Conocimiento mitológico
—¿Por qué me mentiste?
Mis ojos se abren mientras mi mente intenta formular una excusa coherente. Trago, trato de explicarle por qué le di un nombre falso. Aunque, ¿cómo rayos voy a decirle que me llamo como su perra? Es como si le dijera: «¡Hola, mi nombre es Peach, como tu perra, un placer conocerte!».
—Lo siento, no era mi intención mentirte.
Me callo, siento cómo me arden las mejillas por la vergüenza. El cuerpo de Wrathly se sacude un poco, me da miedo que le esté pasando algo. El color de su rostro se torna de varios colores siendo el rojo el sobresaliente. Mi corazón empieza a latir como si estuviera en un maratón.
Luego Wrathly alza sus cejas y suelta una sonora carcajada que retumba por todo el recinto. Cuando ya creo que terminó, retorna con más fuerza, pero esta vez acompañado de pequeñas lágrimas. Se quita sus lentes, estos tienen dos botones hacia los lados y al frente, le dan un aspecto demasiado extraño.
—¡Oye! —me quejo de su burla—. Eso no tiene nada de gracia y, si ya terminaste, ¿puedo preguntarte algo?
Todavía ríe como si su vida dependiera de eso, inclina un poco la cabeza para que quedemos frente a frente, me da un vistazo en primera fila de esos ojos azul turquesa; un azul pálido tan claro que da la impresión de haber sido descoloridos. Sus pupilas están descentradas.
—Espero que no sea mi número de seguridad social —responde.
—Después de presenciar este lapso de risas entre ustedes —interviene Kauffmann—. En donde claro está, me han hecho perder inútilmente mi tiempo, les informo que los espero a los dos. Ahora.
Kauffmann le da mucho énfasis a ese «ahora». Se da la vuelta sin darnos tiempo de excusarnos. En realidad, me vale un rábano su valiosísimo tiempo. Wrathly vuelve a ponerse sus lentes y toma el estuche donde guarda su violín.
Me levanto como un resorte al ver la agilidad con que él lo hace. Me acerco un poco, pero antes de hacerlo, le informo que deseo preguntarle algo. No quiero que piense que invado su espacio personal adrede.
— ¿Puedes inclinarte un poco? —solicito, Wrathly es mucho más alto que yo y me veo en la tarea de empinarme para que mis labios estén cerca de su oído—. ¿Cómo te trató Kauffmann la primera vez?
—Bien.
Una sonrisa irónica cruza mi rostro.
—¿Puedes definir ese «bien»?
—¿Exactamente qué es lo que quieres saber? —Acomoda la correa de su estuche en su espalda.
Esto es el colmo, los hombres son incapaces de responder de manera satisfactoria a las preguntas hechas por una mujer. No quería ser tan obvia, pues ni modo.
—Te pregunto por qué Kauffmann me hace sentir como si fuera una persona inservible. Sin ningún tipo de talento y que no debería de albergar la más mínima esperanza de aspirar a ganar la beca Perlman. Entonces, mi duda es: ¿él es así con todos o debo de considerarme especial?
Wrathly medita antes de responderme.
—Él solo está usando tus miedos en tu contra, utiliza el poder que le das para volverlo en tu contra. —Levanta su mano en lo que creo que es para darme una palmada en el hombro, aunque se detiene a medio camino—. Si estás cien por ciento segura de que puedes ganar, nadie, ni siquiera Kauffmann, podrán hacerte creer lo contrario.
Tiene razón, el problema es que no estoy acostumbrada a que me pongan entre dicho mi talento. He sobrevivido a las burlas, al acoso y al maltrato de parte de mis compañeros de clases por cuestiones en lo que se refiere a mi peso y por ser la hija del maestro de matemáticas de la Matura.
Sin embargo, con respecto a mi voz, siempre he recibido elogios y halagos. He ganado bastantes campeonatos y participado en innumerables recitales, sí, soy una verdadera estrella. Me fascina ver la cara verde de envidia que ponen muchas de mis rivales de canto. Sé que soy buena, pero nunca en mi vida me he encontrado a una persona tan difícil de impresionar como Kauffmann.
Wrathly empieza a caminar, me sorprende que no necesite ayuda. Creo que, si salgo con vida, él tendrá que responder a varias de mis interrogantes. Dejo el folleto en la mesa, no sin chocar mi mirada con Emily, que ladea la cabeza y me brinda media sonrisa llena de hipocresía.
