capítulo 23 › Sukha

Sukha: Felicidad auténtica, profunda y duradera al margen de las circunstancias.
Melissa

No se mucho sobre el tema de las cortadas y por ello me tomé mi tiempo buscando en Internet para comprender más ese mundo. Quise saber como se podían parar, porque razón nos volvemos adicto a ello. Sé algunas cosas por arriba pero en Internet había información de sobra y, aunque sé que la única forma es que Daniel se sobreponga a sí mismo o busque ayuda profesional no me hacia mal saber de ello.

Soy realista, me odio por nunca saber que las cosas con Daniel llegan a una magnitud enorme. Siempre sé y presiento que las cosas están mal pero nunca pienso que son tan graves y ahora el hombre que quiero se autodestruye por todo el peso que tiene encima. En todas las historias hay un malo, ¿quién es? Todos tenemos razones e historias ocultas y me gustaría sentarme con ellos para saberlas, pero no todos se abren. Daniel por ejemplo. Sabe que estoy aquí para él, que lo voy a escuchar y ni siquiera con Adam, Jin o Jack se abre, guarda todo hasta que siente que se hunde. No busca ayuda, prefiere hacer las cosas solo y a su manera.

Lo admito; me asusta hasta el límite que él puede llegar y tiemblo cada que Jin me llama para cualquier cosa. La mayoría se debe a que hemos comenzado a hablar más y de la nada me llama o escribe, pero siempre tengo una mala sensación y rezo porque no vengan más problemas.

—Voy a salir —mi hermano me dijo.

La misa pasada estuve con Caleb, tuvimos dos salidas más pero siempre quedamos como amigos. Lamenté mucho la muerte de su madre y ahora tiene que irse a otra provincia a vivir con su padre y hermanas. La vida es una perra con personas que no se lo merecen.

—¿Se lo dijiste a mamá o tengo que cubrirte?

—No, creo que con lo que dije los otros días está menos paranoica.

—No lo creo, solo sabe que tienes razón. Los padres piensan que le hacen un bien a su hijo pero algunos ni siquiera tienen la confianza para contarle sus problemas o pedirle consejos.

Si le hubiese dicho a mi madre de Daniel antes me comería viva.

—¿A dónde vas? —pregunté.

—Saldré con alguien.

—¿No me dirás?

—Es que es algo complicado. Mejor dejarlo ahí. Hay situaciones muy complicadas ahora que no permiten que se den las circunstancias así que prefiero dejar las cosas como están y que cada cual siga con su camino al final del día.

—¿Entonces por qué sigues saliendo con él?

—Porque soy débil. Me llama y sigo yendo, es la única persona que me comprende y me enseña que no tiene maldad ser como soy. Me ayuda a aceptarme y siento que quiere lo mejor para mí. Es demasiado maduro y yo apenas estoy saliendo de mi cascarón.

—Madurar no es ser aburrido ni abandonar gustos que los demás consideren aburridos. Madurar es saber actuar ante diferentes situaciones de la vida, estar dispuesto a mejorar y desarrollarte de todas las formas posibles.

—Al final no es el único impedimento.

—No me entrometo en tus decisiones pero no te arrepientas luego de no hacer las cosas, Marcos. La vida es corta y si siempre piensas en los demás y no en tí al final del día te vas a arrepentir de no haber hecho las cosas diferentes, vivimos en una sociedad podrida de falsas amistades, llena de envidia y malos sentimientos, nadie agradece nada y por eso debes centrarte en vivir tu vida.

—¿Y si no soy el único que piensa así?

—No pongas más trabas donde no parece haberlas. No estamos en edad de hablar por papelitos, estamos en edad de decir las cosas de frente, de ser claros y directos.

Mañana es la cena de fin de año. No he visto mucho a Daniel en estos días pero si solemos llamarnos a seguido y mensajearnos a cada rato. En nochebuena traté de hacer junto a Marcos la cena y terminamos quemando la cortina. Mamá no se enojó mucho solo porque no le gustaba dicha cortina y desde hace rato ansiaba poner una nueva que compró, pero esperaba al año nuevo. Fue la única manera que pudimos escapar.

