Interview

Camino por el pasillo con el corazón en las manos, mis rodillas tiemblan como gelatina. Me paro en seco, de seguir así no llegaré a la audición. Respiro rápido, cierro los ojos.

Mi corazón da un vuelco al sentir unas manos en mi espalda. No me di cuenta de que mi padre estaba detrás de mí; se inclina para susurrarme en el oído que todo saldrá bien. En respuesta, solo puedo sonreírle.

Antes de entrar, enderezo mi postura y miro por última vez a mis amigos. Lynn levanta sus pulgares. Luccas me lanza un beso como si fuera una reina de belleza. Niego con la cabeza y me río. Al entrar al salón, cinco personas sentadas detrás de una larga mesa llena de papeles que se intercambian entre sí, discuten en voz baja.

-Hola -digo nerviosa.

Me siento como si fuera Alex Owens, la protagonista de Flash Dance, en la escena en donde es recibida por los jueces y críticos de la academia de baile. Ellos siguen concentrados en su intercambio de papeles que ni se han percatado de mi presencia. ¿En qué lío me metió Lynn? Aparento limpiar mi garganta para llamar su atención.

- Soy Peach Hoop -añado.

-Sabemos quién es usted, señorita.

Un señor de unos sesenta años, con un corte de pelo estilo buzz medio canoso, ojos azules y mandíbula firme, es el que contestó. Es el más alto del grupo y eso que está sentado. Toma un papel entre los miles que tiene, lo revisa varias veces, lo sé porque sus pupilas se mueven con celeridad. Levanta su vista a través de sus lentes inclinados hacia delante y los endereza para darme una mirada de desaprobación.

-Cambie, por favor, esa mirada de temor. -Todos se ríen en complicidad-. Usted es Peach Marie Hoop. -Entrelaza sus manos antes de continuar-. Estoy impresionado con la elección de su nombre.

«¿Me lo habrá dicho en son de burla o me lo habrá dicho en son de sinceridad?».

-Impresioné a mis padres desde el principio -le contesto un poco jocosa-. Un nombre único para su niña especial.

-Pues espero que nos pase igual a nosotros. -Entrecierra los ojos-. No venimos desde tan lejos a debatir la elección de su nombre, señorita.

Mis manos comienzan a temblar por la intensidad de su mirada, me tomó varios segundos darme cuenta de que no respiraba. Me obligo a tragar, con esfuerzo, saliva para mojar mi garganta, este tipo es un iceberg.

-Mi nombre es Albert Bertolt Kauffmann. Soy el responsable de elegir en este circuito a la persona idónea para optar por la beca Perlman en todas las modalidades artísticas. Permítame presentarle a mis colaboradores: Anjhali Mulay, pianista de fama mundial que ha deleitado a miles de personas, inclusive hasta a la realeza. Junto a ella, Daisuke Kiyoko, bailarina de ballet nacional de Zúrich. A mi izquierda se encuentran la respetable dama, Iluminada Corsini, directora de la Real Academia de Música de Londres. Y, por último y no menos importante, sir Luke Lipowsi, uno de los músicos predilectos de su Alteza Serenísima, el Príncipe Juan Adán II, soberano de Liechtenstein.

Sudo en frío; me siento un poco intimidada por estas personas. Los saludo a todos con la mano, un poco tímida. Aunque mi mirada se queda clavada en Iluminada Corsini. Ella será mi directora cuando gane la beca.

-Si yo fuera usted, quitaría esa cara de asombro. -Arruga la frente-. Le sugiero que se enfoque en mí. Según las recomendaciones de su profesor Garret, es usted poseedora de una voz excelente, ¿está en lo cierto?

Con rapidez, alejo la mirada. Mis mejillas arden. Es un momento de incómodo silencio.

-¿Sabe usted a lo que vino?

Este señor no conoce que, para un simple mortal como yo, el estar cara a cara con nada más ni nada menos que con la directora de la academia de tus sueños, es algo emocionante e intimidante a la vez.

-Disculpe, señor Lauffmann.

-¿Sufre usted de problemas de audición, señorita Hoop? -Parpadea-. No me gusta repetir mis propias palabras. Además, es Kauffmann, no Lauffmann. Muestre un poco más de atención, señorita.

