「 Capítulo 1 」

Después de una larga tarde de lluvia, la temperatura habia bajado, la brisa era fresca, para una familia en su hogar bebiendo chocolate caliente no era problema. Sin embargo, la chica no pudo encontrar un techo a tiempo y termino mojándose, ahora sentía mucho frío. La mandíbula le temblaba, se abrazó a sí misma, apenas podía caminar.

Ese pueblo era pequeño y pobre, los alumbrados parpadean, muy pocos funcionaban correctamente. Ahora tenía hambre, solo esperaba a que lo que tenia en su mochila, no se haya mojado con la lluvia. Tantos días caminando, de un lugar a otro, robando comida, dinero y ropa.
Una pequeña casa abandonada era lo único que necesitaba en ese momento. La casa que encontró en las afueras del pueblo era de madera, malteada, sucia muy vieja, oscura y con agujeros en el techo. Al menos refugiarse debajo de algún mueble, le era suficiente.

El interior no era muy diferente, para su suerte había un sofá en mal estado, sonrió y se sentó en él, se sacó la mochila, dejó su comida envuelta en papel, no se mojó, sacó un frasco que tenía unos calmantes y luego una jeringa y un frasco con un líquido rojo. Justo a tiempo, el frío que sentía, fue rápidamente opacado por el dolor punzante en su espalda. Trataba de no retorcerse tanto por el dolor, con la jeringa introdujo el contenido del frasco en su brazo, después se tomó el calmante.

Para Eider era una rutina diaria. Huir, inyectarse, dormir, huir, inyectarse, dormir, y así sucesivamente.

Cuando el dolor ya no fue tan leve, comió el sándwich que una mujer amable le había regalado, una ancianita. Eider solo sabía lo necesario para sobrevivir al menos unos meses en el país, los doctores en las instalaciones al menos se tomaban el tiempo de enseñarle matemática básica, biología, economía, medicina, aunque muchas de esas cosas ella lo aprendió por lo que escuchaba de las anécdotas de la personas. De vez en cuanto se quedaba callada y prestaba atención a lo que decían, quería ser ellos, tener una vida tranquila o una con preocupación de perder el trabajo, ser normal.

También aprendía algo de química, otras cosas que la ayudan a contrarrestar el dolor en su espalda. Ella se quitó la ropa mojada, a pesar del frío que sentía, debía realizar una pequeña limpieza en su espalda, trataba de evitar a toda costa algunas de las heridas que tenía en su cuerpo. Era una joven delgada, de cabello rojizo, ojos dormilones de color ámbar y piel pálida, no era muy alta y tenia muchas cicatrices, algunas eran producto de sus múltiples escapes. Apreciaba esas cicatrices, tenia una historia de huida junto a un buen momento. Como sus heridas recientes, obtuvo un raspón en su hombro por salvar a un niño de ser atropellado por sus perseguidores. 

Después de terminar de limpiarse la espalda, procedió a ponerse la ropa, el chillido de la madera vieja del piso llamó su atención, detrás de ella estaba un hombre, obviamente parecía no tener buenas intenciones, también se acercaba otro a su derecha, un poco corpulento y se ajustaba el cinturón de su pantalón.

—Oye hermosa, ¿No te dio frío estar desnuda mucho tiempo? —Preguntó el primero acercándose con una sonrisa perversa.

Eider no entendía sus intenciones, ella no conocía esas cosas... era una niña a pesar de tener casi veinte. A pesar de ello, sabía que no tenían buenas intenciones. Cindy, una de las doctoras le había advertido una vez, que si alguien la ve desnuda, no dudaría en hacerle daño. Un concepto casi acertado.

—Tu cuerpo es hermoso, deberías entrar un poco en calor, princesa —Dijo el segundo.

Ella mantuvo su cara inexpresiva y se quitó la chaqueta que traía, su camisa tenía agujeros en la espalda, justo donde tenía una herida.

—Eso, continúa —El segundo se acercó lo suficiente para poner su mano en el pecho de la chica.

"No dejes que te toquen"  Recordó las palabras de Cindy. Quién sabia de las intenciones de sus compañeros y cuando Eider los pillaba pasándose con Cindy, ellos la dejaban en paz cuando la chica entraba, ya que pensaban que ella podría golpearlos. Para suerte de ellos, la pelirroja no sabe nada.
Al recordar sus palabras, sujetó la muñeca del hombre con fuerza y procedió a girarle el brazo, causándole dolor, luego lo arrojó contra la pared de madera, quedé rompió al recibir el impacto.

El primero sorprendido, no dudo en ir por ella, siendo pateado en la mandíbula, la chica procedió a tomarlo y lo golpeó en la cara repetidas veces. El otro solo se quedó observando por el miedo.

Acto seguido, el primero quedó de rodillas en suelo, la luz de la luna entraba en los agujeros del techo, lo que iluminaba la cara del hombre, al rato su cara fue cubierta por la sombra de algo que sobresalía de la chica. El hombre horrorizado comenzó a llorar y a suplicar, mientras que el otro salía huyendo. Sin embargo, ambos recibieron su castigo.

Dos hombres fueron encontrados en las afueras del pueblo, en la copa de un pino. Ambos tenían heridas graves, seguían conscientes y en estado de shock.

Según la descripción que dieron a la policía, la persona que los atacó es una mujer joven, pelirroja, ojos ambarinos y vestía de forma "provocativa". Se ha iniciado una búsqueda exaustiva para encontrar a la joven.

Las autoridades recomiendan que no salgan de sus casas hasta nuevo aviso.

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