Sé cocinar aunque no es mi fuerte, pero mi hermano no. Esa fue la causa principal de que incendiara la cocina, yo por supuesto que cuando ví aquello me asusté tanto que llamé desesperadamente a mamá en tanto Marcos llenaba las cubetas de agua para apagar el fuego.

—Somos unos cavernicolas, hemos quemado la cocina —había dicho.

—¿Y que tienen que ver los cavernicolas con la cocina?

—No sé, pero ojalá mamá no se enoje mucho —declaró Marcos llenando y tirando agua.

Me despedí de Caleb en la última misa pasada, igual creo que ya os dije eso. Abrí las puertas del SPA, Eva me pidió que fuera por ella hoy, increíble lo que puede lograr la amistad entre dos personas. Pude haber salido con Daniel ya que ambos estamos en las vacaciones de invierno, pero no, estaba cubriendo a Eva en su dichoso trabajo.

Daniel:
¿Sales a la misma
hora de la última vez?

Yo:
Si, debo.

Daniel:
Está bien. Voy a ver
a mamá y después me
quedaré con Jack y Jin.

Yo:
No excluyan a Adam -.-

Daniel:
No me tires aceite caliente
que me quemo. Adam se
excluyó solo. No puede
estar porque tiene una salida
importante que atender.

Daniel:
No es un niño, puede hacer
con su vida lo que le plazca.

Daniel:
Menos meterse en problemas.
O los cuatro o ninguno.
Sigo esperando mi drama.
Quiero ser mafioso. ¿Serías
mi dama?

Yo:
No porque no serás ningún
mafioso.

Daniel:
Lo que sea, seguro Jin
acepta, no es pendejo
como tú y si tiene que
quemar el mundo conmigo
lo hace.

Yo:
Vete a la chingada. Acaba
de irte a donde sea que vayas,
prospecto de bestia sexual.

Daniel:
Antes de irme. ¿Cómo
va Marcos en la recuperación?
Supe que es algo incómodo
para él.

Yo:
Bien, casi no le duele
y hace reposo y sigue tomando
sus pastillas. Cuidado no
te mueras en el camino :)

Daniel:
No creo que la vida me
haga pasar tanta mierda
para al final matarme sin dejarme
resolver la mitad de mis
problemas. Eso si es ser hijo
de la gran puta.

No es bueno estar en el teléfono cuando trabajas. Fingí alegría cuando vi a mi tía venir alegremente a saludarme. ¿Cómo hacen eso? Luisa intentaba sacarme conversación pero cuando se dio cuenta de que no estaba muy de humor decidió dejar de hacerlo. Instruí alrededor de dos personas y completé los papeles que Eva dejó inconclusos con la ayuda suya y de Luisa que de vez en cuando hablaba con un chico que se arrimaba a su puesto.

—Cada día está mejor —suspiró.

—¿Quién? Concéntrate en los papeles.

—¿No es guapo? —me enseñó una foto en Instagram.

—Sí. Se parece mucho a alguien que conozco.

—Es mi ex.

—¿Que ex?

—David —el hermano de Daniel—. Ahora es el que dirige la empresa de sus padres, oí hace poco que su madre superó la leucemia pero no estoy segura de que sea verdad. Marta es una mujer fuerte pero sinceramente es algo difícil. Eso es lo que he oido.

—¿Y que te importa?

—Nada. Después de todo fui la imbécil con él.

Frunció el ceño a medida que pasaba las publicaciones.

—Mira esto, lo etiquetaron en una publicación que sale una prueba de embarazo positiva. Que pillo me ha salido el David.

—Es que sos monga. Lo etiquetó Diana, su hermana. La publicación es de hace... Dos días. ¿Está embarazada la hermana de Daniel nuevamente? —fue una pregunta más bien para mi misma.

—¿Cómo que la hermana de Daniel?

