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Ran
Una vez el show de pirotecnia terminó, todas las personas comenzaron a retornar a sus hogares.
Pero allí seguían Tōru y Hajime, sentados cada uno a cada lado del árbol en total silencio.
— ¿Tú te quedarás en Miyagi? —preguntó el castaño en un susurro.
No era necesario mantener un tono de voz bajo ya que básicamente no había nadie más en el lugar, sin embargo, Tōru ya no se sentía con fuerzas ya que toda esa montaña rusa de emociones lo dejó exhausto
—No. —Esa fue toda la respuesta que recibió.
Y vaya que eso sorprendió al contrario.
— ¿No? ¿Entonces a dónde vas a ir? ¿Qué vas a hacer?
—Voy a entrar a la fuerza aérea —respondió Hajime, para nada emocionado o ilusionado con la idea.
Tōru todavía estaba confundido, muy confundido.
¿La fuerza aérea? ¿Él no iba a estudiar paleontología?
¿O era criminología? Ya no estaba seguro.
De la nada, todo cobró sentido y no pudo evitar sentir un sentimiento de empatía por su mejor amigo.
Al fin y al cabo, ambos estaban en la misma situación.
—Es tu abuelo, ¿no? —preguntó Tōru, mirando a Hajime esperando ver su reacción.
El asentimiento del contrario fue una respuesta más que suficiente.
—Lo siento. —Y con eso, el silencio se volvió a instalar entre ambos.
"Yo también lo siento" pensó Iwaizumi, pero las palabras nunca abandonaron sus labios.
La situación era incómoda.
Ambos sentían que debían decir algo.
Ambos sentían que debían hacer algo.
Pero ninguno hizo nada.
Tōru no habló.
Hajime no actuó.
Y ese error les iba a costar.
Lo iban a lamentar.
.
.
.
O al menos así debía haber sucedido.
Así lo tenía preparado el destino.
Pero Tōru no cree en el destino.
—Yo me voy a ir a Tokio, pero podríamos vernos en vacaciones, ¿no? —preguntó, justo antes de que Hajime se rindiera con continuar la conversación e irse a casa sin hacer nada.
—Estaría bien por mí, pero simplemente no creo que sea posible.
"Negativo".
"Aguafiestas".
"Amargado".
Esos y muchos otros más adjetivos eran usados para describir a Iwaizumi Hajime y aunque a él no importara mucho, había uno en especial que a sí le gustaba usar: "realista".
¿Por qué mentirse a sí mismo si sabía que eso jamás iba a pasar?
—Las fuerzas armadas son muy estrictas, sería un golpe de suerte conseguir un pase de regreso a casa por un corto periodo de tiempo sin que implique el hecho de que me hayan expulsado —comenzó a explicar—. Sería de aquí a que termine los estudios y suponiendo que no me trasladen a otra parte.
No.
Nop.
Tōru se negaba totalmente a eso.
—Puedo esperar. ¿Qué hay de malo en eso? —respondió, dispuesto a seguir discutiendo la situación hasta ganar.
—Así no es como... —Intentó refutar, pero una mirada a la expresión determinada de su mejor amigo y con un suspiro decidió dejar el tema así y darle la razón—. Como quieras, pero después no andes hablando mierdas ni quejándote de que fue mucho tiempo.
—De igual manera voy a estar muy ocupado dándole guste a mi mamá en la universidad.
Tōru era experto en algo, y eso era arruinar el ambiente de toda una conversación con solo un comentario.
—Entonces supongo que ya no vas a estudiar eso, ¿eh? —comentó Hajime, aún si él ya lo sabía.
—No, no lo haré. Al menos conseguí que no dañara mi telescopio y mis libros, aunque ella sabe que jamás se lo hubiera perdonado —añadió el castaño.
Tōru no odia a su mamá, pero a veces —entiéndase: siempre— le es difícil empatizar con ella.
Siempre tiene expectativas tan altas de él que siente que se ahoga.
Ella dice que lo ama, pero la mitad del tiempo se siente como si no lo hiciera.
Ella lo empuja, critica y regaña a pesar de que Tōru siempre hace lo que puede.
"— ¡Que yo no soy un puto genio! ¡Yo me esfuerzo por lo que hago y ya estoy cansado! ¡Estoy rendido, mamá!
— ¡Por supuesto que sí eres un genio! ¡Eres la única maldita esperanza de que esta familia salga adelante después del fracaso que resultó ser tu hermana!"
Y su hermana.
Por dios, Tōru la extraña tanto.
Pero ella se fue y lo dejó atrás en ese infierno que llaman "hogar".
No, no, no, no. El tema con su hermana es una caja de Pandora que el castaño no quiere abrir por el momento.
El punto es que sí, es como si su madre estuviera intentando vivir su vida a través de él.
—Creo que ya es hora de que volvamos, no vaya a ser que nos regañen —habló Hajime, sacando a Tōru del huracán que se estaban volviendo sus pensamientos.
—Está bien.
Con eso, ambos comenzaron a dirigirse a sus casas.
—Nos vemos después, Iwa-chan. —Se iba a despedir el castaño cuando llegaron a la calle en la que sus caminos se dividían.
—Espérate —llamó Hajime, haciendo que el contrario detuviera su andar y lo mirara algo confundido.
— ¿Sí?
—Toma.
Tōru recibió la bolsa plástica que Hajime había estado cargando todo el día.
— ¿Esto no eran Onigiris para tu abuela? —preguntó, intentando inspeccionar el contenido.
—Sí, digo, no. Ahí estaban, pero mejor quédate la bolsa.
— ¿Y esto que es? —preguntó Tōru de nueva cuenta, sacando la caja de cartón mediana que había allí.
—Algo. Lo sabrás después, cuando la puedas abrir y eso solo será mañana después de las doce del día —explicó el contrario.
— ¿Mañana? ¿Por qué no ya? —interrogó mientras sacudía la dichosa caja intentando adivinar su contenido.
—Yo no la sacudiría si fuera tú, pero jamás me escuchas entonces haz lo que se te la regalada gana —dijo Hajime, rindiéndose ante la actitud del otro muchacho.
— ¿Entonces la puedo abrir ya?
—No.
Una carcajada salió de los labios de Tōru y con una sonrisa, volvió a poner la caja en la bolsa y se despidió de su mejor amigo.
—Entonces ahora si me voy, Iwa-chan. ¡Nos vemos!
Mientras el castaño se dirigía a su casa, el contrario solo se quedó allí, parado, viendo como la figura de su mejor amigo desaparecía tras girar en la esquina.
Y solo fue en ese momento que respondió a la despedida.
Sólo cuando estaba totalmente solo y sabía de sobra que Tōru no podría escucharlo.
—Claro... "Nos vemos".
Hajime podía ser llamado negativo, amargado y aguafiestas.
No le importaba.
Él sabía que no era nada de eso, solo era una persona realista con los pies bien plantados en la tierra.
Sin embargo, dentro de lo más profundo de su ser él sabía que no era solo alguien realista.
Para él, Iwaizumi Hajime era un cobarde.
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