✗Enmendar✗
Aquel día, mejor dicho, esa noche, sería la que cambiaría su vida amorosa: le diría a Kaminari que va en serio.
Colocó la camelia en su cabello y buscó pasadores entre su cajón, sacó un puñado de cosas, entre ellas logró visualizar el color blanco. Frunció el ceño.
—Mierda —masculló lanzandola al bote de basura
Acomodó sus mechones, tomó su bolsillo de mano, guardó su celular y salió de su habitación.
—No pongas pasador —anunció tomando sus llaves.
—¿A dónde vas? —preguntó en un gruñido.
—A pedir matrimonio, supongo —cerró la puerta de golpe.
Bakugou se quedó mirando la puerta con la boca casi abierta, estaba que no lo creía. El vibrador de su teléfono lo sacó de sus pensamientos de sorpresa, contestó:
—Bakugou-kun, puedes venir ésta noche a mi casa si deseas, mi padre ha salido.
Nadie contestó, seguía pensando en que haría con Ochako.
¿Pedir matrimonio? ¡Sólo tenía veintidós! Aún no era necesario el compromiso. Mordió su labio al recordar que es casi una edad perfecta para llevar las cosas en serio, incluso recordó el documental de taza poblacional que vio en la TV; donde hablaban sobre el promedio de edad en el que una persona encuentra a su compañero más longevo.
—¿Bakugou-kun?
—Hoy no puedo Camie y tal vez nunca más.
Colgó la llamada, corrió a la ventana de la sala y buscó entre la gente la cabellera que tanto ama. Se sentía presionado, esa noche ella formalizaría todo.
Ahora en verdad deseaba arreglarlo.
A caso ¿Ella no lo siente? ¿Ya lo olvidó por completo?
Notó cuando la mujer detuvo a un taxi y subió. Su corazón dió un vuelco.
Quiere tocarla de nuevo, quiere volver a sentirla, quiere levantarse y mirar el amanecer a través del balcón con ella, quiere mirarla dormir a su lado, quiere estar sólo él y ella, otra vez.
Corrió y tomó su chaqueta verde. Cuando estaba a punto de salir recordó las llaves, caminó por todos lados intentando recordar donde mierda las había dejado. Pasó al frente de la habitación de Ochako y la curiosidad lo mató haciéndolo empujar la puerta que estaba entreabierta, entró y miró todo al rededor.
Como siempre con malos gustos, se tentó a urgar un poco y cuando vió la camelia en el bote de basura sintió una patada en los testículos.
—Joder, cara redonda —masculló sacándola y guardándola en su bolsillo. Salió corriendo del lugar.
Marcó:
—¿Bueno?
—¡Si le dices algo te arrancaré la lengua y patearé tu trasero tantas veces que jamás podrás saltar de nuevo puta rana!
—Ribbit..
—¿Dónde será la fiesta?
—En el salón de la Torre de Kioto.
—¡Jodete!.....Gracias
Colgó.
Paró al primer taxi que se le puso en frente, incluso quitó del camino a una estúpida que estaba a punto de subirse.
—¡A la torre de Kioto! —gruñó cerrando la puerta del auto.
El conductor aterrado aceleró.
En cuanto el auto se puso en marcha entró en pánico y quería bajar ¡Ya no quería arreglar nada! ¿Oh si? Joder, todo es difícil.
Intentó ordenar sus prioridades:
¿La cara redonda querría volver a enamorarse de él?
Con él nunca estará sola, para su mala suerte estará con ella desde el amanecer hasta el anochecer y la sostendrá cuando las cosas estuvieran mal, claro está.
Bufó rendido.
Estaba tan asustado que era capaz de ir a decirle: —cariñó, estoy aquí.
Ya no quería bailar solo, ya no, le estaba calando toda la situación.
Ella se veía más cómoda con Kaminari que con él. Darse cuenta le hizo querer arrancarse el corazón para dejar de sentir ese punzante y depresivo dolor.
—Aquí es, joven —el hombre abrió los ojos cuando los billetes pegaron contra su cara.
—¡Quédate con el cambio, idiota! —bajó cerrando la puerta.
Corrió entre la gente.
Miró su teléfono y tenía casi media hora que Ochako había salido de casa y él tenía cuarenta minutos de hacerlo.
Miró a todas partes buscando lo más parecido a un jodido salón. Pensó en marcarle a la rana pero ya había hecho suficiente.
Caminó entre las personas y cuando vió un estúpido grupo de mujeres arregladas de más, decidió seguirlas y se felicitó internamente al mirar cómo entraban al son. Cruzó la carretera y entró.
Odiaba los lugares concurridos y se guardó todo su enojo para poder cruzar el mar de gente. Miró a las escaleras que llevaban a un pasamanos de mero adorno, en el cual unos cuantos estúpidos y estúpidas se tomaban fotos.
Ahí podría encontrar más fácil a la cara de ángel, así que subió.
⊱⋅ ──────────── ⋅⊰
Ochako estaba más que nerviosa, incluso sus piernas temblaban y su cara estaba como una cereza.
—¿Estás bien? —Denki ladeó la cabeza tomando sus mejillas y plantando un beso sobre la frente de Ochako— la camelia te hace ver mucho más linda—. Sonrió amable —sabía que tenía buenos gustos —bromeó.
Uraraka lo miró embobada, definitivamente tenía que olvidar a Katsuki y darle el lugar que se merece a Denki.
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