Schlammmädchen
Después del bochorno que pasé al salir de la oficina de la señorita Mary y convertirme en la burla de toda persona que fijó su vista en mis pantalones, me encuentro en el estacionamiento de la Matura. Tuve que cruzar todo el recinto en busca del baño perdido, secar mis pantalones, pero el daño ya estaba hecho, sin contar que recibí una dura reprimenda del profesor de historia, el señor Criptón.
A mi lado estaba la causante de mis desgracias, Lynn, quien después de mucho dialogar y debatir, comprendí que no tenía escapatoria. Tendría que participar en el dichoso concurso, me gustara o no. Así que decidí buscar amparo en los brazos de Luccas Toscani, mi otra alma gemela.
Conocí a Luccas cuando entró a la Matura. Hijo de padres italianos, que vinieron aquí a Vaduz porque su padre es el técnico principal de una empresa en expansión. Desde que llegó, causó sensación con su metro ochenta, ojos grandes y marrones, piel tostada, pelo castaño lacio, fino y algo ondulado. Aunque lo que mata de verdad a las féminas descoloridas de aquí, es su carita de pícaro.
A pesar de que posee todos esos atributos que revolotean hormonas, nuestro clic fue más fraternal. Además, tiene un coeficiente intelectual de 184, que bien lo he utilizado a mi beneficio en los exámenes diseñados para hacer explotar nuestros pobres cerebros. Mi Luccas desea especializarse en física cuántica y sé que llegará muy lejos.
Bien puedo asegurar que tiene un cerebro prodigioso, yo paso mis materias de física con A gracias a que copio de él, ¿dije eso? Me retracto, no copio, solo compruebo que mis respuestas estén correctas. Eso es la esencia del verdadero compañerismo: ayudar a tus amigos en exámenes demoledores.
—Entonces, ¿en qué te metió la stregacattiva? —pregunta Luccas y le lanza restos de galletas a Lynn. Pobre, la llama bruja. En cambio, yo le brindo un resumen del lío en que me metió nuestra queridísima amiga.
—Muérete, Pepe le Pew —masculla ella sin levantar la mirada de su revista—. Peach solo exagera como siempre.
Mi corazón se despega como una bazuca y los nervios me abruman. Llevo más de una hora buscando la inspiración que no quiere aparecer. Solo he podido escribir en mi I-Pad sesenta y cinco caracteres. Toda una hazaña de mi parte.
—Sabes, Pesca, la ignorancia de Lynn no tiene límites. El personaje de Pepe le Pew es francés y yo soy Made in Italy. —Mi amigo se encoge de hombros—. Pero lo hace porque se muere por escuchar que le diga: ¡Vive le amour! A mi pequeña adorada, esto es amor a primera vista, ¿no es así?
Luccas imita la voz del zorrillo enamorado, me causa mucha gracia, aunque por el ceño fruncido que tiene Lynn, creo que a ella no le hace tanto.
—Asino —le contesta con los dientes apretados. Sonrío, es que sí es burro.
—¡Oh! Ya veo que estás aprendiendo mi idioma. —Luccas le ofrece una sonrisa burlesca—. Déjame informarte, Cuore, que deberás de hacer la cola si deseas tenerme, no te daré un trato preferencial por ser mi amiga.
La relación de Lynn y Luccas de por sí, siempre ha sido explosiva. Se molestan todo el tiempo. Si alguien más intenta hacer lo mismo, se vuelven un frente unido. Sin embargo, por más que me guste ver sus melodramáticas peleas, tenemos una situación aquí, en donde necesito de su ayuda.
—¡Basta ya! —Cierro los ojos y tomo una respiración profunda—. Los necesito a los dos para que me ayuden con esto. ¿Pueden dejar de molestarse, aunque sea por un momento?
—Perdón, Pesca, ya sabes que Lynn quiere acaparar toda mi atención. —Luccas le saca la lengua a Lynn—. Mejor ve a buscarnos unos refrescos... mocosa.
Luccas la despide con un gesto muy aristócrata. Lynn ni se mueve, desde aquí puedo ver cómo su cerebro formula una oración que lo mandará a freír tuzas. Por eso junto mis manos en forma de plegaria, le imploro que lo deje pasar.
—Lo que calme tu llanto, Luccas —replica al levantarse.
Gracias a Dios que me hizo caso, Lynn es una fuerza imparable de la naturaleza. Ella me recuerda a la flor corazón sangrante: hermosa para la vista, pero peligrosa para quien la ingiere. Con su corte al estilo Pixie, morena de pies a cabeza, de ojos pardos y lengua viperina, pequeña de estatura, pero con una actitud más grande que Rusia, poseedora de un hermoso y tierno corazón, pese a que solo se lo muestre a pocas personas. Por eso me siento privilegiada de ser su amiga y no lo contrario.
La palabra exótica sería la que mejor la definiría. Entretanto, yo le hago honor a mi nombre. Soy casi metro cincuenta, mi melena es abundante y voluminosa de color castaño con toques claros. Mis ojos son verdes y grandes en forma de almendra que según dicen, eso es lo que lo hacen más llamativos. Mi piel es muy pálida, menos mis mejillas, ya que estas tienen vida propia. Mis labios son carnosos y rosados, nariz respingona y con bastante volumen, pues peso ochenta kilos.
