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Día 7 KiriAsuWeek2019

Tema: Los 200 años de reinado en Underworld

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Doblegarme a ver como eres adulada por otros... callarme y controlar mis celos...

Y aunque no soy nadie para reclamarte, Stacia... mi diosa, el miedo me come por dentro y no pudo reclamarte hasta mostrarle al mundo que eres solamente mi...

=KiriAsuWeek=

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Séptimo mes del año 386 del calendario real del imperio humano.

Piso 95 Mirador de Estrellas de la Mañana.

El viento fluía de manera calmada, en las alturas casi llegando a toparse con las blancas nubes que impasibles contemplaban las tierras pacíficas de Centoria y más allá donde las tierras oscuras se encontraban.

Por la restricción de vuelo que la anterior Clero mayor de la Iglesia Axiom, ni un solo alma se mostraba a tal inmensidad. Absolutamente nada que pudiera romper su profunda atención de las perezosas nubes, que parecían hipnotizarlo para que no las perdiera de vista.

Intentando no caer en el hechizo del cielo, el par de orbes plata; que parecían dos perlas negras, se movieron súbitamente hacía las infértiles tierras del Dark Territory. Los fuertes rayos de Solus le proporcionaban ver con claridad una parte importante de lo que deseaba resolver.

Un sueño inalcanzable... —ese no era el mayor de sus problemas.

Se dejó caer de espalda al suelo al sentir que no poseía las fuerzas para seguir apreciando el mundo, movió sus piernas que se encontraban flotando en la nada, al estar recostado en el borde de ese piso, que no tenía paredes, simplemente los enormes pilares que sostenían el siguiente, sobre él.

No paso tanto tiempo en esa posición cuando desde las escaleras alguien se encontraba subiendo. La mayoría de Integrity Knight se encontraban cumpliendo sus tareas y estaba seguro que el caballero de armadura fuego no era tan injustamente malo para ir a enfrentarlo en ese sagrado lugar, donde tenía la ventaja de escapar, si así lo quisiera.

Tras la tensión de la reunión matutina, solo el nombre de su alegría pasó por su mente...

—Es demasiado temprano para tomar una siesta —anunció la cariñosa voz de la bella mujer de cabellera atardecer.

—¡Mi diosa! —se levantó de golpe —Solus ha cumplido mi deseo más profundo y la ha traído hasta a mi —dijo con devoción al acercarse hasta  ella y tomar su mano.

Postró un suave besó en ella y alzó la vista para atrapar su sonrojada mirada, ante la radiante alegría que le provocaba verla.

—Deja de exagerar Kirito-kun —habló apenada por las adulaciones de su novio.

—No exagero, mi diosa —le aclaró —Solo su magnífica presencia puede lograr que mi alma le rinda tributo en cualquier momento —no cesó en acariciar de manera lenta su delgada y frágil mano.

—Estás actuando extraño —el joven de ojos grises sonrió ante su queja —Te abruma lo ocurri...

—¡Jure lealtad ante su divina presencia! —no le permitió mencionar aquello —Le entregue mi corazón y con mi espada la defenderé en todas las batallas —expresó con entusiasmo —Que le grite lo que siento desde el fondo de mi alma es el tributo que su omnipotente presencia merece.

—Kirito-kun, me estas asustando ¿te sientes bien? —le tocó la frente, él no solía ser así y ella sabía la razón tras su proclamación de culto hacia su persona, pero sabía el espadachín no admitiría —No tienes fiebre, como pensé.

El joven se quedó quieto, no quería que ella separara su mano de su piel, deseaba que fuera su calor que le dictara lo que era correcto hacer y le diera las fuerzas para lograrlo.

—Pero no puedes dormir aquí —su desilusión se manifestó cuando ella alejó la calidez —Es mejor que vayamos a nuestra habitación, ahí podrás descansar y olvidar lo de la reunión.

La sonrisa juguetona que se formó en el rostro del primer espadachín del imperio humano, provocó que la joven se sonrojara al notar que Kirito había malentendido sus palabras e ignoró el resto de lo que dijo, escuchando únicamente lo que quería.

—No me refería a que iríamos a...

Él la calló apoderándose de sus rojos labios, su sabor era delicioso, más delicioso que los vinos que se cosechaban en las tierras de los nobles de alta clase y que ahora gracias a los cambios que hicieron, pertenecían a la iglesia y les era dados a los campesinos de clase baja para aumentar la cosecha. Ellos en su agradecimiento venían cada cierto tiempo a dejar en ofrenda parte de lo cosechado y que servía de provisiones para todos los que vivían en la torre blanca.

Sus besos eran lo mejor que podía recibir, cada roce, cada caricia, no importando cuantas veces se las daba y como las disfrutaba, no podía dejar de sentirse morir cuando la tenia de esa forma, devorándose...

—Si deseo ir a la habitación, pero no a dormir... —mordió el labio inferior de su amada, provocándole que un leve jadeo escapara de su boca.

—Kirito-kun... —susurró en las mismas condiciones que él, se aferró con fuerza a su cuerpo cuando el pelinegro tomó de nuevo sus labios con esa fiereza y necesidad que le caracterizaba.

—Mi diosa... déjeme cometer nuevamente aquel pecado... —suplicó sin dejar de besarla.

Ella no contestó, se limitó a dejarse llevar por el profundo beso que le dio la respuesta a su pedido, respuesta que siempre seria un sí.