Mis ojos inspeccionan el suelo, trato de pensar en una excusa. Esto no está saliendo como pensé que sería.

-Perdóneme, señor Kauffmann -admito, apenada-. Tiene razón, no le presté la atención que se merece. Lo que ha pasado, es que me he quedado impresionada al conocer a la directora de la Real Academia de Música.

La cara de la señora Corsini se ilumina. Me sonríe y asiente con la cabeza.

-Deje los halagos para otro día y mejor concéntrese. -Se remueve en su silla para hallar una mejor posición. Deja pasar como unos treinta segundos, le da a su silencio un toque de suspenso-. Tengo ante mí la espinosa tarea de realizarle unas preguntas, con sus respuestas nos ayudará a tomar la decisión correcta. -Levanta su dedo y toca la punta de su nariz-. Señorita Hoop, puede explicarnos, ¿qué es un sueño?

No entiendo por qué el señor Kauffmann es tan arisco. Me miro las manos, creo que tal vez lo hace para intentar intimidarme. Lo siento mucho por él, pero si me presenté, es porque me interesa ganarme la beca.

-¿Por qué la pregunta? -respondo un poco intrigada.

-Es una pregunta bastante fácil. -Medio se burla de mí-. El tiempo corre en su contra, señorita Hoop, le insto a que no desperdicie su tiempo. Da la impresión que se ahoga en un vaso de agua.

Lo miro por un largo momento, antes de sacudir la cabeza.

-Con todo el respeto que usted se merece, señor Kauffmann, no entiendo su pregunta.

Parece que no le gusta mi contestación y busca algo en la mesa de forma apresurada. Se le ilumina el rostro cuando encuentra el papel que anhelaba.

-Como guste, señorita, me tomé el atrevimiento de buscar una palabra que sobresalió en su escrito. Leo textualmente para usted: «Sueño; cosa que carece de realidad o fundamento y, en especial, proyecto, deseo, esperanza sin probabilidad de realizarse». -Suspira hondo-. ¿Eso es lo que piensa, señorita Peach, que todo esto es parte de un sueño?

Mi corazón late como un bendito tambor y por alguna extraña razón, mi voz no me funciona. Aquello le da la oportunidad a Kauffmann de despedazarme.

-Usted me hace recordar las palabras de Thomas Fuller: «La astucia puede tener vestidos, pero a la verdad le gusta ir desnuda». -Guarda mi hoja en una carpeta-. El año pasado nos llegó una carta similar a la suya. La misma temática de siempre: Muerte de algún familiar, deseo de querer cumplirlo en pos del fallecido, etcétera, etcétera. Una pregunta, ¿su madre en verdad está muerta?

Lo observo, trato de encontrar algo en su expresión. No me gusta para nada su mirada burlona, esto hace que mi enojo crezca a cada segundo. Lo que me acaba de insinuar es inaudito y humillante. No pienso tolerarlo.

-¿Insinúa que haya inventado la muerte de mi propia madre para causarles lástima? -Aprieto los dientes y levanto la voz-. ¿Con qué derecho me acusa?

-No sería ni la primera ni la última persona que recurre a ese tipo de artimañas -habla con sequedad-. Y le sugiero que modere su tono de voz al dirigirse hacia mi persona.

Me da coraje e impotencia sus palabras. Me siento bastante decepcionada por esta audición, lo que si tengo claro es que nadie tiene el derecho de acusarme o insinuar que uso la muerte de mi madre como comodín para despertar lástima.

-Con todo el respeto, señor Kauffmann. -Levanto mi mano para enumerar-. En primer lugar, usted a mí no me conoce. Segundo, desde que entré aquí no ha dejado de cuestionarme. Tercero, tenga la seguridad sobre que, para lograr lo que deseo, no tengo que caer tan bajo como inventarme la muerte de mi propia madre. Le exijo una disculpa.

Saltan chipas entre el señor Kauffmann y yo, aunque su mirada penetrante me cala hasta los huesos, no aparto mi interés del suyo.

