capítulo 24 › Hävitys

Hävitys: Palabra para referirse a la destrucción.
Daniel

Melissa me dijo que estaba bien con solo ponerme algo casual, yo no estoy completamente seguro de eso. Puse una curita en mi dedo después de desinfectar la herida que me hice cuando cortaba las viandas para hacer la sopa para la comida. Yo iba a comer en casa de los padres de Melissa, pero no estaba seguro de que haría Harie. No me dolió la cortada, contrario a eso mi cuerpo se acostumbraba a sentir el dolor físico cada vez que tengo un ataque de ansiedad. No supe nada de Harie desde esta mañana. Solo supe cuando se fue a trabajar y no ha regresado. Todo recae sobre mí como un fuerte peso y cada vez solo me desplomo mas y más. Me intento convencer con que después del divorcio y estar al lado de la mujer que amo puede ayudarme a sanar.

El divorcio no es la solución, enfermo —me reclama la voz de mi conciencia que nunca me deja tranquilo, esa voz que siempre trata de hacerte un cero a la izquierda y aunque sepas en ocasiones que tiene razón, lo mejor es no escucharla porque te vas a volver loco.

Volví a alistar mi camisa blanca. Pasó una hora cuando por fin tomé la caja donde estaba guardado el pastel que compré ayer con Melissa y el vino. Sonreí recordandola un momento y olvidando mis nervios. Todo tenía que salir perfecto. Otra de mis raras costumbres es la de querer tener el control de todo y desesperarme un poco si no sale como quiero. Si algo salía mal en dicha cena me tiraba la soga, ya era lo último que me faltaba.

Mi móvil sonó.

Los solteros y el reprimido

Adam:
Danieeeeeeel.

Jin:
Acá nosotros, los amores
de tu vida tenemos algo que
decirte antes de que vayas a
la cena con la familia de
Melissa y la cagues :(

Jack:
Por amor a tu vida no hagas
eso.

Yo:
Ajá, escriban.

Jin:
Primero: por favor, dime que
no vas en traje porque te castro.
Es importante lucir formal, pero
siendo más casual.

Yo:
Esto es lo que estoy usando:
unos pantalones y una camisa
blanca.

Jin:
Perfecto.

Adam:
Segundo: ¡siempre elogia la
comida de tu futura suegra!,
esas mujeres aman que les
elogien la comida :/

Jack:
Tercero: van a querer saber
sobre tu vida. No des muchos
rodeos y se directo en lo que
te pregunten.

Jin:
¡Y por ningún jodido motivo
dí que estas casado!
Yo mismo te cortaré la bolas.

Yo:
Bien, bien.

Yo:
¿Acaso se turnan para
escribir o qué?

Adam:
Shh, cállate y hazme caso.

Adam:
Cuarto: seguro les vas a
caer mal, es la primera impresión
y no puedes empeorarla.
Te van a preguntar de los
tatuajes, solo diles que te gustan
y no piensas hacerte más por el
momento. Una mentira
piadosa.

Jin:
Quinto: van a decir que eres
muy viejo para Melissa y
le llevas una edad considerable
por encima. Ante esa situación
debes dejarle en claro cuanto
amas a su hija hasta hacerlos
suspirar corazones.

Yo:
Eso puedo hacerlo.

Jack:
Sexto: ¡nada de besos delante
de sus padres! Teniendo en
cuenta que es tu primera visita
con ellos para conocerse no
será educado y tal vez los
pongas un poco incómodos.

Yo:
¿Ya pueden parar? Son muchas
cosas, me voy a volver loco.

Jack:
Lo hacemos por tu bien, y para
que todo salga bien.

Adam:
Eso eso, y lo hacemos por aquí
porque no estamos cerca.

Jin:
¡Voy yo!

Yo:
¿Hay más? Joder
me van a matar, tíos.

Jin:
Séptimo: siempre lleva algún
regalo o algo que puedan
compartir durante la cena, da
mucho que decir de tí y que
pensaste en ellos.

Jack:
Octavo: nunca bebas el vino
primero que todos en la mesa,
siempre espera a que ellos den
la iniciativa.

Adam:
Noveno: no te vayas solo con
ella a su cuarto, a no ser que la
suegra te haya dado permiso,
pero siempre trata de relacionarte
con su familia.