—De David. —Me corregí—. ¿Quién es Daniel?

—Bueno, David es el menor de los tres. Su segundo hermano se llama así. ¿Cómo sabes que Diana es su hermana?

—¡Puta madre, Luisa, deja de chismear la vida de tu ex y de pedirme explicaciones que no tengo que darte y ayudame con los putos papeles porque me quejaré de tu pésimo servicio!

A la hora de almuerzo dejé que se fuera Luisa siendo que no podemos dejar la recepción sola. No habían casi clientes a esta hora y pude contestar todos los mensajes que Jin me estaba dejando junto con los de Eva preguntando que tal estaba todo. Mamá me llamó para asegurarse de que hubiese comido y mentí diciendo que ya lo había echo.

—Ya estoy. Ve a almorzar —me indicó Luisa. Le hice caso y en la cafetería de al frente compré un sándwich y jugo de mango. Volví dentro de veinte minutos después de terminar con el almuerzo. Luisa volvió a hablar de lo bien que estaba con su ex y ya me cansaba oir hablar de la familia de Daniel.

—¿Y tu hermano ya terminó la universidad? —pregunté tratando de cambiar el tema de conversación.

—Se gradua en un mes. Hace falta a ver si comienza a trabajar y trae ganancias. Todo el peso recae en mí y es agotador tener esa carga encima constantemente.

—Comprendo.

Después de la una empezó a aumentar la situación. Luisa se hizo cargo de la mitad de humanos que atravesaron la puerta pidiendo ayuda para encontrar el salón que se le había asignado para su trabajo. Estaba aburrida y no dejaba de mirar el reloj que parecía no avanzar y yo solo deseaba que fuesen las tres para poder salir de aquel infierno. A las tres menos treinta minutos ya Luisa estaba recogiendo sus cosas.

—Buenas tardes —alcé la cabeza tan pronto reconocí la voz. Luisa frunció su ceño al reconocer al hombre que entró.

—Buenas tardes —respondió.

Le hizo un gesto y se inclinó sobre mi mesa.

—Es de mala educación no saludar a los demás. Menos diez puntos de penalización.

—¿Qué?

—¿Dónde tengo que ir?

—¿Tienes una cita? —pregunté extrañada.

—Registra ahí. La hice hoy en la mañana —me guiñó el ojo y contuve los celos al recordar que otra le iba a tocar.

—Salón 5.

—¿Dónde es?

—¿Ahora también quieres que te lleve?

Luisa casparreo—. Melissa no seas borde. Es tu trabajo —volvió a lo suyo y tomé posición correcta cuando mi tía salía de su oficina. Charlaba por teléfono y evité mirar a Daniel con mala cara mientras el solo parece disfrutar la situación.

—Sígueme, pendejo.

No me aseguré de si me seguía o no. Le enseñé el salón donde iba a estar.

—Puedes entrar y esperar a que vengan a atenderte. Ponte cómodo aunque deseo que la camilla falle y te caigas.

—Entra.

—No puedo-

—Si puedes. No te van a regañar, faltan solo treinta minutos para que tu horario termine. Acepto cualquier culpa. Solo hasta que llegue la masajista.

—Más te vale que no me regañen por esto, Daniel.

—Cálmate, corazón de melocotón.

Me viré cuando sentí el pestillo en la puerta. Quise reclamar pero no me dejó. De unos grandes pasos ya estaba a mi lado tomándome de la nuca haciendo que nuestras bocas se encontrasen en aquel ardiente beso y nuestras lenguas jugasen entre sí.

—Daniel, me vas a meter en un problema —susurré, no soy muy fuerte cuando se trata de Daniel y odio sentir que si sigue así me dejaré llevar.

—¿No te pone? Tu amiga te va a esperar ahí afuera y tu estarias aquí gimiendo con mi polla enterrada en tu coño —caí rendida a sus pies. Desde un principio ambos perdimos el juego. Nuestro infierno alcanzó su punto máximo.

