CAPÍTULO 8: Aliadas |parte II
"Tengo miedo, Alma aún no contesta", decía Jazmín en el chat grupal que compartían las cinco amigas.
"Todo estará bien, lo prometo", dijo Sofía, con una calma más que sospechosa.
"Llevo el arma de papá", añadió Carmela.
"Carmela, ¿qué carajos? Deja esa mierda en tu casa", finalizó Renata.
Siete de la mañana en punto. La hora pactada por Alex y la más peligrosa para deambular por los suburbios, cuyos suelos se cubrían de basura, botellas rotas y cuerpos de vagabundos o borrachos. Nadie estaba despierto; era un barrio nocturno. ¿Por qué le hacían caso al exnovio de Alma? Siempre había sido un extraño, él y sus amigos. Sin embargo, Alma juraba que mantenían una gran amistad. ¡Puras patrañas! No les quedaba más opción que escucharlo, ya que su amiga llevaba desaparecida desde la tarde anterior.
Renata encendió un cigarrillo, aunque no era fumadora, dio una calada mientras aguardaba en la entrada del bar. Mao tampoco había regresado, así que ella había pasado la noche allí para no tener que volver a su casa y regresar al día siguiente.
Cuando el reloj dio las siete y un minuto, Jazmín, Carmela y Sofía descendieron del autobús que las dejaba en la esquina. Las tres llevaban la cara lavada y ropa deportiva. Cuando se acercaron a Renata, el frenazo de una camioneta las sorprendió por completo.
La puerta delantera se abrió: era Alex, vestido de negro y llevaba lentes de sol.
—Suban.
Jazmín se cruzó de brazos y lo enfrentó.
—Dijiste que nos hablarías de Alma, ¿a dónde quieres llevarnos?
—Las palabras no bastarán, porque son unas ignorantes —respondió Alex—, tendrán que ver con sus propios ojos el lío en el que su amiguita está metida. Sofía pasó por al lado de Jazmín y subió a la camioneta.
—¡Sofía! —exclamó Jazmín—, no te subas al automóvil de un desconocido.
—Es hora de abrir los ojos de una vez por todas —dijo ella—, lo que dice Alex puede ser cierto. Las actitudes de Alma ocultan algo grande, y por fin voy a saber qué es
Ante tanta determinación, las demás chicas subieron a la camioneta, todo quedaría en manos de Dios, o de Alex.
La camioneta arrancó y Alex tomó el camino de la ruta que iba directo a la casa de campo. Ellas no lo sabían, pero entre los planes del líder de la Legión del Mal habían otros objetivos más que debelar la verdad, pretendía añadir más soldados a sus filas.
—¿Podrías darnos alguna explicación de lo que está sucediendo? —pidió Renata de mala gana. Ella compartía el asiento trasero con Jazmín y Carmela, encontrándose en medio de ambas.
—Les diré todo —Alex las miró por el retrovisor y siguió conduciendo—. Pero no quiero oír acotaciones ni preguntas estúpidas, al menos hasta que finalice mi relato.
Era un trato. Así que, desde el origen de los tiempos, Alex narró en detalle la historia de la tríada de las sociedades secretas, de las cuales la supremacía del poder le había pertenecido a la Sociedad Centinela. De este modo, desarrolló la historia hasta el momento justo en donde Alma ingresó a la misma, y como ahora estaba en un viaje interdimensional con los Skrulvever para convertirse en un Ánima Mundi y contrarrestar el apocalipsis.
—Y por eso Alma no contesta el teléfono —finalizó Alex, ante el silencio el prosiguió—: hora de la preguntas.
—¡¿Cómo pudiste aprovecharte de Alma?! —Jazmín se refería al engaño de la Legión del Mal y al falso noviazgo, por ello lanzó un golpe a la cabeza de Alex.
—¡Es lo menos relevante de la historia! —Alex se encogió de hombros y siguió con la vista al frente—. ¡¿No oíste la parte del apocalipsis?!
—¿Mateo es el hermano de Sofía? —preguntó Carmela, procesando la historia—, ¿y los traicionó? ¿Por qué? ¡¿Y Bianca también?! Pero si era tan buena.