Jack:
Ya tienes el apoyo de Marcos, es
solo ganarte a sus padres.

Jin:
Siguiendo nuestras reglas ya verás
como te va de maravilla en
la cena.

Yo:
Si algo sale mal les echaré
la culpa.

Jack:
Si las sigues eso va a ser
imposible ;)

Yo:
Gracias, ya me voy, son las
siete y algo y me invitaron
para la comida a las ocho.

Adam:
Ah -.-
Décimo: NUNCA LLEGUES TARDE!!

Jack:
Dale, apúrate, veteeeeee.

Jack:
Luego nos dices como te fue
todo, vamos a estar al
pendiente para saber de tí.

Jin:
Pero ya dejen de distraerlo y
dejen que se vaya. Suerte, Dan.

Yo:
Gracias, están locos jaja,
nos vemos :D

Bien, todo debe ser sencillo, tratar de caerles bien a sus padres, cenar con ellos, hablar un poco sobre mí y seguramente de mi vida con Melissa, luego irme o quizás quedarme un poco con ella, después de eso vendría a dormir o anteriormente a ello hacer videollamada con Jin, Jack y Adam.

Llamé a Melissa en cuanto llegué. Las rejas se abrieron y entré dejando el coche en el garaje de la casa. Me sorprendí al ver los otros dos coches estacionados y el espacio que todavía restaba. Mis nervios volvieron y saqué el pastel y el vino del maletero. Besé a Melissa sin miedo a que nadie nos viera dentro del garaje y me ayudó llevando el vino.

—¿Estás bien? Te ves pálido —rió.

—Estoy nervioso —admití.

—Ya verás que todo saldrá bien. Mis padres son duros y estrictos pero a su vez ambos son un amor de persona y le vas a caer bien.

—Gracias por los ánimos —dije sarcástico.

—Bobo —me dió un pequeño beso y sonreí—. Feliz fin de año.

—Feliz fin de año, corazón de melocotón.

Abrió y la puerta y juro que pensé que iban a estar todos ahí detrás esperando el momento para mirarme con mala cara. No pasó. Marcos bajó, me saludó y pedí que mientras estuviésemos fuera de la universidad dejara de llamarme "profesor". Me guiaron a la cocina donde estaba la mamá de Melissa junto a una mujer —que supuse, era la sirvienta— preparando la cena. Me presenté como era debido y entregué lo que había comprado. Intenté no demostrar mis nervios.

—Tu novio parece a punto de un colapso —dijo.

No puede ser que desde ya la haya cagado con Ana.

—Marcos, dile a tu padre que Daniel está aquí y falta poco para la cena.

—Sí, mamá.

Se perdió entre las escaleras y me quedé en la sala junto con Melissa.

—¿Ya os la he cagado? —pregunté.

Acarició mi cabello jugando con las hebras.

—No. Todo esta bien. Ya has ganado a mi mamá con el pastel. Aunque mi madre es más dura que mi padre. La ganas a ella, la ganas a él.

—Increíble —susurré más para mi mismo, pero ella lo oyó y terminó riendo.

—Daniel —golpeó mi hombro—. Tal parezca que fuese tu primera vez viniendo a una cena para conocer a los padres de tu novia.

—Es la segunda —dije.

—¿Quieres ir a mi habitación en lo que esperamos?

—¡No! —casi grité. Recordé la novena regla de los chicos: "No ir con ella sola a su habitación a no ser que su madre nos diera permiso"—. Creo que mejor nos quedamos aquí.

Rodó los ojos.

—Si insistes, solo decía para que dejaras de estar tan incómodo.

—¿Incómodo? No estoy incómodo.

—Entonces podés dejar la postura tan erecta y tensa, deja de tener tus manos en puños y de hablar así, tan raro.

—Ah —me relajé un poco en el sofá donde estaba sentado y aflojé mis manos—. Lo siento. ¿Mejor ahora?

Me sonrió antes de decir—: Sí.

Esperamos alrededor de diez minutos antes de que Marcos bajara acompañado de un hombre que claramente es su padre. El padre de los mellizos. Que potencial, orgulloso debe sentirse. Me levanté de golpe sin saber si debía ir directo a saludarlo o esperar a que se acercarse a mí. Melissa se levantó seguido de mí y fue a darle un beso en la mejilla a su padre.