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La calidez de sus cuerpos, le transmitía la calma que buscaba y tanto necesitaba sentir en ese momento.

Estrechó su pecho un poco más a la espalda desnuda de su amada; su blanca piel brillaba ante la claridad que atravesaba la ventana, agradecía que no estuvieran cubiertos por nada, así podría grabar nuevamente en su alma todo cambio en su diosa.

Conforme los años que ya llevaban encerrados, hacía mucho que dejaron de ser unos niños... Asuna a sus ojos se convirtió en una mujer bella; que se convirtió en su cadena, su hermosa dueña a quien cada día amaba con mayor ímpetu.

Si bien el cambió de adolescente a mujer que floreció en su amada, él también se convirtió en hombre; rostro más maduro, pero conservando la sonrisa traviesa y despreocupada, su voz grave y sensual que Asuna no cesaba en decir cuánto le encantaba ese cambio, su cuerpo entero creció gracias al duro entrenamiento con la espada fue moldeado a uno más robusto y fuerte.

Sacó de su cabeza los pensamientos sobre sí mismo y eligió disfrutar la vista; que el resplandeciente cuerpo adornado por dos suaves montañas, bañadas en sensualidad, le instaba a llegar a ese par de picos gemelos que hace no mucho degustó.

Ante el suave movimiento que en coordinación daban, dejó que su traviesa mano fuera en busca de una de ellas, apretando su tibia redondez con delicadeza.

La joven no se movió ante esa primera invasión... —no la culpaba, le gustaba robarle hasta la última gota de fuerza

Aprovechando que Asuna seguía exhausta, apretó con más fuerza el suave pedazo de gloria que sostenía, y no fue suficiente...  sus labios fueron en busca de probar la piel nívea debajo de su oído.

El delicioso aroma a flores en primavera se desprendió del cabello color fuego de su diosa, algo que le hizo perder la cordura y empezó a reclamar su cuerpo como suyo, devorándolo con besos rudos y movimientos fuertes en su pecho.

—Kirito...kun —pronunció su nombre en un jadeó.

—Eres hermosa... —le mordió el cuello, dejando una marca oscura impregnada en su piel —Mi hermosa diosa... —siguió deleitándose en ella.

La joven terminó dándose la vuelta a su encuentro, para evitar que continuara torturándole en su parte sensible, donde se sentía débil.

El espadachín aprovechó ese momento para apoderarse de sus labios escarlatas, que se convirtió en la droga que encendió su deseo por ella.

—Stacia... —le llamó cuando separaron sus bocas —Mi amada diosa... aun deseo pecar en su nombre y su cuerpo —deslizó su mano hasta posarla debajo de su cintura.

—No es pecado... —le respondió con debilidad cuando pegó sus frentes —Soy tuya... —cerró sus ojos disfrutando de los roces íntimos y delicados en su cuerpo.

—Claro que lo es mi diosa —y como si le quisiera demostrar que así era, se volcó sobre ella, atrapándola bajo su cuerpo —Sabe a lo que me refiero...

Asuna le vio con ternura, mientras acariciaba su mejilla, sentía el deseo y pasión de su amado rozándole el abdomen. Su cuerpo también pedía a gritos fundirse en un solo ser con el hombre que amaba.

—Si así lo crees —le tomó el rostro y lo jaló hacia ella, para besarlo con el mismo hambre que desprendía la mirada de plata —Como tu diosa... te eximiré de tus pecados, no importando con cuantos cargues, yo te libraré...

Su mirada se humedeció, pero para evitar que su diosa le viera de esa forma, enterró su cara en el esponjoso pecho de ella.

—Te amo... —susurró luchando por no derramar lágrimas —Te amo Asuna...

—Te amo Kirito-kun, con todo mi alma...

Le abrazó brindándole protección, acarició con lentitud sus cabellos negros y espalda, brindándole el consuelo y paz que solo ella podía darle.

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El estrés en su espalda lo ponía de muy mal humor, parecía que a propósito le apuñalaba con mayor insistencia.

Solo recordar que el tema principal de la reunión matutina siguió siendo el mismo ¡Es su deber! Y ¡No pueden negarse!

¿Cuándo entenderían que la decisión de unos cuantos, no sería aceptada por todos? —aun era muy pronto y el solo pensar que los habitantes de Underworld se postrarían a sus pies como lo hacían con Asuna cuando salían a recorrer el pueblo le hacía sentir temor y para acabar con la poca paciencia que le quedaba...

—¡Señor, primer espadachín-sama! sea mi compañero de combate —la suave voz del niño de cabello azul que le impedía el paso resonó como una bomba en sus oídos.

El sama... para referirse a él fue prohibido, prohibición que nadie había roto y pensó que con esa regla nadie le llamaría de esa forma, después de todo era imposible romperlas pero, ese niño parecía haber nacido sin el sello del ojo derecho.

Berchie el hijo del anterior líder de los Integrity Knight Bercouli y la actual líder Fanatio rompía sus expectativas.

—No tengo tiempo, estoy ocupado —mintió cuanto inútilmente intentaba rebasarlo.

—Pero, ¡primer espadachín-sama! mi madre dijo que hoy tendría el día libre de sus sagradas responsabilidades —cantó sin perder la ilusión de poder entrenar con su magnífico héroe.

Maldijo a la entrometida de Fanatio por gritar a los cuatro vientos su agenda privada.

—¡Por favor honorable, primer espadachín-sama! —continuó el niño, que poseía un cuerpo bien balanceado a tan corta edad y era muy ágil.