—Tierra llamando a Pesca —me llama Luccas y toca mi hombro.
Parpadeo de regreso a la realidad. —Excúsame, Luccas, ¿me decías?
—Comencemos antes de que llegue Úrsula —se ríe sin humor—. ¿Cuál es tu motivación para concursar?
—¿Motivación? ¡Ah! Buena pregunta... ¿Cuál es mi motivación? —Entonces la respuesta surge de mi corazón e ilumina mi rostro—. Lo hago por mi madre.
Luccas espera que abunde más, su cara de decepción me lo confirma.
—Pesca, eso es muy simple, das asco.
No soy ninguna tarada, Luccas a veces se extralimita. Yo solo me limité a darle una respuesta puntual; si quería un discurso parlamentario, de esos que levantan aplausos y ovaciones, solo tenía que especificarlo.
—Gracias por matar mi inteligencia, Luccas —gruño—. Te concederé el honor de dar las últimas palabras en mi sepelio.
Gira los ojos antes de contestarme:
—Solo expláyate un poquito más, belleza.
Encojo mis hombros, derrotada. Me siento inestable, preocupada, ansiosa y toda culpa de Lynn. Contemplo el cielo, busco guía divina. Solo recibo un fuerte dolor en la pierna izquierda.
—¡Ay! —Dirijo mi mirada hacia la zona afectada. Luccas me propinó un doloroso pellizco que casi me arranca la piel—. No seas bruto, Luccas.
—Solo así te saco del hoyo negro hacia donde estás dirigiendo tus pensamientos.
—Estoy nerviosa y, por tu culpa, adolorida. —Hago un puchero—. Voy a escribir que mi motivación para ganar la beca Perlman es porque quiero cumplir el sueño de mi madre.
—No lo siento convincente. —Piensa antes, luego me dice con una radiante sonrisa—: Diles que quieres hacerte la bariátrica.
—¡Estás loco, estúpido! —Lo golpeo.
—Bellezza, debes de relajarte, pareces una cuerda de chitarra, por lo tensa que te ves. —Agacha la cabeza, trata de esquivar mis golpes—. Vamos a relajarnos, acércate y abrázame, tus ojos me lo piden a gritos, mientras te explico lo que tienes que escribir.
Cuando Luccas se pone en modo zalamero, sé que no hay mujer en la tierra que se resista. Y, aunque lo quiero como a un hermano, no soy inmune a todos sus encantos. Abre sus brazos para darme cobijo, me recuesto con una sonrisa.
De inmediato, escucho el cuchicheo de algunas chicas. Sé que tendré que saber de magia negra, conjuros o maleficios, para que un chico como Luccas sea mi novio. Mis conocimientos en brujería son nulos. Provocarlas hasta rabiar es lo único que sé, dado que tengo un doctorado en ese ámbito. Por eso me inclino un poco más, descanso mi cabeza en su pecho.
—Ya verás, cuando menos lo esperes, ¡boom! Te llega la inspiración... —Coloca un tierno beso en mi cabeza.
No le pongo mucha atención a mi amigo, estoy en mi modo de zorra. Cuando voy a pedirle que rebobine todo lo que me dice, escucho el rugir de un carro. En fracción de segundos, mi ropa se empapa de una mezcla semilíquida de agua y tierra.
Se me escapa un grito de espanto, creo que tragué algo de lodo. Soy todo un espectáculo, puedo escuchar risas y burlas volando hacia mi dirección. A Luccas le tocó muy poco, me llevé la mayor parte.
—¡Oh, morisco!
—¿Qué? —Observo hacia la izquierda, solo está Janet, la chica de química. Luccas no tiene remedio—. Serás tarado, no me interesa ver a Janet cuando acaban de convertirme en MudGirls.
—¿De qué hablas? Serás miope. —Sacude su cabellera y trata de protestar—. No entiendo su estúpida idea de que todos nuestros suspiros son por ustedes. —Me señala con el dedo—. Mira la máquina que nos chapoteó de lobo.
—¿Cuál? ¿Eso? —inquiero, escéptica.
—¿Estás loca? —Me ve como si estuviera loca—. ¡Es Audi R8 Coupe, mia madre!
Ahora es mi turno de girar los ojos.
—Me importa un bledo, "eso" acaba de mojarme.
—"Eso", como tú lo llamas, puede atropellarme si quiere.
Primero me hago pis en los pantalones, ahora estoy llena de lodo. Cubro mi cara con mis manos con restos de tierra. Esto no me puede pasar.
—Parece que alguien saldrá del auto, si tengo suerte, a lo mejor es Mónica Bellucci.
—Qué importa quién sale, mira cómo estamos.
—Mi atractivo no se minimiza porque esté un poco sucio, es más, me da un toque de hombre trabajador.
Luccas está poseído por el dios de la fascinación automovilística. No obstante, la justicia divina viene a mi rescate. Sale un tipo lo más parecido a Tommy Lee Jones.
