Solamente

¿El amor empieza cuando sabes que estás enamorado?

¿Inicia al momento que te das cuenta que sientes eso?

Casi siempre dan por comenzada la travesía cuando, en un chispazo de iluminación, se dan cuenta del cambio que surge en sí mismos. Como un click en la mente que acciona el correr de la cuenta regresiva del desborde de emociones que inunda la mente en todos sus sentidos, nublándole y abrumándole. Pero éste era su problema: no necesitó un chispazo o algo parecido. Podía sentir el cambio lento en su interior. Algo que, en diminutos tantos, tomaba posesión de sí mismo. Algo que le desconcertaba y aterrorizaba porque, en principio, ¿cómo iba a saber él de qué se trataba, si nunca antes lo había sentido? Es más, jamás había sentido nada más allá de las reacciones naturales de un ser vivo.

¿Comodidad? Claro. ¿Sorpresa? También. ¿Enojo? Evidentemente. ¿Miedo? Sí..., igual miedo. Emociones que permitían su supervivencia, el instinto de buscar cómo asegurar su existencia, de cómo mantenerse con vida. Y cuando esos cambios surgieron, se lo atribuyó a su huésped. Entonces comenzó un periodo de mudanza donde constantemente cambió de cuerpo, pero en el que extrañamente la misteriosa presión se mantenía. Una presión que siempre surgía con la aparición de un esqueleto que conocía de tanto tiempo. Y, conforme más intentaba deshacerse, o cuando menos dar sentido a ese cambio que presentaba, más sentía que éste se apoderaba de él.

El pánico lo invadió: ¿Qué sucedía? ¿Absorber el alma de los monstruos ya no surtía efecto? Pero no se sentía cansado, sólo como si su inexistente garganta fuera apretada, dejándole sin aliento. Y esto ocurría sólo con la presencia de ese esqueleto, cuando lo veía, cuando lo escuchaba, incluso cuando lo mencionaban o siquiera cruzaba su mente.

Este problema crecía con el tiempo... Y él no lograba darle razón o lógica.

Por eso estaba aquí, en la puerta de la casa de su hermano, el más grande de los dos que tenía y había nombrado como tales. Porque lazo sanguíneo no existía, sólo historia. Una existencia compartida que los ligó en vínculos que él acreditaba como únicos, pues esa casa fue el primer lugar donde fue aceptado, por ese esqueleto de ropas blancas y bufanda de brillante color rojo, su big brah.

―¿Fresh? ¡Qué te trae por aquí! Hace rato que no te veo. ¡Pasa! ¿Quieres algo?

Esa sonrisa y felicidad con la que le recibía el mayor anestesiaba ligeramente los motivos de su llegada. Le sonrió devuelta, no con toda la animosidad que siempre desprendía, pero la suficiente como para no preocuparle. Porque era cierto, éste siempre se preocupaba. Más con él que con su otro hermano, bajo el concepto de que era el menor de los tres. Y, aunque no lo dijera, sabía que también era porque era el más propenso a meterse en líos por no comprender los sentimientos de los demás. Pero si él no los tenía, ¿cómo podría identificarlos correctamente en otros?

―Big brah ―musitó en voz baja, sintiendo un bajón de ánimo, traducido en una aparente seriedad.

―... ¿Qué sucede, Fresh? ―se acercó extrañado el mayor, quedando ambos en medio de la sala.

Fresh dudó en continuar hablando. En su cavilación se mantuvo algunos segundos estático en su lugar, como si su confusión le hubiera congelado. Esto preocupó al de las ropas blancas que intentó rodearle para verle el rostro, siendo detenido por Fresh, al éste seguir hablando.

―Geno ―un sobresalto invadió al mencionado, sorprendido de ser llamado así, pues su pequeño hermano rara vez le llamaba por su nombre―, algo malo me pasa.

Un escalofrío recorrió todo el esqueleto del de  bufanda roja, que miró con angustia a su hermano menor de ropas coloridas. Ese aspecto apagado que su siempre fiestero hermanito desprendía le hizo entrar en pánico.

―¿Qué ocurre? Sea lo que sea buscaremos una solución, ¿sí? ―habló rápidamente, girando a Fresh para tenerlo de frente, sujetándolo de sus hombros.

Geno tenía miedo, un terrible miedo a que fuera algo realmente malo. Él había perdido a su hermano Papyrus en su universo: no podía permitirse perder al que tenía enfrente. Uno de los dos que formaban su nueva esperanza de intentarlo de nuevo.

―Me he sentido diferente ―dijo Fresh, posando una mano en su pecho―. Como si me ahogara, Geno. Como si mi interior ardiera. He intentado cambiando de cuerpo demasiadas veces, pero esto me persigue.

Fresh apretó sus ropas, dirigiendo su mirada al único ojo visible de su hermano.

―No lo comprendo ―musitó con aparente temor, Geno no podía creer ver así a su little brother―. Por eso vine contigo, para ver si tú podías ayudarme a saber qué es esto... ¿Qué me sucede?

Geno abrió sus cuencas sobremanera, sorprendido de lo que escuchaba. ¿Podía ser que Fresh comenzara a...?

―Se más específico, Fresh ―suavizó su mirada, guiándole al sofá―. Dímelo todo.

Geno se mantuvo en silencio durante todo el monólogo del esqueleto de coloridos ropajes, brillantes y notorios, mientras su ceño se fruncía lentamente en desconcierto. No podía dar crédito a todo cuanto escuchó de Fresh y, más aún, a su completo miedo al contárselo. Al finalizar, sólo atinó permanecer callado unos segundos más, inseguro de decirle lo que sucedía. Pero al menos su preocupación se había desvanecido; en cambio, se llenó de enternecimiento. Le sonrió con la mayor dulzura que podía desprender.

―Ya sé lo que sucede, Fresh ―posó una mano en el hombro de éste, transmitiéndole todo su cariño fraternal.

―¿Qué es?

―Estás enamorado.

El esqueleto colorido miró completamente confundido a su hermano mayor, que continuaba con esa mirada que sólo le desconcertaba más. Entonces es amor... ¿cómo es posible siquiera?

―Pero..., ¿cómo puede...? ―balbuceó, mirando consternado sus propias manos, como si en ellas pudiera encontrar alguna respuesta.

―No lo sé ―admitió Geno, suspirando―, pero no es tan malo. Estar enamorado es algo precioso. Y si estamos con suerte, estarás con esa persona que te tiene así ―sonrió ampliamente, comenzado a cavilar en cómo lograr juntar a su hermanito y a esa misteriosa persona que logró lo imposible: hacer sentir amor a alguien que literalmente no tiene sentimientos.

Fresh regresó su vista a Geno, pudiendo sentir el apoyo de éste que le aliviaba un poco de todo. Le sonrió ligeramente, pero aún faltaba contarle el último detalle.

―¿Y quién es el que te tiene con el cráneo en las nubes? ―rio animado Geno, un poco por querer ayudar a su hermano en todo lo posible y un poco por su propio chiste.

―Error.

La risa de Geno se detuvo al instante, una corriente eléctrica le recorrió por completo, dejándolo paralizado y con la mente enteramente en blanco.

―... ¿Quién? ―quiso creer que escuchó mal.

―Mi brah Error...

No podía ser.

«Oh, por dios» fue lo único que resonó en la cabeza de Geno. Su gesto de inmediato se transformó, completamente preocupado. Abrazó con fuerza a su hermanito, asustado de lo que pasaría ahora. ¿Estar enamorado no es malo? Lo es si lo estás de tu hermano mayor, el cual te odia como a nadie en el multiverso. Ahora se retractaba por completo de sus palabras. Geno apretó el abrazo, resistiendo las ganas de llorar que comenzó a sentir. Porque lo sabía, sabía que con este amor Fresh sólo iba a sufrir.

Sólo podía hacer eso ahora, sujetar entre sus brazos al más pequeño para transmitirle todo su apoyo, mientras intentaba controlar esa infinita pena por el dolor que sufriría su querido hermanito.

Era inevitable que se encontraran alguna vez.

