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No pude disfrutar de mi paseo por Berlín, cortesía de la familia Rommel, porque me la pasé desvariando y pensando situaciones un tanto incoherentes, incluso hasta para mí. Según me cuenta Akos, me llevará a Potsdam, una ciudad que se encuentra a veinte millas, al suroeste del centro de la capital y que es conocida por sus grandes palacios y exuberantes parques. También es famosa por tener una de las villas históricas más grandes de Europa, algunas de las cuales se remontan a la década de 1890. Fue fundada en el siglo VII como un pueblo eslavo bajo el nombre de Poztupimi. Después en 1660, se convirtió en la residencia de caza de Federico Guillermo I. Con el tiempo, fue el lugar de residencia de la familia Real Prusiana, por lo que se llevaron a cabo las construcciones de una gran cantidad de espléndidos palacios que aún se conservan.
La región de Potsdam consta en sus tres cuartas partes de espacios verdes, con solo un cuarto de área urbana. Posee alrededor de veinte lagos y ríos, tales como los lagos de Griebnitz, Templin, TieferSee, Jungfernsee, canal Teltow, HeiligerSee y el SacrowerSee. El punto más alto es el Kleiner Ravensberg.
En 1945, se celebró la Conferencia de Potsdam en el Palacio Cecilienhof de la ciudad. Los victoriosos líderes aliados Harry S. Truman, Winston Churchill y su sucesor Clement Attlee, así como Stalin, se reunieron para decidir el futuro de Alemania y la Europa de posguerra en general. Estados Unidos y la URSS tuvieron notables enfrentamientos por el control de Berlín. Por esto se dividió la capital alemana en cuatro sectores. La conferencia acabó con el Acuerdo de Potsdam y la Declaración.
En 1990, Potsdam fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO gracias a sus hermosos palacios y jardines. En la actualidad, se encuentra dividida en siete distritos urbanos históricos y nueve nuevos Ortsteile, es decir, partes rurales, que se unieron a la ciudad en 2003. Algunas de las villas más grandes de Berlín se construyeron allí, en los lagos de Wannsee. Por lo que puedo intuir, me veré envuelta en historia y palacios majestuosos. Si mis nervios me dejaran en paz, me sentiría halagada de que iré a un lugar tan emblemático. Sin embargo, el eco de una voz que me repite que conoceré a la madre de Wrathly me produce ansiedad. ¿Le gustaré? ¿Me considerará una cazafortunas? Mejor no pensar en disparates, yo no soy nada de eso. Además, ¿por qué debo de llevarme mal con ella?
—¿Falta mucho para que lleguemos? —le pregunto a Akos al ver que hacemos varias vueltas y no llegamos a ningún lugar.
—Si desea, puede descansar un poco. Cuando lleguemos, le aviso.
Como si la sugerencia tuviera un poder sobrehumano sobre mí, cierro mis ojos, no sin antes dejar escapar un suspiro de puro cansancio. No sé por cuánto tiempo estuve dormida, pero vuelvo a la realidad cuando alguien toca mi hombro. Salgo de mi estado de atolondramiento y me doy cuenta de que tengo mi cuello inclinado hacia un ángulo incierto, casi mortal. Y que dejé escapar saliva, pues siento que tengo un rastro seco pegado cerca de mi boca.
—¡Despiértese! —insta Akos—. Hemos llegado.
Aturdida, entorno mis pestañas. Cuando mi visión se ajusta a la oscuridad, mi corazón estalla como un cañón al percatarme de que me encuentro en la casa de Wrathly. Nerviosa, saco un espejo de mi bolso y lo que veo reflejado en él, no me gusta. Estoy desgreñada, ojerosa y sumamente cansada. Un aspecto nada halagador para dar una primera impresión. Si tuviera las habilidades artísticas de Lynn, algo se me ocurriría. Lo único que hago es tomar un cepillo, tratar de amoldar mi pelo y quitarme esa marca de baba. No me pongo labial porque no lo siento correcto, es tarde y soy de las personas que no se cree esos cuentos sobre que uno anda toda perfecta en altas horas de la noche después de un vuelo y un trayecto en auto agotador. Mejor que mi futura suegra me vea como soy, al natural, así no se andará con falsas ilusiones y no me demandará por publicidad fraudulenta.
