capítulo 26 › Whelve
Whelve: Palabra de origen ingles para referirse al acto de enterrar algo en lo más profundo con la intención de esconderlo.
Jack
Hoy es mi día libre en el local. Siempre me tomo algún que otro día para mí y descansaba de estar casi todo el día tatuando. Harold y Lucas vinieron a mi casa a pasar el fin de año y sin mentir, la pasamos bastante bien. El primer día del año fuimos a visitar a la mamá de Harold que se alegró enormemente de ver a Lucas. Ese pequeñajo sigue creciendo a pesar de tener solo nueve años. Los primeros días de enero se sienten vacios y sentí una necesidad de ir al cementerio a dejarle flores a Diana.
Tomé las llaves de la moto y la primera parada la hice en la florería. Nuevamente compré un ramo de lirios debido a que eran las flores favoritas de Diana. Compré un perro caliente para un chico que quería comerlo pero el vendedor se negaba a dárselo porque no tenía el dinero suficiente. Odiaba a las personas sin corazón como son ellos.
Las puertas del cementerio estaban abiertas. Siempre siento una rara sensación cada vez que entro. Caminé hasta donde sé que estaba ella y de pie, frente a su lápida, sonreí, aunque solo lo hice para enmascarar las lágrimas que siempre quieren salir y fingir estar bien como siempre hago antes de hacerles saber cuan destruido estoy por dentro.
Dejé las flores y cuando miré al frente ví una gran cantidad de personas. Estaban en el entierro de alguien. Quise negarme ante mis impulsos pero antes de siquiera poder detenerme estaba junto a todo el bullicio de gente. Algunos hacían como si nada hubiese pasado, otros lloraban y algunos le daban igual.
Era como haber regresado el tiempo y estuviese en el de Diana. Ese día llovió, quise creer que era la forma de disfrazar mis ojos llorosos, pero no fue así. Había una parte de mí que fue enterrada con ella y todavía no he podido cavar como para volverla a tener. Me aterraba.
Diana siempre fue mi vida y nunca quise tener algo más después de ella. Cuando todo acabó, aún estando ahí viéndolo todo, me sentía tan mal como si fuese un conocido mío. Me acerqué y aunque todos se hubiesen ido quedaba aquella chica arrodillada frente a la tumba. Leí la lápida rápido.
Gabriela Arias Milán
12 de noviembre de 1988 al 4 de enero del 2023
Aquella chica de cabellera rizada aún no se daba cuenta de mi presencia y la observé llorar la pérdida de aquel ser querido. Recordé mis duros días cuando no tenía a Diana. Estar en casa era lo más tedioso. Ella vivía conmigo y cada vez que despertaba ansiaba abrazarla y extrañaba nuestras batallas en la cocina, como me obligaba a hacer mis tareas y me apoyaba en los estudios de medicina aunque ella quisiera estudiar gastronomía. Su comida era muy buena aunque siempre la molestaba con que lo hacía mal. Cada vez que veo una película extraño como solía preguntar todo aunque yo no supiese nada por ser la primera vez que la veíamos.
Mis calificaciones bajaron en la universidad y pensé que me llegarían a expulsar por reprobar más de tres materias, pero supe que ella hubiese deseado que siguiera adelante y por ella lo intenté. Era mi último año de los seis que se estudian.
Jin, Adam y Daniel influyeron mucho dandome mi espacio y cada vez que podían tratando de animarme. Perder a una persona importante en tu vida es una de las peores cosas que puede pasar, pero ver como va muriendo lentamente es como si lo hicieras tu por dentro junto con ella.
Siempre pensé que la vida era maravillosa por el hecho de tener grandes enseñanzas y secretos, pero detrás de todo lo hermoso existe una cara oscura muy oculta que es donde se alberga todo el dolor y desesperación de una persona. Estoy consciente de que todo debe tener un balance, ¿pero por qué parece siempre ir de malas en malas?
Mi vida se ha resumido en tatuar y tratar de mantenerme sonriente y estar ahí para ellos como hicieron conmigo cuando lo necesité, y aunque todavía quedan heridas porque esas heridas emocionales son las que te marcan de por vida, me sigue doliendo hasta el punto en que mi vida se estaba convirtiendo en nada.
-¿Qué haces aquí? -hipó. Deje de mirar la lápida y de repetir el nombre de la persona en mi mente y la miré a ella. Tiene un rostro tan aniñado que parece una niña de dieciséis años.