¡Maldita sea! ¿Que se supone que debo hacer ahora?

El padre de Melissa, Alexander, es diferente a lo que imaginé, un hombre alto, de mi estatura, de pelo aún negro y apenas el rastrojo de una barba se notaba, no es un viejo gordo de esos como imaginé. Melissa tomó mi mano y me presentó. Le aclaró que traje una botella de vino y aceptó. Quedamos todos menos su madre y la sirvienta sentados en la sala. Hizo algunas preguntas, ninguna relacionadas a mis tatuajes, a mi vida privada en lo personal, solo cosas estúpidas como tratando de alivianar la tensión e incomodad que desprendía por mis poros. Me pone nervioso saber que puedo llegar a joderlo todo y poner incómodos a los demás. Me mentalicé, me calmé, me di ánimos internamente sabiendo que todo acabaría en aproximadamente una o dos horas.

Treinta minutos más tardes nos encontrábamos todos en la mesa del comedor. Agradecí que Melissa tomase asiento a mi lado y no me dejase solo. La comida estuvo deliciosa y comí todo lo que sirvieron en mi plato. Marcos y Melissa se sirvieron dos veces y me pregunté como le hacían para no engordar. Me aferré a mi abrigo cuando el aire frío comenzó a entrar por las ventanas erizandonos la piel en el proceso.

Lo que me atrajo de Melissa fue su físico, pero lo que terminó por enamorarme fue su interior, su corazón, su manera de demostrarme que puede llegar a comprender mi mundo y estar ahí para mí. Ella es especial y con su sola existencia puede iluminar toda una ciudad. A veces solo necesitamos esa pequeña luz para que nos guie entre tanta oscuridad.

—Y entonces —su padre habló y volví a poner mis manos como puños encima de mis muslos.

—¿Cómo se conocen? —preguntó su madre.

—Nos conocimos cuando Melissa fue a la universidad a llevarle un trabajo a su hermano —me adelanté. Claramente no puedo decir la verdad, ante los ojos de su madre Melissa es un ángel que debe cumplir con todos los requisitos impuestos, entre ellos no estaba ir a bar y liarse conmigo mientras ambos estábamos borrachos.

"Regla número tres: Van a querer saber sobre tu vida. No des muchos rodeos y se directo en lo que te pregunten". Eso implicaba no sentirme nervioso y mostrarme fuerte. Imbéciles, si supieran que me estoy muriendo por dentro.

—¿Y tú familia?

—En su casa. No espera me refiero a que viven aquí, en Madrid.

Marcos aguanto la risa y disimuló tomando agua.

—¿A qué se dedican?

—¡Papá! —Melissa lo regañó.

—No me mires así, Melita —quise reír por como le había dicho—, pero necesito saber si su familia es lo suficiente buena y si puede mantenerte.

—No necesito que me mantenga —refunfuñó ofendida. No estoy de acuerdo con él, su comentario de cierta forma sonó machista.

—Mi padre tiene una empresa. Mi hermano menor es el vicepresidente y mi hermana mayor trabaja como publicista. Mi mamá antes era la abogada pero por problemas personales no ha podido continuar.

—¿Y por qué no tienes nada en la empresa? —Ana preguntó y Marcos le pidió que dejara de hacer preguntas indebidas.

—No me molesta. No quise nada de la empresa aunque mi padre quería que fuera abogado ya que desde el principio no quise el mando. Siempre me gustó ser profesor y fue la carrera que elegí.

—Si. Sabemos que eres el profesor de matemáticas de mi hijo.

La sirvienta recogió los platos sucios y volvió a perderse en la cocina.

—Así es. Su hijo es muy buen estudiante —Marcos sonrió y le alcé ambos pulgares.

—Lo sé —se jactó con orgullo—. Mis hijos son mi orgullo.

En ningún momento tocaron el tema de ser nueve años mayor, deduje que todo fue obra de Melissa y Marcos. Hacen buen equipo juntos, ambos tienen el mismo color azul intenso en sus ojos y su cabello era casi iguales. Terminó todo cuando picaron el pastel y fuimos afuera.

—Bueno, creo que te aceptan. —Me dijo Melissa.

—¿Estás feliz? —pregunté abrazándola por detrás.