Al sentirme lista, salgo del auto. Aunque hay penumbra, la casa que se levanta en frente de mí, es impresionante. La calzada está flanqueada de árboles enormes; giro mi rostro hacia la derecha para ver que el jardín está iluminado a la perfección.
—Mañana tendrá tiempo de ver con más calma toda la casa —dice Akos mientras me quita la mochila.
—¿Dónde está Wrathly?
¿No se supone que debería de estar en el umbral de la casa esperándome como lo dictan las buenas costumbres?
—Joven Rommel no está. —Abro mis ojos como platos y antes de poder decir algo, me informa—: Él no sabe que usted está aquí, si lo hubiera sabido, de seguro no hubiera acompañado a sus padres a esa reunión.
Mi estado de ánimo cae por los suelos y sin querer averiguar nada más, me encierro en mis pensamientos. Entro a la casa sin muchas ganas de inspeccionarla, Akos me dice que me llevará a mi habitación porque la señora Alejandra dio órdenes para que me hicieran sentir cómoda. Por más que intento que este hogar no me saque suspiros, no logro contenerme al ver que cuenta con un majestuoso vestíbulo de dos pisos, con un bello piso de mármol y una escalera doble estilo mediterránea. La escalera cuenta con ornamentadas barandillas de hierro forjado y una impresionante lámpara de araña.
—Esta casa fue construida alrededor de 1823 por Johann Friedrich Lutzke, a quien el rey Friedrich Wilhelm III le dio la tierra para su servicio—argumenta el hombre mientras subimos las escaleras—. Esta villa cuenta con aproximadamente 555 metros cuadrados; Alejandra está empeñada en hacerle unas remodelaciones y oramos para que el señor Aiden la persuada de no hacerlo.
—No creo que a esta casa haya que hacerle nada... Es hermosa.
—Pronto se dará cuenta de lo obstinada que es Alejandra. —Niega con la cabeza como si tratara de alejar unos pensamientos—. Ella es extremadamente terca.
—Si usted los dice —musito un poco recelosa ante su comentario.
Me conduce hasta una habitación casi al final del pasillo al ala este. Abre la puerta para dejarme entrar, enciende el interruptor de luz y lo que veo me hace producir un grito de sorpresa. Hay una cama antigua con dosel de color bronce, hermosísima. Un juego de tocador y unas sillas antiguas que me hacen pensar que estoy en un cuento de hadas y que soy toda una princesa victoriana. Todo está decorado en colores blanco y metálicos, que le dan un toque nostálgico y cálido.
—Esta es su habitación. Si necesita algo, solo pídalo.
—No, gracias. Estoy bien —murmuro embelesada con la decoración, pero mi estómago ruge y hace unos ruidos bastantes extraños que me llenan de vergüenza.
—Mandaré a que le suban algo ligero que comer.
Deposita mis cosas en el suelo y antes de que pueda refutar, me deja sola. Camino por la habitación, quiero y no quiero tocar. No sé cuánto tiempo trascurre, cuando llaman a la puerta. Una joven como de unos 35 años, tiene en sus manos una bandeja con dos tostadas y un vaso de leche caliente. Deja la comida sobre una mesa y se va, no sin antes desearme las buenas noches. Sin pensarlo mucho, lo devoro como si no hubiera comido en años. Luego llevo mi maleta hacia la cama para sacar una ropa de dormir, tomo mis menesteres y me dirijo al baño. También este es espléndido, tiene una tina estilo victoriano con patas de león de color bronce y grifería del mismo color. Al fondo tiene una gran ventana con vista al jardín; al lado de la ventana una ducha, parcialmente dividida por unas plantas de helechos.
Me doy un baño a la velocidad de la luz, con temor a que alguien me vea desde afuera. Con lo único que me tomé mi tiempo fue al lavar mis dientes. Me cambio y me entro a la cama. Y por más que luche contra la llamada del sueño, mis párpados que se sienten como dos bloques de concreto, empiezan a cerrarse, se confina mi consciencia en el más oscuro de los lugares que los simples mortales llamamos sueño.