-Yo... -traté de buscar una excusa rápida en mi mente-. Lo siento -fue lo que dije, sin ninguna expresión en mi rostro aunque mi corazón estuviese echo añicos.
-¿Conocéis a mi hermana? -me preguntó y supe el papel de la persona fallecida en su vida.
-No -me sinceré.
Sonrió reflejando el dolor de su alma. Su rostro inchado y su nariz roja, sus ojos y su rostro húmedo, me parecía verme cuando perdí a Diana.
-Mi hermana era todo lo que tenía en este mundo. Mis padres murieron cuando nací y ella fue quien tomo ese papel en mi vida -hice una mueca, realmente odiaba la vida, siempre quitándonos eso más preciado que tenemos-. ¿Y tú? ¿A quién perdiste que estas aquí?
-A la persona que me acompañó desde la universidad hasta que su corazón no pudo más -le dije, pensando en todos aquellos momentos tan bellos con Diana.
-Lo siento tanto. Parece que nuestros dolores se complementan. ¿Por qué la vida es tan injusta?
-Porque nunca es justa, te arranca lo que más amas y es ahí cuando te preguntas que tipo de pecado has cometido y porque no te llevo a ti, pero estas viva y debes seguir adelante porque así es la vida. Nunca es justa.
-¿Puedo abrazarte, señor?
-No creo que-
No pude decir una palabra más porque ella estaba llorando contra mi pecho, mojando mi pulover con sus lágrimas. Me quedé tenso y sin saber que hacer en ese momento, mis brazos estaban a cada lado de mi cuerpo mientras ella rodeaba mi cintura con mis brazos y seguía deshaciéndose en lágrimas.
Es una pequeña versión femenina de Jack hace ocho años. Cuando sentí una lágrima bajar moví mis manos y le dí pequeñas palmadas en su espalda a modo de consuelo. Nuestros dolores eran mutuos. Ambos sufrimos la pérdida de una persona demasiado importante en nuestras vidas y ahora ella tiene que aprender a seguir adelante sin dicha persona.
La lleve fuera e internamente me disculpe con Diana por no haber pasado mucho tiempo, nunca iba solo a dejarle flores, las pocas veces que iba me quedaba un rato aunque fuese sentado mirando el cielo. Me sentía como si ella me estuviera acompañando.
Le dí la caja de jugo de manzana que le compré y nos sentamos en un parque.
-¿Cómo era ella? -me preguntó de repente.
-¿Quién?
-Esa persona importante que perdió.
-Ella era el ser humano más bondadoso que podía existir aunque fuera un poco pesada, es solo que no sabía como demostrar muy bien sus sentimientos. Si a las doce de la noche la llamabas porque la necesitabas ella te iba a escuchar. Sabía todo de mí y era una cocinera excelente que amaba hacer pastelillos y compartirlo conmigo y mis amigos. Le gustaba la lectura y las estrellas aunque nunca quiso estudiar nada relacionado con ello.
-Parece ser buena.
-Murió por cáncer -dije simple, aunque por dentro sentía que me estaba destrozando. Nunca había vuelto a hablar de Diana con otra persona, ni siquiera con ellos.
-Mi hermana tuvo el roll de mis padres. Siempre estuvo para mí, no importaba si estaba en la base de una torre, se lanzaría sin pensarlo por mí. Odiaba que tuviera "malas influencias" cerca de mi y amaba dormir aunque lo hiciera poco. Estudió contabilidad y yo amaba molestarla. Era mi todo -contestó con la voz rota.
-¿Que edad tienes?
-Diecinueve.
-Eres jóven.
-¿Y tú?
-Treintaidos.
-Yo cumplo veinte en unos meses. El doce de marzo.
-El mismo día que Melissa -susurré, un poco impactado.
-¿Quien es ella? ¿La chica?
-No. Ella es la novia de un amigo muy importante para mí. Son mi familia.
-Qué hermoso. Yo no tengo amigos.
Sus palabras me dolieron y fueron el impulso para que dijera-: Ahora me tienes a mí.
-¿En serio? -sus ojos brillaron a pesar de las lágrimas-. ¿Cómo te llamas, señor?
-Jack.
-Ah, yo me llamo Naya.
Y mientras crees que no, siempre hay una persona que te entiende y pasa el mismo dolor que tú. Ella es como una pequeña mariposa que ha salido de su capullo por primera vez al mundo real.
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