capítulo 12: ¿sexo suave?
No poseía una cantidad exacta porque los números no bastaban para saciar todo ese amor que jamás podría pesarse o medirse. Asi como no le cabía duda que la palabra amor no era buen domador para soportar sus emociones ya que cuatro letras jamás serían suficiente.
Lo supo porque la primera vez que la vió quiso ser una pieza del rompecabezas de Yuna. Aun recordaba sus ojos, la envidia que tuvo a cada imagen que impregnaba en ellos; se llamó patético por ello. Sin embargo ahora, aquellos dos orbes oscuros se estaban haciendo parte de su esencia de felicidad, en especial los momentos que sonreía, los suaves belfos levantados en media luna para luego revelar sus dientes.
─No llores ─le dijo esa vez que la escuchaba hipear, sus rodillas en el pecho y cabeza hundida entre ellas─, no fue mi intención darte con la pelota, además ¡para qué te cruzas! Esa era una zona para alfas, no para omegas.
Sunghoon sabía que optar una actitud despótica, creída e insolente intimidaba como atraía gente. Pero ahora lo usaba porque había algo en la omega que lo derretía y ponerse a la defensa dejando en claro su puesto en la jerarquía social fue su primera elección. Creía que al menos dejaría de llorar y por fin cedería a solo dejarse curar por la enfermera, beta que ahora mismo estaba brindándole una mirada de desaprobación por sus palabras.
Yuna sorbió su nariz.
Si bien, se dio cuenta que la omega era muy mala para insultar, y que en otras ocasiones eso se le haría muy patético para alguien de su edad, sin embargo ¿por qué ahora su lobo retorcía entre un tejido meloso? Su estómago aleteó de la nada, hasta un punto de querer reír por las cosquillas.
─Mi mamá dice que los alfas como los omegas deben ser tratados por igual ─agregó después, frunciendo el ceño─. Y que tú me digas que no puedo pasar por una cancha de fútbol solo porque allí van los alfas, se me hace muy tonto.
Sunghoon bufó.
─Es la verdad ─intentó defenderse Sunghoon─. Y si no me crees, creele al golpe morado de tu frente.
La omega chilló.
Sunghoon dejó escapar una risilla, el golpe que le había proporcionado no le había afectado en lo más mínimo, ni lo había sentido.
─¿¡De qué te ríes!? ─alzó la voz Yuna, exaltándolo─. ¡hablo en serio!
─Te ves linda enojada ─soltó de golpe Sunghoon, sincero, y produciendo que las mejillas de la más pequeña enrojecieran.
Al menos, había dejado de llorar.
─Chicos, saldré un rato ─interrumpió la enfermera gentilmente─. Sunghoon, cuida de Yuna por mientras ¿si? No la hagas enojar.
La beta dejó el lugar con lo ultimo dicho antes de ver a Sunghoon asentir sin ganas.
Luego de un momento de silencio, Yuna cruzó de brazos.
Yuna no lo decía por eso, era por otra razón en realidad. Cuando vio a Sunghoon en la cancha sintió su omega estremecerse, era una sensación extraña que apretaba en todo su cuerpo, pero no sabía como comentárselo sin saber si era recíproco. Ella no fue consciente de su atracción hasta que sin darse cuenta, estaba caminando sin atadura hasta donde se hallaba el alfa.
Sunghoon sintió que había cometido un delito al ser sincera, asi que endureció su expresión allanando los labios.
─¡No soy llorona!
─Sí lo eres, hasta una mocosa de dos años llora menos que tú.
Un sollozó leve hizo presencia que la terminó por estremecer. Sunghoon hizo una mueca, no le gustaba para nada ver a la omega resquebrajarse en llanto, y era novedoso pensarlo ya que usualmente aquellas cosas le daban por igual. Sin embargo, oler la línea de tristeza de la menor y encima que haya sido provocado por su culpa, le hizo encoger el estómago, como si hubiera comido una mazorca con mostaza.
Frunció el ceño ¿Cómo ésta chiquilla lograba estamparle culpabilidad con sola una acción?
─Esta bien, no eres una llorona ─le dijo Sunghoon entre suspiros, tomando uno de los paños de la mesa de al lado, extendió uno para Yuna─ Ahora deja de llorar, que me incomodas.
Yuna miró el pedazo húmedo de papel del alfa y decidió sonar su nariz, pero con su manga.
─¿Cómo te puede incomodar mi llanto? ─enarcó una caja.
Ni yo mismo sé.
Sunghoon crispó de hombros, mostrándole que le restaba importancia.
─Eres escandalosa ─acusó Sunghoon─, me haces sentir mal.