-Señor Kauffmann, le pido, por favor, que se modere -interviene la señora Corsini con voz conciliadora-. Señorita Hoop, permítame informarle que ninguno de los que estamos aquí, aprueba el comportamiento del señor Kauffmann. Usted vino aquí con la intención para que la tomemos en cuenta para que opte por la beca Perlman. ¿Podría interpretarnos la canción Hello de Adele? Creo que es una canción bastante conocida.

Asiento para confirmarle a la señora Corsini que puedo interpretarla. Junto los párpados para calmar mi corazón y alejar el coraje que siento. No puedo estar tensa mientras canto. Miro a la señora una vez más, ella me sonríe y mi pequeño órgano salta de emoción. Es como si ella me brindara la oportunidad de callar de una vez por todas al señor Kauffmann. Una ola de calidez fluye a través de mí.

Me acerco un poco más, este es el momento de lucirme. Le demostraré al irritante de Kauffmann que tengo talento de sobra. Enderezo mi postura y cierro mis ojos, es mejor así. Relajo mis cuerdas vocales, pero antes tomo una última respiración antes de comenzar a cantar.

Hello, it's me

I was wondering if after all these years you'd like to meet

To go over everything

Me pierdo en cada estrofa, le pongo en cada palabra mi corazón. Le doy a cada fragmento la intensidad que merece. Sin embargo, cometo el gran error de abrir los ojos para enfocarme en la persona menos indicada. El señor Kauffmann mantiene su barbilla apoyada en su puño, finge un bostezo. Junto una vez más los párpados, pero el daño ya está hecho, dejo de cantar de manera abrupta.

Se hace un silencio incómodo, y es el señor Kauffmann quien habla primero.

-Mucha espuma y poco chocolate. -Vuelve a sacar mi hoja de la carpeta-. Según esta recomendación que la describe como un prodigio del canto, es una falsa. En mi opinión, usted solo nos hizo perder el tiempo.

-¡Señor Kauffmann! ¿Qué manera de expresarse es esa? -le reprocha la señora Corsini-. A mi parecer y, en otras circunstancias más favorables, lo hubiera hecho mejor.

Este comentario suscita una pequeña discusión entre la señora Corsini y el señor Kauffmann. Mis ojos se llenan de lágrimas por la impotencia que me embarga. Nunca me he sentido tan humillada. No deseo permanecer aquí ni un minuto más, con pasos decididos llego hasta la mesa para arrebatarle mi hoja de sus manos.

Él se sorprende ante mi arrebato, pero me vale mierda lo que pueda pensar de mí, mucho antes de conocerme me la tenía jurada sin razón. Ese pensamiento me hace sentir enferma. Les doy la espalda a todos ellos. Que se queden con su estúpida beca clasista.

Con pasos apresurados me dirijo hacia la puerta.

Me tiemblan los labios, mis lágrimas manchan mis mejillas de dolor y pena. Cada centímetro de mi corazón está roto, escucho cómo la señora Corsini me llama con vehemencia. Me paro para girar el manubrio, trago saliva para terminar sorbiendo por la nariz. Después de un momento de vacilación en donde moví mi cabeza hacia atrás, aún están debatiéndose. ¿En realidad no soy tan buena como pienso que soy? No, no debo de pensar eso. Abro la puerta para cerrarla de un portazo.

Mi padre y mis amigos se levantan, dejan atrás una conversación muy animada, en sus ojos se refleja la preocupación por mi estado. Mi cuerpo se sacude mientras otro sollozo surge de mi garganta. Corro por el pasillo, ignoro las voces de mis amigos y hasta de mi papá.

Necesito salir de aquí, esta sensación de dolor por la humillación que acabo de pasar me ahoga. Corro hasta el estacionamiento, saco las llaves de la titi y pongo el auto en marcha sin rumbo fijo.

Mi padre que tome un taxi o que Lynn me haga el favor de llevarlo a casa. En estos momentos deseo estar sola, en un lugar solitario para poder gritar, retorcerme y lamentarme. Mi móvil no deja de vibrar, no pienso contestar.


He perdido la cuenta de las vueltas que he dado después de salir hecha un asco de la entrevista. Recuerdo que tomé la calle Land, luego giré hacia la calle Zoll, llegando hasta la rotonda. Giré a mano izquierda y tomé la calle Rhein, hasta llegar al viejo puente Rin.

