24

Polaris

Los tres días de descanso pasaron volando y así mismo pasó de rápido el tiempo de preparación para el lanzamiento.

El trabajo de Tōru se triplicó y Hajime se la pasaba todo el día metido en simuladores o entrenando, pese a esto, ambos encontraban pequeños momentos del día en los cuales reunirse.

Almuerzos que coincidían.

Reuniones en las que ambos estuvieran presentes.

Madrugadas en las que se escapaban para pasar algo de tiempo a solas bajo el hermoso cielo estrellado.

Y ni hablar de las pequeñas muestras de cariño, las cuales solo aumentaron.

Dedos entrelazados.

Un suave roce de labios.

Promesas susurradas.

Era casi como un cuento de hadas.

Pese a la cantidad de estrés a la que ambos se encontraban sujetos, no podían pedir algo más.

—Damas y caballeros, este es el momento que todos hemos estado esperando —habló Nakanashi a la multitud de trabajadores que se encontraban al frente de él—. En unas cuantas horas entraremos a la recta final de lo que han sido unos meses muy sacudidos y llenos de trabajo para todos, pero una vez esa nave despegue solo quedará esperar tres días y todo llegará a su final. Por favor, un brindis para los valientes astronautas que se encargarán de que este hermoso planeta pueda vivir un día más.

Al tiempo, todos alzaron sus copas y entre risas, buenos deseos y despedidas los cinco elegidos partieron a culminar con las preparaciones de último minuto.

Sin nada más que hacer —por el momento—, Tōru solo suspiró y se quedó parado al lado de Tetsurō mientras veía a Hajime salir con sus compañeros.

—Y tú, ¿no vas a ir a despedirte de tu príncipe? —preguntó Tetsurō, con una sonrisa burlona en su rostro.

—Para tu información, ya lo hice, sabelotodo —respondió Tōru, pellizcando el brazo de su amigo.

— ¡Idiota, eso fue innecesario! Comprendo que estés estresado, todos lo estamos, pero no te puedes desquitar conmigo de esa manera.

Y era la verdad, todo el personal estaba de pelos parados debido a que los resultados de los siguientes días significan la sobrevivencia o no de todos.

Tetsurō y Kenma eran los que estaban peor desde el punto de vista de Tōru —obviamente él mismo no se incluyó. Él estaba fuera de concurso—. El castaño podía jurar que ese par no había dormido desde hace unos tres días pues las ojeras que cargaban debajo de sus ojos no se quitaban ni usando el corrector más caro del mundo y aunque era comprensible —pues ambos participaron activa y directamente en la construcción de la nave— también es necesario un poco de descanso.

—Hablando de príncipes, ve y ayuda a tu novio que se quedó dormido en la silla —señaló a Kenma. ¿Si entienden de que habla Tōru?—. Y de paso ve y duerme tú también, por favor. No quiero ni tengo la fuerza suficiente como para cargarte si te llegas a desmayar del cansancio.

Con eso, el investigador quedó solo.

Tal vez no solo, sus pensamientos intrusivos le hacían compañía.

Para entretenerse y no darle más cuerda a esas ideas que su cerebro maquinaba, Tōru decidió seguir su propio concejo e ir a dormir, después de todo aún tenía mucho trabajo para hacer.

Una vez se dio el despegue, la tensión de todos los presentes se multiplicó por cien.

Tōru se desvelaba al frente de su computador, haciendo y rehaciendo los cálculos con tal de asegurarse que todo vaya a salir bien. Lo único positivo de sus días eran las horas de la noche, cuando a los miembros de la tripulación les permitían realizar una llamada a quién quisieran para poder desahogarse un poco y mantener los ánimos en alto.

Por supuesto, Hajime había elegido llamar a Tōru.

— ¡Iwa-chan! ¡Hola! —contestó Tōru de manera alegre, como siempre.

—Emocionado por mañana, ¿eh? —comentó Hajime, su voz sonaba algo distinta a la de siempre pero el investigador no le prestó demasiada atención.

"La estática, tal vez" pensó.

— ¡Como no voy a estarlo! Después de todo ya pasó una semana y ustedes deben estar a horas de encontrarse con el asteroide, lo que quiere decir que ya casi vuelven. Oye, oye, debes decirme que tal es el espacio una vez que vuelvas, ¿ok? También como se siente estar en gravedad cero. Que tan grande se veía el asteroide. ¡Todo!