—Sí. —Pude olvidarme de toda mi vida por un momento. Tengo miedo de hacerle daño a las personas a mi alrededor pero ella es capaz de hacerme olvidar mis miedos y problemas—. Gracias por venir hoy.

11:59 pm.

—¿Puedo besarte? —le pregunté.

—Supongo que a mis padres no les va a molestar.

La besé aunque no profundice mucho. Sé que sus padres pueden venir a donde estamos y es justo lo que van a hacer.

—Daniel.

—Mm... ¿Dime?

—Gracias por todo. Te quiero.

—Yo también.

12:00 am.

—Te amo —le dije, me correspondió y fingió limpiar la lagrima que salió de sus ojos haciendo un gesto dramático. Los fuegos artificiales alumbraron el cielo y ambos nos dijimos—: ¡Feliz año nuevo!

Mi teléfono comenzó a sonar e ignoré cuando Marcos dijo que tenia algo que decirle a sus padres. Melissa sostuvo mi brazo con fuerza pero tuve que alejarme un poco para poder contestar la llamada de un número desconocido.

—¿Diga?

—Buenas noches. ¿Hablo con Daniel Domínguez?

—Si, soy yo.

—Lo llamamos desde el hospital. Su esposa, Harie Delgado está internada debido a una recaída.

—¿Una recaída? —fue como si de pronto tuviese el corazón en una mano y me lo apretaran fuertemente.

—Ha consumido una gran cantidad de drogas —a lo lejos sentí la voz de Marcos hablando y ví Melissa apoyada en el barandal—. Esto provocó una recaída y la puso al borde de la muerte, aún así la hemos salvado.

En ese mismo instante pude captar la declaración de Marcos que nunca ví venir—: Soy gay.

¿Cuál es la peor droga para alguien?

Exacto... La propia mente.

Se consume sin que tu puedas controlarlo. El peor enemigo para el ser humano es el mismo ser humano. Lo cual es gracioso, no deseamos convertirnos en lo que somos, pero lo terminamos siendo, así es como funciona nuestra mente. Convirtiéndonos en lo que no queremos.

Corrí, sin darme el tiempo de sacar el Mercedes-Benz del garaje, no tenia tiempo, apenas me despedí, pedí disculpas por tener que irme y salí corriendo. Mi corazón bombeaba a prisa debido a la agitación y el miedo. Atravesé miles de calles sin mirar atrás y apenas mirando para los lados. ¿Qué más daba un carro? Si de todos modos cada día parecía que las cosas se iban más a la mierda.

No tomé ni siquiera tiempo para respirar. Harie estaba en un hospital por una sobredosis de droga. Su rostro pálido, su delgadez, sus temblores, la jeringuilla aquel día, su reacción inmediata cuando se lo dije. Todas las señales estuvieron frente a mí todo el tiempo pero nunca las quise ver, demasiado encerrado en mi mundo de fantasía como para darme cuenta de que la mujer a mi lado, mi esposa, se estaba autodestruyendo a sí misma. Por fin comprendo sus palabras.

Llegué a la recepción.

—Harie Delgado. ¿En qué habitación se encuentra?

Estoy seguro que he dejado un desastre en casa de Melissa. Lo último que pude oír fue cuando Marcos declaró ser gay. Yo corrí espantado con la llamada telefónica del hospital.

La cagué, la jodidamente cagué con la chica que me gusta.

—Habitación 29. Tercer piso.

—Gracias.

Fui al elevador. Presioné el botón que me llevaría al tercer piso y me permití relajarme aunque fuese un poco. Hizo una parada en el segundo piso y entró un doctor. Marcó la quinta planta y yo esperé a que subiera a mi piso. Busqué la habitación de Harie y armandome de valor, entré. Hubo un doctor dentro haciendo exámenes. La ví, su cuerpo sigue igual de demacrado e incluso más sin el maquillaje que siempre usaba. Se notan más los cúmulos negros debajo de sus ojos, su delgadez allí acostada en esa camilla.

—¿Usted es? —me preguntó.

—Su esposo —dije apenas audible.

—¿Podria hablar un momento o prefiere dejarlo para más tarde?

—Podemos hacerlo ahora.

Dí un último vistazo al cuerpo de Harie y fui detrás del doctor. Entramos en su oficina y me hizo tomar asiento. Estoy nervioso, las manos me cosquillean, nada sale como lo planeamos, necesito algo, un incentivo, necesito saber que puedo pasar esto, que ella va a salir bien.

