✗Sufrir✗


Siempre le revuelve la puta cabeza, siempre. Por la santa mierda, es tan injusto que lo haga esperar ¡Cuando es jodidamente obvio que no puede hacerlo!

A través de imágenes dentro de su cabeza es como va tirando su orgullo a la basura y también es como logra llegar. Siempre con aquella pesada castaña, terca y putamente bonita a la vez que tierna con esa jodida cara de ángel.

No lo deja de tentar, ella seguro sabe que es lo que él quiere, por eso; camina normal por la casa con aquella blusa negra de entrenamiento, con su sudor haciendo que se pegue la tela a su tersa piel y por consecuencia remarque todo de ella, por eso ha de dejar que su aroma inunde la habitación por cortos minutos. Y eso lo vuelve loco totalmente, tanto que le dan ganas de lanzarse sobre ella y mirarla directo a sus ojos avellana para observar su sorpresa y hundir sus dientes en el cuello de la mujer.

¡Y lo peor es que no puede mentir! Él es un jodido perdedor a su lado, siempre acosandola mientras está distraída en cosas triviales. La devora literalmente, aspira su aroma cada que pasa a su lado. Lo hace sufrir como no tiene idea.

¿Por qué no viene ella? Debería hacerlo y sacarlo de una puta buena vez de ese sufrimiento.
¿Por qué no va él? Es como si estuviera atrapado en un hechizo desde hace setecientos veinte días, quizá es magia negra, o no, pero si es así, ojalá la deje de usar.

Está seguro de que se muere de ganas por abrir aquella puerta que cerró él mismo hace dos años ¿A caso esa idiota no es consciente de que ningún hombre la hará sentir como él lo hizo?
¡Odia, odia con todas sus fuerzas que ella esté comenzando su propio camino! Pero tal vez, sólo tal vez, él sea capaz de detenerla, o quizá no, y sufra para siempre.

Pero aún así eso sigue sin quitarle las ganas de entrar a su habitación y sumergirse con ella en las sabanas; como solían hacer cuando ambos caminaban como pareja, siempre teniendo encuentros así cada cuánto, un castigo masoquista pues ambos necesitaban centrarse en su carrera de héroes antes de convivir más a piel desnuda entre ellos. Y eso era lo mejor, una de las miles de cosas que la hacían perfecta para él era que ella no pedía atención a morir, con mensajes de buenos días, unos besos en la frente y uno que otro alago estilo Bakugou Katsuki ella era feliz, atenta, cálida y picante cuando era necesario y cada que la situación lo permitía. Perfecta, podía decir él, pero recuerda el único fallo: el mejor amigo de la castaña.

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