Gruñó fuerte al ver como el rubio besó la frente de la castaña. Trató de planear su ruta más corta para llegar a ella, pero había mucha gente a su alrededor que se lo impedía.

Volvió a mirarla y su corazón se estrujó al ver como la castaña estaba intentando hablar de manera seria, notó como ella tomó las manos del rubio e intentaba calmar sus nerviosismo y dejar de estar roja de la cara.

Sólo miró como los labios del rubio se movían y la cara de Ochako estalló más en rojo, para después abrazarlo y esconder su rostro en el pecho de Kaminari.

La adrenalina se esfumó de su cuerpo y su corazón parecía pesar más.

Recordó el día en que le dijo a Ochako que la amaría hasta la muerte, ahora caminaría como un hombre muerto. Mordió su labio inferior; es un pendejo al haber creído que después de todo lo que había hecho ella seguiría siendo suya.

—Ya no es mía—. Susurró para sí mismo echando el rostro para atrás.
Suspiró rascando su nuca, ya nadie más lo volvería a llamar Katsu, le dolía notar que antes lo llamaba así y ahora se refería a él por su apellido.

Volvió a dar un vistazo y en su interior gritaba que no estaba dispuesto a aceptarlo. Necesitaba lastimarse más, lastimarse tanto que ya no le quedaran más ganas después de tanto dolor. Necesitaba que ella lo empujará lejos para entenderlo claramente, necesitaba que le dijera que no lo quería más en la vida, para así poder aplastar por él mismo su corazón contra el suelo. Lo necesita, si, lo necesita para destilar los sentimientos que crecen desde hace dos años.

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La música comenzó a sonar y Bakugou sólo se dedicó a mirar bailar a la castaña con el rubio, a los cuales luego se les unió más gente para bailar.
Memorizó de nuevo todo rasgo de la chica, quizá y ella si lo empujaría lejos y el tendría que irse de ahí, bailando sólo con el recuerdo de ella.

Estuvo casi tres horas mirando desde ahí, logró notar cuando la rana se dió cuenta de su presencia y sólo le hizo el gesto de guardar silencio y la heroína hizo caso dejándolo de lado.

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Era tarde, así que decidió marcharse. Bajó las escaleras y caminó entre la gente para salir de ahí, ni siquiera tuvo ganas par romperle la cara al imbécil que había chocado con su hombro.

Salió del lugar y miró el cielo nocturno lleno de nubes grises, ni siquiera podían verse las estrellas que hace dos años comenzó a amar. Caminó a una tienda y compró varios paquetes de cerveza. Paró un taxi y subió.

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Llegó a casa lanzando las llaves justo después de haber abierto.

Miró el reloj: 9:57 PM

Se tiró en el sofá y prendió la televisión mientras bebía las latas de cerveza. Repetía en su mente cada momento que había vivido junto a Uraraka; sus ocurrencias, sus problemas y sus peleas siempre ridículas que siempre empezaban por parte de él.

Hizo memoria y se dió cuenta que desde que llegó al departamento con Ochako –siempre llevando a Camie descaradamente– sus conversaciones parecían como si fueran su último adiós.
Había metido la pata, ni siquiera escuchó a la castaña la vez que ella salió a beber café con su mejor amigo. No escuchó la versión de su historia.

—Mierda —gruñó lanzando la lata vacía al suelo. Bebió recordando lo patético que era y él poco orgullo que tenía al haber comenzado a masturbarse desde hace dos años: imaginando cosas obscenas con la estúpida cara de ángel ¡Qué puta vergüenza de hombre!
Lanzó la cerveza número diecisiete y dió un largo, largo y pesado suspiro.

Volteó a ver el reloj: 1:27 AM

Revisó su celular de manera inconsiente –antes, cuando Ochako salía con sus antiguas amigas a beber— terminaba con cien llamadas para que fuera por ella. Ochako ama las fiestas y siempre que asiste termina muy ebria ¿A quién le marcaba si no era a él? ¿A caso no sabe que nadie nunca jamás podrá ocupar su lugar?

Imaginó la posible situación en la que estaría Ochako y Denki en ese momento y rogó a los dioses en su interior que cuando mirara a los sujetos viera su rostro.

La puerta se abrió y Bakugou miró sorprendido.