Desde que nació sabía que ese niño se volvería un caballero de la integridad, y desde que pudo sostener una espada de madera sin ayuda de nadie, había estado asistiendo a las clases que Deusolbert daba, claro él mismo se pasaba por la sala de entrenamientos para ver a los jóvenes que defenderían el nuevo mundo y le impresionaba el manejo de espada que ese niño de cinco años poseía.

¡Era toda una promesa!

Pero lo que no le gustaba era que le persiguiera a todos lados para pedirle que fuera su compañero de entrenamiento o juego.

Era tedioso tratar con él, porque primero, era malo en cuanto a niños se tratara y segundo él no era su padre para hacerlo, sabía que Berchie veía en él una figura paterna más allá de su admiración por las exageradas historias que circulaban en la catedral.

No tenía tiempo para él, necesitaba ir a verificar los cambios que pidió en su prototipo del dragón máquina el cual estaba en su fase final, pero aun le daba dolor de cabeza algunas partes imperfectas, que deseaba solucionar ya.

—Cuanto me gustaría niño, pero tengo que ir al taller...

—¡Wow! —gritó con demasiada fuerza dejándolo sordo por varios minutos —¡Déjeme ir con usted! ¿Hará otra prueba? —el par de ojos celestes claros desprendieron un brillo indescriptible —¡lléveme consigo honorable espadachín! ¡le seré de ayuda!

—Dudo que tengas un buen control con los elementos térmicos —se sobó su oído, esperando que el zumbido pasara.

—Kirito-sempai, usted tampoco es bueno en eso —la conocida voz de su antigua valet y ahora parte de la nueva generación de Integrity Knight apareció a sus espaldas.

El azabache dejó escapar el aire contenido en su boca y saludo a Ronye que traía su cabello largo suelto, que ondeaba traviesamente conforme cada paso que daba.

—Mis tropiezos yo los soluciono —expresó cansado.

—Por eso a sempai se le prohibió hacer pruebas de vuelo cerca de la catedral —el joven reprimió una mueca de disgusto.

—Verla de blanco todos los días es aburrido —levantó sus hombros no dándole tanta importancia a cuantas veces fue regañado por el recto y estricto Deusolbert.

—¿Cuándo crecerá sempai? —la castaña pareció desilusionada por la falta de madurez del espadachín más importante de todo Underworld y que dentro de muy pronto sería la figura más importante.

Ignoró la pregunta y se enfocó en el escurridizo niño que se había aferrado de su pierna para inmovilizarlo, seguramente no se soltaría hasta lograr que le arrastrara con él.

Le revolvió los cabellos al niño, este le recompensó con una sonrisa y sus ojos brillaron aun más si era posible.

Desistió en usar la presencia de Ronye su antigua niñera para deshacerse del hijo de un héroe caído en batalla y le permitió que le acompañara a ver el proceso de su proyecto.

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La figura de las tres diosas que decoraban el cielo del piso más alto de la catedral, demostraban cuan bello podría ser una obra de arte, pero el recuerdo de la sangrienta lucha, hizo un hueco tal en el pecho que le quemaba... un dolor que si bien superó, se encontraba tan fresco que era difícil de aceptar que ya había pasado tanto tiempo.

—¿Por qué es todo tan difícil, Eugeo? —soltó con melancolía el nombre de su mejor amigo... no su hermano.

Siempre subía a ese piso para apaciguar su mente, estaba seguro que si Eugeo estuviera vivo le aconsejaría de mejor manera que todos en el consejo, que más que aconsejarle le obligaban a aceptar algo en contra de su voluntad.

Deseaban marcar un cambio, pasar a la nueva era ¡Lo entendía! Pero no podía con esa carga sobre sus hombros, no aún y no después de no dar por sentado aquella promesa... que deseaba más que nada en el mundo y que el destino de alguna manera evitara que se concretara.

—Supongo que es inevitable... —susurró sin despegar su atención de la figura de Stacia —Mi respuesta puede esperar pero la de ella no.

Cerró sus ojos un par de segundos, los orbes grises descansaron hasta que su portador decidió devolverles la claridad para enfocarse de nuevo en su diosa, había tomado una decisión, una tardía decisión que estaba seguro le sorprendería a su amada.

Dejando un silencioso agradecimiento a su amigo, decidió iniciar a dejar de ser tan testarudo y correr a buscar lo que él deseaba, no lo que todos quería que él cumpliera.

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La figura hermosa de la joven de cabellos fuego se reflejaba en el cuchillo, mientras con gran habilidad propia de ella para manejar esa inocente arma, le despojaba de su armadura roja a la manzana en sus manos.

No le tomaba mucho tiempo acabar con cada fruta que sus delicadas manos tomaban, el color amarillo pálido en las frutas destacaban cuando ya eran más las listas para la sabrosa tarta de manzana que le prepararía a Kirito.

—¿Sigue en negación? —la intrusa voz que ingresó a la cocina le sobresaltó, provocando que soltara el filoso cuchillo, que con un pequeño sonido choco en la mesa.

—Fanatio-sama —respiró tranquila y le vio con extrema sorpresa, pues la había tomado desprevenida.

La caballero que aún portaba su reluciente armadura no era el tipo de mujer que se pasaba por ese lugar.

—No pueden obligarlo y estoy de acuerdo con él —contestó al verla esperar por la respuesta a su pregunta.