El puente Rin fue construido en 1870, con sus 135 metros de largo aún mantiene el atractivo de provocar admiración. Eso lo confirma la gran cantidad de turistas que vienen cada año a verlo. Estaciono en el parqueo, tomo mi móvil con mi visión borrosa. ¿Por qué ese hombre fue tan cruel conmigo?

Me atraganto con un sollozo ahogado al recordar lo que pasé en esa audición. Mi cuerpo vuelve a sacudirse, mis piernas se niegan a moverse. No sé qué hacer. Miro hacia el cielo; la sal de mis lágrimas llega a mi boca. ¿Cómo se atrevió a insinuar que me valgo de la muerte de mi madre para ganar esa estúpida beca?

Empiezo a dar pasos sin rumbo fijo. Al caminar, me siento como si un impostor estuviera en mi cuerpo. Veo sin prestar atención a nada, de vez en cuando me topo con algunos turistas, artistas o familias que vienen aquí para buscar un respiro. Elijo un lugar cerca del puente, el sonido del río me saca de mi aturdimiento.

Su fluir armonioso me ayuda a dejar salir toda la tristeza que me embarga. Libero toda mi frustración, me abrazo tratando de consolarme. No puedo detener mis lágrimas, mi estómago gruñe en protesta. No sé por cuánto tiempo lloro, las dejo salir. Lo único que sé es que me duele mucho la garganta cuando termino de lamentarme.

Levanto la vista para ver cómo se besa el cielo con las montañas de San Galo. Una brisa fresca bate algunas ramas de algunos árboles. Nunca debí de aceptar participar en esa estúpida beca. Saco mi reproductor de música y al hacerlo, me recuesto en la fría hierba. Busco una canción que sea afín a mi estado de ánimo. Lonely Day de System of The Down es la ganadora.

The most loneliest day of my life...

Suelto una leve respiración al finalizar la canción. El efecto que me produce la música es increíble, combate la tristeza con su suave melodía... cuando las preocupaciones asedian la mente, las apacigua con un ritmo.

La música es así, remedio de los males, el inicio expresado de los sentimientos.

Vuelvo a buscar otra canción, escojo Welcome to My Life de Simple Plan. La actitud de señor Kauffmann me superó con creces, no debí de permitir que su mala vibra me afectara de esta manera. Me dejé manipular por el ayudante del mismo demonio.

Una melodía conocida me saca de mis cavilaciones, aguzo el oído hasta que ejerce de mi mente la autoría de la canción. Escucho I don't want to miss a thing de Aerosmith. La voz de Steven Tyler es sustituida por los vibratos de un violín. Sea quien sea que la está tocando, sabe muy bien lo que hace.

Comienzo a tararear la canción, es una de las favoritas de Luccas. Al finalizar, la sustituye por Fix you de Coldplay. Me levanto como un resorte, me dejo guiar como si fuera una polilla hacia la luz. Con cada paso que doy, me acerco al originador de tan buena interpretación.

Me detengo a unos cuantos pasos, un chico vestido por completo de negro, vuelve a tocar la canción. De verdad que tiene talento, de su violín satura el aire con un sonido hermoso casi perfecto. A medida que transcurre su interpretación, me deja cada vez más impresionada.

El arrebato con que siente la música y expresa las emociones de la melodía, me cautiva. Palpa como nadie cada nota, me deja sin aliento. Hace un movimiento que provoca que algunas hebras de su cabello salgan disparadas. En ese momento me doy cuenta de que sujeta su pelo azabache con una gomita, que su piel es pálida y reflexiona los brazos de una manera que me hace sonrojar.

Lights will guide you home. And ignite your bones. And I will try to fix you...

Aparto la mirada por la vergüenza muda por pensar ciertas cosas a raíz de examinar el físico de un perfecto extraño. Sin embargo, vuelvo a contemplarlo, es difícil para mí no hacerlo. Cuando termina su interpretación, sin pensarlo siquiera, lo aplaudo por varios segundos.

-Gracias -me dice el violinista.

La burbuja en la cual estaba se revienta, contengo la respiración y mi corazón late como un maldito tambor.