—Lo lamento mucho —se disculpa el señor.
—Descuidé, no fue para tanto —comenta Luccas, le quita la importancia a mi atropello.
— Difiero de usted, señor. —El sujeto se quita sus lentes de sol—. No calculé bien la velocidad. ¿Cómo puedo remediar mi error? —exhala muy apenado.
—¿Qué tal si nos da un paseo en su Audi?
Los ojos de Luccas se prenden como árbol de Navidad por la expectación. El señor se ríe ante la propuesta de mi amiga.
—Excúsenme, chicos, no me presenté como es debido. Mi nombre es Akos Bodrogi, trabajo para la familia Rommel.
El señor Bodrogi le extiende la mano a Luccas.
—Luccas Toscani a su servicio.
—¿Y la señorita? —Ahora se fijan en mí, grandioso. Enmudezco del coraje.
—Mi amiga se llama Peach Hoop.
El señor Bodrogi se queda pensativo al escuchar mi nombre. No es el primero que se impresiona con mi nombre.
—Creo que su petición está en manos de los señores Rommel, joven Toscani —dice con voz conciliadora mientras saca su billetera—, pero puedo ofrecerles quinientos francos suizos en compensación.
Mis ojos se agrandan casi hasta el punto del dolor. En mi cabeza suena la canción Rich Girl en voz de Gwen Stefani. Empaparme de lodo por quinientos francos, ¡excelente! No soy amante del dinero, pues no me considero una chica materialista. Sin embargo, soy una chica realista, y sé que con ese dinero me compraría uno que otros caprichos. Lo tomaré todo, soy la que se embarró más, en todo caso. Merezco ser indemnizada.
—No se preocupe, señor, no lo necesitamos. —Le sonríe Luccas. Ahora pretende ser el caballero honorable.
—¿Puedo opinar? —protesto.
—Insisto, señor Toscani.
El señor Bodrogi pone los quinientos francos suizos en el aire. Prácticamente me pongo bizca.
—No se diga más, no vamos a acertarlo. —Aprieto los dientes de pura frustración. Mejor que Luccas cierre la boca—. ¿Verdad, Peach?
Ahora tengo dos pares de ojos a la espera de mi respuesta. Afirmo con la cabeza dándole la razón a Luccas. Siento ganar de llorar.
—Me hubiera gustado que aceptaran mis disculpas. —El señor guarda el dinero —. Espero que nos volvamos a ver en otras circunstancias más favorables. Con su permiso.
Y así de fácil se van mis quinientos francos suizos, me dejan triste y abatida.
—¡¿Contento?! —ladro casi a punto de llorar.
—¿Qué te pasa? —pregunta, confuso. Como por arte de magia, cae en cuenta del porqué de mi enojo—. ¿Estás así por el dinero?
—A veces puedes ser un verdadero tormento, Luccas. —Lo fulmino.
Me aparto de mi amigo e intento quitarme inútilmente el lodo de mi ropa. Hace lo posible por tocarme, pero lo esquivo. Entonces comenzamos una lucha de miradas.
—Payaso —escupo.
—Mujerzuela —contraataca.
—¿Qué les pasó? —Lynn nos mira petrificada por nuestro aspecto. Trae consigo una bandeja de refrescos en sus manos.
—Tuvimos un pequeño contratiempo; se puede saber, ¿por qué tardaste tanto, strega?
Lynn levanta una ceja, para luego contestar: —Me tomé mi tiempo, chico fango.
—Esa respuesta te saldrá caro, "Alegría".
Luccas le gusta llamarla Alegría, que es la protagonista de la película animada Intensamente. No puedo contener la risa, aunque a Lynn no le hace mucha gracia. Ella lo observa, pone sus labios en la pajita y absorbe su refresco. Con su otra mano levanta su dedo mayor y le da la señal universal de jódete.
De repente, Luccas se abalanza sobre Lynn y le da un estrujón, le ensucia su camisa de paso. Me pregunto, ¿cómo Luccas pasó el KinderGarten? Empieza a huir sin recordar que ella tiene muy buena puntería. Mi amiga le conecta un zapatazo en la espalda.
En conclusión: ella me apuntó como aspirante para ganar una beca elitista. Me oriné en los pantalones, me convertí en la chica lodo y perdí quinientos francos suizos en el proceso. Sé que soy la envidia de toda chica aquí en la Matura. No veo la hora de regresar a casa a preparar un ensayo que ni sé bien por dónde comenzar.
Glosario
Pepe Le Pew: es un personaje de las series de dibujos animados de la Warner Bros, Looney Tunes y Merrie Melodies, introducido por primera vez en 1945. Representado como un mofeto francés, Pepé está constantemente en busca de amor y aprecio
Flor Corazón Sangrante: es una planta herbácea rizomatosa. Las flores son su mayor atractivo, tienen forma de corazón de 3 a 5 cm de largo, de color entre rosa y magenta para la zona acorazonada y blanco para la especie de gota descendente,
Úrsula: es la villana de la película la Sirenita Ariel.
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