, me atrevo a decir que cuando encuentran un talento, no les tiembla el pulso para lanzarlos a los tiburones, si con esto se enriquecen, y eso mismo le pasó a mi Sally. Primero vino el cambio en su alimentación, pasó de ser una chica atlética a una esquelética. De poseer una belleza natural, a una superficial sacada de los más siniestros quirófanos. Nunca pudo ser la mejor, nunca pudo complacer a todos, ¿al final qué le quedó? Nada. No pudo aguantarlo más y terminó con su vida.

—¿Y qué pasó con su novio?

—Creo que te dije que él es un cazador de talentos. —Saca un pañuelo para secarse las lágrimas—. No digo que tal vez no le dolió su muerte, pero él debe de seguir buscando a ese talento escondido en cualquier lugar. Ese diamante rosa tan difícil de encontrar.

Me causa mucha tristeza la forma en que terminó la hija de Julie. Es cierto que, si miras con atención a tu alrededor, siempre habrá una persona con un problema más grande y complejo que el tuyo.

—¿Sabes por qué te pedí que leyeras ese artículo? —Mete su pañuelo en su bolso.

—Para decirme que es bueno ser ballena y no sirena —titubeo.

—No, para nada. —Niega con la cabeza, se ríe de mí—. Lo que pasa es que también estoy en contra de esa forma de ver las cosas, la obesidad saludable no existe. Lo recomendable es tener el peso que amerita tu cuerpo. Creo que esto es una forma de retar a la maquinaria de perfección que predica que siendo esquelética eres hermosa, pero, ¿es acaso tener esas libras de más, que te deforman y te encarcelan en tu propio cuerpo, la mejor solución para erradicar esa propaganda? Creo que nuestra sociedad ha perdido la visión de la palabra saludable. Creen que dejar de comer es bueno, siempre y cuando te veas sensacional o, por el contrario, los que están cansados de amoldarse a una sociedad insatisfecha, creen que comer en exceso y desfigurar su cuerpo, está bien porque van en contra del sistema. ¿Comer manzanas es malo? ¡Claro que no! ¿Comer una dona de vez en cuando es malo? Tampoco.

»Nada más hay que fijarse en los animales, ellos comen para sustentar su vida, no para guardarla y no comerla; ni cazan de más para comer como si no hubiera un mañana. También está el hecho de que las jóvenes de ahora ya no se enfocan en las cosas bellas que nos presenta la vida a diario. Viven obsesionadas con banalidades y dejan detrás los aspectos más bellos que tiene la vida. Te digo todo esto, es porque eres una joven muy linda; desde que te sentaste a mi lado sin decirme un «Hola» por cortesía, me preocupó. Y eso es otra cosa, ya la gente no desea que nadie le pregunte: «¿Cómo están?» porque sienten que están inmiscuyéndose en su vida. Y con eso no digo que debes de andar hablando con todo extraño que te salude. Lo que quiero decir, es que desconozco por lo que estás pasando, jovencita, solo no permitas que esas preocupaciones te roben las pequeñeces tan bellas que te quiere mostrar la vida. Es más, no me hagas caso y olvida mis palabras. Puede ser que me haya escapado de un manicomio y todo esto me lo haya inventado. Muchas gracias por tu tiempo.

La señora llamada Julie, cierra sus ojos con una sonrisa en los labios, mientras me deja a medio camino. Tal vez sea cierto que es una vieja demente y yo sea una estúpida que perdió su tiempo escuchándola. Me volteo cuando me doy cuenta de que no dirá nada más. De todo lo que me dijo, sacaré mis propias conclusiones. Debo de ponerme en forma para sentirme saludable, no para agradar a los demás, pues es imposible tener contento a todo el mundo. También no debo de preocuparme por las diferentes situaciones que se me presentan, lo que debe de ser, pasará quiera o no. Por ejemplo: la relación de mi padre con mi maestra Mary es algo de lo que yo no tengo el control, es su vida, no la mía. Cuando regrese, trataré de resolver mis cosas con papá. Deseo poder expresarle que no permitiré que ella viva en la casa que, a primera instancia, debió de vivir mi madre, mas no estoy en contra sobre que haga su vida y sea feliz. Y, si he de convertirme en hermana mayor, lo seré con gusto.

