33 - Paso en falso
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Soy consciente de que cada salida implica que mi vida y la de Syria corran peligros. Lo sé perfectamente. Un paso en falso y podríamos vernos rodeadas de drones capaces de dispararnos o por quién sabe qué clase de criaturas dispuestas a matar.
Como los humanos.
Sé también perfectamente que cada salida bien podría ser la última.
Y, si debo ser sincera conmigo misma, a veces creo que la busco.
Que la deseo, que la necesito.
Un error, un paso en falso y ya tendría que dejarme de preocupar por intentarlo.
Vegetación abundante, ríos y arroyos, bosque y, muy cerca, el océano y unos acantilados dignos de admirar. El pueblo fantasma de Vomtinèr me rodea y es ciertamente acogedor. Las palabras quedan cortas a la hora de tener que describirlo. Las casitas variopintas del pueblo están perfectamente alineadas en una diagramación maravillosa y circular desembocan en un bello parque natural delimitado por una circunferencia en el centro del pueblo, la cual está rodeada por el área comercial. La feria que debió tener su auge en las vacaciones y los fines de semana es también algo digno de ver: pintorescos puestos, ahora arrasados y prácticamente destruidos, dominan la extensión en una lucha férrea con la maleza.
A pesar de que ya no habite nadie en él, me da paz. La quietud de ese preciso lugar me relaja. No me asusta ni me aterra, no me da miedo.
Ya conozco al lugar de punta a punta. Estoy segura de que puedo recordar lo que hay dentro de cada casa. Lo revise casi en su completa extensión —y digo «casi» porque sé que es un eufemismo absolutizarlo; siempre se pueden pasar por alto cosas—.
En cambio, el polo industrial de Munitze me da los mismos escalofríos o más que Nueva Francia.
Y sé por qué.
Los edificios.
La razón que me aterra es el espacio. Las construcciones son gigantescas y perturbadoras, tan grandes que no sé cuántas cosas podría haber ocultas en ellas. Con el pueblo de Vomtinèr me ocurrió lo mismo, pero a medida de que lo fui revisando por completo y paulatinamente, mis miedos se esfumaron.
Al menos en parte.
Con el mapa extendido en mano, me dirijo hacia la calle que tiene la fábrica envasadora de semillas. No hay nada a su alrededor. Ni casas ni estaciones de servicios o moteles en medio de la ruta. Nada.
Me detengo en medio de la ruta con el estómago contraído por los nervios. Me altera estar en una posición tan descubierta y desventajosa. Con el tiempo, comprendí que lo mío es el sigilo y ocultarme haciendo silencio hasta que el peligro pase. Al fin y al cabo me llevo bien con las sombras.
Hago una visera con las manos y veo a mis alrededores.
«¿Eso es un edificio de oficinas?», me pregunto mientras decido tomar una pausa.
Abro mi mochila y saco el agua con unos snacks. Saben literalmente a culo sucio y humedad, pero para eso está el agua. La clave está en masticar sin saborear y luego tragar con ayuda del agua.
Le doy a Syria un puñado de su alimento y, mientras bebo agua, vuelvo a ver el mapa que siempre cargo en los bolsillos de los costados.
Suspiro con desgano porque debo acercarme el mapa a mis ojos. El reflejo del sol contra el papel plastificado no me deja ver bien y, con mi mano, estiro las arrugas del papel.
Leo, aunque ya de todos modos es como lo recordaba. Cerca de la zona de la fábrica a donde debo ir hay una destilería de cerveza artesanal —que espero jamás tener que pisar, de niña vi una pelicula de terror ahí y... no gracias, tuve pesadillas hasta los 12 años— y parcelas vacías. Todos los establecimientos del mapa salen verificados con el logo de regulados por el gobierno. Se supone que los niveles de contaminación que tienen son nulos y no liberan mierdas peligrosas y agentes contaminantes al ambiente.
«Aunque pensándolo bien, creo que unas buenas cervezas no me vendrían mal».
«Y creo que puedo conseguir maní».
Alejo mis pensamientos con una mano; las veces que bebí, no resultó muy bien. Cierro los ojos y trato de concentrarme en los efectos negativos de la resaca. No puedo volver a cometer una tontería así.
Por inercia, estiro los puños de mi camiseta y cubro mis muñecas y las palmas de mis manos. Con el entrecejo fruncido vuelvo a prestarle atención al mapa y lo volteo en busca de la fecha de actualización. Es del verano pasado: dos o tres meses antes de la evacuación.
—No entiendo... —susurro y Syria deja de comer para observarme.
Me parece muy curioso que no haya mención de esta mole de concreto que me hace sentir más pequeña que una hormiga. Según el mapa, es algo más de la zona industrial, pero no dice qué. Me imagino que varias empresas tendrían sus microemprendimientos aquí, incluso sus call centers u oficinas varias. El mapa no debe especificar qué es porque no es de una sola empresa en particular.