—¿Agua o café?

—Solo agua.

Me la dió y tomé todo de un sorbo.

—Llendo al punto —agradecí cuando dijo eso—. Su esposa ¿sabe que consumia drogas?

—No —negué—. No sabía nada, incluso hace unos pocos días comente sobre el divorcio y, ella —se me terminó de quebrar la voz y decidí dejar de hablar.

—¿Tenía síntomas? La supresión del consumo de heroína ocasiona la aparición del síndrome de abstinencia (conocido popularmente como "mono"). Se trata de un conjunto de signos y síntomas entre los que destacan: ansiedad, agresividad, midriasis (dilatación pupilar), lagrimeo, sudoración abundante, escalofríos, temblores, piel de gallina, diarrea, náusea, vómitos, embotamiento mental, hiperactividad locomotora y dolores articulares. ¿Tenia ella algo de eso?

Asentí—: Temblores, ansiedad. Siempre parece como si no le importase nada y se hacia mas lejana a las personas a su alrededor.

—Su esposa consume heroínas hace dos años.

La cabeza me dio vueltas y quise caerme.

—¿Hay algo que pueda hacer...?

—Su estado está muy avanzado. Cuando fue traida pensé que no iba a sobrevivir —sentí como si todo mi mundo se apagase con una sola oración—. Es un milagro que esté viva. Lo mejor para ella debe ser un centro de rehabilitación. Le puedo recetar algunas pastillas para que tome, pero si ella pudiera estar ahí será mucho mejor.

—¿Usted cree?

—He visto muchos pacientes pasar por eso, unos lo logran, pero otros solo quedan en el camino. A la vez que comenzamos a drogarnos nuestro organismo solo pide más y más, lo hacemos constantemente, se vuelve parte de nuestro día y es una adicción. Pero un centro de rehabilitación podría ayudarla a mejorar, pero debe poner de su parte.

—Entiendo.

—Señor, otra crisis y su esposa puede morir. Debido a tanto suministro su organismo está tan débil y destruido que no va a soportarlo. Es una adicta y cuando comienza la abstinencia se volverá loca y solo pedirá la droga. Debes poner un esfuerzo del cien por ciento si quieres que se recupere, y no solo vos, la voluntad está en el paciente.

Salí de la habitación con el corazón en la mano. Nunca supe por todo lo que pasaba Harie como para acudir a las drogas y encontrar consuelo en ella. Le pedí que me hablara, que me contará, que si pasaba alguna situación difícil los podríamos superar entre los dos, no me dejaba entrar en su mundo, no me dejaba salvarla cuando pude estar a tiempo. Terminé revolcándome con Melissa y difruté mi vida culpandola de nuestra relación tan seca. Se dañaba a sí misma y nunca lo ví porque no quise verlo.

Con las manos temblorosas tomé el teléfono y marqué el número de Melissa. Le prometí que la llamaría y aún no había tenido el tiempo.

—¿Todo bien? —pregunta y por su voz sé que ha estado llorando.

—Nada bien —respondí, quedando apoyado en la pared. Sorbí mi nariz y limpié mis ojos aguados—. Lo siento por haber salido así. Me llamaron del hospital... Yo... Harie... Tuvo una sobredosis.

—¿Sobredosis?

—Se drogaba. Heroínas, hace dos años y casi muere. Es mi culpa, tuve las pruebas delante de mí todo el tiempo y nunca las ví por pasarme la vida cupandola de nuestra asquerosa relación pe-

—Daniel calma. No vas a resolver nada echándote la culpa de algo que ya pasó. No puedes detener el futuro y no eres adivino. Es algo que iba a ocurrir, has sido bueno con ella todo este tiempo e hiciste lo que pudiste y estuvo a tus manos. Ella te necesita ahora fuerte a su lado, dándole ánimos. Todos esperamos que salga de esta y la vamos a apoyar —me tranquilizó y funcionó un poco.

—Gracias.

—Siempre vas a poder contar conmigo.

—¿Qué pasó? Noto tu voz rota.