Fresh estaba de frente a quien le hacía sentir tantas cosas, en completo silencio y luciendo la mejor de sus sonrisas, para escudar el malestar creciente en su pecho ocasionado por percibir esa mirada de completo desprecio que le dirigía éste. Pero al menos estaba cerca de él y eso, de alguna forma, le reconfortaba.

Aun con esos hilos que se dirigían a él rápidamente para atacarle y las palabras hirientes dichas por aquella voz que le hacía temblar hasta lo más mínimo de su ser. Dolían tanto esas palabras, y ahora que sabía a qué se debía la sensibilidad a ellas, dolían aún más.

Mucho tiempo se mantuvo en casa de su hermano más grande, meditando y resolviéndose cómo controlar esas nuevas sensaciones que le abrumaban. Todo el apoyo que recibió de su big brah en ese período fue maravilloso: la paciencia con la que le explicaba las cosas, los abrazos de ánimo que le regalaba, los múltiples dulces que le preparaba... Sin embargo, todo estaba siendo opacado por ese ardor en su pecho que le hacía sentir terrible, que le restaba fuerzas y dejaba sin energías como para defenderse. O siquiera esquivar bien.

Quedó atrapado entre los hilos de Error, que a carcajada batiente apretaba con fuerza el cuerpo de Fresh y aparecía Gaster Blasters por distintos lados, todos apuntando al de ropas coloridas que luchaba por mantener su sonrisa. Quería seguir sonriendo para Error, aun escuchando ese discurso sobre la abominación que era, sobre el estorbo que representaba y sobre el bien que haría su desaparición.

El esqueleto colorido no sabía qué decir. En su garganta se atoraban tantas cosas: ¿Una broma? ¿Un inteligente juego de palabras? ¿Un argumento positivo sobre su trabajo de volver animados y frescos a todos? ¿Una opinión sobre lo un-fresh que era esta pelea? ¿O, tal vez, algo completamente distinto?

―¿Alguna última cosa que decir, abominación? ―dijo burlesco el esqueleto oscuro glitcheado, mientras los Gaster Blasters comenzaban a desprender luz, cargando su ráfaga luminosa que, de un solo disparo, lo dejarían hecho polvo.

Fresh alzó su mirada, dirigiéndola directamente a las cuencas del glitch quien, al percibir ese extraño suspenso, con desconfianza presionó más los hilos. Pero lo dicho en ese instante se volvió un shock, sorprendiendo al esqueleto oscuro e, incluso, al mismo colorido yolero. Nadie esperó que esas palabras fueran realmente pronunciadas.

―Te amo, Error.

El glitch abrió sus cuencas, anonadado por lo que había escuchado. Un silencio abrupto se apoderó del momento, acentuando la naturaleza vacía de aquel lugar. Ambos cráneos se habían quedado en blanco. Fresh incluso perdió la noción del tiempo, desorientado en la mudez latente que ya se había mantenido considerable rato. Sin embargo, al ver que Error no terminaba de atacar, una pequeña esperanza surgió en su interior... ¿Podía ser que Error no le odiara tanto?

Pero sus pensamientos se interrumpieron al sentir el ahogante aumento de presión de los hilos, y sintió su ser romperse al escuchar a Error gritarle, lleno de glitches:

―¡¿Amar tú, un parásito sin sentimientos?!

La sorna de esas palabras le hicieron tanto daño, que no pudo siquiera preocuparse por su cuerpo que comenzaba a emitir ligeros crujidos. Todo en ese momento, para Fresh, perdió sentido.

«Te amo. Te amo tanto que duele».

Crack.

«Te amo de verdad».

Crack.

«Aunque sea sólo un parásito».

Cerró sus cuencas, dispuesto a recibir los rayos luminosos que sin duda acabarían con él. Sin embargo, dos portales se abrieron en el lugar. El sonido de ataques comenzó a escucharse, pero ninguno daba contra él. Se sintió caer de los hilos y aterrizó en el suelo, con dolores en sus costillas que se habían agrietado.

Escuchaba de fondo la voz de su amigo Ink discutiendo con Error y cerca suyo la voz de su hermano Geno, que se acercaba a él para ayudarle. Rápidamente el de bufanda roja abrió un portal, llevando a ambos a casa de éste. Geno le curó las heridas, le abrazó, le ofreció dulces, le dio palabras de apoyo, pero Fresh no podía procesar nada de eso ahora. Sólo una cosa rebotaba en su mente.

―Se lo dije, Geno ―dijo por lo bajo el yolero, tan bajo que Geno apenas pudo escucharle.

El mayor quedó estático, sin saber qué hacer. Alzó su mano, inseguro de tocarle, pero se detuvo al momento que Fresh agachó el rostro, cubriéndose la frente con una mano.

―Se lo dije ―murmuró―. Y no me creyó.

Huyó.

No porque le disgustara estar con su big brah, que estaba dando todo por él para hacerle sentir mejor, haciendo cuanto se le ocurría para evitar que tantas sensaciones le consumieran e impedir que su ser se apagara lentamente... justo como lo estaba haciendo ahora. No, no era por eso. Solamente lo invadió una inaguantable necesidad de estar solo, de librarse de cualquier contacto con algún otro ser. No quería escuchar palabras de apoyo, ni recibir abrazos o dulces.

Esto lo orilló a perderse entre los infinitos AU's , desorientado en sus sentidos y caminando escaso de ganas de escuchar otra cosa que no fueran sus pensamientos (a los cuales tampoco prestaba atención, realmente). Su paso se desaceleraba con rapidez, a la vez que una fugaz debilidad atacó cada parte de su cuerpo. Sus piernas flaquearon y se dejó caer de rodillas al suelo. Estaba agotado, pero no físicamente, sino una fatiga mental que le aturdía y mareaba.

Agachó la mirada, cediendo ante el silencio de aquel lugar. Había terminado en la oscuridad del suelo que podía ofrecer Waterfall donde las flores eco, en alguno de los muchos universos que existían. No tenía idea de cuál de todos, pero eso era algo que no podía importarle.

La mala posición en la que había quedado le obligó a reacomodarse en su sitio. Arrastró los miembros de su cuerpo con pesadez, quedando sentado con ambas piernas flexionadas. Apoyó su brazo en una de ellas, mientras su ceño lentamente se frunció. Otra vez esas terribles sensaciones que le dejaban vulnerable le aquejaban con vehemencia, atentando contra su aún incomprensión en el manejo de un cúmulo de sentimientos nuevos que sin piedad se desataban. Más que confundido, estaba asustado. Asustado de todo lo que pasaba. Pero, a pesar de ello, aún las palabras de Geno lograban tener cierta influencia en él, haciéndole mantener un equilibrio mental entre la desesperación y el análisis pausado de sus conflictos internos.

Geno dijo que sentir no es malo. Sentir es potencializar lo que nos causa una emoción. Sentir es algo que, de saberlo hacer, hace que cada momento sea especial, único e irrepetible. Sentir da verdadero sentido al existir. También dijo que sentir necesitaba de los sentimientos para expresarse; que nadie, absolutamente nadie, era capaz de manejar el sentir a la perfección y que en ello surgía su misterio. El sentir y los sentimientos actúan y surgen por sí mismos, sin preguntar ni anunciarse. El sentir y los sentimientos son la respuesta del alma ante lo que sucede, ante lo que vive. La tristeza, el resentimiento, la angustia, la melancolía, la felicidad... todos representan la plenitud de las experiencias. Y sin ellas, la vida no puede ser realmente eso... vivir.

Aquellas palabras aún buscaban acomodo en su mente. Una vida entera sin sentir y que de pronto todo llegue como una serie de patadas en cada mínimo rincón de su existencia era algo que le superaba, a él y a lo que podía procesar. Una amarga risa, casi inaudible, se escapó de su sonrisa forzada. Porque, aun en su poco entendimiento en lo que es realmente estar con vida, atinaba a sentirse graciosamente irónico. Con una de sus manos se cubrió ambas cuencas; se adivinaba patético, incluso estúpido. Estaba plenamente consciente de que había hecho una reverenda idiotez, que ni toda su radicalidad podría componer, pero podía sentir que no se arrepentía... y ese era el mayor problema.