Tōru no cabía en su emoción. Fue una semana muy larga en la que la nave hacía todo el recorrido hasta el punto de encuentro con el asteroide lo que significaba que ya casi volvería a ver a su Iwa-chan.

—Bájale un poco a esas revoluciones. Y claro que te contaré todo, solo tienes que esperar un poco más.

Su conversación continuó y se alargó por unos cuantos minutos más, hasta que en un punto Hajime interrumpió a Tōru.

—Dime —respondió el castaño, confundido y queriendo saber que había sucedido.

—Sabes que en unas horas tendremos que interactuar con el asteroide, ¿no?

— ¡Doctor Oikawa! —llamó uno de sus compañeros de trabajo con apuro en su tono.

—Iwa-chan, lo siento muchísimo pero me necesitan y esto parece importante. ¿Mañana hablamos, sí?

—Emmm... Sí, mañana hablamos.

Había algo raro con Hajime, pero Tōru no podía pensar ni darle muchas vueltas al asunto, ya que en este momento lo necesitaban y sonaba urgente.

Al final, resultó ser que una medición estaba mal hecha y aunque no había nada de lo que preocuparse, no estaba de más prestar más atención a ese valor en específico.

Después de eso, el día transcurrió con normalidad.

Claro, si por "normalidad" se entiende a una institución de investigación con los nervios a flor de piel revisando milimétricamente cada movimiento de un pedazo de lata que se hace llamar "nave" y una roca espacial que tiene amenazada a la tierra.

Y llegó la fecha en la que el plan llegaba a su final.

Tōru había sido convocado a la oficina de su jefe a las 6 de la tarde, pero como no tenía nada más que hacer decidió pasarse por allí antes de la hora acordada.

—Sabes que no teníamos otra opción —escuchó decir a Nakanashi.

¿Había sido mala idea llegar temprano? Probablemente deba preguntarle si puede pasar o volver más tarde.

En silencio, Tōru se acercó a la puerta medio abierta en donde volvió a escuchar la voz de Nakanashi.

—Los otros países no se arriesgaron a hacer nada. La puta NASA tenía un plan en el que no había tripulación pero como todo esto se dio con tan "poco" tiempo de antelación decidieron no llevarlo a cabo ya que no alcanzarían a hacerle la suficiente publicidad a su estúpida nave no tripulada.

Tōru dudó.

¿De qué estaba hablando Kenji?

—Ahora te llamo, tengo otras cosas más importantes que hacer.

Habiendo esperado unos cuantos momentos desde que el otro hombre dejó de hablar, Tōru por fin golpeó la puerta suavemente para demostrar su presencia.

—Oh, Oikawa. Pasa, por favor.

Con esto, Tōru entró a la oficina e inquirió a su jefe la razón de estar allí.

—Te quería decir que ya te puedes devolver a tu hogar —respondió como si nada.

— ¿Qué? Pero la misión no ha terminado.

—No, pero ya has hecho más que suficiente y es justo que puedas descansar desde ya. El resto del equipo se encargará del resto. —Antes de que Tōru pudiera responder, Nakanashi continuó—. No serás de utilidad acá, Oikawa. Estás cansado y es justo que puedas ir ya a tu casa. Mira que Kuroo y Kozume ya lo hicieron.

Sin poder hacer otra cosa más que obedecer, Tōru se marchó de la oficina.

Y no preguntó.

Tōru jamás suele preguntar.

Las instalaciones de la JAXA se encontraban lo más alejadas que se pudiese de cualquier asentamiento humano, esto con el fin de evitar todo tipo de contaminación lumínica y ambiental que pueda afectar el avistamiento al espacio, algo muy entendible.

Por supuesto, eso no quería decir que a Tōru le encantara darse un viaje de casi una hora y media para llegar a su casa desde su lugar de trabajo.

El reloj de su automóvil marcaba las 8 PM ya que se había tardado un tanto en salir, intentando alargar su hora de partida lo más que podía así que ahí estaba, a unos 50 minutos de su hogar y con música de fondo intentando concentrarse en algo más que sus propios pensamientos. Pese a eso, no todo era malo ya que esa era una de las noches en las que el cielo estaba despejado en su totalidad y debido a la lejanía del lugar las estrellas brillaban más hermosas que nunca.

A Tōru solo le bastaba con mirar una noche estrellada para recordarse por qué hacía la profesión que ejercía.