Me despierto varias horas más tarde con el ruido de los pájaros. Como si se tratara de una película romántica, delante de mí se encuentra la persona que acelera mi corazón a mil por hora. Mi Wrathly. Salto de la cama toda desgreñada y aturdida para abrazarlo. Froto mi cara contra su pecho, deslizo mis manos entre sus costados para profundizarlo todavía más. Estoy tan lleno de amor por él, que siento que este terminará desbordándose. Acerca su cabeza hasta que nuestras frentes chocan y como si nuestros labios fueran atraídos por una fuerza más poderosa que nuestras voluntades, roza con ellos mi mejilla, reparte pequeñas caricias, como si intentara pedirme permiso para unirnos en un beso.
—Wrathly —jadeo con voz ahogada—. Bésame.
—Eso es precisamente lo que quiero hacer... —Desliza sus labios a lo largo de mi mentón—. Desde que mi madre me dijo que estabas aquí, durmiendo al lado de mi habitación.
Se me acelera mucho el corazón al saber que estaba tan cerca de él. Estaba tan cansada que no me di cuenta a qué hora llegaron, caí redonda como una naranja. Unimos nuestros labios con suavidad, al principio como tanteándonos, saboreándonos como lo hicimos esa vez en el parque, pero como si necesitáramos mucho más que esto, profundizamos el beso. Sus labios se sienten suaves contra los míos. Wrathly desliza su lengua, eriza mi piel de paso. No obstante, yo no me quedo atrás, muerdo su labio inferior mientras acaricio sus hombros y cuello, no me olvido de acariciar sus sedosos mechones oscuros. De su garganta se escapa un gemido que me estremece de arriba abajo. Deja de besarme para esparcir besos en mi cuello y luego en el lóbulo de mi oreja. En cambio, me aferro a su camisa e intento hacer lo mismo.
Mis labios me escuecen y enredo mis dedos en su pelo porque no puedo esperar ni un segundo más sin que me bese. Nuestras bocas se estrellan de nuevo y dejamos que nuestras lenguas se encuentren de una manera deliciosa y delirante.
—Te extrañé muchísimo —susurra y un suspiro suave se me escapa.
—Creo que yo más...
Nos besamos con pasión y con una añoranza por todo el tiempo que estuvimos separados. Nuestros besos son profundos y vehementes, nos separamos solo un poco, pues Wrathly se pone a acariciar mi rostro con sus dedos. Entonces los tomos para acercarlos a mis labios para besar cada uno de ellos. Volvemos a devorarnos, por un tiempo bien largo nos dedicamos a eso sin necesidad de tomar aire, es como si su aliento me motivara a mí a respirar y viceversa. Caemos en la cama sin dejar las caricias.
Sentirlo tan cerca me hace desearlo aún más. Necesito sentirlo, tocarlo y fundirme en él. Cuando Wrathly se posiciona sobre mí, una alarma se activa en mi consciencia, aunque la cabeza me da vueltas y una calidez melosa fluye por mis venas, provocando le hace a mi cuerpo, pero cuando siento un bulto duro entre mis piernas, es la señal que me indica que tengo que parar. No porque lo sintiera mal, sino porque sé que no estoy preparada para hacer algo así de momento. Tal vez muchos me podrían llamar mojigata; es mi cuerpo y nadie más que yo, sabe cuándo será el momento. Y este no lo es, ni tampoco el lugar.
—Wrathly...
Trato de decirle que debemos de parar, pero entonces vuelve a besarme, esta vez con más fuerza, ahoga mis palabras. Y no es que mi cuerpo esté en contra de las finas atenciones de él, lo que me preocupa es eso, que está duro entre mis piernas y provoca palpitaciones delirantes en mis partes íntimas. Comienza a murmurar cosas que no puedo entender, sus manos se deslizan por mis brazos y mi cintura. Empiezo a sentir ligeros escalofríos de pánico mezclado con placer, esa es la señal definitiva para detener todo esto.