Vuelvo a mirar al edificio de... muchos pisos de altura mientras me envuelve una brisa marítima que me eriza los vellos de la nuca. A unas pocas cuadras de donde estoy parada está el mar y soy capaz de saborear la sal en el ambiente. El frío se hace palpable con la cercanía del océano.
Guardo las cosas en la mochila, dispuesta a seguir de largo hasta la envasadora industrial de semillas, pero la curiosidad es fuerte y mi instinto me pide que revise.
Una de las razones de este viaje es buscar provisiones de todo tipo, no solo semillas. Recorrer los cincuenta y tantos edificios ahora sería una locura, pero definitivamente lo marcaré para revisar a fondo en otro viaje, sin embargo, para eso, debo revisarlo antes y ver si volver realmente vale la pena.
Trazo un nuevo plan imaginario. Mi intención es recorrer algunas habitaciones, encontrar la administración general —para ver qué hay en cada piso—, e irme antes de que se me haga muy tarde. Lo bueno es que cerca de la fábrica de semillas hay un motel en el cual syria y yo pasaremos la noche.
La noche hoy no es de mi principales problemas.
Con el tiempo aprendí que en las oficinas abandonadas suele haber comida con vencimientos a largo plazo como sopas, potes de comida deshidratada, infusiones, café, algunas galletas, snacks y golosinas varias. ¡Incluso, en una ocasión encontré un paquetito de un mugcake para hacer un pastel en taza! Admito que no me quedó tan mal a pesar de haberlo hecho en la cocina, porque el microondas no es algo que pueda usar, y que el chocolate tapó cualquier sabor feo.
Dios, fue delicioso.
Entusiasmada, me acerco a su fachada y subo la escalinata para ver más de cerca mientras Syria continúa comiendo en la calle.
Un sudor frío me recorre de pies a cabeza mientras leo el cartel y observo el logo del local tras las puertas de vidrio de la recepción.
«Shapes».
La mochila se suelta de mis manos y cae rodando por la escalera. Llevo mis manos a la boca y ahogo un grito. Syria sale disparada hacia mí y se pone en alerta por mi reacción. La imito: Miro hacia todos lados, como si estuviera siendo observada.
Me siento vigilada.
Pero obviamente no hay nada.
Automáticamente, el hallazgo de la carta vuelve a mí y los recuerdos que tanto luché por ocultar reviven emociones que creí enterradas.
La carta... maldita sea. Todas las teorías conspirativas que me había encargado de desechar, los grupos de chat y las conversaciones absurdas, incluso lo que el Kat y su marido conversaron... Leer la carta de esos hombres fue un golpe bajísimo para mí. Por fin, los culpables tenían nombre. Gracias a ellos sabía que lo que era que el hambre se apropiara de mis huesos y la sed corroyese mi alma.
¿La pérdida de mis seres queridos alguna vez dejaría de doler?
En su momento, entré en negación. Mi cabeza daba vueltas. A pesar de no haber comprendido los detalles técnicos de la carta, no daba crédito a lo que mis ojos leyeron.
No era justo.
Jamás me cansaría de decirlo...
No fue justo.
La vida no era justa.
Nada lo era.
Todo me sonaba tan extraño, algo me decía que no tenía que ser Einstein para hilvanar que Shapes tenía algo que ver con lo que había ocurrido. La coincidencia era tal que me hizo temblar por días... Pero la duda siempre existe y las probabilidades de fallos siempre están.
Bajo de la escalinata y tomo las mochila. Me la cuelgo en los hombros y la abrocho en mi cintura.
Me meteré en la cueva del lobo. Pero estaba bien porque los lobos huyeron con todos los demás.
Nadie cuida la cueva.
La destilería de la película quedó sepultada en otro capítulo de mi vida. Ahora Shapes me daría material para mis nuevas pesadillas
Admiro el estado físico que tiene Emma. ¡Es toda mi niña guerrera! 😩💖 La progresión y el avance de lo que ha vivido se ve reflejado con los meses y me encantaaaa. #Proudmama.
Pero... cuéntenme... ¿Ustedes que harían en su situación? 🤓
¿Entrarían a Shapes?😣🚫
¿Qué creen que encontrará allí adentro? 🤡
Yo creo que mi instinto me gritaría para seguir de largo, pero al final terminaría por entrar porque a esas alturas quisiera que todo se acabara. 🤷🏻♀️
Les advierto que no están listos para el capítulo que viene. Y mucho menos para los que siguen. 😱✨
Aunque tengo miedo de que poco a poco nos vayamos acercando al final, también estoy emocionada.
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