Golpeando suavemente el volante al ritmo de la canción que sonaba en el momento, Tōru se permitió observar por un corto instante el bellísimo paisaje que se extendía ante sus ojos y allí vio la estrella polar, guiando su camino, ofreciéndole el sentimiento de que jamás volverá a estar solo y asegurándole de que en algún lugar del vasto espacio estaba Hajime, a punto de salvar la vida de miles de millones de personas.

Hablando del rey de Roma.

¿No se estaba tardando mucho para llamarlo? Después de todo, él siempre lo llamaba alrededor de esa hora.

"Tal vez están muy ocupados. Según lo que recuerdo dentro de poco tenían que proceder con el asteroide".

Con un suspiro, decidió enfocarse en algo más y así evitar preocuparse de más.

"¿Será muy tarde para ir a recoger a Leche? Tendré que escribirle a mi hermana una vez llegue a la ciudad" pensaba en su gata, el hermoso animal que le había hecho compañía durante ya casi 5 años. Un dato curioso al respecto es que todo el mundo intentó que Tōru no le pusiera ese nombre a la bola de pelos que había encontrado en un basurero —la gente no tiene corazón— y aunque él alegaba que ella era de ese color, no podía negar que había tomado la oportunidad de nombrarla en honor a su comida preferida, el pan de leche.

"Ustedes no entienden el arte de nombrar cosas" solía decir el castaño.

Lentamente, acordes de guitarra sonaron por los parlantes del automóvil y Tōru no tuvo el corazón para cambiar la canción, ya que aunque él hablara y hablara sobre como su artista favorita es Rihanna, su canción favorita no era de ella.

¿Acaso es culpa de Tōru sentirse tan identificado con una canción? No, claro que no.


I only wanted to have fun


La primera vez que la escuchó fue en las primeras semanas de clase en la facultad de medicina.


I let my heart decide the way

When I was young


Se sentía horrible. No quería casi comer, estudiar, ni salir de su habitación.


To earn my stripes, I'd to pay

And bare my soul


Tetsurō había tenido que luchar demasiado para ganarse su confianza y Tōru aún no entendía que había hecho para tener un amigo como él.

A veces, cuando la noche se sentía demasiado solitaria y los recuerdos lo abrumaban Tōru solía pensar que de no haber conocido a Tetsurō él tal vez no estaría allí en ese momento.

Abarcando todos los significados que aquello pudiera implicar.


I know I'm not the only one

Who regrets the things they've done

Sometimes I just fell it's only me

Who can't stand the reflection that they see


Tōru detestaba todo. Detestaba sus decisiones. Detestaba a su mamá. Detestaba a la universidad. Se odiaba a sí mismo.


I wish I could live a little more

Look up to the sky, not just the floor

feel like my life is flashing by

And all I can do is watch and cry

"¿A esto se ha reducido mi vida?" pensaba por las noches, observando el cielo con la añoranza de saber que —para ese entonces— estudiar lo que él quería se sentía imposible.


I miss the air, I miss my friends

miss my mother, I miss it when

Life was a party to be thrown

Pero al final todo mejoró y aquellos meses de tormento se sienten como si hubiesen sucedido una eternidad atrás.


But that was a million years ago


Pese a que ya vivía la vida de sus sueños —casi—, Tōru simplemente no podía dejar de escuchar la canción una y otra vez, recordándose por lo que pasó y que eso ayudó a convertirlo en el hombre que era hoy.

Se sentía casi como un himno personal, el recordatorio de que podría superar cualquier cosa con la que se enfrentara.

Desde allí, la música tomó un significado totalmente distinto. Cada canción, cada verso, cada armonía, acorde y melodía significaban algo para Tōru.

"Tal vez en una vida pasada o en otro universo fui o soy un músico" comentaba a modo de broma.

Una mirada al reloj, un pensamiento de preocupación y otro intentando encontrar un estado de calma.

Las 8:20 PM.

"¿Estará bien? Ya se está demorando mucho en llamar" pensaba, sintiendo como en su pecho se instalaba una sensación incómoda.

Como si lo hubiese invocado, su celular vibró en el asiento del copiloto y Tōru ni lento ni perezoso se encargó de contestar.

— ¡Iwa-chan! —exclamó, a lo que reducía un poco la velocidad porque aunque la vía de acceso a la JAXA mantenía prácticamente desolada era mejor prevenir que lamentar—. Pensé que te habías olvidado de mí, ¿eh?

El silencio fue lo único que recibió del otro lado de la línea.