En su interior sabía que no se retractaba de haberlo dicho, de haber soltado aquellas palabras que dentro de todo su desastre mental lograron encontrar salida. Incluso, como ser que siempre soltaba lo que pensaba sin tapujos (puede que hasta inconscientemente), no le sorprendía que tarde o temprano terminara por decir esa verdad.

No se arrepentía, a pesar de que sabía que todo lo que de por sí apenas se sostenía por sí mismo ahora se derrumbaría, si es que no lo hizo ya. Porque claro que lo sabía. Siempre supo que el objeto de su sentir le odiaba con ganas. ¡Lo sabía mejor que nadie! ¡Éste mismo se lo dijo en la cara tantas veces que ni siquiera podía contarlas!

Sabía que le veía como la cosa más repulsiva que podía existir. Aunque algo bueno había: Ya no sentía ese picor en la garganta, la exigencia de la verdad por salir. Y no le falló a Geno, no se mintió a sí mismo y aceptó a plenitud su sentir, en cambio, cierto vacío en su pecho aún se mantenía.

Una aparente humedad comenzó a filtrarse por sus cuencas, empapando su mano que aún las cubría. Miró ésta con extrañeza y gateó hasta el pequeño riachuelo de agua quieta que tenía más próximo. Observó su reflejo y casi al momento éste se distorsionó, por causa de ciertas ondulaciones originadas por misteriosas gotas que caían. Pasaron algunos segundos en los que su mente se bloqueó y, en cuanto reaccionó, sólo pudo sonreír. Cuánta razón tenía Geno. Aquí estaba... la señal de que su sentir era verdadero.

Geno dijo que cuando el sentir es tan verdadero, que incluso supera los propios límites del cuerpo, éste buscará la forma de salir. Este desborde, traducido en agua brotante de sus cuencas, era porque amaba de verdad. Y aun con las múltiples advertencias de su hermano (e inclusive, a pesar de que conocía perfectamente al objeto de sus dudas, confusiones y de sus extrañas sensaciones), no era capaz de arrepentirse de algo. De sentir, de hablar, de desbordarse de esa forma. Ahora, tan sólo podía sentir el deseo de algo más. De algo que no iba a suceder. 

Esperar por algo que no llegaría por mucho que lo ansiara, y fuera lo único que quisiese de verdad.

―Ahora qué mierda quieren ―una ruda voz glitcheada inundó aquel vacío oscuro. La espesa penumbra era molesta, pero no tanto como el blanco vacío que él tan perfectamente conocía. Al menos en la oscuridad no se afectaba tanto la visión.

―Darte ideas ―respondió jocosamente otra voz, grave y profunda, que sonaba como si rebotara en las inexistentes paredes de aquel lugar―. Estás tardando mucho en deshacerte del virus ese. ¿Cómo lo llamas tú? ¿Abominación?

―Yo hago las cosas a mi modo, no se me da la gana despedazarlo aún ―respondió con fastidio y ciertos fallos de sonido, dándose media vuelta para poder largarse―. Y aunque fuese lo contrario: ese parásito no es estúpido. Sabe darse cuenta perfectamente del peligro y huir.

―A eso íbamos ―otra voz, esta vez no tan profunda, pero igualmente con cierta entonación traviesamente tétrica―. ¿No te apetece resolver esto de una vez por todas?

El que estaba a punto de marcharse se detuvo, dirigiendo la mirada al grupo frente suyo. Esos tipos siempre fueron un dolor en el culo. Eran fuertes, rápidos... y malditamente astutos. Muy probablemente, si no prefiriera trabajar solo, estaría con ellos para poder destruir cada inmundo AU que surgiera. Pero ¿para qué compartir la gloria? Además, él era perfectamente capaz de encargarse de aquel trabajo solo.

―¿Interesado? ―una risa se escuchó de fondo, podía reconocer esa sonora carcajada falta de escrúpulos de parte de ese alguien que carecía de sus facultades mentales―. La receta para acabar de una vez por todas... con tu hermanito.

El silencio de aquel lugar era aplastante. Tanto que, si alguno de los presentes no hablaba y se cedía el poder a la nada, casi era como si todos desaparecieran y la soledad fuera el único reinante entre la penumbra.

―Según ustedes, ¿cómo resolvería esto de una vez por todas? ―dijo con un emboque amargamente sarcástico, importándole menos que mierda que tuviera enfrente tres terribles amenazas que apenas pudiera ver.

―Pues sencillo, Error ―rio maléficamente la primera voz que hubiera hablado, su risa en contraste de su voz grave y distorsionada creaba un efecto de horror que ponía los pelos de punta, pero que a cualquiera de los presentes le traía sin cuidado―. Aprovechándote de sus sentimientos.

―¿Sentimientos? ―se carcajeó, los glitches de su voz entrecortaban sus risas―. ¿Esa cosa? ―preguntó con sorna, cruzándose de brazos.

―Al menos eso escuchamos, Errorcito ―dijo otra de las voces, la de entonación enloquecida que ahora se adornó de burlonería―. ¿Que no se te declaró en medio de una batalla? Fue realmente interesante de ver ―rio―. ¡Enamoraste a un parásito, enhorabuena!

―Hijo de puta ―gruñó Error, irritado de las palabras de ese loco encapuchado.

―Es muy gracioso, lo sé, pero no perdamos el punto ―dijo jocosamente la voz principal, llamando la atención de los presentes―. El caso es que puedes usar eso a tu favor para acercarte. Y cuando menos lo espere... pues supongo puedes imaginar qué procede ―se podía adivinar una amplia sonrisa al final de esa frase, que denotaba con obviedad lo divertido que le resultaba el siquiera pensar en ello.

―Sí, claro ―rodó la mirada, sarcástico―. Buena, Nightmare. Y eso funcionará porque la abominación realmente siente algo y no lo dijo para poder salvarse el culo.

―En eso tiene razón ―admitió la voz que había permanecido en silencio―. ¿Enamorarse de este imbécil? ¿Quién sería tan idiota?

El glitch lanzó sus hilos hacia donde provenía esta última voz, mientras algunas fallas comenzaban a surgir en su cuerpo: Nadie se burlaba de él de esa forma.

―Uy, se enojó ―sonrió con picardía otra de las voces.

―Ya, ya. Killer, Dust ―detuvo la pesadilla, estando un tanto entretenido de la situación, pero deseoso de resolver el asunto sin más demora.

Error regresó sus hilos. No tenía las ganas suficientes como para ponerse a pelear en ese momento, así que lo dejaría pasar.

―Mira, Error. Este plan es de ganar ―comenzó a explicar, jocoso―. Si ese parásito de verdad siente algo por ti, te aprovechas de eso y lo matas. Si no siente nada, lo matas igual ―dijo con simplicidad, restándole importancia―. Sólo es cuestión de que actúes como si te lo hubieras creído, se confíe y de una sola...

La pesadilla guardó una pausa, resistiendo su risa. Un brillo maquiavélico cubrió la mirada de los otros dos asesinos, que sonreían entretenidos.

―Lo hagas pedazos.

―No puedo hacer eso, Fresh ―se giraba un esqueleto blanco, portador de un gran pincel de poder inigualable.

Estaba preparándose para marcharse de aquel universo donde se hubiera encontrado al esqueleto de ropajes coloridos, cansado de una extenuante discusión que había iniciado hacía tantas horas y que, de continuar, no llevaría a nada bueno. Le sabía mal irse, dejando al otro ahí solo, pero tenía que negarse a lo que éste le solicitaba. Y es que no lograba hacer entender al yolero: ¡Simplemente era imposible!

―Por favor, tinta. De verdad, necesito que hagas esto por mí ―la entonación apagada que utilizó hizo sentir terrible al creador, que detuvo su paso llevando su mirada al suelo―. Aunque sea... que lo intentes.

La tristeza que pudo percibir le hizo girarse con las cuencas abiertas a más no poder. Nunca podría haber imaginado ver de esa forma a su amigo colorido, el que siempre sonreía y bromeaba tan animadamente, dando vueltas por todos lados.

―Sé que te pido algo que no debe ser, pero... en serio ―balbuceó a duras penas, el creador no podía dar crédito al ligero temblor que el yolero presentaba―. Debe haber alguna forma. Yo..., por favor. Ink, sólo... por favor.