—Por favor, chicas —Renata se recostó sobre la butaca—. No pueden creer tantos delirios.
—Yo sí le creo —intervino Sofía, atrayendo las miradas absortas—, de hecho, muchas cosas cobran sentido. Recuerdo cuando Alma apareció una madrugada, desequilibrada, diciendo que tenía un hermano y que una secta la había secuestrado. Con Cathy nos enojamos, creímos que estaba drogada, no le dimos chance a explicarse. Desde entonces ha salido muy temprano en la mañana, o ha regresado tarde en la noche. La vi subir y bajar de autos extraños en la plaza de la esquina, la oí hablar en su recámara sobre negocios, sociedades y reuniones. Luego, está la relación que tiene con los chicos, la cual siempre fue inusual..., son tantas cosas, y todo encaja en la historia de Alex.
—¿Por qué no nos advertiste? —reprochó Jazmín.
—No podía ponerlo en palabras —dijo Sofía—, observé que había algo extraño, pero Alma tenía una excusa a todo. Hubiese sido en vano.
—Sus pequeños cerebros no habrían podido dilucidarlo —dijo Alex, ganándose unas cuantas miradas odiosas—, ya estamos llegando, esta es la casa de campo, nuestro lugar de entrenamiento y la casa de Bautista.
—Mi tío —afirmó Sofía, viendo el extenso verde con la morada aguardando por ellas.
La enorme casa de arquitectura moderna y formas cúbicas se ubicaba en medio de un campo de verdes colinas que contrastaban con el azul del cielo. Algunos autos estaban estacionados en la entrada: dos camionetas grandes y un Chevy antiguo. Sin embargo, lo que sobresalía del sitio, era un enorme bloque de hielo derritiéndose en el prado.
—¿Gary está aquí? —preguntó Jazmín al reconocer el vehículo.
—Todos están entrenando —respondió Alex—, ya lo verán con sus ojos.
La historia de Alex cobraba vida y se volvía verosímil con los escenarios y las personas involucradas. Aún faltaba demasiado por ver para corroborar cada palabra. Todavía imaginaban estar siendo embaucadas, algunas más que otras.
Sofía se apresuró a descender del vehículo, algo la impulsaba hacia el interior de la vivienda. Carmela la siguió, acelerando su paso, aún con la duda impostada en su inocente mirada y el arma de su papá escondida entre su ropa. Renata avanzaba con los brazos cruzados y la mirada entrecerrada, no creía nada, mientras que Jazmín se mantenía atrás, temerosa por lo que pudiera encontrar.
El lugar impactó a las amigas, todo era de un lujo inusual y un blanco impoluto. ¿Cuánto dinero había que ganar al mes para tener una mansión en medio de la nada? Pensarlo podía llegar a enfurecerlas, ni siquiera sabían que un lugar así existía en su pequeña ciudad de su pequeño país, y eso no era nada.
—El gimnasio está al fondo —indicó Alex—, las salas de los viajes astrales están en el ala este y en los pisos superiores, también hay un laboratorio, sala de control, enfermería, cocina y la habitación de Bautista.
Sofía y Carmela subieron por las escaleras y revisaron cada instalación. Renata se sentó en uno de los sillones y esperó, mientras que Jazmín se mantuvo al lado de Alex.
—¿No quieres ver? —le preguntó Alex.
—Quiero ver a Alma —murmuró con la cabeza agachada—, quiero saber qué pasa.
—Lo sabrás después del viaje astral —explicó Alex—, además, Alma no vendrá hasta hoy a la noche, si todo sale bien.
—¿Dónde la tienen? —preguntó Renata, con la mirada amenazante—, ni pienses que vas a meternos en hongos como si nada. Sé de qué se trata esto. Son ricachones queriendo drogar a pobretonas para luego abusar de nosotras.
Alex resopló con la vista al techo, quería acelerar los procesos, pero convencerlas de su historia no sería posible, al menos con Jazmín y Renata, ya que Carmela y Sofía llegaban a sus conclusiones por su cuenta.