La mujer de largos cabellos oscuros; que vislumbraban un tono purpura no mostró enojo ni muestras de querer iniciar una disputa, su semblante sereno se mantuvo. Tomó una de las manzanas peladas, llevándosela a la boca para darle un gran mordisco.

—Necesitamos que acepten la propuesta del consejo lo más pronto posible —se limitó a decir, mientras seguía devorando la fruta.

—Si continúan presionando terminaran por hacer que Kirito-kun se cierre a sugerencias —lo conocía tan bien que notaba como su humor y presencia se sentía lejana a pesar que se encontraban tan íntimamente unidos.

Durante las reuniones matutinas más que nunca parecía excesivamente incómodo e irritado. Y no era secreto que luego de perder a Deusolbert, escapaba a cualquier lugar que creyera no le seguirían.

—Una nueva era se acerca —anunció sin voltearla a ver directamente —Solo ustedes pueden dirigir ese cambio —comentó con calma —La sumo sacerdote ya no está y ahora necesitamos que alguien se ponga al frente de todo y deslumbre más que Solus a los habitantes.

Asuna contuvo el aliento y dejó que su silencio fuera la respuesta negativa que daría. Todos sabían que la única debilidad de Kirito era ella y viceversa, no podían convencerla, sabiendo que su amado se negaba ante tal locura, no lo persuadiría para que aceptara esa responsabilidad.

Aunque ambos maduraron y entendían a bien el sacrificio que les pedían, no aceptarían algo que dudaban solucionaría todo de golpe.

—Serán los reyes... —habló como si no fuera de tanta importancia esa carga que ponía sobre sus hombros —Los reyes de este mundo que salvaron.

Tirando en su boca el último pedazo de la fruta, le reverenció antes de iniciar a retirarse al darse cuenta que no lograría nada con ella, sus pasos se detuvieron bajo el umbral de la puerta.

—¿Harás tarta?

La ojimiel asintió ante la pregunta algo obvia —Kirito-kun no se ha alimentado bien y pensé que prepararle algunos dulces le levantaría el ánimo —confesó preocupada.

—El chico sigue siendo un glotón —una medio sonrisa se formó en su hermoso rostro —No dejes que se coma todo y comparte algo con nosotros —sugirió cuando retomó su retirada.

Suspiró cuando se quedó sola en la inmensa cocina, aun tenía mucho trabajo que hacer, estaba segura que Kirito se encontraba con Sadore-san verificando los cambios que le hicieron al dragón máquina, mantenerse ocupado en ese proyecto era algo que le hacía olvidar un poco aquella insistente coronación.

Quería estar con él y también disfrutar de la relajación, lamentándose no poder estar ahí, decidió apresurarse en terminar las tartas para sorprenderlo cuando llegara a su habitación oliendo a metal y humo, como siempre se presentaba luego de varias pruebas.

Tenía fe en él, pero siempre terminaba estrellándose con algo, o encontraba la forma de hacer explotar las cosas y la insistente idea de no utilizar su encarnación, era una tontería, pero sabía que lograría mover ese pesado metal de una manera menos dificultosa algún día.

Era demasiado terco, cuando algo se le metía en la cabeza era difícil que lo sacaran de su propio mundo... lo mismo cuando se cerraba a sugerencias, nada entraba si se negaba a aceptarlo de buena manera.

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Las faldas de su vestuario color perla ondeaba al ritmo del viento, acompañando la gabardina negra con bordes plateados de su amado pelinegro que le sostenía fuerte de su mano, mientras caminaban sobre la cima del muro que dividía a las Centorias.

El ocaso a punto de caer en les daba una tonalidad naranja al cielo que parecía estar a nada de iniciar a arder, una vista impresionante, que solo en esas alturas tenían la oportunidad de apreciar... claramente cuando algunos de los caballeros se enterara de que utilizaban de esa forma los muros divisorios serían severamente regañados.

Muy poco le importaba esas llamadas de atención en ese momento, si estaba con su amado disfrutando la soledad de esa extensión, era de algo que no se arrepentía, desde que decidió quedarse con él y apoyarlo para llegar a una paz luego de tan sangrienta guerra, casi no podían tener esos momentos de soledad.

Admitía, se le había pegado un poco del lado travieso del pelinegro que era un año mayor que ella; ese pequeño detalle era una de sus fantasías hechas realidad y que en ocasiones no podía evitar molestarle ser mayor que ella, su amado reía tímido de ver cambiado sus puestos y se limitaba a robarle un beso en los labios.

—Aquí está bien —sus pensamientos fueron rotos al escuchar la aguda voz de su amado, quien la soltó al mismo tiempo que sus palabras resonaron en su mente.

—Si es un buen lugar —conectó su mirada con la plata, pero el portador de esas perlas negras que eran su debilidad desvió su atención al muro que los sostenía.

No dijo nada ante ese rechazo que le perforó el alma. Un punzante dolor que le gritaba que algo le sucedía, pero al poder dar con ese sentimiento que atormentaba a su amado no era de gran ayuda para calmarlo.

—No te sientas presionado —susurró luchando con la aflicción en su pecho —Si no quieres hacerlo, yo te apoyaré, en todo —habló, rogando que el asunto de la coronación fuera la causa.

La boca de Kirito se abrió ligeramente pero tan pronto como su dificultad para comunicarse falló, decidió cerrarla.

Ella se desilusionó, no estaba siendo su fuerza, algo se le metió en la cabeza a su novio y a pesar que le entendía en su silencio... en esa ocasión no podía leer lo que le incomodaba y lo tenía en silencio y purgando una pena.