Me tiembla un poco la mano, aunque me armo de valor para girar el manubrio. Permito que Wrathly entre primero. En una distancia prudente, él se detiene, queda justo en el centro, tal vez cuente sus pasos, no lo sé; su precisión me asombra.
Kauffmann está sentando sobre el borde de una gran mesa y finge quitarse una polilla de su suéter. Me da una mirada tan severa que lanza escalofríos por mi espina dorsal. Detrás de él hay tres cuadros cuidadosamente ocultos en sus respectivos trípodes de madera. El silencio reina en este lugar, tengo la ligera impresión que mi respiración es la que se escucha en este salón.
—Una vez más, bienvenidos a la segunda audición de la beca Perlman. —Su labio se curva con disgusto—. Tengo el placer de informales que, en estas, las segundas oportunidades están nulas sin excepción de intermediarios.
Miro a Wrathly que aprieta sus labios como si le doliera algo. Sus cejas oscuras se convirtieron en una línea dura sobre sus ojos, luego veo cómo poco a poco se relaja. Le confirma a Kauffmann que está de acuerdo con lo que nos acaba de decir. Apuesto mi vida de que esas palabras fueron dirigidas solo para mí.
—Señorita Peach, ¿tiene usted algún tipo de conocimiento sobre la mitología griega?
Toso, luego aclaro mi garganta. ¿Qué pregunta es esa? Me río con debilidad.
—Por supuesto, señor Kauffmann.
En respuesta, él me brinda una sonrisa leve, pero cargada de malicia. Se levanta de la mesa para posicionarse detrás de los supuestos cuadros.
—Espero que así sea.
Acto seguido, aparta una de las sábanas. La pintura muestra a dos jóvenes durmiendo plácidamente, tal vez son amantes de alguna historia trágica.
—Esto es una réplica de la Sotheby's Collection del pintor John W. Waterhouse, óleo sobre lienzo de 1874. —Me sonríe con orgullo—. Inspirado en su totalidad en la mitología griega, ¿me imagino que esta pintura no será un reto para usted?
Trago en seco ante la pregunta irónica. No deseo parecer una tonta delante de Wrathly. No obstante, no tengo ni la más mínima idea de quiénes son esos dos, podrían ser dos personas que están intoxicados por alguna planta alucinógena, lo digo por la hortaliza del fondo donde sale humo.
—En la antigua Grecia, había una diosa llamada Nix, era la negra diosa de la noche, hija y esposa del Caos primigenio, un dios sin rostro, anterior a la creación del mundo. Era, por tanto, una diosa primordial, anterior a Zeus, a la cual temía hasta el mismísimo rey de los dioses, porque si se negaba a retirarse a su morada cuando venía su hermana Hemera (el día), una noche perpetua sumiría a la tierra en el frío, el hambre y la desesperación —explica sin apartar su mirada de la pintura—. De todos sus hijos, destacaré solo a dos: Hipnos y Tánatos, que eran hermanos gemelos. Cada uno de ellos cumplía una función, como se ve en la pintura. Hábleme un poco de ellos, señorita Peach.
Mi lengua se niega a moverse. ¿Cómo decirle que no sé ni papa? Wrathly inclina un poco la cabeza para decirme entre dientes:
—Hipnos era el dios del sueño físico y Tánatos era la personificación de la sin violencia.
Agradezco el aporte. Cuando pienso mover mis labios para darle la respuesta, empiezo a sudar frío al ver ese brillo en los ojos de Kauffmann. Me calla con un gesto con la mano para señalarme con su dedo algunos aspectos de la pintura.
—En primer plano y mejor iluminado, Hipnos se identifica por las flores de adormidera que sostiene entre sus manos; Tánatos al fondo con los gestos rígidos de los cadáveres y en la sombra para destacar la oscuridad del mundo de los muertos. La habitación es un lujoso dormitorio de estilo helenizante, pero en la penumbra, como corresponde a estos personajes. Los instrumentos musicales que aparecen aluden a los cantos fúnebres. —Kauffmann suelta una sonrisa triste—. La similitud entre la muerte, sueño eterno durante la noche eterna, y el sopor e inmovilidad que se apodera de los humanos durante el sueño cotidiano, es probablemente la causa de que la mitología les diera ese origen común. «El sueño y la muerte son hermanos», decían los clásicos, y a menudo los representaban juntos.
—Eso mismo le iba a comentar —suelto con un tono de reproche.
—Por supuesto. —Alza las cejas en gesto sorprendido, me indica que no me creyó—. Le daré otra oportunidad, siéntase con suerte, señorita Hoop.