—¡Sofía, aquí está la sala de control! —Carmela había encontrado una habitación con pantallas, en cada una se veía la imagen de una habitación.
Sofía corrió a verificarlo y señaló una pantalla en donde se veía en gimnasio.
—Están todos aquí —dijo al ver a todos los chicos realizando distintas actividades.
Dos chicos se atacaban en el cuadrilátero con armas cortantes, eran Mao y Sebastián, Yaco practicaba disparos con flechas a diferentes blancos, Romeo y Dante corrían en cintas, Gary y Lisandro golpeaban un saco de boxeo.
—¿Qué opinas? —preguntó Carmela—, ¿de qué se trata todo esto? ¿Por qué Alex dice tantas locuras?
—Carme, es cierto —Sofía la miró a los ojos—. Eres mi mejor amiga, y espero que confíes en mí cuando te digo que toda la historia de Alex es real.
—¿Cómo estás... ? —Carmela se detuvo antes de preguntarle cómo podía afirmar con toda seguridad, pero luego lo pensó mejor. Sofía no era una chica crédula, tenía que existir alguna forma por la cual ella se hubiera enterado de todo.
—¡¿Qué significa esto, Alex?!
Un gritó les llamó la atención, y luego vieron como los chicos abandonaban el gimnasio y se dirigían a la sala, en donde estaban las chicas.
—Es lo que nos preguntamos nosotras —Renata se puso de pie y enfrentó a los chicos, sudados por el ejercicio físico—. ¿Qué es todo esto? ¿Piensas que nos van a drogar como si nada? Ya marqué a la policía.
Nadie le dio importancia, las miradas acusadoras estaban sobre Alex.
—Son nuestro plan B —dijo Alex—, todos estuvieron de acuerdo en que necesitábamos aliados.
—¡Pero no ellas! —recriminó Gary—. Alma se volverá loca, lo único que nos pidió era que no metiéramos a sus amigas en la Sociedad Centinela.
—La Sociedad ya no existe —replicó Alex—, esto es lo mejor. Sus amigas son las únicas personas confiables, y Alma ya no tendrá el peso de vivir una doble vida.
—¡Debiste consultarnos antes! —recriminó Yaco—. Esto será un dolor de cabeza, y lo sabías. Esperaste a que Alma se fuera para asumir el rol de líder. Sigues siendo un traidor.
—¡Lávate la boca! —vociferó Alex, aturdido por la forma en la que lo llamaban—. No estoy traicionando a nadie, estoy tomando las decisiones que ustedes no se animan a tomar.
El intercambio de palabras se volvía más agresivo, y eso solo generaba más certeza en Jazmín, quien prefería oír que se trataba de una broma y nada más.
—¡Basta ya! —gritó Sofía, provocando un silencio absoluto—. Alex hizo lo que debía hacer. Alma a estado acarreando con demasiadas cosas por ocultarnos la verdad y por no tener un apoyo decente. Se supone que es el fin del mundo, ¿no? Esta es la situación perfecta para involucrarnos.
Ningún miembro original de la División Alfa pudo sostenerle la mirada. Sofía asumía la situación como si siempre lo hubiese sabido.
—No puedes creer esto, Sofía —siseó Renata, marcando a la policía, sin resultado alguno.
—Solo traerán problemas —murmuró Mao, dándose la vuelta para regresar al gimnasio, Yaco lo siguió.
—También volvemos al gimnasio —añadió Romeo, yéndose junto a Dante.
Sebastián se quedó junto a Alex, ambos iniciarían a las chicas en los viajes astrales. Antes de eso, Lisandro se acercó a Sofía para hablarle:
—Sofía, lamento haberte ocultado todo esto —dijo él a la chica que no se sorprendía por nada.
—No deberías disculparte —Sofía sonrió de lado—. Sé el motivo, y agradezco que hayas confiado en mí para tu entrenamiento.
Lisandro podía respirar más tranquilo, la amistad que tenía con Sofía no surtiría ningún cambio. Aunque esa fácil recepción a la verdad era algo que sospechar.
