03
Tau Ceti
—Dentro de todos nuestros planes, el que les voy a exponer a continuación es el que posee el porcentaje de éxito más alto. Eso no reduce el riesgo que conlleva llevarlo a cabo ya que podría bien ser considerado como una misión suicida.
— ¿No podríamos bombardearlo desde la tierra antes de que choque? —preguntó el ministro de defensa, a lo que varios asintieron de acuerdo con él.
—Esa opción ni siquiera debería ser considerada ya que se expone demasiado a la población. En este momento no contamos con el poder de golpe suficiente como para asegurarse de que el asteroide quede vuelto polvo, o por lo menos, trozos muy pequeños que no representen mayor riesgo. Por lo cual, si lo bombardeamos, esos trozos que se liberen y que no sean lo suficientemente pequeños como para ignorarlos serán demasiados, añadido al hecho de que es casi imposible predecir cómo será el movimiento de los fragmentos que queden de la explosión, por lo que prevenir con la evacuación de los lugares afectados, sería andar a ciegas —expuso, viendo como la expresión del contrario se volvía sombría.
—Discúlpeme que lo interrumpa, Doctor, pero creo que todos aquí tenemos una misma duda: ¿Qué es lo que vamos a hacer? A este paso su solución va pareciendo casi imposible —cuestionó, en esta ocasión, el primer ministro del país.
—Lamento demorarme tanto en llegar al punto, pero primero que nada hay que comprender que tenemos una variable a nuestro favor, señor ministro y caballeros presentes. Esa variable es el tiempo ya que logramos detectar el cometa justo en el momento exacto como para no tener que recurrir a situaciones tan desesperadas, por lo cual, con la tecnología que en este momento tenemos a nuestra disposición, es posible enviar a un grupo de personas a una distancia segura de la tierra para que se hagan cargo del asteroide.
A espaldas del investigador, se desplegaron ciertas imágenes y animaciones acordes a su explicación, dentro de las que más destacaban una fotografía hecha por un potente telescopio en la cual, se encontraban descritas las dimensiones que la roca tenía y la velocidad, constantemente vigilada, que mantenía en ese momento y una animación a escala que demostraba en un aproximado la distancia a la que estaba del planeta.
— ¿"Hacerse cargo del asteroide"? ¿Quiere decir bombardearlo? ¿No tendría eso las mismas consecuencias que hacerlo desde la tierra? ¿No sería más fácil utilizar las armas termonucleares que tenemos a nuestra disposición para desviarlo? —interrogó una voz femenina al fondo de la sala.
—Las armas termonucleares están dentro del plan, sí, el problema con ellas es que generalmente son utilizadas con años de antelación para utilizar la carga mínima y evitar la fragmentación del asteroide —comenzó a explicar el expositor con la confianza de quien sabe que es lo que dice—. Ahora bien, ustedes se preguntarán por qué no se utiliza una carga más grande y es totalmente válido, el inconveniente con esto es que las armas termonucleares principalmente se usan para la desviación de los asteroides, no para su destrucción, como usted lo mencionó.
Con esas últimas palabras en el lugar reinó el silencio hasta que alguien más se atrevió a hacer públicas sus incertidumbres.
— ¿No hay alguna posibilidad de que el curso del asteroide cambie sin nuestra intervención?
—En realidad, según las estadísticas el porcentaje de probabilidad que tenemos de que no llegue a haber una colisión es del 55%, lo que implica que según la escala de Turín el peligro del asteroide se ubica alrededor del nivel 6 o 7 —aclaró el hombre, señalando una sección en la presentación en donde dichas estadísticas se encontraban expuestas.
— ¿Entonces por qué la alarma? ¿No podríamos dejar las cosas así y ya? —interrogó alguien más, con aires confiados.
—Claro que podríamos hacer eso, señor secretario de gabinete, pero ¿No cree que sea mejor estar preparados para ese 45% restante y que no pase nada, a que nos confiáramos de ese 55% y usted y yo muriésemos?
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