─Uhm... Bueno, a mi me hizo sentir mal tus palabras ─le contestó Yuna, más calmada─, no me hagas sentir mal y asi no te sentirás mal, supongo.
Hubo otro despeje de ruido entre ellos.
─Me llamo Sunghoon ─murmuró el alfa, su expresión tímida ─, y tú Yuna ¿verdad?
La omega asintió.
─Bien Yuna, no llores porque me haces sentir mal.
Yuna sonrió, tímida.
En su fiesta de cumpleaños, su madre le dijo que sea cuál sea su pareja predestinada, él debía tratarla como si fuera la única. Que le dijera lo buena que es, que le recordara sus cualidades, que pase lo que pase la apoye, si el mundo le daba la espalda, él debía abrirle los brazos. Cuidarla, mostrar su afecto y no hacerla llorar de tristeza o decepción.
Claro que Sunghoon no era consciente del por qué su madre le daba consejos que para sus once años no eran necesarios ya que como cualquier alfa de su edad los omegas eran lejanos de su alcance. Solo se centraban en juguetear entre sus amigos cercanos y de la misma casta social.
Pero no esperó que esa sea la última vez que su mamá le diga como tratar a su omega en un futuro de forma directa, acompañada de ese olor maternal que lo arrullaba en comodidad.
Porque la otra vez, fue en una carta.
Su padre, Park Jongsuk, fue el testigo como responsable del abandono de hogar de la omega. Esa noche marcó el quinto día en su calendario sin haberla visto, mientras tomaba una té cálido para calmar sus feromonas de miedo, su padre le decía que su olor le causaba repudio cuando se asustaba y el pequeño alfa prefería mil veces resguardar su aroma y no incomodarlo antes de recibir un regaño o aún peor en la sensibilidad de un alfa; una paliza.
Dejó la taza en el lavadero y se dispuso a ir a su habitación a ver por la ventana si su madre llegaba.
Pero jamás percibió ni el más mínimo acto de su presencia, claro.
Al escuchar la entrada siendo azotada, supo que su padre había llegado, tomado como era de costumbre. Corrió a cerrar con llave su puerta debido a que el alfa se propone un mal humor cuando él y el alcohol se juntan y se vuelven uno mismo. Su hermana se quedaba en la casa de una amiga esa noche, así que Sunghoon se hallaba completamente solo en el lugar, encerrado.
Al esconderse en las sábanas, tomando la manta que envolvía su aun menudo cuerpo, se topó con un pedazo de papel. Lo sostuvo, confundido, porque él no acostumbraba a tirarlos y mucho menos a arrancar hojas de su cuaderno.
Aún absorta leyó.
"Recuerda; no la hagas llorar, como tu padre lo hizo conmigo.
Y hazla feliz.
Te quiere mucho: mamá."
Esa vez, él fue quien lloró.
Tal vez el mundo comenzaría a ser malo para él.
Shin Yuna no entendía el amor de sus padres, era un sueño el cariño que acontecían entre sus besos o abrazos que sostenían la paz en una relación. Ya con cuatro hijos, un hombre y tres mujeres. El soporte de la familia más rígido que nunca, que parecía jamás romperse debido a el trabajo en equipo de los cónyuges.
Simplemente era perfecta.
Y Yuna agradecía ello, pues tampoco era como si hubiera preferido haber sido testigo o miembro de una familia disfuncional, un alfa y un omega en lucha sin pensar en su cachorro, tal como en esos dramas tristes que se quedaba a ver con su madre en las tardes. Era tanto la pena que la dejaban compungida.
─Papá ─le habló esa vez Yuna, arrugando el gesto mientras la pantalla mostraba un beso de los protagonistas. Esa tarde su madre había salido a hacer compras para una cena importante y le tuvo que insistir a el alfa que la acompañara, al principio obtuvo un no rotundo pero luego de su insistencia el alfa cedió ─. ¿Tú crees que mi alfa me quiera?
El señor Shin giró su vista hacia su hija, sonriendo.
─Claro que sí, cariño ─le contestó con voz suave─, y creéme que mucho.
─¿Tanto como para comerme la lengua? ─preguntó Yuna, con inocencia.
Jiseul abrió los ojos de sorpresa, recién tomando en cuenta a que se refería su hija por las imágenes que transmitía la televisión. Tosió un breve momento ordenando en su cabeza las palabras que iba a usar para contestarle.
Después de unos minutos el alfa la miró.
─¿Hablas de los besos? ─vio a su hija asentir─, Yuna, aún tienes once años, a los doce te explico.
Yuna hizo un mohín.