Kauffmann hace lo mismo con el otro cuadro. Este es un poco más simple que el otro. Muestra a una joven de mi contextura que observa una tela de araña. No puedo evitar soltar una leve carcajada al pensar que, en ese tiempo, las personas se divertían con cosas tan insignificantes.
—Veo que está sonriendo, me imagino que es porque reconoce la pintura. —Ingresa sus manos en los bolsillos—. En esta bella imagen, destinada a la decoración de la Sala del Colegio del Palacio Ducal de Venecia, Paolo Veronés resumió la historia de Aracné. ¿Podría decirme por qué recibió el castigo esta joven por parte de la diosa Atenea?
Arrugo un poco el rostro. No sé qué se trae este tipo con todo esto. Me falta valor para decirle que yo no estoy aquí para hablar de mitología griega.
—Aracné era una joven campesina que destacaba por sus bellos tapices y que afirmaba ser mejor que la diosa Atenea, la tejedora de los dioses —interviene Wrathly que se quita de la espalda el estuche para ponerlo en el suelo—. Atenea retó a Aracné en la elaboración de un tapiz; las dos se pusieron manos a la obra resultando dos bellos tapices sin diferencias apreciables. Atenea rasgó, encolerizada, la tela de Aracné y golpeó a la joven. Aracné se ahorcó y la diosa, arrepentida, la transformó en araña para que conservara su destreza en tejer.
Me pilla el conocimiento que tiene sobre estos mitos.
—Gracias —le susurro sin esconder mi sonrisa.
—Somos el equipo anti-Kauffmann —murmura.
Enrojezco por su imprudente comentario. Cuando él me sonríe con una ceja enarcada, un revoltoso vuelo de mariposas acaricia mi estómago.
—Gracias por su aporte no solicitado, joven Rommel. —A Kauffmann no le hace mucha gracia la intervención de Wrathly—. En vista de que no desea ser excluido, señorita Peach, ¿podría describirle al joven Rommel el siguiente cuadro?
Noto que Wrathly aprieta su mandíbula, este Kauffmann es un grosero. Me muerdo el labio inferior ante lo que pienso hacer. De forma sutil, rozo con mi dedo anular sus nudillos. Estos tienen algunas rozaduras, pero no abrasiones graves. Hago esto para decirle que lo ayudaré. Sin embargo, temo que me haya sobrepasado por eso intento apartarme. Como precipitando mis movimientos, entrelaza sus manos a las mías para decirme:
—Gracias.
La mirada de Kauffmann va entre Wrathly y yo para terminar fijando su vista en nuestras manos unidas. Carraspea y yo me estremezco. Él enarca las cejas y abre mucho los ojos.
—Ya veo. —Frunce el ceño como si estuviera confundido, termina por quitarle la sábana al último cuadro—. Descríbale la pintura.
El último cuadro presenta un señor mayor que intenta matar a un joven que se encuentra atado, medio desnudo. Miro al sujeto con el ceño fruncido, perpleja, sin saber muy bien qué pretende lograr con todo esto.
—¿Reconoce esta representación bíblica? —me pregunta.
No tengo ni idea. Aunque, gracias, Kauffmann, cara de rana embalsamada, por el dato. Wrathly me ha ayudado mucho, y es hora de que le devuelva el favor. Mis conocimientos en materia religiosa son casi tan nulos como las mitológicas.
«Vamos a desempolvar el baúl de tus clases bíblicas, Peach».
Se nota que es una clase de sacrificio. Y esas personas de seguro tuvieron relevancia en la época cristiana. La cuestión es: ¿quiénes son? No tengo ni la más mínima idea. Trabajo a millón quemándome las neuronas, trato de encontrar la respuesta... Creo que la tengo, suelto un poco de aire antes de contestarle a Kauffmann.
—Es el sacrificio de David.
Mi corazón se salta varios latidos cuando escucho la risa estruendosa de Kauffmann. Wrathly aprieta mi mano, me siento desconcertada. ¿Qué fue lo que dije? Lo más seguro es que volví a equivocarme.
—Peach, no existe un sacrificio de David —cuchichea Wrathly, parece decepcionado por mi respuesta o eso es lo que creo.
Kauffmann me examina con una mirada directa y una ceja hirsuta elevada.
—Joven Rommel, por favor, no me robe el momento. —Logra decir entre risas cortadas—. Esta pintura se llama el sacrificio de Isaac, un lector de la Biblia lo hubiera sabido al ver la pintura. Está una copia casi exacta de la pintura de Rembrandt, la original data del 1635. Representa, señorita Hoop, el momento en que Dios le pide a Abraham que le sacrificase a su único hijo, como prueba de su fe. Si observa bien, Abraham va a dar el golpe a su hijo, un enviado por Dios le pide que se detenga, el ángel sujeta directamente la mano de Abraham para que no aseste el golpe mortal.