En relación con mis amigos, todavía temo que al final tomemos caminos diferentes. Unos que posiblemente no se crucen jamás. Sin embargo, ahora que lo pienso, me encamino hacia mi sueño y ellos me apoyan. Creo que, de una manera u otra, encontraremos el medio de estar juntos. Estaremos juntos, pero no revueltos, como repite Luccas. En mi caso con Wrathly y su dichosa amiga, tendré que aprender a manejarlo. De lo contrario, terminaremos las dos sin cabeza. No debo de permitir que ella se meta en mi cráneo, como yo no debo de interponerme en su amistad. Solo espero que esto no se quede en meros pensamientos. Y en el caso de Kauffmann y la beca, estoy comprometida en ganarla y debo de hacerlo porque así lo deseo. Y si no lo logro, algo he de hacer para inscribirme en esa academia. Tal vez termine encadenándome y amenazarlos que, si no me dan cupo, serán culpables de mi muerte. En fin, no debo de preocuparme por cosas que no puedo manejar de momento. Me acomodo para ver desde mi ventana lo diminuta que se ve Berlín desde aquí, con miles de luces que brillan, las cuales me dejan ver que esta ciudad es imposible que duerma.

Mi viaje es corto, dentro de poco caminaré por la terminal tratando de conseguir un transporte que me lleve a un hotel seguro. Mi temor es no terminar siendo secuestrada, pero eso es imposible. Entre mis pensamientos que se pierden entre luces, me encuentro ya fuera del avión con maleta en mano. Busco la salida. Antes de seguir por ese tramo, me despedí de Julie, le di las gracias por contarme parte de su vida. Ninguna de las dos nos pedimos el teléfono. Creo que deseamos quedarnos así, dos extrañas que hablaron porque la casualidad así lo quiso. Sin tener que forzar las cosas, tal vez nos volveremos a ver, tal vez no.

Llevo mi mochila entre mis hombros y arrastro mi maleta, me coloco en la puerta del aeropuerto de Berlín-Tegel, también llamado Otto Lilienthal, que es el principal de la ciudad. Las personas vienen y van, unos acompañados y otros solos, mientras que yo ando más perdida y desubicada que otra cosa. Respiro hondo y me repito que ya soy bastante grandecita para estar con ñoñerías e imaginarme situaciones que no ocurrirán, es imposible. Salgo para hacerle señas a un taxista, cuando veo mi nombre escrito en una cartulina. Al ver quién la sostiene, mi corazón se alegra. Nunca pensé que me alegraría ver a Akos... ¿Quién le dijo que vendría? No pierdo el tiempo y me acerco.

—¿Cómo supo que vendría? —Sonrío.

—Eso jamás se lo diré. —Toma mi maleta, pero al ver mi cara atónita, añade—: No me corresponde decirle cómo lo sé. —Al ver que me he convertido en una estatua de piedra, me sonríe de forma forzada—. Permítame preguntarle, ¿cómo estuvo su viaje?

—Eso jamás lo sabrá. —Achico los ojos, él asiente—. Tiene que llevarme a un hotel que sea barato, Akos, no cuento con mucho dinero.

—Descuide, tengo órdenes de llevarla a la residencia de los Rommel. —Trago en seco con miles de pensamientos estrellándose en mi mente. Akos empieza a caminar y yo me quedo tan tiesa como un muerto de tres días. Al ver que aún estoy en el mismo lugar, se gira.

—¿Le pasa algo? —inquiere, preocupado.

—Residencia Rommel... —Inhalo, temblorosa—. ¿Por qué va a llevarme allí?

—Porque la madre del señor Wrathly así lo dispuso cuando se enteró de que usted vendría.

Ok. La madre de Wrathly me mandó a buscar. Mi suegra me quiere conocer. ¿En qué rayos pienso? Medio sonrío, hago un esfuerzo sobrehumano en ponerme en marcha. Toso y aclaro mi garganta.

—¿Cómo supo la madre de Wrathly que vendría? —Mi corazón late demasiado deprisa.

—Cuando la vea, le puede preguntar —susurra con parsimonia. Se detiene para estudiar mi expresión durante unos segundos, pero en vez de darme una respuesta que calme los tambores desenfrenados de mi corazón, solo pone más angustia—. Ella le amará, solo que no se lo demostrará. No permita que la intimide.

La desazón que me mata por dentro, como si tuviera una soga al cuello, caminó hacia la salida y se marchó. Sacudo mi cabeza, quiero protestar. Como oveja al matadero, lo sigo hasta estar dentro de un vehículo. Bastante lujoso, por cierto. Recuesto mi cabeza en el asiento, un fuerte encogimiento me arranca un gemido de pesadumbre. No obstante, me obligo a recordar las palabras de Julie. No puedo comportarme como una niña pequeña, ni volverme loca por algo que aún no ha pasado. Mi estadía aquí en Berlín tiene un itinerario guardado. Así que Peach, veremos cómo te la empañas.

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