No pudo resistir esa voz quebrada. Corrió a abrazarle con fuerzas, intentando calmar la desesperación que brotaba en el esqueleto de sonrisa forzada y ropajes coloridos. No podía tolerar esa tristeza que desbordaba en éste, ni ese dolor que podía adivinar en su interior con sólo sentir el descontrolado estremecimiento de su cuerpo.

Se arrepentiría sin duda de lo que haría.

―Haré todo lo que esté en mis manos ―dijo, estrujándole más aún en sus brazos, sintiendo una creciente culpa invadir su alma.

Se movía de universo en universo, maldiciendo entre dientes con cada paso que daba. No podía creer que de verdad lo haría. Pero, vamos, era la forma que más aseguraba el deshacerse de ese parásito. Aunque ahora, cuando lo que quiere es encontrar a ese imbécil, simplemente éste no aparecía por ningún lado.

Se le ocurrió ir a la casa de Geno. Lo más probable era que éste supiera dónde se encontraba esa alucinación psicodélica de relajado vocabulario desesperante. Tocó la puerta y, para su sorpresa, ésta fue rápidamente abierta. Geno abrió casi instantáneamente, denotando un rostro que desconcertó a Error: ansioso y preocupado. Pasaron algunos segundos antes de que alguno reaccionara.

―¿Error? ―preguntó con tono incrédulo el de ropas blancas, mirando al glitch como si de una ilusión se tratase.

―... ¿Y esa cara, Geno? ―preguntó, con gesto extrañado.

El mayor pareció quedarse en blanco. Pasaron algunos otros segundos, hasta que por fin dijo algo el de bufanda roja.

―No es nada... ¿Quieres pasar? ―preguntó, al parecer adoptando el semblante neutro y amable que solía utilizar, como si sus anteriores gestos no se hubieran efectuado.

―No hace falta ―respondió el glitch―. Sólo venía a preguntarte algo.

―... Ya veo ―dijo Geno, relajando la mirada―. ¿Qué quieres preguntar?

―¿Sabes dónde está Fresh?

El de bufanda roja frunció el ceño instantáneamente, denotando cierta desconfianza (completamente justificada) con respecto a que el otro preguntara por el más pequeño de los tres hermanos. Guardó silencio, mirando con intensidad al que tenía enfrente, el hermano que hacía tanto se hubiera marchado siguiendo su camino. Su hermano mediano que siempre había mantenido una evidente hostilidad con el más pequeño y que ahora sin más le buscaba.

―Sólo quiero hablar con él ―aclaró el esqueleto oscuro―. Pienso que ya es suficiente de tanta pelea sin sentido.

Geno abrió sus cuencas, consternado. ¿Era este el Error que conocía?

―Bueno, ¿sabes dónde está? ―reanudó su cuestionamiento, un tanto exasperado.

El mayor entró en un conflicto mental, dudoso en si responder o no. Era su hermano, pero decir que podía confiar plenamente en lo que decía no sería cierto. Se llevó una mano al cuello, pensativo. Finalmente, suspiró.

―... Tengo una idea de dónde podría estar.

Rondaba en su patineta entre universos. Había terminado todos sus pendientes, así que sólo le restaba esperar por resultados.

Estaba vagando sin rumbo. Ese día no tenía ganas de ninguna fiesta, ni de ver a nadie. Aunque lo más seguro era que su big brah le estuviera esperando. Un pequeño resoplido se le escapó. «Lo siento» pensó, con su ceño fruncido en pesar. Tal vez le visitaría luego, era reconfortante hacerle compañía un rato, pero en ese preciso instante no estaba de ánimos suficientes.

Una abertura del espacio se hizo presente frente a él, haciéndole detenerse abruptamente para no terminar entrando en ésta. Se quedó a la expectativa, observando intrigado si alguien salía. El usuario del portal apareció y, en cuanto se dio cuenta de quién se trataba, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, dejándole estático y sin habla. Incluso perdió el aliento, sentía que se desvanecería.

―Aquí estás ―dijo, con ligeros toques de reproche, el esqueleto que había aparecido.

―... Error ―atinó a pronunciar, sin poder neutralizar el congelamiento del que era víctima.

―Vine para hablar contigo ―dijo con tranquilidad el glitch, desconcertándole―. Vayamos a otro lado.

Fresh no supo qué más decir y se limitó a seguir cada paso que daba el esqueleto oscuro. Su sentir estaba alterado, tantas cosas comenzaban a invadirle, logrando hacer rígidos cada uno de sus movimientos. Hasta los más mínimos ademanes de Error le hacían dar un respingo, obligándole a mirar a otro sitio. No podía comprender el porqué de que se comportara así. Trató de relajarse, esa actitud no era propia de él. ¡Él era el radical esqueleto Fresh! Fiestero, alegre, cool. Además, Error no le estaba atacando, ni le estaba insultando. Estaba a su lado, ambos caminando en uno de los muchos universos: el del paisaje más precioso de todos, que miraba al infinito estrellado.

Guardaron asiento en la orilla de aquel mundo. Entonces, el glitch comenzó a hablar, de forma pausada y lenta, como si buscara las palabras correctas para expresarse. No podía creerlo, debía estar soñando. El glitch estaba disculpándose de todas las peleas que habían tenido, estaba pidiéndole que se llevaran bien, estaba viéndole sin agresividad o furia. Error estaba sonriéndole, sin sarcasmo, sin burla, sin odio o desprecio. Un sentimiento tal le embargó y su ser se estremeció de una forma tan gratificante, que no podía siquiera concebir que fuera algo posible. Se sentía tan bien, tan emocionado, tan... feliz.

Quiso saltar sobre el glitch para abrazarlo de entera felicidad. Por primera vez sentía ello y presentía el desborde en sus cuencas, pero se controló. No podía abusar de su suerte. No debía hacer cosas que sabía que al glitch le desagradaban, entre las cuales destacaba el tocarle. Reprimió ese deseo de arrojarse a sus brazos, por el bien de la felicidad que podía sentir en ese momento. Sonrió. Alzó la mirada viendo a Error, asintiendo y percibiendo cierto temblor en su cuerpo. Ni bien terminó de aceptar la nueva relación entre los dos que se le ofrecía, el esqueleto oscuro se puso en pie.

―Bien, debo irme ―dijo, alejándose un poco y abriendo un portal.

Fresh agachó el rostro, triste de verlo marcharse tan pronto.

―Pero ―reanudó el esqueleto oscuro.

El yolero alzó de nuevo la cabeza con rapidez.

―¿Qué te parece si vamos luego por un helado? ―preguntó el glitch, de frente al portal y sin girarse.

Las cuencas del esqueleto colorido denotaban su sorpresa. Sonrió enormemente, por primera vez tan emocionado en su vida, ansioso, deseoso...

―¡Claro, brah! Estaré por aquí ―exclamó.

Que Error quisiera pasar un rato con él le llenaba de esperanza.

"You're filled with hope".

Salidas, paseos, almuerzos, ver Undernovela juntos. Los días que continuaron alegraban infinitamente la existencia del esqueleto colorido, que disfrutaba cada instante con la sonrisa más verdadera que jamás había desprendido.

Ir a cenar con Geno, jugar con las flores eco, disfrutar en silencio la belleza del cielo estrellado de Outertale. Cada minuto al lado del esqueleto oscuro, en esa paz, superaban cualquier fiesta a la cual haya asistido alguna vez.

Aguardaba la llegada del glitch cada mañana, lamentaba la ida de éste por la noche. Las horas se le iban rápidas, como si esos momentos al lado del otro fueran simples segundos. No había forma de describir lo que sentía, era como si un sentimiento placentero aumentara en su interior cada que veía a Error aparecer a través del portal. Geno dijo que era el amor creciendo.

¡Vaya! Era precioso, era indescriptible.

Era tan doloroso.

Porque su interior comenzó a desear más. Y se reprochaba por querer más de lo que (por milagro) tenía, pero no podía evitar ese temblor en sus manos que con ansiedad anhelaban tomar las del contrario, cuando estaban sentados, cuando caminaban entre las brillantes flores eco. Su sonrisa comenzó a volverse forzada nuevamente, alegre de permanecer al lado del esqueleto oscuro, pero triste de no romper esos centímetros de distancia. En cambio, lo sabía, no debía pedir más de lo que no podría tener.