Kauffmann eleva una comisura de la boca; lucho contra las ganas enormes de borrársela. Este hombre es experto en hacerme quedar como una estúpida. Fuera como fuese, he sido una marioneta de este patético juez. Comienza a caminar a nuestro alrededor, se toma su tiempo como si formulara un discurso monumental.
—Me imagino que ustedes se preguntarán a qué viene todo esto. —Él deja de dar vueltas a nuestro alrededor para sentarse una vez más en el borde la mesa—. En el primer cuadro representa que los sueños están ligados en gran manera con la muerte. Una persona que no logra un sueño se le considera una persona muerta, la pregunta es, chicos, ¿su meta por alcanzar la beca es tan fuerte como romper esa ligadura entre el sueño y la muerte?
»La segunda pintura que relata la historia de Aracné, es un claro ejemplo de que la soberbia no es bienvenida en esta competencia, por más confianza que tengan de sus dotes en cualquiera de las artes. Aracné perdió por retar a los dioses, y ustedes perderán si me entero de que intentarán tejer tretas que obstaculicen el buen nombre de esta competencia.
»Y en esta última, les deseo impregnar que solo los que se sacrifican serán los que obtendrán el premio, quién sabe si con la intervención divina, pero de lo que sí estoy seguro, jóvenes, es que fácil no lo tendrán. Hay miles de cientos de muchachos que desean alcanzar esta beca, sus sueños, metas, sudor y su sangre están en ganarla. Y yo no seré partícipe de dársela a unos que no se la merecen.
Kauffmann da por terminada su disertación de que somos unos indignos e insignificantes competidores. Tomo nota de todo esto. Cuando gane esta competición, juro que le restregaré sus palabras en su cara.
—Puedo discernir desde aquí sus razonamientos, señorita Peach. —Se encoge de hombros para terminar bufando por la nariz—. Por un momento quise que compitieran por separado. Señorita Hoop y joven Rommel, por favor, interpreten la canción Serenity.
—Antes de hacer lo que nos solicitó, señor Kauffmann, ¿puedo probar mi violín?
La pregunta de Wrathly me saca de la fantasía que se formaba en mi mente, en la cual me burlaba de Kauffmann cuando ganara la beca.
—Puede, joven Rommel. —Su voz suena un poco cansada—. Solo le pido que la espera valga la pena.
Wrathly suelta mi mano y se agacha para sacar su violín de su estuche. Me asombra lo rápido que es en prepararse. Su postura es bastante natural, sujeta el violín entre su clavícula y la barbilla. Sostiene el arco con suavidad, en conclusión, se nota que está en su elemento.
Las primeras notas me impresionan, las reconozco, son de Claro de Luna de Beethoven. Con toda esa fiebre por la película Crepúsculo, me hice una mini amante de la música clásica. Cierro mis ojos para permitir que la música haga su trabajo y su efecto es casi de inmediato.
Por un leve momento me olvidé de todo; mi cuerpo poco a poco se relaja. Para cuando Wrathly termina, me siento mucho mejor. Si ese era su fin, lo ha logrado.
—Chicos, recuerden que no son los únicos que esperan ser evaluados —añade un Kauffmann un poco hastiado.
No permitiré que este viejo amargado rompa el halo de paz que Wrathly con su música hizo para mí. Toco su hombro y entiende mi señal, empieza a tocar la melodía y yo añado mi voz.
When we find ourselves in change able times...?
En el éxtasis de la canción mi voz se acopla, de forma armoniosa, con las notas que produce el violín de Wrathly, es un momento sumamente sublime para mí. Lo impresionante es la comunión entre mi voz y el de su instrumento, el arrebato con el que hace sentir la música y expresa las emociones de la melodía, me cautiva.
Palpa como nadie cada nota, por eso doy lo mejor de mí. Doy el énfasis adecuado a cada nota, dejo que mi voz se fusione dándole vida a las letras de la canción.
Look within and be free, from fear and you'll see that you'll find your way
That's when you will know you found a way to the swee test serenity.
Termino con una ligera sonrisa dibujada en el rostro, mientras que Wrathly aparta el violín de su hombro en espera, al igual que yo de la respuesta de Kauffmann.
—Jóvenes, al salir, díganle a Eric Britton que pase. —Nos despide con un gesto de su mano—. Gracias por venir.