─¡Lo mismo me dijiste a los diez! ─lo reprendió.
─Eres muy pequeña aún ─se intentó excusar el alfa─, tal vez no puedas comprender el valor que obtengan los besos de amor.
Los besos de amor, los besos de amor.
¿Donde lo había escuchado antes?
En la noche, invitaron a los Choi a cenar porque Minho había presentado unas palabras de confianza a su omega y familia, él, con aun diecisiete años, ya había encontrado el aroma que lo mantenía sereno en la vida, encontró a la segunda parte de su corazón, a su complemento. A la omega a quién se encargaría de proteger y hacer feliz.
Yuna estaba al lado de Minjeong en la mesa, entusiasmada por oír a su hermano mayor. En cambio Ryujin no paraba de quejarse debido a que ella no le gustaban las cosas románticas, pese a ser omega muy hermosa, era una muy difícil y ni un alfa se pudo acercar a ella por ello.
─Quiero que Choi Jisu sea mi omega, papá, mamá, y señoras Choi ─les dijo a todos, con seriedad en su voz─, la encontré cuando más la necesité en mi vida, supe que ella era mi destinada y ella sabe que yo también lo soy.
Absolutamente todos miraron a Jisu bajar la cabeza con timidez, apretando más la mano grande de su alfa como acto nervioso.
Con en tiempo, el cuento de la predestinación de un alfa y omega se fue desgastando, hasta que en la actualidad terminó por incrementar su incredulidad en la historia. Ahora solo eran lazos, uniones o conexiones entre una mordida en el cuello o por el reconocimiento entre los lobos. Pero para los Shin no era así, siempre mantenieron alerta el hecho de que aun todavía algunas personas podrían obtener la capacidad de saber que son para el otro con el primer encuentro.
Que el amor los unía desde el instante que se miran.
Cuando Minho culminó se escuchó palabras positivas por medio de los adultos. Yuna no prestó atención porque era aburrido a su parecer, solo quería estar pendiente a lo que contaba su hermano, le gustaba mucho como este decía palabras muy lindas, su filosofía la dejaba encantaba sin excepción alguna.
Tomó el tenedor dispuesta a cortar el segundo asado de cerdo que iba a disfrutar, no obstante, su tranquilidad disipó al oír un sollozo de su hermana menor. Sus padres se dieron una mirada entre sí, haciendo el amago de levantarse para verificar, Yuna no les dejo y les avisó con la mirada que ella iba a ir.
Al correr por los pasillos guiándose del aroma a uvas de su hermana, se dirigió a su habitación, abrió la perilla, temiendo de encontrarla lastimada.
Cuando puso un pie un olor a tristeza se ubicó en sus fosas nasales, obligándola a solo exhalar.
─Minjeong-ah ¿que pasó? ─le preguntó Yuna, preocupada─. ¿Por qué lloras?
─¡El hermano de Jisu mató a mi conejito!─chilló la omega, apuntando con su dedo al responsable.
¿Acaso todos los omegas eran asi de sensibles?
Inmediatamente el llanto de las omegas cesó.
─¡Largo, Beomgyu! ─le dijeron ambas al mismo tiempo.
La primera vez que Yuna vio a Sunghoon, ella quiso acercarse a sentir aquella comodidad que se instaló en su omega en ese instante. Sunghoon quería que ella dejara de llorar por un mal puntapié que terminó por afectarla, y cuando consiguió hacerla sonreír, quiso hacerla sentir feliz siempre.
Porque la omega no merecía estar triste nunca.
Yuna soltó un quejido al sentir movimiento en su interior, dejando escapar lágrimas por sus ojos. Sunghoon se percató de ello, y ahora, con los ojos marrones vueltos a su normalidad, tomó sus pulgares para acariciar sus pómulos y la suave piel de estos.
─¿Segura que quieres hacerlo tú, Yun? ─le preguntó para asegurarse, tanto como era la primera vez de Yuna, era la suya. No poseía experiencia alguna pese a su facha de rompe corazones, y mucho menos conocimiento. Solo se dejaría guiar por sus instintos como alfa.
Yuna asintió aun escondida en la curvatura de su cuello y eso le bastó a Sunghoon.
Sunghoon no sabía expresarse, pero sus actitudes la encaminaban a un circulo de amor puro hacia Shin Yuna.
Le gustaba las muecas que hacía, que veía.
Le gustaba la omega a quien le hacía el amor.
─T-Te quiero alfa ─le dijo Yuna a un hilo de voz, agitada─, m-mucho.
─Tranquila ─respondió, sintiendo una enorme sensación de vacío en la boca─. Te amo, omega.
Y luego...
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