Mas el universo le sonrió: Un roce, sólo uno. Tan ligero como si una débil brisa te tocase. Error no lo notó, pero Fresh sí, y fue suficiente excusa como para sonreír resplandecientemente por el resto del día, satisfecho con ese pequeño golpe de suerte.

―¿Cómo lo llevas? ―rio el esqueleto de tentáculos en aquel espacio vacío, completamente blanco.

El glitch optó por ignorarle, manteniéndose recostado en la nada.

―¿Cuándo planeas atacar? ―siguió hablando, haciendo de menos el ser ignorado, a sabiendas de que de cualquier forma sería escuchado―. Llevas un rato ya rondando con la abominación, ¿no?

―No te interesa ―gruñó, comenzando a jugar con sus hilos―. Haré algo cuando quiera hacerlo.

―Claro, claro ―sonrió burlesco―. Yo veo bastante confiado al parásito. Lo tienes muy contento... ¿no crees?

Silencio.

―Mira que eres un gran actor... casi me creo que de verdad te diviertes ―sonrió maquiavélico. Dio unos cuantos pasos, acercándose al glitch que se mantenía inmóvil en su lugar―. O no será... ¿que en serio disfrutas pasarla con...?

―¡Cállate! ―arrojó sus hilos con potencia, glitcheándose un poco. El otro esquivó el ataque con aparente facilidad, saltando―. No digas idioteces como esas, Nightmare. Sólo espero el momento indicado.

―Sí, sí ―respondió, aterrizando―. Haré como que te creo.

De nuevo silencio. Error se puso en pie, era momento de ir con Fresh, pues le había dicho que irían a almorzar. La pesadilla, aún sonriendo, se dio el lujo de decir una última cosa.

―Por cierto ―sonrió juguetón―, en vista de que ya lo tienes bien idiota.

Error volteó, escuchando cómo el otro resistía sus propias risas, mientras se giraba para crearse un portal.

―Bien podrías sacarle beneficio a ese amor que te tiene... y divertirte un rato con él ―carcajeó de último, engrosando ligeramente la voz y resonando ésta con potencia en el lugar, mientras caminaba atravesando el portal, yéndose por fin.

Aquella frase propició un escalofrío por todo su esqueleto, pues había comprendido perfectamente a qué se refería.

Sí que puede ser doloroso escuchar eso, más cuando te lo cuenta tu hermano.

―Fresh..., Error quiere matarte. Todo ha sido una mentira.

Un doloroso vacío surgió en su interior, dejándole sin habla, sin movimiento, sin nada. Geno seguía hablando, diciéndole que Error buscaba atacarle cuando menos lo esperara, que cuando él estuviera más vulnerable atacaría sin piedad. Su cuerpo se vio de pronto debilitado y cayó de rodillas en medio de la sala, en donde Geno estaba haciéndole ver todo cuanto sucedía.

El de ropas blancas se apresuró a levantarle. Le dolía contarle eso a su hermanito, pero éste no podía seguir engañado. El maldito loco de ropas llenas de polvo le había contado todo. No lo quiso creer... y no lo hizo hasta que escuchó a Error hablar de ello con Nightmare. Geno quiso tomar a Error y golpearle hasta dejarlo inconsciente, quiso hacer pedazos a Nightmare, cortándole cada uno de sus tentáculos con lentitud y saña, pero sólo corrió a casa, en donde Fresh descansaba, para contarle todo. Sin embargo, no fue como esperó. Fresh no se detuvo.

―No... no importa ―sonrió, alzando la mirada, dejando ver las descontroladas lágrimas que caían de sus cuencas―. Yo... iré.

Habían quedado Error y él en Outertale. No faltaría, sin importar qué.

―¡Está fingiendo! ―exclamó, intentando detenerle en su paso hacia el portal que había abierto―. ¡No vayas a su mentira!

―Iré, Geno ―dijo, girándose.

El de ropas blancas quedó estático, no pudiendo creer esa expresión en el rostro de Fresh: tan tristemente tranquilo y resignado, con una sonrisa tan amplia que le destrozaba el alma el siquiera verla.

―Quiero estar con él ―sentenció, retomando su camino―. No me importa si es mentira, si me destruirá luego. Yo... quiero estar con él.

Instantes silenciosos, eternos. La mirada que le daba Fresh le obligó a quedarse quieto.

―Además, sobre todo lo que siento y he hecho ―dio los últimos pasos al portal―. Ambos sabemos... que no hay marcha atrás, big brah ―susurró, atravesando el portal para ver a su amado glitch.

Geno dejó marchar a su hermanito, quedándose de pie en su lugar. Sus cuencas se humedecieron, plenamente consciente de que tenía razón.

«Sabía que no te detendría» pensó, comenzando a llorar.

No importaba.

Seguía disfrutando de la compañía del glitch. Ansiaba su llegaba, repudiaba su ida. Amaba cada segundo a su lado. Bendecía cada instante en el que podía ver el rostro del esqueleto oscuro. Pero, aun así, el dolor se agolpaba en su huesuda garganta. La presión de su desborde se acrecentaba con velocidad, en medio del sendero que estaban caminando entre brillantes flores. Su sonrisa se volvió su rival, luchando contra ella para que siguiera allí, para que no se desvaneciera.

El glitch comenzó a hablarle. Se gritaba a sí mismo que respondiera algo, que no hiciera tan evidente que no podía captar nada de lo que decía, que su mente estaba revuelta en una batalla contra su sentir. Pero supo que perdió la guerra contra sus sentimientos, cuando gotas comenzaron a caer al suelo. No podía resistir pensar que todo era una mentira, que el cariño sólo fue fingido. Se llevó las manos a la cara, quitándose los lentes que siempre llevaba, en un intento de limpiarse. Un fuerte temblor se arraigó en su ser, tan fuerte que no sabía si venía de él o era el lugar que comenzaba a desmoronarse. Sus piernas flaquearon y sintió su cuerpo caer.

Sentir puede ser tan doloroso.

Sin fuerzas, cedió ante la debilidad. Queriéndose olvidar de todo y sólo llorar. Estaba rindiéndose. Sin embargo, unos brazos lo envolvieron, deteniendo su caída: un tacto cuidadoso, un tanto inseguro, pero protector en su mayoría. Tembló aún más y, en respuesta, esos brazos lo estrujaron levemente, como solicitando en silencio que se calmara. Alzó la mirada, su cuerpo apenas le respondía, pero al menos pudo ser testigo del rostro del esqueleto glitcheado que le miraba con intriga, en un gesto que le decía que se tranquilizara, que le preguntaba qué sucedía. Sonrió torcidamente: Feliz, triste, desilusionado y lleno de esperanza. Error había olvidado su desagrado al contacto físico y le estaba abrazando.

¿Esto de verdad estaba sucediendo?

Se escondió en el pecho del glitch, llorando amargamente sus penas cuyo culpable era quien en ese momento parecía consolarle. «Te amo tanto» pensó, mientras ligeros alaridos salían de su garganta. No quería alejarse de él. No le importaba el dolor, las mentiras. Quería estar entre sus brazos, quedarse pegado a su torso, poder oler su aroma, sentir el calor que desprendía.

Solamente con eso, él podía decirse feliz.

Desde el desborde de su cuerpo, cuando sucumbió al dolor en brazos de Error, la debilidad se había apoderado de él. Estaba vulnerable, y si tan sólo intentaban hacerle daño él terminaría mal, muy mal. Pero curiosamente estaba bien, sin daños, sin rasguños. Manteniendo la fuerza que tenía con el deseo de ver al glitch, quien se hubiera vuelto más cercano a él y le diera el beneficio de mantener contacto físico.

Comenzando en los días en los que se hacía ovillo, mientras le esperaba, en los que recibía una palmada como saludo. Los saludos que crecieron a pequeñas caricias en la espalda, para luego subir estos a su cabeza, en el ligero desacomodo de su gorra. En sus silencios, Fresh tomó la valentía de tomar su mano, que al principio fue un roce no esperado que creó incomodidad en el contrario, pero que con el paso del tiempo se volvió una costumbre a la hora de caminar.

