⋆ 05 ⋆
Alfa Centauri A
El frío de la noche golpeaba contra su rostro y sus cabellos se movían al suave compás que marcaban las hojas caídas de los árboles al rodar por las calles desoladas.
Si alguien en algún momento llegara a preguntarle por su momento favorito del día, sin dudarlo ni un segundo respondería que la noche... o la madrugada, cualquiera de las dos respuestas era válida.
¿Por qué?
Generalmente tendía a ser más frío que en el día.
Cuando algo le preocupaba, el silencio que la noche le otorgaba le ayudaba a poner sus pensamientos en orden.
Y claro, podía ver las estrellas que cada noche decoraban el firmamento, por lo menos cuando no había muchas nubes y cuando la contaminación lumínica le diera una tregua al cielo.
—Vas a pescar un resfriado.
Aunque aquel silencio también tenía su contraparte: cualquier sonido que se produjera se iba a ver multiplicado por mil.
O esa fue la impresión que el muchacho tuvo en ese momento.
— ¡Mierda! —exclamó, en lo que caía al suelo del susto.
En la calle que daba al frente de su ventana —donde anteriormente se encontraba recostado—, se encontraba un muchacho, fácilmente en sus 17 años, con una chaqueta puesta y dirigiendo su mirada a la habitación de Tōru.
— ¡Casi me matas de un infarto, Iwa-chan! —reprochó en voz baja una vez se repuso del susto y del golpe que se dio.
—Genial, ahora no solo te vas a enfermar, sino que desarrollaste taquicardia y probablemente te salga un chichón para la mañana. ¿Algo más que deba agregar? —respondió el contrario, mientras balanceaba el peso de su cuerpo de una pierna a la otra.
—Grosero. —Y en un acto muy maduro, Tōru le sacó la lengua.
Como respuesta, el dedo corazón del contrario se alzó en dirección suya.
En condiciones normales, habría armado todo un show por aquel gesto, sin embargo, en aquella ocasión lo dejaría pasar puesto que había algo más ocupando sus pensamientos.
—Oye, Iwa-chan. ¿Qué haces afuera a estas horas? ¿Sabías que la hora de protección al infante ya pasó hace mucho?
—Yo podría preguntarte que hacías despierto, en la ventana y sin una maldita chaqueta encima, pero no lo hice, cada quien a sus cosas.
Un sonido de indignación fue todo lo que salió de los labios de Tōru, quien, con una pose dramática, apuntó al muchacho que estaba en la calle.
— ¡Que no soy una vieja chismosa! ¡¿Cómo hago para que lo entiendas?! ¡Ya es la décima vez que lo insinúas!
—Baja la voz.
Ignorando olímpicamente ese pequeño inciso hecho por el más bajo, continuó: —Además, solo hice esto porque necesitaba pensar algunas cosas.
—Vaya, si piensas. Yo había pensado que eso solo era un mito.
— ¡Agh! ¡Definitivamente no puedo contigo, Iwa-chan! —se quejó, ahora llevando sus manos a la cabeza con aparente frustración.
—Podría decirse que yo estaba haciendo casi lo mismo que tú —dijo Hajime, antes de que Tōru llegara a alargar más su papel, digno de una obra dramática.
Ante esto, el menor intentó disimular una sonrisa, pues casi podía jurar que estaba leyendo los pensamientos de Hajime, donde se quejaba por su actitud.
Además de ello, se presentía lo siguiente que su mejor amigo iba a comentar, siendo algo así:
"¿Quieres bajar y dar una vuelta?"
— ¿Quieres quitar esa cara de estúpido que tienes en este momento?
¿Si oyeron eso? Fue el corazón de Tōru, dándose de lleno contra sus ilusiones.
Lentamente, Hajime volvió a reanudar su caminar —interrumpido cuando a vio al contrario asomado por su ventana—, pero antes de desaparecer por completo del campo de visión del castaño, añadió:
—Y para cuando lo hagas y decidas reaccionar, ve al parque a la vuelta de aquí. Solo te esperaré por 5 minutos. No tardes.
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