—Tengo que ir al pueblo —pareció decírselo al viento en lugar de a ella.

—Está bien, igual tenía planeado ir —los ojos del joven parecieron decirle que no fue una invitación.

—Asu... ve la puesta del sol, yo regresaré pronto —se alejó de ella, como si temiera que su clara mirada provocara que se derrumbara en sus brazos.

Y antes de que pudiera armar una protesta infantil, Kirito saltó al vacio.

Su corazón dio un sobresalto, siempre lo hacía cuando lo miraba saltar de esa forma irresponsable, no se acostumbraba, nunca lo haría. Y aunque no tenia de que preocuparse, siempre se maldecía por no tener el control de encarnación para controlar el viento como él lo hacía.

Ahora más que nunca le pediría unas clases privadas para que le enseñara a volar por los cielos, le encantaba que la abrazara y llevara de manera sobre protectora con él pero en ocasiones como en las que se encontraba era un error gozar de esa intimidad en el viento.

Notando que tampoco traía consigo su estoque Radiant Light, para controlar el terreno, enterró las intenciones de seguirlo y se limitó a sentarse en la dureza del muro para ver el atardecer sola, deseando no morir en agonía mientras esperaba, el fuego ardiente del sol ocultándose le sabía amargo.

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Algo pasaba... —más allá de la presión sobre convertirse en reyes.

El frió que sentía en ese momento a pesar que recién se volvió uno con Kirito, le gritaba que lo que le pasaba estaba fuera de su alcance.

Sus besos grabados en su piel y los susurros de amor que le endulzaron los pensamientos desaparecieron tan rápido cuando con voz errática le pregunto por enésima vez ¿a donde había ido?

Su entrega cada vez era única, hacer el amor con Kirito era toda una experiencia nueva y aunque en esa ocasión no fue la excepción, pues se demostraron cuanto se necesitaban y dieron rienda a su pasión, el frío reinó y dejó su felicidad opacada al notarlo tan ido luego del último beso hambriento que le dio para callarla.

Con lágrimas en sus ojos observó el rostro dormido de su amado, levemente se apreciaba como parecía estar apretando los dientes, tenía una pesadilla.

No lo había visto así luego de que le contó todo lo que vivió en ese mundo durante dos años; la muerte de su amigo y compañero, quien fue la persona más importante para él y que por mucho tiempo se culpó de su muerte, fue algo que sentía aun la herida no estaba cerrada por completo.

Sin moverse de manera brusca en el lecho acercó su rostro al del joven que sufría una especie de tormento.

—¿Qué te sucede? —sus palabras chocaron con la piel bronceada del azabache —No cargues tú solo con aquello que te aqueja.

No hubo respuestas de parte de su acompañante, parecía que el mal sueño era más poderoso que no le permitía despertar, por más que ella le acariciara sus oscuros cabellos.

Negándose a aceptar ignorar su dolor, postró un suave beso en su mejilla, la cálida caricia pareció tener efecto inmediato, rápidamente su rostro se contrajo en plena calma.

—Como tu diosa... te cuidaré en todo momento —volvió a besarlo antes de dejarlo descansar.

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Al siguiente día quería preguntarle directamente ¿qué era lo que le asustaba? ¿A que le tenía miedo?

Pero tan rápido como abrió los ojos, se dio cuenta que Kirito había desaparecido, la dejó sola en la cama y luego de rondar por los cien pisos de la catedral buscándolo, no lo encontró por ningún lado. Parecía que la tierra se lo tragó, nadie lo vio salir o se topó con él por lo que dedujo que había utilizado su encarnación para volar y escapar por los cielos.

No lo salió buscar en alguno de sus escondites, sabía que sí actuó de esa manera, existía una buena razón y vendría a contársela cuando se sintiera preparado o su mente se haya despejado lo suficiente para no quedarse mudo en el momento.

Siguiendo su ejemplo ella también trató de relajarse y disfrutar su baño. Su afición por tomarlos seguía muy fuerte y las aguas tibias del piso 90, era perfectas para calmarle sus temores.

El agua le llegaba casi al cuello por lo que no le importaba compartir el mismo con varias jóvenes monjas aprendices y las mismas caballeras que también tomaban un baño junto a ella, el lugar era tan amplio que la cantidad de personas no parecía ser problema.

De esa manera no verían algunas de las marcas de amor que su amado le dejó por su anterior entrega.

—¿Puedo acompañarla Asuna-sama?

Levantó la vista ante la voz suave que interrumpió su relajante baño, el humo descendía hacia arriba le dificultó ver el rostro joven de Ronye, luego de unos segundos de vacilación asintió animadamente.

—Al parecer todas decidimos venir a limpiar nuestros cuerpos —bromeó la castaña de ojos azules cuando ingreso a las blancas aguas.

—Creo que se debe a la tensión que hay —su acompañante pareció sorprendida pero luego de un segundo asintió.

—En lugar de ponerse a buscar soluciones a otros problemas —hizo una pausa para dejar escapar un suspiro agradable al sumergir por completo su cuerpo —Deusolbert-sama puede ser muy necio —se refirió a que ese caballero era quien más hostigaba a Kirito en aceptar su coronación.

—En efecto —siguió el ejemplo de la anterior pupila de su novio y trató de disfrutar las cálidas aguas —¿Y Tieze-san, aun sigue en su ronda?