¿En qué rayos estabas pensado, Peach?

El chico inclina su cabeza hacia los lados, lleva unos lentes oscuros, pero no es impedimento para notar que tiene el ceño fruncido.

-¿Quién eres? -resuella-. ¿Qué haces aquí?

No digo nada, por alguna extraña razón, enmudezco. Doy un paso hacia adelante, pero me detengo asustada, abro la boca y la vuelvo a cerrar. El chico esboza una sonrisa triste hacia mí. No entiendo mi actitud, mi cerebro se niega a cooperar.

Me obligo a acercarme para pedirle una disculpa por mi estúpido comportamiento y felicitarlo por su interpretación. Al caminar no me fijo bien, doy un paso en falso perdiendo así el equilibrio. No me da tiempo de amortiguar mi aparatosa caída con mis manos y doy vueltas por la hierba hasta que mi cabeza choca con una pequeña piedra.

Llevo mis manos hacia la zona, trato de calmar mi dolor. Mi labio inferior me tiembla y mis ojos se inundan de lágrimas sin derramar. Intento levantarme, pero me duele todo. Me doy la vuelta, aunque al hacerlo, siento una quemazón en las rodillas, a lo mejor me las raspé al caer y girar por la hierba.

Le doy una mirada suplicante al chico del violín, ni se inmuta. Resoplo molesto por la nariz, pese a que necesito ayuda. Tal vez por esta caída me quede parapléjica de por vida. Él debería de llamar a los paramédicos, extiendo mi mano para que me ayude.

- ¿Sigue aquí? -pregunta sin moverse de su lugar.

¡Será cretino!

Me levanto del piso con hierbas en las manos. Muerdo mi labio inferior al hacerlo, me escuece las palmas y rodillas. Mi dignidad está herida de muerte.

-Claro que estoy aquí, solo estaba examinando la composición del suelo. -Suelto una risa seca, destilo mi mal humor y quito el polvo de la ropa-. Y gracias por la ayuda.

-No sé por qué está de ese modo. -Sacude la cabeza-. Al principio pensé que era una muda loca, aunque me doy cuenta de que me equivoqué en lo de muda.

-Para que lo sepa, yo también me equivoqué. -Trato de dar un paso, pero me duelen las rodillas-. Acabo de tropezarme y usted no tuvo la gentiliza de auxiliarme.

-No es mi culpa que no se fije por dónde camina -replica y encoge los hombros-. Además, no la vi caer.

-¡¿Qué no vio?! -Me indigno y muevo con frenetismo mis brazos-. No se haga el ciego.

El violinista hace una mueca de dolor antes de interrumpirme.

-No me hago, nací ciego y antes de que prosiga con sus berrinches... -Me da una sonrisa destructiva que barre mi rostro-. Si usted tiene energía como para despotricarme, tiene energía de sobra para levantarse. Además, la ecuación es simple: si se cae, se levanta. En toda mi vida me he caído miles de veces y no ando haciendo los berrinches que hace usted.

-¿De verdad que eres ciego? -cuestiono, escéptica.

-No, soy Daredevil, y me encuentro de vacaciones -satiriza-. Acérquese un poco y compruébelo por usted misma.

Vacilo un poco en acercarme, pese a que solo me toma unos segundos para decidirme en hacer lo que me pide. Me duele todo el cuerpo. Acorto la poca distancia que nos separa.

-¿Dónde se encuentra?

-Delante de usted -susurro.

El violinista aparta sus lentes de su rostro. Debo de pararme de puntillas, de cerca me doy cuenta de que es muy alto, tal vez un metro ochenta o quizá menos. Lo que sí sé, es que me ganó en estatura.

Nunca en mi vida me detuve en examinar con esmero los ojos de una persona no vidente. Sus orbes son de un azul turquesa envuelto en una tela transparente que por más extraño que parezca, no le resta belleza.

Posee unos rasgos demasiado bien hechos, sus cejas, al igual que su pelo, son bastantes tupidas y negras, me recuerdan a las plumas del estornino. Sus pestañas oscuras bordean sus luceros, dándole un toque fascinante. Su nariz es recta, sus pómulos y mandíbula son duros. No obstante, cuando mi atención cae en sus labios bien cincelados y carnosos, mi estómago se retuerce un poco y gimo en silencio.