— ¿Iwa-chan? —No te preocupes. No te preocupes. No te preocupes.

— ¿Tōru? —¡Bingo!

—Sí, aquí estoy. ¿Cómo están, Iwa-chan? ¿El asteroide se ve muy grande? ¿Cuánto falta para que puedan volver? —preguntó el castaño, intentando reconfortarse con el conocimiento de que Iwa-chan estaba ahí, hablando con él.

— ¿Dónde estás en este momento? —interrogó el otro hombre, desconcertando a Tōru.

—En mi auto, camino a casa. Nakanashi dijo que ya era merecido para mí descansar o algo así —respondió y el tono de duda se filtró en su voz.

¿Qué quería Iwa-chan?

—Bien. Tōru, por favor hazme un favor y detén el auto.

— ¿Iwa-chan? Oye, me estás asustando. ¿Por qué quieres que haga eso? —Aunque preguntó eso, el investigador no tardó en obedecer y detuvo el vehículo a un lado de la vía.

—Necesito que me escuches bien, Tōru.

—No respondiste mi pregunta, Iwa-chan.

¿Qué estaba sucediendo?

¿Acaso había pasado algo malo?

Estar sentado no ayudaba con los nervios del castaño, así que aprovechando que el auto estaba detenido, decidió salir y estirar un poco las piernas.

El frío de la noche fue lo primero que lo recibió, pero si de algo servían las bajas temperaturas eran para recordarle que nada de lo que estaba sucediendo era un sueño.

— ¿Iwa-chan?

—Tú siempre has tenido una mente magnífica así que quiero escuchar tus ideas sobre cómo haremos que el asteroide no impacte la tierra.

Que pedido tan raro.

—Si, ¿claro? —accedió, aunque el tono dudoso de su voz lo traicionaba—. La verdad es que no tengo la más mínima idea, porque ustedes llevan unas armas muy poderosas, sí, pero yo mismo revisé las dimensiones del asteroide y no estoy seguro de que la carga sea suficiente como para fragmentar el asteroide lo suficiente y que así no represente un riesgo —comenzó a divagar Tōru, convenciéndose a sí mismo de que Iwa-chan le había preguntado eso solo porque estaba nervioso y quería algo con qué distraerse.

— ¿Cuándo diste la conferencia ante el gobierno no te dijeron como se iba a hacer?

—Iwa-chan, tú sabes que yo no era el encargado de eso y aún si hubiera sido el jefe Nakanashi quien diera la reunión, lo que me pides es considerado información clasificada que no se puede decir tan a la ligera. Una vez todos se retiraron se envió el plan de manera detallada por un medio de comunicación más seguro, evitando que la información se filtre. Así que no, Iwa-chan, no sé. —¿Qué carajos estaba sucediendo?

Pese a ya no estar dentro del vehículo, aún podía escuchar la música que quedó reproduciéndose automáticamente.

En 20 minutos suenan aproximadamente seis canciones que tengan una duración de tres minutos cada una. ¿Entonces por qué?

Puede que Tōru no crea en el destino, pero no hay otra explicación para que de la lista de más de 300 canciones se reproduzca de manera aleatoria esa canción justo cuando está hablando con Iwa-chan.

Hajime no hablaba, de manera que lo único que Tōru alcanzaba a escuchar en ese momento era el sonido de las trompetas, tambores y demás instrumentos uniéndose para darle forma a la única canción que jamás se había atrevido a dedicar.

No es como si Hajime la hubiera podido entender.


Que se quede el infinito sin estrellas


—Tienes razón, Tōru. La carga no es suficiente.


O que pierda el ancho mar su inmensidad


— ¿Entonces?... No.


Pero el negro de tus ojos que no muera


—Iwa-chan, por favor dime qué no.


Y el canela de tu piel se quede igual


— ¿Ves? Te dije que eras inteligente.


Si perdiera el arcoíris su belleza


Las miradas de sus amigos.


Y las flores su perfume y su color


Nakanashi no dejándolo ser parte de la tripulación.


No sería tan inmensa mi tristeza

Como aquella de quedarme sin tu amor


"La NASA tenía un plan en el que no había tripulación".


Me importas tú, y tú, y tú

Y solamente tú y tú y tú y tú y tú


—Tōru, por favor —intentó razonar, pero el susodicho lo interrumpió.


Me importas tú, y tú, y tú

Y nadie más que tú


—No. ¡No! ¡NO! —repetía a los gritos una y otra vez.