—No... ella, Renri-san y Shimosaki tienen el día libre y fueron a visitar a la familia de ella en el distrito 6 —anunció con calma, como si la aparición de un dragón de ese tamaño en aquel lugar fuera algo normal.

—¡Me alegro por ellos! —se limitó a decir.

Como su acompañante Asuna prefirió que el silencio relajador acompañara su ducha, hundió por completo su cuerpo, mientras cerraba los ojos. Quería mantener su mente calmada...

A Kirito se le estaba dificultando tomar una decisión, no lo culpaba, ella misma estaba indecisa, ambos coincidían en que un rey debe ser elegido por su gente y vivir por ellos, no serlo por el clamor de unos, con el único objetivo de cambiar y obligar a todos que aceptasen el nuevo mandato.

En parte era beneficioso que Underworld tuviera nuevos gobernantes, que lideraran y cambiaran las restricciones a las que eran sometidos y que la paz que habían construido tras la gran guerra entre ambos territorios continuara pero, si su amado se negaba a ponerse una corona en su cabeza, ella le apoyaría.

—Asuna-sama... Asuna-sama —el insistente llamado a su nombre le hicieron ver a la castaña a un costado de ella.

Ronye parecía sorprendida, cuando el par de orbes miel se toparon con los suyos, pero la joven se mantenía callada, pareciendo decirle que no fue ella quien interrumpió sus pensamientos.

—Su divinidad, Asuna-sama —un suave toque a su hombro, acompañado de la aniñada voz le llamaba de esa forma le obligaron girar su cabeza al otro lado.

Las pálidas gemas acuas, tan parecidas al cielo celeste le miraron con interés, el niño de cabello azul le sonrió cuando obtuvo su completa atención.

—¿Berchie-chan? —susurró sorprendida la vicecomandante del Consejo Sindical.

El hijo de Fanatio se encontraba de rodillas al suelo, mojándose un poco su pantalón.

El niño sonrió como si hubiera logrado derribar a un dragón él solo y vino corriendo a contárselo.

Todas las damas que se encontraban en el baño, no parecían escandalizadas por la presencia del pequeño, quizás por su edad, pero ella sabía que el mismo Kirito había sido muy claro en separar ese lugar de hombres y mujeres, al no estar de acuerdo que el uso del mismo fuera mixto, separado únicamente por horarios que cambiaban cada una o dos horas.

—Su divinidad, venga conmigo —unió sus manitas delante de él, suplicando que diera por terminada su ducha.

Se quedó sin palabras por escasos diez segundos ante la sugerencia del niño, que si bien ella lo vio crecer e iniciar a formarse para convertirse en caballero, parecía que pretendía mostrarle algo con demasiada urgencia.

—Tengo que salir del agua—anunció.

El niño rápidamente se llevó sus manos a los ojos, como si ya sabía de ante mano que hacer, para lograr que la pelinaranja le acompañara.

Se despidió de la sorprendida Ronye antes de salir del agua, sin demorarse tanto tomó la blanca toalla para cubrir la desnudes de su cuerpo.

—Ahora necesito que esperes afuera para que pueda cambiarme...

—¡No hay tiempo! —gritó cuando se descubría los ojos —Asuna-sama tiene que ser ahora.

Sin darle tiempo para que ella preguntara porque tanta prisa, Berchie le tomó de la mano y la guió hasta salir del lugar.

Claramente ella debía negarse, pero la curiosidad en saber que era lo que planeaba el niño le hizo seguirle, sin titubear.

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Y fue un error... luego de bajar desde la cima de la Catedral hasta el último piso, cubriéndose solamente por una toalla ¡claro que se arrepintió!

Sus mejillas estaban bañadas en pena, y caminar desclasa en el suelo gris que quemaba un poco al estar en pleno verano, le incomodaba pero era soportable.

—Ya falta poco su divinidad —anunció Berchie, como si comprendiera lo que pasaba en su cabeza.

—¿A dónde nos dirigimos? —preguntó nuevamente.

El niño no contestó, sellaba sus labios cuando ella le hizo la misma pregunta durante su largo recorrido.

Siguieron caminando por varios minutos hasta adentrarse al jardín de rosas, donde la estatua en honor a Terraria se encontraba en medio de la fuente.

Con el tiempo que siguió se desesperó pues caminaron en círculos, rodeando la fuente y sus alrededores al punto de iniciar a marearla.

—¡Llegamos! —dijo orgulloso.

Asuna no contesto, pues ese punto fue el primero que tocaron cuando llegaron al jardín de rosas, no quería ser descortés con el pequeño, a quien le tenía un gran cariño, pero la curiosidad la estaba matando por dentro.

—Muchas gracias —le sonrió —¿Y qué hacemos aquí? —esperó que estando en el lugar acordado el iniciara a hablar sin detenerse hasta explicarse. No quería creer que Fanatio lo convenció para que les apoyara a que aceptasen dirigir Underworld.

—Yo solo fui su guía, ilustrísima divinidad —le reverenció sin perder la sonrisa en su rostro —Ahora debo que irme.

Como siempre lo hacia se echó a correr, como si su alma se la llevara el diablo. Apenas logró apreciar los mechones azules en su cabeza sobre los rosales que ya estaban algo grandes y que muy pronto debían de podar.

Con la intriga en su cabeza, observó el jardín, las rosas brindaban demasiado poder sagrado en esa zona, donde alguna vez su amado y compañero lucharon contra Eldrie en una feroz batalla, utilizando únicamente un par de cadenas desgastadas.