El chico vuelve a fruncir el ceño; sus labios sobresalen como si pensara con mucho esfuerzo.

-¿Contenta?

Se agacha para guardar el violín en su cobertor, tiene que ser duro para él ser ciego.

-Permítame ayudarlo. -Intento guiarlo, pero se aparta de mí de forma un poco tosca.

-No vuelva a hacer eso -gruñe molesto-. No necesito su ayuda.

-Solo quería ser amable -me defiendo.

Unos arbustos se mueven, de repente sale un Golden Retriever. Corre para dar giros a mí alrededor para ladrarme. De inmediato, me siento muy nerviosa, ¿me atacará? ¿Me morderá la yugular y terminaré muriendo desangrada?

-¡Ayúdeme, por favor! -le suplico, asustada-. Ese perro me quiere morder.

-Le pide ayuda a un pobre ciego -se burla-. Y no es perro, es una perra.

-¿Cómo dijo? -Me vale un pepino el sexo de este animal. Lo único que me interesa es que se detenga de ladrarme.

-Le dije que no es un perro, es una perra -me corrige-. Es mía y se llama Peach.

-¿Qué? -Seguro que escuché mal-. ¿Podría ordenarle a su perra que se detenga? Me está poniendo muy nerviosa.

-Mi Peach es inofensiva. -Con un gesto hace que la perra se acerque a él. Le pasa la mano y le susurra no sé qué cosa. Se calma-. Buena chica.

-Gracias -le digo y siento cómo mi corazón martillar mis costillas.

-Mi Peach es un angelito, solo estaba jugando con usted. -La perra vuelve a ladrarme con un meneo en su cola-. A menos que ella haya percibido en usted alguna intención de atacarme.

-Debería de tenerla amarrada.

- ¿Y por qué debería de hacerlo? Como le dije, si le ladró, es porque percibió algo malo en usted. ¿De casualidad no tendrá usted un cuchillo en mano? Le informo que ella está entrenada, y antes de que se dé cuenta, le morderá la yugular -gorjea-. Si Peach le hubiera querido morder, ya lo hubiera hecho.

-Espero que no lo haga -admito un poco nerviosa.

-Confíe en mí. -Sopla un mechón de su pelo que le cayó delante de su rostro.

Entre nosotros se hace un silencio incómodo. Es hora de que me vaya.

-Tengo que regresar -le informo al retroceder.

-De verdad que eres una chica bastante extraña. -Lo veo acariciar a su perra-. Dura varios minutos inspeccionándome como si fuera un bicho raro de laboratorio y después se marcha sin decirme siquiera su nombre.

Abro mis ojos, asombrada. Él tiene razón, fui yo la que irrumpí su espacio. Trago saliva antes de decirle mi nombre. Aunque pensándolo bien, ni en sueños voy a decirle que su perra y yo tenemos algo en común.

-Mi nombre es Lynn -suelto poco convencida.

Mi pecho se exacerba al mentir. Mi padre me enseñó a no hacerlo, y en verdad se siente mal.

-¿Por qué siento que miente? -Se me escapa un pequeño jadeo ante de declaración-. No importa, el mío es Wrathly.

-Un placer conocerte, Wraity -musito.

-Es Wrathly, no Wraity. -Me sonríe, quema las pocas neuronas que me sirven en el proceso-. Por cierto, ¿eras la que estaba lloriqueando hace un momento?

-¡¿Cómo que lloriqueando?! -le contesto con sorpresa y enfado. Es cierto que lloré un poco o será que, a falta de vista, oído biónico-. ¿Por qué la pregunta?

-¡Conque eras tú, la que lloraba como una desquiciada! -Medio sonríe, medio se burla.

-¡¿Cómo una desquiciada?! -Me siento demasiado ofendida-. ¿Sabe qué? ¡Piérdase!

Doy media vuelta dispuesta a alejarme de ese chico; no doy ni dos pasos cuando cambio de parecer, decido conjurar una serie de improperios por grosero. ¿Cómo se atreve a burlarse de mi dolor? Por error se me olvida que no anda solo, su bendita perra corre hacia mí con sus ladridos, tengo miedo, pues puede morderme.