—Mi hermano por fin le dijo a mis padres que es gay antes de irte. Cuando lo hiciste ellos fueron muy feos. Papá llegó a golpearlo y le dijo muchas cosas feas —hipó—. Mamá le pidió que no lo hiciera pero no dejaba de hacerlo hasta que me interpuse y estuvo apunto de pegarme a mí. Lo saqué de la discusión para evitar que pasara a mayores. ¿Como puede ser así con su propio hijo? No lo entiendo.

Me sentí mal por Marcos. Adam pasó algo similar. Desde que nos conocemos siempre noté algo diferente en él, pero siempre nos huía y no contaba nada. Luego de un tiempo nos contó y todos lo apoyamos. El tema con su familia era otra cosa, sus abuelos eran viejos desgraciados que no quisieron saber nada suyo y murieron diciendo que iba a pegarle la enfermedad a Gael. Agradecí que éste nunca se alejara de Adam.

—Lo siento tanto.

—Toda familia tiene sus baches. Éramos demasiado perfectos como para creerlo. Siempre traté de cuidar a Marcos porque todos siempre quisieron hacerle daño solo por verlo débil. Odiaba eso, siempre fui la héroe de Marcos y yo hoy quiso superponerse y estoy orgullosa de él... Y decepcionada de papá.

—Corazón de melocotón, lamento tanto no estar ahí contigo —le deje saber.

No quiero odiar la vida ¿pero por qué ahora? Solo quiero abrazarla, los dos queremos estar juntos pero ambos tenemos nuestros problemas que siempre nos obligan a estar separados.

—Debo dejarte ya.

—¿Pasarás la noche en el hospital?

—Sí. Mañana temprano iré a sacar mi coche. Trataré de ayudar a Harie en lo más que pueda y si al comenzar las clases debo pedir vacaciones o entregar algún certificado para justificar las ausencias ya veré como me las arreglo.

—Te voy a apoyar. Te quiero.

—Yo también te quiero, corazón de melocotón. Descansa y no le des tanta vuelta al asunto. Verás que todo va a estar bien y como dices: cada familia tiene sus baches y van a salir de ese. No pueden quedarse estancados en un solo lugar.

—Feliz año nuevo —a pesar de que me lo habia dicho lo volvió a repetir y supe que para ninguno era un feliz comienzo de año.

—Feliz año nuevo.

Miré la fecha y hora en el reloj del teléfono cuando colgué la llamada.

1 de enero del 2023.
1:13 am.

Definitivamente odio este comienzo de año.

Harie ya estaba despierta, tuve que reunir toda la fuerza de voluntad que se requería para hablarle. Sus ojos vacios se encontraron con los míos y sentí mi alma separarse de mi cuerpo. Me senté a su lado en la silla para las visitas.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó, fría como siempre.

—Ya no finjas, Harie. ¿Por qué lo hiciste?

—Creo que todos somos instantes que una vez llegamos a convertirnos en aquello que odiamos —contestó—. Lo siento tanto pero mi vida se estaba volviendo un desastre. Mis padres solo criticaban y me pedian más y más, tratándome como una mierda, sentí nuestro matrimonio irse por la borda, todo lo que podía oír eran críticas a mi alrededor y mi único escape fue ese. Juro que deseé ser fuerte, pero no pude.

La comprendo, lo peor es que lo hago porque me pasó lo mismo con las cortadas y ahora aunque no lo haga me siento nervioso y necesito calmar la ansiedad que me está dando, pero intento mantenerme neutral por Harie, porque no necesitaba un suicida ahora, necesita a su esposo, necesita apoyo, amor y compresión.

—Aún no está todo perdido, podemos superarlo juntos. Irás a un centro de rehabilitación y verás como vas a dejar esa adicción y yo voy a estar allí contigo.

—No quiero ir a ningún centro de rehabilitación. Estoy perdida en esto que soy y no voy a poder salir de ahí nunca. ¿No sabes como me siento? Mi cuerpo ansía la droga, estoy hablando contigo pero siento como mi estómago quema, como mis venas lo piden y me siento al borde de un colapso. ¡Daniel, la necesito!

—¡No! —negué—. Saldremos de esto juntos.

—¡No lo haré!

—Necesitas ayuda. Todos la necesitamos alguna vez y negándote no vas a resolver nada. Dejame ayudarte.

—Es que me da igual la vida. Me ha destrozado tanto que ni sentimientos tengo. Soy un monstruo.

—No eres un monstruo.

—No, soy como un huracán.

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