—¡Wrathly, basta! —Lo empujo por los hombros—. Quiero que nos detengamos.
Se separa un poco, aturdido por mi negativa. Solo le tardó un segundo para darse cuenta de lo que íbamos a comenzar hacer. Coloca su mano en mi rostro y dice, casi incapaz de articular palabra:
—Lo siento. —Palpa el colchón y trata de posicionarse lejos de mí. Se alisa el pelo de manera inútil. Deja caer su espalda y respira varias veces, como si corriera en un maratón—. Yo no quise faltarte el respeto, Peach. —Cubre su rostro con sus manos.
—No creo que lo hayas querido hacer. Solo creo que vamos un poco rápido, ¿no crees?
No me dice nada, siento que lucha contra la vergüenza. Aún puedo ver la tienda de campaña que tiene en el pantalón. Por eso le digo que me daré un baño, dándonos el tiempo para que nos calmemos un poco. Me dirijo a la ducha sin mirar atrás y me quito la ropa para que agua helada caiga sobre mí, pero me urge decirle a Wrathly que deje de preocuparse. Yo también disfrutaba de lo que estábamos haciendo y no considero justo que cargue con un remordimiento innecesario. Cubro mi cuerpo con una toalla, salgo y lo encuentro en el mismo lugar en donde lo dejé. Me agacho enfrente de él y coloco mis manos en sus rodillas. Mis mejillas arden como brazas ardientes cuando me doy cuenta de que todavía tiene la erección, sigue casi intacta.
—¿Todo bien? —cuestiono sin disimular el humor en mi voz.
Se sienta y cubre mis manos con las suyas.
—No creo —me responde sin poder evitar sonreír—, mas sobreviviré.
Alguien abre la puerta y casi me da un paro cardiaco al ver el rostro de una señora bastante sorprendida. Por su porte, creo que es la madre de Wrathly. Me paro como un resorte y trato de tragar saliva, puesto que mi garganta se secó.
—Ya veo que te me adelantaste, Wrathly Aiden. —Al escucharla, mi corazón se salta varios latidos. No es que le haya hablado con dureza, es más bien con reproche.
—Madre, ella es Peach.
Cuando los ojos de ella se posan en mí, me agito.
—Hola, Peach, soy Alejandra, la madre de Wrathly.
Después de saludarme, sus orbes recorren la habitación, su cara palidece un poco. Es como si sacara unas conclusiones precipitadas.
—Señora, no es lo que parece. —Me muero de los nervios.
Alejandra coloca sus manos en sus caderas, vuelve a examinar la recámara y a nosotros, mueve sus labios de un lado para otro.
—Veamos, entro a la habitación de la novia de mi hijo y lo que encuentro es lo siguiente: una cama desarreglada, mi hijo con una evidente erección y a su novia desnuda, cubierta por una toalla agachada en medio de sus piernas. Y si no es lo que parece, ¿qué es?
Niego, el silencio se hace el monarca del lugar. Wrathly se pone de pie, se estira un poco, luego suspira.
—Mamá, prometiste no ponerla nerviosa.
—Yo no te prometí nada —dice en tono amable, luego me mira y me sonríe—. Cálmate, Peach, solo estoy jugando contigo. —Puedo percibir el tono de desconfianza. Me sonrojo porque esta escena se abre a ciertas interpretaciones. El aire está tenso y me entran unas ganas enormes de ir al baño a orinar. Ella se aclara la garganta, camina hacia mí y pone su mano en mi brazo—. Mi sentido del humor es pésimo. —Escucho cómo Wrathly exhala con dureza—. Soy una mujer bastante incomprendida hasta por mi propia familia. Wrathly, muéstrale la casa mientras me pongo de acuerdo con Martha con relación a la comida. ¿Quieres que te preparemos algo en especial?
—No —susurro.
—Bien. —Mide mis palabras—. Wrathly y yo te esperaremos afuera. —Se acerca y deposita un beso en mi mejilla—. Bienvenida a casa.