-Calme a su perra -vocifero histérica, doy pequeños saltos.

-Tendrás la memoria igual que un pez. -Da un paso más cerca y más cerca hasta que choca con su canina. Le ordena que se calme y le rasca la cabeza-. Ya le dije que ella no le hará daño a menos que intente algo en mi contra. ¿Por qué lloraba?

Suelto una carcajada.

-Tuve un mal día. -Dejo escapar una respiración pesada. Me quedo mirándole los labios durante largo rato. «¡Esa conducta es bastante reprochable, Peach!»-. ¿Qué hace aquí solo?

-¿Y quién le dijo que estoy solo? -asevera él con falso enfado. Después suelta una carcajada-. No estoy solo, Akos anda por los alrededores.

¿Akos? ¿Dónde escuché ese nombre?

-Lynn, ¿por qué no se queda un rato? -Deja caer los hombros con alegría.

Analizo su invitación, aunque me dijo su nombre, eso no significa que deba de quedarme. Podría matarme y arrojarme río abajo. Por otro lado, está su impedimento de visión. Tengo más probabilidades de escapar, si intenta hacerme daño solo tengo que darle al botón de Windows que tiene entre las piernas para reiniciarlo, si amerita el caso.

-Me esperan en casa -me excuso.

-A mí también. -Wrathly levanta sus cejas, espera mi respuesta-. ¿Tienes hambres?

Voy a contestarle que no, pero mi estómago se me adelanta. Solo tomé un poco de chocolate esta mañana por los nervios. Ahora no me vale mentir.

-Sí, tengo un poco de hambre.

Nos sentamos cerca del río, Wrathly me brinda un poco de duraznos, frambuesas y moras. Empezamos a hablar de temas triviales, nada a profundidad. En un momento, aún con la mano temblando, acaricio a la canina.

No estoy segura de cuánto tiempo pasé en el parque, hasta que el cielo moribundo me gritó que debo marcharme. Mi padre y mis amigos deben de estar preocupados, y no es justo que los haga esperar más.

Siendo sincera, no deseo irme y dejarlo solo, a pesar de que en repetidas ocasiones me ha dicho que deje de preocuparme. En verdad nuestra conversación le dio un giro muy favorable a mi día.

-Es tarde, debo irme -murmuro-. Ha sido un placer, Wrathly.

Cuando va a levantarse, mi instinto es ir a ayudarlo, pero recuerdo que no le gusta. Así que le respeto su espacio.

-Lo mismo digo, Lynn, espero que algún día nos volvamos a ver.

Extiende su mano con la finalidad de que la estrechemos. Por un segundo observo que la extiende un poco a la izquierda, mientras que yo me encuentro a su derecha. Me muevo para que entrelacemos nuestras manos, la energía del aire cambia de pronto, provoca que mi piel se erice a raíz del estremecimiento que me sacude.

Cuando me aparto, la luz del sol se refleja en su cara. Wrathly es apuesto, no, es hermoso.

-Adiós, Wrathly.

Mis pies se niegan a moverse, aunque el sentido común por primera vez se hace presente. Me alejo con el galopar desbocado de mi corazón. En resumen, este día fue una verdadera montaña rusa: primero, mi entrevista fue todo un fiasco. Segundo, me encuentro con un chico bastante talentoso, que nombró a su cachorra con mi nombre y que posee unos hermosos luceros en los que cualquier chica podría perderse.









Glosario:

Corte de pelo Buzz: Un corte de zumbido es cualquiera de una variedad de peinados cortos diseñados generalmente con recortadoras eléctricas. Los estilos de corte Buzz incluyen el corte Butch, el corte de la tripulación, la parte superior plana y la liga de hiedra.

Flash Dance: es una película romántica estadounidense de 1983.

Estornino: es una especie de ave paseriforme de la familia Sturnidae nativa del Paleártico. Mide unos 20 cm de largo y tiene un plumaje de color negro iridiscente, con un brillo púrpura o verde, salpicado de blanco, sobre todo en el invierno.

Hola, nuevo capítulo actualizado. Disfrútenlo como lo merecen.


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