—¡Por favor! —Renata giró sus ojos y zapateó en el suelo. Estaba en negación; así que, se dirigió al gimnasio mientras seguía marcando a su teléfono, el cual no tenía ni una mísera línea de señal.
—Necesito tomar aire —Jazmín también se dio la vuelta, pero se dirigió al jardín.
Gary fue tras ella, esperando poder tranquilizarla.
—Supongo que empezaré con ustedes dos —señaló Alex a Sofía y Carmela—, vamos a hacer los viajes astrales, pero antes les entregaré sus tótems.
Sería algo improvisado, sin preámbulos ni fiestas. Se pretendía que las chicas tuvieran la revelación sobre los centinelas y pudieran obtener sus siddhis, así que cualquier objeto podría servirles de tótem.
En el césped húmedo por el rocío de la mañana, Jazmín se paraba para ver todo a su alrededor. El horizonte se dibujaba como una fina y pálida línea, sin rastros de rascacielos o casas. Ningún automóvil pasaba por esa pequeña callecita que los había llevado hasta allí, solo se oían los lejanos ruidos de la ruta. Hasta que vio tras el techo de la casa, un gigantesco bloque de hielo que transpiraba con lentitud: era la punta del iceberg de Alma, literalmente.
—¿Qué es esto, Gary? —preguntó Jazmín, al chico que iba tras ella—. Necesito una explicación lógica, porque si no la hay tendré que creer en Alex y eso...
Jazmín inspiró con fuerza y contuvo el aire. La angustia se anudaba en su garganta.
—Es cierto —Gary buscó sus cigarros y convidó uno a su amiga—. Las cosas se han complicado y Alma ha tenido las peores batallas, y no me refiero a las de la Sociedad Centinela.
El humo del cigarro contaminaba el aire puro de la mañana.
—Estuvo tan sola —la voz de Jazmín tembló y los ojos se le colmaron de lágrimas—. He sido su amiga desde siempre y... ¡Dios! Soy pésima. Nunca puede contar conmigo, fui una carga. Llenándola con las estupideces de la banda, con mis problemas absurdos.
—Jaz, no... —Gary la tomó de un hombro, antes de que ella rompiera en llanto—. Alma quería eso, que tu vida fuese simple, que pudieras disfrutar de todo lo que ella no podía.
Jazmín hizo fuerza, pero las lágrimas brotaron de sus ojos. Más de una vez había creído que Alma era apática y egoísta, ¡tan problemática! Incluso llegaba a cuestionar la amistad que tenía con ella cada vez que no iba al bar a beber, cuando en realidad Alma estaba entregando su vida entera a cambio de la felicidad de los demás.
Los cigarros cayeron al suelo. Gary la atrapó en un abrazo y la dejó llorar.
Dentro de la vivienda, Alex, Sebastián y Lisandro guiaban a Sofía y a Carmela por las distintas habitaciones hacia los diferentes viajes astrales mientras Renata bebía una soda en el gimnasio.
—¿Cuál es la clave del Wifi? —preguntaba desde su pequeña mesa redonda.
—Las señales están cortadas —dijo Mao, que golpeaba la bolsa de boxeo—, es inútil.
Renata elevó la vista y alzó sus cejas.
—Entonces dime qué quieres de mí, Mao.
—Yo, nada —Mao siguió con la vista en el saco, al que le daba puñetazos potentes—. Es el imbécil de Alex que cree que cuatro tontas pueden hacer la diferencia frente a una secta de psicópatas.
Los dientes de Romeo rechinaron.
—¿Creen que Alma matará a Alex? —pregunto desde la cinta de caminar.
—Y a ustedes por ser sus cómplices —respondió Yaco. Con su arco en mano y la vista en el blanco disparó una flecha certera.
Renata no fue capaz de advertir que esa flecha provenía de un siddhi, es decir que había sido materializada por energía. Seguía sumergida en su idea de irse de ese lugar. Sin embargo, una vez que una persona sabía de la Sociedad Centinela ya estaba dentro de ella. Esa era la regla.
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