Esto es inaudito.
No lo puedo creer, después de todas estas estúpidas preguntas sobre conocimiento mitológico y amenazas camufladas, nos despide con esas palabras. ¡Esto es el colmo! Kauffmann nos está viendo la cara. Eso sí que no lo pienso permitir.
—Señor Kauffmann, estamos esperando su opinión —resoplo con el rostro más estoico que le he podido mostrar.
—Eso, señorita Hoop, será después, tengo que evaluar a los demás —me contesta con parsimonia—. Si dentro de unos días recibe mi llamada, fue que pasó la prueba. Pueden retirarse.
Al parecer, a Wrathly no le molestó la actitud de cara de rana Kauffmann, porque empieza a guardar su violín como si nada. Mientras que yo estoy aún en estado de shock. Lo que me pasa todavía no se ha escrito en el libro de la tragicomedia de Peach Hoop.
Al terminar, Wrathly empieza a irse y me obligo a seguirlo y doy la información que mandó Kauffmann a Eric Britton. Miro a mi alrededor a los que faltan por ser evaluados, pobres, no saben lo que les esperan. Por error, choco mi mirada con la de Emily. Ella al verme, pone sus ojos en blanco de manera despectiva, sin saber que le deseo lo mismo que ella me desea.
Unos brazos muy familiares me envuelven, seguido de un grito muy a lo fangirl que atenta con atrofiarme los tímpanos. Lynn es única.
—¿Cómo te fue? Cuéntame. —Me da un beso sonoro en la mejilla—. Ya estaba por empezar a comerme las uñas.
—Sería difícil hasta para ti digerir tus pesuñas, Strega —añade Luccas y hace un ruido bastante molesto al succionar con su pajilla su vaso de malteada, es muy claro que está vacío.
Ahora es el turno de Lynn de girar sus ojos, pero conociéndola como la conozco, eso no se va a quedar así, y en menos de un segundo veo cómo le da un golpe con el puño cerrado en el brazo a Luccas, que le responde al sacar la lengua.
Veo que Wrathly se dirige a la salida. Trato inútilmente de ignorar la vuelta que da mi estómago al verlo marchar. ¿Cuándo lo volveré a ver? Mi corazón se detiene al no tener una respuesta, sin pensarlo me alejo de mis amigos y camino hacia él.
Apresuro mis pasos para no perderlo de vista. No puedo permitir que abra y cruce por esa puerta, así que envuelvo mis manos en su antebrazo. Mis dedos captan cuando su cuerpo se tensa, por eso me apresuro a hablar.
—Soy yo, Peach —aclaro un poco sofocada—. Después de todo este show mediático, cortesía de Kauffmann, ¿te gustaría tomar una malteada conmigo?
Enarca una ceja, confundido. Yo me quedo quita como si fuera una estatua y siento cómo se forma un nudo en mi estómago por el miedo a ser rechazada. Bajo la vista al piso, ignoro los latidos de mi corazón desbocado.
—¿Te parece bien pasado mañana, Peach? —Me muestra su linda dentadura.
—¡Perfecto! —Me doy la vuelta con una risa triunfante cuando su voz me detiene.
—Peach, ¿cómo vamos a quedar? No tengo guardado tu número, y no se me da la comunicación telepática.
Me golpeo la frente con la palma de mi mano, qué tonta soy.
—Es verdad, estaba pensando en eso mismo —explico con una risa nerviosa, aunque por su expresión, se nota a leguas que no me cree—. Préstame tu teléfono para guardar mi número.
Wrathly saca del bolsillo de su pantalón su Smartphone. Mi mandíbula casi choca contra el piso al notar que me está pasando un Vertu Aster Diamonds Red Alligator. Sostenerlo en mis manos es casi obsceno. Sé que está hecho de piel roja de cocodrilo, que cuenta con una placa de titanio pulido y diamantes.
Esto cuesta una fortuna, no puedo dejar de contemplarlo. De ahora en adelante no volveré a ver igual al que tengo, sería un sacrilegio hacer las comparaciones. Guardo mi número y me llamo a mí misma para tener también el número de Wrathly. Me despido de él con la promesa de que le escribiré.
Llego hasta donde mis amigos con mis mejillas ardiendo. Los ojos de Luccas llamean mientras que Lynn hace una mueca de acosadora. Paso a través de ellos, los ignoro por completo. Hoy no estoy para dar entrevistas a este par de chismosos, por ahora solo quiero pensar en mí no cita con Wrathly.
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