Su felicidad crecía desmedida con cada oportunidad de crecer el contacto. Y bendita la torpeza, que cuando hubiera caído sobre él, éste no le apartó. Ambos quedaron en el suelo, Fresh a su lado y Error con su brazo sujetándole en un aparente abrazo accidental, mirando al cielo estrellado. Ese incidente se volvió en abrazos ocasionales, de saludo y despedida, de tengo frío y de me he asustado. Lo ocasional perdió ello cuando comenzaron a mantenerse de esa forma por horas, en silencio, mirando lo precioso del universo mientras comían chocolate.

El amor de Fresh sólo apuntaba hacia arriba, creciendo, desbordándose... volviéndose incontrolable. Y el mayor ápice de todo fue cuando, al voltearse, sus dientes chocaron. Fresh quedó coloreado de púrpura y Error sólo quedó congelado, reiniciándose. Rio al ver al Windows 8 cargando y, en travieso atrevimiento, lo cubrió de choquecitos, lo abrazó, tomó sus manos, le dijo que lo quería y demás boberías de enamorado que se le ocurrieron.

En su reinicio completo, Error lo descubrió pegado a su cara, en un pequeño choquecito, sin sus lentes, con las cuencas cerradas y el rostro purpúreo. Aguardó segundos, haciéndose el que aún no reaccionaba, para luego estrujarlo en sus brazos tomándole por sorpresa y acrecentado el contacto. Acarició la espalda de Fresh, sus brazos, su rostro, mientras éste temblaba y aumentaba el color de su rostro.

Esa escena, más ligeros jadeos y el cuerpo que se retorcía en sus brazos, hicieron surcar una idea en su cabeza. Se separó, negándose a caer en ello. Abrió un portal y se fue, dejando a Fresh de pie en aquel lugar. No se vieron por el resto de la tarde... y algunos días más.

Fresh estaba desesperado, pues no quería perder ni un segundo de estar con el glitch. Lo buscó por todos lados, preguntó a todo el mundo, pero no daba con él. El desborde de nuevo se apoderó de sus cuencas, comenzando a sentir el correr del llanto por su rostro, en medio de aquel lugar donde, por primera vez, fue abrazado por el objeto de sus lamentos.

Se dejó caer, entristecido, angustiado, desesperado... y lleno de miedo.

«¿Ya no te veré?» se preguntó, apoyándose en el suelo y humedeciéndolo con sus lágrimas, sintiendo la fatiga de su búsqueda llegarle y obligándole a quedar dormido, recostado en la tierra oscura de Waterfall.

Las flores solamente repetían sollozos.

«Debo dar fin a esto de una vez» se repetía infinitas veces el esqueleto glitcheado, fastidiado de todo. Se encontraba de nuevo, como al principio del plan, buscando a la abominación de universo en universo sin ningún resultado.

Aceleró su paso, exasperado e irritado. Iban horas que no lograba dar con él. Buscó en todo lugar que hubiera visitado con el esqueleto colorido, hasta en los más mínimos rincones que pudieran ocurrírsele. ¿Cómo era posible que simplemente no apareciera? Esa peste siempre se mostraba cuando no lo buscaba. Y en el último tiempo, cuando inició toda esta estúpida idea, aguardaba sin falta en el lugar donde siempre quedaban.

Comenzó a refunfuñar por lo bajo, maldiciendo todo cuanto se le cruzaba. Estaba ya agotado de tanto abrir y cerrar portales, de recorrer AU en vano sin encontrar al escandaloso esqueleto. Decidió descansar de la búsqueda y, en vez de dar pasos furiosos, comenzó a caminar con lentitud. Su ceño estaba fruncido, su sonrisa desaparecida en una mueca de molestia que no había puesto en bastante tiempo.

Debía encontrar a esa abomi... ¿Eso a lo lejano es...?

Trotó, acercándose para ver aquello que estaba tirado en el suelo: un bulto colorido que se le hacía tan familiar. Se agachó, sin saber qué pensar. Fresh estaba en medio del camino, recostado en la tierra hecho ovillo, sus ropas sucias y con restos de lágrimas en sus mejillas. Error suspiró, Fresh estaba dormido. Una idea fugaz atravesó su mente: Era el momento perfecto. Se quedó mirándole unos minutos, frunciendo el ceño, dudoso en actuar.

El cuerpo del menor comenzó a moverse. Error desistió de su plan al sentir cómo éste se abalanzaba a sus brazos, estrujándole. No correspondió, pero tampoco se negó. Se dejó hacer, sintiendo cómo el esqueleto blanco se acomodaba en su pecho, seguramente para seguir durmiendo. Se retorcía para posicionarse mejor y, en ello, rozando ciertas áreas, aparentemente sin querer.

Error separó bruscamente de sí a Fresh, mirándole con cara de circunstancia, queriendo reprimir ciertas sensaciones que le venían. Sin embargo, Fresh se impulsó para darle un choque de dientes, apegándose a él, colocando sus manos en el rostro del esqueleto oscuro para evitar que se alejara. El frotamiento del cuerpo del esqueleto blanco contra el suyo comenzó a incomodarle, pero el problema era esa incomodidad: no era disgustante, sino lo contrario.

―No me obligues a hacerlo ―dijo en voz baja tomando las manos del yolero y mirándole con seriedad―. No propicies algo que no controlarás.

En respuesta sólo hubo más choques de dientes y caricias en la espalda. Fresh le miró, sonriéndole, coloreado de un leve púrpura en sus mejillas. Su ropa desacomodada curtía de ideas insanas al glitch.

―Tú lo pediste ―sentenció Error, malhumorado de cierta forma pues haría aquello que Nightmare había predicho. Pero es que la necesidad le ganó y la maldita forma de actuar del yolero no le ayudaba.

Lo cargó en peso con ambos brazos, como si lo arrullara, quedándose en pie sin saber a dónde ir para tener privacidad. Porque no, no era tan bestia como para hacerlo en medio de Waterfall, a posibilidad de ser visto.

―Geno no está en casa ―dijo por lo bajo Fresh, mientras apartaba la mirada. Ésta podía adivinarse tiernamente avergonzada, a pesar de estar oculta tras sus lentes oscuros.

Error abrió el portal, directo a casa del hermano mayor de los dos. El eco de sus pasos era el único ruido que rompía con la quietud de aquel lugar. Con lentitud subió los escalones, acercándose cada vez más a su destino.

Abrió la puerta de la habitación que recordaba como la del menor y, cerrando tras de sí, se adentró hasta llegar a la cama. Recostó al esqueleto colorido y éste se extendió sobre el colchón, con los brazos sobre la cabeza, la ropa desarreglada y las mejillas más coloreadas que al principio. Aquella imagen le fascinaba, pero algo impedía la plenitud de esa visión. Retiró los lentes oscuros del yolero, encontrándose con sus cuencas cerradas y ligeras lagrimillas en sus orillas.

―Ábrelas ―ordenó con calma, acariciando ligeramente el rostro del esqueleto blanco. Éste obedeció y Error los vio: rosas, brillantes... preciosos. Uno de ellos un corazón invertido. Eran los más hermosos que hubiera visto alguna vez.

Se subió a la cama posicionándose encima del menor, mirándole con detenimiento, causando nervios al más pequeño que, avergonzado, giró el rostro a un lado. Al hacer eso dejó al descubierto su cuello, donde Error aprovechó para colarse y lamer propiciando escalofríos en todo el cuerpo del colorido, que se retorcía logrando roces en el cuerpo del esqueleto oscuro.

El glitch se exasperó y retiró con prisa toda la ropa del yolero. Tiró sin cuidado todo fuera de la cama y lo admiró en toda su desnudez: un cuerpo sin rasguños, completamente blanco e inmaculado. La necesidad de llenar de marcas y mordiscos se apoderó de él, y en ello se dispuso. No hubo parte que él no hubiera recorrido.