La lucha de Kirito-kun ha sido dura —pensó distraídamente, al olvidar las fachas que traía puestas.

El sonido del viento sobre ella, le hizo pegar un pequeño saltó de susto al sentir como una presencia bajó desde los cielos y le abrazó desde atrás de manera posesiva.

La calidez, el molde de su cuerpo calzando perfectamente contra el suyo, el olor y el conocido tacto del par de labios en su cuello le gritaban de quien se trataba.

—Kirito-kun ¿Dónde has estado? —se dio la vuelta para corresponder de mejor manera —Te he buscado en todas partes —unió sus frentes, esperando darle calma.

Los orbes plata, se mantenían serenos ante su preocupación. Su traje habitual, por alguna extraña razón le hacían destacar como nunca.

Varonil, hermoso y travieso —le encantaba todo de él.

—Fui a dar un paseo —su voz madura, la hipnotizo.

—Debiste avisarme —le regañó —Cuando no te encontré en la cama fue... —detuvo sus palabras al sentir sus mejillas arder al recordar su noche de pasión previa a esa mañana.

El azabache rió divertido al verla tartamudear tontamente, en recompensa por dejarla, la estrechó más a su cuerpo.

—Perdón... —susurró mientras disfrutaba de la vista —La próxima vez te dejaré una nota.

—No juegues así —se quejó pero Kirito no parecía haber dicho una broma, hablaba en serio algo que la asustó, no quería que luego de hacerse uno él desapareciera.

Con temor, enfocó su atención en todo él, lo analizó con detalle, pero todo seguía igual, era el mismo hombre con el que había compartido los días y con quien dejó de ser una niña. Su amado a quien conocía tan bien pero al mismo tiempo se maldecía por no saber qué pasaba en su misteriosa cabeza.

Destellaba en sensualidad —era lo único que notaba y que la hechizaba.

—Se ve hermosa, mi diosa —las palabras del azabache le hicieron dar cuenta de las fachas que traía.

—No me veas —se alejó y con sus manos trató de cubrirse algo que era inútil —Berchie-chan me trajo hasta aquí y no me dio tiempo de vestirme adecuadamente —confesó avergonzada.

La sonrisa cómplice del azabache le decía que él fue la razón detrás de las acciones del pequeño.

—Aun así se ve hermosa —reiteró avergonzándola aún más —No importa que solo tenga dos pétalos cubriéndola, mi diosa es sensualidad y atracción pura —dio dos pasos hacia ella.

Asuna notó aquella pasión y fuego arder en los orbes oscuros de su novio, por lo que retrocedió al mismo tiempo que su amante apasionado la pudiera devorar en ese mismo lugar.

—Todas sus curvas las deseo probar una vez más —siguió acortando la distancia —No importa cuántas veces las reclame como mía, cada vez es una experiencia nueva y maravillosa.

La pelinaranja terminó por topar con la fuente, donde su amado la acorraló logrando que ella quedara sentada en el borde que evitaba que el agua fluyera fuera de la misma.

—Kirito-kun no es buen momento —intentó frenarlo, algo que era inútil.

—Mi diosa, la amo con todo mí ser —susurró muy cerca de sus labios —Mi mundo gira sobre su eje, su divinidad es mi fuerza y su timidez mi consuelo.

La corta distancia entre las puertas de su alma pasaron a ser nada, cuando un beso suave y llenó de posibilidades empezó a formarse. Los roces tibios le llenaban de él y ella le pagaba de la misma manera, entregándole sus sentimientos más profundos.

—Stacia... perdona mis pecados —rompió la caricia para verle de manera suplicante —Purifique mi alma —los ojos de plata temblaron cuando fueron atrapados por los orbes miel.

—No es necesario que me lo pidas —rió al notarlo un poco nervioso, traía algo entre manos, lo conocía tan bien —Lo hago todos los días —aclaró —Le suplico a la verdadera Stacia que perdones nuestros pecados —le acarició la mejilla.

Sin perder el calor de su amado que quedó impregnado en su propia esencia, le besó la frente, para transmitirle su confianza y apoyo.

—No quiero ser rey... —expresó su miedo más grande cuando ella se separó.

—Lo sé —lo acunó en su pecho como si fuera un niño pequeño al que debía que cuidar —no dejaré que te obliguen a subir a un trono que aun no existe.

Continuó brindándole protección, acariciándole su espalda y cabeza.

—Sigo siendo un chiquillo idiota —susurró aferrándose más a su diosa —No soy digno de ese puesto, nunca lo seré.

—Kirito-kun tú eres digno de todo, no eres un monstruo —besó su cabeza.

Aun se culpaba por la cantidad de muertes durante la guerra, no podía olvidarlo tan a la ligera, sabía que los fantasmas de aquellos jugadores rojos aun lo atormentaban.

—Aun si fuera un monstruo ¿sería digno de usted, mi diosa? —salió de su refugió para estar atento a su respuesta.

—No importa en qué mundo, como nos veamos o que hicimos para reencontrarnos, siempre te amaré mis sentimientos nunca cambiarán —era la verdad, tantas veces se lo dijo, dentro y fuera de un juego, era su propio juramento.

—Entonces... —rompió todo contacto con ella para pararse, —Solamente se mi reina, Asuna —su rostro maduro adoptó la misma seriedad que cuando le propuso matrimonio por primera vez.