Me besó de nuevo y correspondí como pude ya que su boca se movía violentamente sobre la mía exigiendo paso. A pasos torpes me fue guiando a la camilla que había en medio de la habitación que ahora puede servir para algo mejor. Nuestra ropa fue cayendo poco a poco al suelo hasta quedar completamente desnudos. Me sentí ansiosa y cada parte de mi cuerpo arde con su toque. Al quedar acomodados, él encima de mí entre mis piernas, comenzó a estimular mi clítoris. Con mi respiración irregular trato de mantener el contacto con él.

—Melissa...  —gruñó al ver lo mojada que estaba mi entrada.

—¿Qué...? —pude simular al ver que apartó sus dedos.

Me gusta la imagen que me estaba dando, su cabello alborotado, el sudor bajando por su cuerpo, como si voz se tornaba más ronca, todo el era tan sexy que era capaz de prenderme en un segundo.

—Mierda —maldijo entre dientes—, eres jodidamente sexy y perfecta.

—Dan... Daniel —dije casi sin aliento.

Creo que entendió lo que quise decir porque de un movimiento rápido se acercaba para poder besarme, me tomó tan de sorpresa cuando con la mano que no estaba en mi rostro mientras nos besamos me agarra con firmeza la cintura y de una sola estocada entra completamente en mí. Mi gemido fue ahogado por sus besos. Sus estocadas pasaron a ser lentas y torturas pero lo suficientemente profundas para hacerme estremecer en sus brazos. Está jugando conmigo, lo sé, le divierte que sufra y yo solo quiero que acabe con esta agonía.

—¿Qué pasa? —preguntó en tono burlón. Otra estocada—. ¿Quieres que pare?

—No.

—¿Quieres que te folle duro en esta camilla?

Tuve que morder mi labio inferior con fuerza para no soltar un vergonzoso gemido y poder hablarle. Me sentía como un tren desde que habíamos comenzado a besarnos y quería que me diera tan duro que el maldito SPA se iba a enterar de lo que estaba ocurriendo.

—Sí.

—Dímelo —su voz no era demandante, solo parece divertirse con esto.

—Follame duro, Daniel —su nombre salió como un gemido debido a que en tal momento estuvo toqueteando y lamiendo mis senos.

Acto seguido subió una pierna mía a su hombro y allí empezó lo que tanto ansiaba, el Daniel que siempre conocía, el que me gustaba como me follaba. Era inútil tratar de callar mis gemidos y los de él, salieron de nuestras bocas como si de un canto se tratase, ya no me importaba nada ni si quiera si estaba teniendo sexo en mi lugar de trabajo con el, solo tenía mente para el y todo lo que hacíamos.

Me dio igual que estaban tocando la puerta seguramente la o el masajista, que en la habitación de al lado nos pueden escuchar, que se pueden quejar, mi mundo se estaba resumiendo en estos momentos a Daniel y la erotica imagen y el placer que me daba.

Minutos más tardes Daniel cayó en medio de mis pechos al llegar después de mí al orgasmo. Sentí como besó la zona antes de levantar la cabeza y mirarme con una sonrisa. Son esos pequeños gestos los que hacen que mi corazón se acelere y me lleve a preguntarme que tan hondo estoy metida por este hombre. Se levantó después de darme un beso en la comisura de mis labios. Aproveché que se estaba colocando nuevamente su ropa para apreciar la vista aún acostada en la camilla.

—Si sigues mirándome así no vamos a salir hoy de aquí. —Negué con gracia antes de ponerme mi ropa y salir de allí como si no hubiese pasado nada.

—¿Dónde estabas? —Luisa me escaneo de arriba a abajo—. Ya me voy, faltan diez minutos para las tres y eso es una mierda.

Estuve encerrada como veinte minutos con Daniel. Dios.

—Como quieras. Igual tengo que quedarme a esperar esos diez minutos.

Daniel me pasó un mensaje que lo esperase cuando saliese. Le hice caso y cuando llegaron las tres lo esperé en el estacionamiento junto a su auto. Llegó diez minutos después.