Ojos negros, piel canela

Que me llegan a desesperar


—Te amo.


Me importas tú, y tú, y tú

Y solamente tú y tú y tú y tú y tú


— ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! —Gruesas lágrimas recorrían su rostro, bajaban por su cuello y se perdían en la tela de su camiseta.


Me importas tú, y tú, y tú

Y nadie más que tú


—Tōru, por favor escúchame —susurraba el piloto, ya sin fuerza en su voz y dejando que esta misma delate su esfuerzo por no llorar.

—Iwa-chan —llamó entre hipidos que cortaban sus palabras.

—Sí, Tōru. Soy yo y te amo demasiado, por eso lo hice y por eso lo volveré a hacer las veces que sea necesario.

—Iwa-chan. Iwa-chan. Iwa-chan. Iwa-chan —repetía entre sollozos, incapaz de decir nada más.

— ¿Sabes? Hace muchos años el muchacho que más amé, amo y amaré me dijo algo que jamás olvidaré y siempre hice, pese a que le dije que no. ¿Quieres saber que me dijo, Tōru? —Pese a sus propias lágrimas, Hajime hizo la última pregunta con el tono de voz que jamás usaría con nadie más a excepción del castaño.


No sería tan inmensa mi tristeza

Como aquella de quedarme sin tu amor


A Tōru le tomó varios segundos poder formular un pequeño "sí".


Me importas tú, y tú, y tú

Y solamente tú y tú y tú y tú y tú


—Me dijo que si nos llegábamos a separar no íbamos a estar solos, porque en el cielo tanto de día como de noche habría algo que nos recordaría la presencia del otro. Suena algo bobo, si me lo preguntan a mí.


Me importas tú, y tú, y tú

Y nadie más que tú


Un poco más calmado, Tōru rio con desgano ante el último comentario.


Ojos negros, piel canela

Que me llegan a desesperar

—Me dijo que solo tenía que mirar el sol de día y que cuando esté oscuro, mirar lo que él llamó "nuestro sol de media noche"


Me importas tú, y tú, y tú


En este momento a Tōru y a Hajime los separaban miles de kilómetros, pero ambos —con sus ojos cristalizados— estaban observando un mismo punto en el cielo estrellado.


Y solamente tú y tú y tú y tú y tú


—Iwa-chan —susurró Tōru, sintiendo otra vez como la fuerza de su cuerpo se desvanecía, haciendo que él quedara tirado en medio de la carretera como un muñeco sin vida.


Me importas tú, y tú, y tú


—Así que... —Un respiro sonó por el auricular. Ya que al piloto también se le dificultaba hablar entre sus propias las lágrimas—. Así que cuando me extrañes, solo mira el sol.


Y nadie más que tú


— ¡HAJIME, YO TAMBIÉN TE AMO! ¡NO ME DEJES, POR FAVOR! —exclamó, con las últimas fuerzas y respiros que quedaban en su tembloroso cuerpo.


Y nadie más que tú


Una risa.

Muchas lágrimas.

Y las últimas palabras.

—Tonto, yo jamás te dejaré. Después de todo... ahí estaré.


Y nadie más que tú


Gritos, lamentos, llantos, sufrimiento.

Allí, en medio de la nada y con el cielo más hermoso que jamás pudo haber visto, Tōru lamentó aquello que apenas comenzaba a recuperar, pero que ahora volvió a perder.

Para siempre.

Mientras que al otro lado del universo un grupo de valientes héroes daba su vida debido al egoísmo de muchas más personas.

"Jamás debió haber pasado" dirán.

En el día a día hay muchas cosas que probablemente no estaban destinadas a suceder o simplemente no debían hacerlo, pero así lo hacían.

Tōru y Hajime no debieron haberse reunido.

Hajime no debía de haber hablado con Tōru en aquella salida.

Pero eso sucedió.

Y ahora, Tōru quedó solo. Un sistema binario en el cual su contraparte moría y agonizaba lentamente sin que se pudiera hacer nada más.

Y así fue como la estrella polar, conocida también por el nombre "Polaris", brilló más fuertemente que nunca.

Después de todo tenía una labor que hacer. Guiar a Tōru y ser su constante recuerdo de que en algún lugar estaba su amado, Iwaizumi Hajime, esperando por el día en el que se pudieran volver a encontrar.

Al fin y al cabo, si sucedió una vez.

¿Por qué no podría suceder una segunda? 

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