Lo cubrió de choquecitos, ligeras mordidas, lametones. Ese cuerpo bajo suyo sería de su entera propiedad y tal pensamiento, a pesar de que le sorprendía, no le disgustaba. En algún momento también quedó sin prenda alguna sobre él: sintiendo caricias leves, choquecitos tímidos. La suavidad de los roces que recibía, a la vez que le desesperaban (por su ansiedad de ir más fuerte, más rápido, el deseo de satisfacerse), hacían crecer cierta tibieza en su interior que le obligaba a ser paciente.

Estaba listo para empezar, pero por algún motivo, en vez de ir directo a ello, se dio el lujo de preparar al menor. Sus dedos se colaron en el interior del esqueleto blanco. Sintió el cuerpo del colorido yolero estremecerse ante sus actos mientras escuchaba suspiros y ligeros gemidos ahogados, de los cuales algo en su interior quería hacerlos más fuertes, más notorios, más escandalosos.

Harto de los cuidados entró de una, pero arrepintiéndose un poco esperó a que el otro se acostumbrara, pues había soltado ligeras lágrimas, indudablemente por el dolor. Le limpió las mejillas, le llenó de besos el rostro y acarició su espalda. Todo en un arranque que ni él mismo pudo comprender. Pronto estuvo listo y el vaivén comenzó. Lento al principio, con una intensidad creciente que aumentaba los jadeos del ambiente.

Rápido, certero, placentero. Su nombre se repetía incontables veces, en esa entonación semi-aguda que le volvía loco. Más fuerte, más veloz. Un par de choquecitos en los dientes buscados por el menor y uno profundizado en el momento justo, cuando ambos cuerpos terminaron aquella fricción en el culmen de su excitación. Agitados e insatisfechos, repitieron sus acciones hasta que las energías se agotaron.

El silencio se apoderó de la habitación, que restablecía su temperatura que había alcanzado proporciones nunca antes conocidas en ella. Se quedaron abrazados, recuperando sus fuerzas. El esqueleto blanco quedó dormido sobre su torso desnudo, en la misma posición en la que le hubiera terminado de hacer suyo después de largas horas de insaciable desenfreno.

Se mantuvo mudo, procesando todo lo acontecido. Minutos pasaron en los que sus pendientes volvieron a su memoria, exigiéndole resultados. Recordó que tenía cosas que hacer, asuntos que resolver antes de que se hiciera más tarde. Con rostro inexpresivo, levantó el brazo sacando sus hilos y, de manera desapercibida, silenciosa, escrutó dentro del menor, dando con aquello que buscaba. Sujetó el alma del esqueleto colorido entre sus hilos, mientras éste seguía apaciblemente durmiendo, aparentemente sin darse cuenta de nada.

El glitch comenzó a apretar con lentitud. Cada segundo que pasaba aumentaba la presión sobre esa alma blanca, escuchándose muy vagamente, en aquella silenciosa habitación, los hilos tensándose en desesperante suspenso. Un poco más y todo se acabaría. Sólo un poco y esa abominación no existiría más. Sin embargo, en contra de todo lo que esperaría de sí mismo, sus manos comenzaron a temblar, rebelándose contra él en su casi terminada misión. A pesar de que sus pensamientos gritaban, reclamando a voz ardiente, que terminara el maldito trabajo, su cuerpo simplemente no le respondía.

Un escalofrío le recorrió hasta los confines de su cuerpo. De la nada, una sensación de angustiante ahogo afectó su respiración y un terrible e inexplicable sentimiento surgió en su interior, extendiéndose por sus huesos y cubriéndole en un abrumador horror que congelaba cada una de sus articulaciones. No comprendía qué ocurría consigo mismo. Esto no podía estar sucediendo, ¿se estaría echando hacia atrás justo ahora?

Miró ese rostro sonriente y sereno, que lucía un ligero coloreado púrpura que adornaba perfectamente sus inexistentes mejillas, por debajo de sus cuencas cerradas que impedían contemplar sus ojos. Esos brillantes ojos rosados que pudo ver, de los cuales uno era un bello corazón invertido. Entonces recordó que ese maldito corazón no era más que el alma de alguna de las otras muchas abominaciones que existían, que Fresh usurpaba el cuerpo de alguien más, que era un parásito devora almas que debía ser eliminado.

La peor de las anomalías.

¿Y dejaría vivir ese virus para que siguiera infectando indiscriminadamente, consumiendo energía como la sanguijuela que era? Su ceño se frunció en cólera, retomando su determinación en deshacerse de esa molestia y peligro multiversal. Sujetó con fuerzas entre sus dedos los hilos, empuñando su mano y dando precipitadamente el último tirón, deseoso de acabar de una vez por todas con toda esa mierda.

Sólo ese movimiento fue suficiente, para darse cuenta de lo estúpido que era.

Su mueca se descompuso instantáneamente, dejando caer su brazo pesadamente contra la cama, mientras sus hilos desaparecían. Comenzaron a sonar auto-reclamos en su cabeza, múltiples pensamientos contradictorios que iban y venían, a los cuales él no atinaba dar orden. Miró a la nada, acallando sus conflictos mentales, sin saber qué hacer o cómo reaccionar. El estremecimiento en sus huesos le hizo aflojar su cuerpo, dejando caer toda su existencia sobre sus cansados hombros. Error ya no sabía qué pasaría ahora. Nada salió como lo había planeado, pues las cosas se giraron en un rumbo completamente distinto, en el que su mismo subconsciente se tomó la libertad de actuar por su propio albedrío.

Ahora podía sentir llegar las consecuencias. Y su mente, en vez de continuar la tormenta que tuvo en un principio, ahora se mantenía completamente en blanco, como aquel lugar en donde se mantuvo prisionero tanto tiempo. Pero ¿qué podía ser eso que le atosigaba ahora, que le hacía sentir sin más fuerzas, impotente e, incluso, idiota? Pues era bastante duro admitirlo...

No pudo hacerlo.

Llevó su mirada al cuerpo que seguía apoyado en su pecho con tanta tranquilidad: Fresh, que con sus cuencas cerradas seguía de la misma forma, sin un solo rasguño. Se mantuvo minutos de esa manera, queriendo hacerse entender su ahora incapacidad de hacer daño a aquel ser que por tanto tiempo persiguió. ¿Tal vez porque lucía tan vulnerable? ¿O él se estaba volviendo débil? Alzó con lentitud su mano, acercándola con cuidado al rostro de Fresh. Acarició con suavidad las mejillas del colorido yolero y, al instante de completar el contacto, sintió una inmensa ternura, mezclada con una tremenda tristeza y un verdadero sentimiento de arrepentimiento. Sin pensarlo siquiera lo estrujó en sus brazos, apanicado de lo que estuvo a punto de hacer y sin entender el porqué, pues sabía perfectamente que el colorido esqueleto era un indudable peligro para el multiverso.

Escondió su rostro en el hombro del yolero, sintiéndose basura y percibiendo el creciente resquemor de saber lo que iba a hacer y que, de hacerlo, no podría estar abrazándole como lo hacía en ese preciso instante. Algo que, con el paso del tiempo, había aprendido a disfrutar a pesar de su repudio al contacto físico. Y se sentía aun peor por seguir sintiendo ese impulso en volver a sacar sus hilos y dejarse de estupideces. En hacerlo pedazos, en desaparecerlo de toda existencia. Pero también sentía que ahora las cosas eran distintas: Él mismo se estaba deteniendo, él mismo se impedía actuar como el destructor que era, él mismo permitía crecer un curioso calor en su interior, él mismo mantenía aún ese contacto con el colorido esqueleto, él mismo evitaba el separarse de Fresh; él mismo sabía que, por mucho que lo pensara, no le haría daño.

Él mismo sabía muy bien... que no podía hacerlo. No a él, no ahora.

Una humedad comenzó a impregnarse en su cuello. Consternado, alzó ligeramente la cabeza, aflojando el agarre del abrazo. Alcanzó a escuchar ligeras risas adornadas de un casi imperceptible sollozo. Separó por completo de sí a Fresh, mirándolo con detenimiento. Abrió sus dos cuencas sobremanera, al notarle despierto y soltando lágrimas de forma descontrolada, con su rostro siempre sonriente descompuesto en un gesto enredado entre tristeza y una aparente felicidad.