—Me dí cuenta de algo —declaró cuando llegó a mi lado—. Había cámaras de seguridad en las habitaciones.

—No hay cámaras de seguridad en las habitaciones —dejé dicho. Conozco el SPA de arriba a abajo—. Tengo que decirte algo.

—¿Qué?

Se paró frente a mí y tuve que alzar un poco el mentón para poder observarlo a los ojos.

—Es sobre mañana.

—¿Es malo?

Sé todo lo que está pasando en su vida, el divorcio, el sentirse sumamente mal por haber dejado a la mujer que amó durante toda su juventud, la dependencia de ambos, su nueva adicción, sus problemas familiares que aún seguian sin ser resultos completamente. Pensé por un momento que lo mejor que pueden hacer ambos (Daniel y Harie) es buscar ayuda de una especialista pero siempre llego a la conclusión de que aunque el diga que está bien y yo sé que miente no es mi problema meterme en lugares donde no me llaman, no me siento cómoda como para estar interponiendome en su vida. Espero que Daniel sepa lo que hace.

—Mamá sabe de tí y —comencé a balbucear, mierda, ¿qué tan difícil puede ser esto?—, quiere que vayas a cenar mañana.

—¿Mañana? Es fin de año.

Hace días noté que se ha quitado su anillo de compromiso, nunca le dije por miedo a asustarlo y que echara para atrás un proceso que él solo está tratando de sobrellevar. Daniel tiene una batalla consigo mismo constantemente, es algo que he aprendido conviviendo con él en todos estos meses.

—Si no puedes no importa.

—No, al contrario. Para mi está perfecto. ¿Por qué no salimos un momento?

Siempre me cuestiono mucho las cosas pero decidí disfrutar aquello que estaba naciendo entre nosotros todo el tiempo que durase. De alguna forma se siente como si fuésemos echos el uno para el otro. Que mamá y papá no supiesen que está casado es una ventaja, así no hacen preguntas que lo pongan incómodo (no solo a él, a mí también) y lo hagan sentir mal.

—¿Fuiste con tus amigos por fin?

—Si, Jin se fue hace un rato a casa de sus padres. Los padres de Adam volvieron de Francia y Jack tiene a su sobrino en casa junto a su hermano.

Todos tomaban diferentes caminos, supuse.

—Solemos pasar la navidad juntos, pero de vez en cuando ambos pasamos por nuestro lado. Mi familia en general no sabe nada de mi situación, tampoco les conté hoy, mamá está débil después de la cirugía.

—Es una persona de edad avanzada. Es normal, Daniel. Tienes que darle tiempo.

—Quiero comprar algo para llevar mañana a tu casa. ¿Qué crees que debería hacer? Estoy abierto a opiniones.

—No comprar nada.

—Melissa, quiero comprar algo, déjame hacerlo.

—Bueno, mamá ama el dulce y papá los vinos.

—¡Perfecto! Podemos comprar un pastel y una botella de vino. No suelo tener muchas en casa, por eso digo.

—¿Vamos ahora?

—Por supuesto.

Nos detuvimos en una dulceria y terminó comprando más dulces para mí. Un pastel de fresas para mamá y luego buscamos donde comprar una botella de vino. Todo fue directo al asiento trasero.

—¿Cómo te sientes en estos días?

—Mejor —miente—. Estoy bien.

—No lo estás —no me contuve—. Eres de esas personas que se muere por dentro y no lo dice. Sé que no sirve de nada decirte pero sabes que siempre estaré aquí.

—Lo sé.

—Espero que de verdad lo hagas.

Me besó. Se sintió tan especial y cuando una lágrima resbaló de su mejilla supe que para él nada es tan fácil como pensé en un principio. Daniel está lidiando con una carga demasiado pesada que no quiere compartir y ni el mismo divorcio hará que el peso de sus hombros se aligerase siquiera, en todo caso, solo empeorará.

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