—Por supuesto, solo seré tuya Kirito-kun —respondió pero la negación del azabache le decía que no comprendió a profundidad sus palabras.

—Quiero decir... —juntó más valor para hablar —Que no estoy listo para verte siendo adulada por todos, más de lo que ya hacen —aclaró —No quiero que te vean y te llamen de la manera que solo yo egoístamente deseo hacerlo.

El suave sentimiento que desbordaban sus ojos, era una oleada magnética que le gritaba cuan dueño de su alma y sentimientos era su amado, que en muy pocas ocasiones abría de esa forma sus más sinceros anhelos.

—Te Amo Asuna... te amo tanto que siento que no te merezco —privó a sus ojos un segundo de ella —Una y otra vez realizo promesas que no puedo cumplir, intento inútilmente pero cuando se trata de ti, siento que muero cuando no logro consumar lo que juré con mi alma, por eso...

No importándole que ella estuviera sentada en la fuente y cubierta solamente con una toalla se arrodilló ante su diosa, era la primera vez que lo hacía.

—Nunca lo hice de la manera correcta en ningún mundo —buscó entre su bolsillo aquel objeto que le costó conseguir.

Asuna no perdía atención a lo que el hombre que más amaba decía y hacía, sentía que no necesitaba decir más para que ella comprendiera qué quería, sin embargó para no arruinar el momento dejó que continuara.

—Las costumbres de este mundo son diferentes al nuestro —el pequeño anillo similar al que ella portó en su dedo anular después de la lluvia de estrellas resplandeció con la luz de Solus —No encontré uno igual, pero al menos quiero que tenga el mismo significado —agregó cuando dejó el anillo en manos de la diosa.

Una lágrima recorrió el rostro de la joven que seguía a espera que fuera él quien proclamara aquellas palabras.

—No quiero seguir pecando en su nombre mi diosa —confesó —creí que en nuestro mundo sería la última vez pero... —observó los húmedos ojos miel —Me siguió a este estricto mundo para salvarme de mi mismo y se convirtió en mi fuerza, en mi aire, en mi felicidad, en mi todo.

El tiempo se detuvo y el viento parecía girar alrededor de ellos, hasta la energía de las flores se iniciaba a manifestar en formas de esferas de luz.

—Por eso... quiero que seas mi esposa Asuna, que te conviertas en la reina de mi alma antes de ascender al trono con este bobo acompañándote como tú rey —besó su mano —¿Te casarías conmigo después de conocer todos mis pecados?

—Te amo Kirito-kun y siempre será un sí... —susurró con el llanto brillando en sus ojos.

El espadachín no esperó a ponerle el anillo se lanzó directamente a besarla y sellar de esa manera la aceptación a sus sentimientos más profundos.

Asuna no le privó de nada, lo conocía tan bien que no era necesario agregar más que solo demostrarle su amor de esa manera.

Su indestructible amor era algo que nadie lograría quitarles, un amor puro que no importando en qué mundo, siempre latera tan fuerte como en ese momento.

.

.

Casi dos años después estuvo listo para dejar que la corona bañada en oro que tanto negó, fuera puesta sobre su cabeza de mechones oscuros, el espadachín más fuerte, que ahora se convertía en el gobernante de ese mundo.

Por clamor del pueblo —fieles a sus nuevos gobernantes que no cesaron en callar la intensidad de los aplausos.

El rey de Underworld nunca dejó de sostener la mano de su reina, que como siempre doblegaba a todos con su encantadora sonrisa.

Más no era la corona que portaba su reina o la misma en su cabeza que hacía de él y de su amada los seres más felices del mundo. Toda su felicidad que desbordaba en su sonrisa y orgullo era aquel pequeño ser que iniciaba a crecer en el interior de su amada.

Noticia que apenas unos minutos antes de realizar la ceremonia de coronación su reina le dio y le hizo prometer ante ella que lucharía por darle un mundo mejor a su hijo.

Junto a su reina; lucharían para que así fuera, ella era su alegría, su fuerza y por esa nueva felicidad cumpliría su sueño de hacer un mundo mejor.

Sin soltar a su reina, se levantaron y caminaron hacia adelante, donde la multitud gritaba sus nombre con gran devoción.

Era el momento de dar su discurso como reyes de ese mundo, que los alejó del otro y terminó separándolos de todos, pero ahora era el mundo que le proporcionó todo lo que deseaba... su familia y si su reina estaba con él, no le temería a nada.

Después de todo, primero fue solamente su gobernante...

.

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Y wow!! Deseaba escribir sobre los reyes de uwo que tanto amo, aunque este escrito me dio un par de problemas. Lo borre y reescribí xDD

La idea para esto fue pensando en que si en algún momento, ellos se negaron a ser reyes, fueron 200 años y creo muchas dificultades pasaron. Trate de enfocarme más en Kiri no queriendo serlo porque... se sentía culpable de alejar a Asu del mundo real, donde pensó que sería la última vez que la haría feliz y se casarían por las buenas y ante los ojos de todos.

Ok una pequeña aclaración: Kiri insiste en pedirle a su Asu que lo libere de sus pecados, refiriéndose a que para él es su diosa de verdad y estar ya saben juntos... ignorando las reglas del índice de tabú sobre las parejas, pero como ellos no están ligados a las reglas de ese mundo pueden disfrutar de ellos mismos xD. El punto de esto es que le pide perdón por no concretar lo que son en ese mundo.

Sin más nos leemos en el último día de la week... bye!!

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