―¿Estabas...? ―balbuceó sin atreverse a terminar la pregunta, cosa que ni siquiera fue necesaria.

Fresh asintió con lentitud, formando una sonrisa que apenas se sostenía y que no supo cómo interpretar. Se miraron con detenimiento, Error asustado de que Fresh se supiera casi asesinado y Fresh simplemente observándole.

El esqueleto colorido delineó con la mirada cada rasgo del glitch: las curvas de su cráneo, ese gesto de preocupación y miedo por su reacción, los colores de sus ojos, las marcas de sus mejillas... Todo cuanto pudo admirar en los breves segundos que se mantuvo en silencio, en los que trataba de despejar su garganta que se había cerrado por completo.

―No tienes idea... ―comenzó a hablar el esqueleto colorido, aún soltando gruesas lágrimas, pero sorprendentemente sin afectar su propia voz.

Ensanchó su sonrisa a Error, quien estupefacto aguardaba a lo que sea que fuera a decir. Fresh se tomó una pausa para acomodarse mejor entre los brazos del esqueleto oscuro, no perdiendo la conexión de sus miradas ni un segundo. El suspenso comenzaba a desesperar al glitch, pero, sabiendo que no era el momento para comenzar a quejarse, se limitó a seguir esperando.

De pronto, Error sintió ligeras caricias en su espalda. Un contacto delicado, dulce, lleno de un cariño que no podría describir. Fresh acariciaba con toque de mariposa todo cuanto podía palpar con sus manos: las costillas, los brazos, el cuello... hizo un camino ascendente de roces suaves hasta llegar al rostro del esqueleto oscuro.

―Te amo, Error ―dijo, con una seguridad y amor que al glitch desconcertó por completo.

Porque realmente esas palabras no las había creído... al menos no hasta ese momento. Lágrimas siguieron cayendo de las cuencas del esqueleto blanco y el brillo de sus ojos comenzó a titilar, inestable.

―No tienes idea... de lo feliz que me has hecho ―dijo con voz atragantada, mirándole con intensidad.

El esqueleto oscuro no sabía qué responder. Ese momento, tan extraño y de alguna forma reconfortador, le sobrepasaba. Posó una mano sobre la de Fresh, que seguía sobre su mejilla, en un tacto que el glitch quería aumentar.

―Te amo tanto, tanto ―sollozó, sin agachar la mirada, apagándosele la voz―. Tanto que es imposible que un parásito como yo pueda hacerlo.

Una ligera risa amarga salió de la boca de Fresh. Error le abrazó como acto reflejo ante esas palabras, las cuales él mismo había repetido tanto antes de este momento y que ahora le llenaban de una terrible culpa.

―No digas eso ―susurró, estrechándolo entre sus brazos―. Nunca.

Fresh no respondió, su mirada consternada apuntaba al infinito, con su mente totalmente en blanco.

―Perdóname ―dijo el glitch.

El abrazo se volvió mutuo, ambos se atraparon con fuerza en un intento de quedarse así por siempre. Sin embargo, Fresh sabía que eso no sería posible.

―Error, te amo mucho ―dijo en voz baja el esqueleto blanco, que antes fuera símbolo de vivacidad y jolgorio―. Gracias por darme lo último que quería.

La cara de Error se desfiguró a un gesto de desconcierto.

―¿A qué te...?

―Gracias por resistir esos días conmigo, debió ser desesperante para ti.

―... Yo.

―Gracias por no matarme. Significa que no me odias tanto, ¿verdad?

―Fresh, yo...

―Gracias por dejarme ser tuyo esta noche.

―... Fresh

―Gracias, Error ―carraspeó, aflojando su agarre en el abrazo―. Por dejarme pasar mis últimos momentos a tu lado.

―... ¿Qué?

No hubo respuesta.

―... ¿Fresh?

Aquel silencio por parte del yolero extrañó al glitch. Un mal presentimiento llenó su pecho e intentó separarse, pero al mover su mano se dio cuenta de lo que sucedía. Negó con la cabeza, abriendo sobremanera sus cuencas y tratando de sujetar a Fresh en sus brazos desesperadamente.

¡No podía estar pasando!

―Fresh, por favor, no. ¡No! ―decía angustiado, sujetando el cuerpo desnudo del esqueleto blanco, el que siempre le había regalado sonrisas aun cuando siempre le trató de la peor forma―. No está pasando, no está pasando. ¡Fresh!

Lágrimas caían a caudales descontrolados de las cuencas de Error. En pocos segundos había perdido todo: ya no estaba. Tembló violentamente, mirando sin creerlo la cama cubierta de polvillo blanco. Se llevó las manos a la cabeza, apretándola y sintiendo la presión de su idiotez hacer mella en su mente. Desesperación, angustia, dolor, era todo lo que Error podía sentir. Fresh se había deshecho en sus brazos, se hizo polvo.

Lo perdió...

Y ahora sabía que lo amaba, pero ya era tarde para decirlo.

El sonido de amargo llanto cubrió la habitación, llegando a oídos de quien recién había llegado a casa y se encontraba al otro lado de la puerta del cuarto, donde antes habían entrado dos esqueletos y ahora sólo saldría uno.

Agachó la mirada y, en paso lento y silencioso, marchó por el pasillo. Bajó las escaleras hasta la sala de estar, donde la pesadumbre de su cuerpo y espíritu le hizo perder la fuerza en las piernas, dejándose caer en el sofá. Lágrimas silenciosas surcaban sus mejillas, humedeciendo la bufanda roja y desgastada que portaba. Pero, a pesar de ello, aún una sonrisa lograba lucirse en su rostro. Se llevó una mano a la cabeza, mientras su gesto se comenzaba a volver forzado, tratando de evitar soltar alaridos de profundo dolor. Se hizo hacia adelante en su lugar apoyándose en sus rodillas, resistiendo la creciente tristeza y amargura que se atoraba en su pecho, ahogándole sin piedad.

Al menos, Fresh lo logró. Lo último que quería se cumplió. El mayor deseo de Fresh era estar, aunque sea una vez, de esa forma con Error. De esa manera especial que Geno le había contado era la máxima entrega de un alma. Sin embargo, ni toda la preparación mental que el de bufanda hizo pudo evitar que se descompusiera, que no sintiera todo el dolor que estaba sintiendo en ese momento, pues él era consciente de lo que ocurría: Fresh le pidió a Ink un cuerpo propio, un alma que fuera suya. En cambio, el real problema era que el dibujante no podía hacer eso. O, al menos, no algo que fuera a durar.

Fresh le suplicó de tantas formas, hasta que Ink no tuvo de otra más que aceptar. Decir que Geno no se opuso sería una mentira de las peores, buscó todas las formas para detenerle, pero nada funcionó. Es más, cuando Error comenzó a acercarse a Fresh, éste se vio más seguro de lo que hacía. Y con cada día que pasaba con él, más decidido lucía.

Geno lloró, rogó porque no lo hiciera, que no intercambiara su existencia por la ilusión de estar con Error, pero Fresh simplemente le dejó sin palabras, obligándole a apoyarle.

"Sé que lo amo, pero... ¿Cómo podría disfrutar estar a su lado si nada de lo que tengo me pertenece? ¿Cómo diría que sentí sus caricias si este cuerpo no es mío? ¿Cómo diría que le di mi alma si ésta no lo es?".

Fresh podía no comprender los sentimientos, pero interpretaba su amor como nadie. Después de un tiempo Ink logró hacer algo estable. Un cuerpo para Fresh y un alma que fuera suya y sólo suya. Un cuerpo y alma que sólo resistirían un mes, a lo mucho.

Ese fue el mejor mes del esqueleto vivaz y enamorado, que con su alma disfrutó cada experiencia vivida y que con su cuerpo sintió cada roce que le hacía vibrar en todo su ser. El mejor mes de su existencia y el último de todos, que culminó de la mejor forma, siendo uno con su amado Error.

«Fresh... lo lograste. Estuviste con él. Viviste de verdad, sentiste de verdad... aunque fuera solamente un mes».

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10183 palabras.

Publicado - 04 de mayo 2017.

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10183 palabras.

Última edición - 26 de enero 2018.

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