Mi boca está seca, asombrada por su gesto, levanto mi cabeza y veo cómo ella ayuda a Wrathly a salir de mi habitación. Aparto el pelo de mi rostro, tomo mis menesteres, la ropa que me podré y me encierro en el baño, muerta de la vergüenza. Me cuesta horrores poder tranquilizarme. Tal vez ella me dio el beso de la muerte y ahora estaré marcada de por vida. Termino de ponerme mi labial sabor a cerezas y me doy una última miradita en el espejo: me puse unos jeans de mezclillas, una blusa de hombros descubiertos de estampados de flores y unas sandalias con plataforma de color blanco hueso. Al salir, encuentro a Alejandra sentada sobre una cama perfectamente arreglada.
—Te arreglé la cama mientras te aseabas. —Sonríe.
—Gracias —susurro.
Se le dibuja una sonrisa más grande.
—¿Te intimido?
—No —miento. Como si no me creyera, se levanta y se posiciona delante de mí.
—Wrathly te está esperando en el recibidor.
Me extiende su mano y dejo que me guie. A lo largo de nuestra corta caminata, me dice que fue bastante frustrante poder sacar a Wrathly de la casa porque casi nunca quiere acompañarlos a las reuniones o eventos. Luego me dice brevemente que este lugar fue adquirido por ellos hace poco, y que no espera el poder remodelarla.
—Mi hijo tiene un temperamento de los mil demonios. —Bajamos las escaleras—. Espero que podamos tener una conversación... a solas.
Asiento. Siento mis músculos tensarse y como si Wrathly pudiera percibir mi nerviosismo, toma mi mano, me lleva hasta la puerta y, por primera vez, lo veo con un bastón para ciegos. Abro la puerta, dejo a mi futura y maquiavélica suegra parada al final de la escalera. Sin saber bien por dónde ir, lo conduzco por una calzada de piedras con árboles colocados en filas rectas que sirven de protección contra el viento. Entretanto, caminamos en silencio y me pongo a observar las paredes de medio metro de grosor y las ventanas que le dan al hogar una sensación de tranquilidad y seguridad, algo que no he sentido aún. Llegamos a un banco que está al frente de un estanque.
—Según Akos, estos árboles tienen 150 años. —Trata de comenzar una conversación.
—¿Cuántas habitaciones tiene tu casa? —No tengo un interés real.
—Siete, pero solo cinco tienen baño.
Contemplo el cielo sin hacer ningún tipo de comentario, analizo las nubes blancas; escucho el suave sonido del agua y a lo lejos veo a los gorriones que vuelan de una rama a otra.
—¿Peach?
—Dime, Wrathly —musito, ensimismada.
—Siento mucho que tu primer día en mi casa esté trascurriendo de esta manera. —Se voltea y toca con su dedo mi mejilla—. Me esforzaré para que te sientas a gusto.
Limpio el nudo en mi garganta.
—No te preocupes. —Sonrío sin humor—. Solo espero que tu madre no me odie. —Coloco mi cabeza sobre su hombro, él pasa su brazo sobre mi cabeza para abrazarme.
—Mi madre no te odia —asegura—. Solo es que le está costando bastante el darse cuenta de que ya debe dejar de protegerme. Ella siempre me ve como un niño minusválido y eso es verdad. —Tomo su otra mano, la coloco en mis labios y lo beso, sus palabras no me dan mucha paz que digamos. Me da un beso en mi cabello—. Además, la pobre tal vez piensa que tratabas de mancillar el honor de su bebé.
Le doy un ligero golpe en la rodilla y me río un poco. A mi mente llegan las palabras de Julie, no debo de preocuparme por algo a lo que no tengo todo el control.
—Un beso por tus pensamientos —gorjea luego.
—¿Tiene con qué pagar, joven Rommel? —suelto para que mis pensamientos no me depriman más.
—¿Cómo desea el pago, señorita Hoop? —imita la voz del señor Kauffmann.
Y hablando del diablo, debo de reunirme con él después de desayunar, pero antes, quiero disfrutar de la compañía de Wrathly. Una suave brisa se envuelve alrededor de nosotros.
—En efectivo, ahora y sin demora... —susurro.
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