CAPÍTULO 21: Secretos


El silencio de Salamandra era el mismo de un cementerio abandonado. En parte lo era. En cada callecita podía descifrarse un pútrido hedor de las decenas, o quizás centenas de muertes que habían sucedido desde que los anómalos habitaban la misma. Sin embargo, la muerte y la oscuridad habían dejado de asustarle a Sofía, por eso su paso era seguro. Ella se había escapado del entrenamiento y caminaba con determinación al sótano en donde se encontraban los prisioneros. Tras una reveladora charla, Bautista había decidido dejarla hablar con su hija.

—Bianca —Sofía se paró frente al vidrio de la celda de su prima, quien descansaba en la cama.

—¡Sofía! —Bianca se levantó de forma apresurada—. ¿Cómo lograste venir?

—Le dije la verdad a tu padre —respondió Sofía, seria—. No quiero más mentiras.

—Nunca mentí, Sofi —afirmó Bianca, y luego tomó aire—. Leonardo se encargó de criarme y hacerme parte de su séquito. Pero... lo sé, sé muy bien que la Orden se convertirá en lo mismo que la Sociedad Centinela. Tú deberías saberlo más que nadie.

—¿Entonces, por qué sigues con ellos? —Sofía golpeó el vidrio con la palma de su mano—. No tiene sentido.

Bianca dio algunas vueltas a su celda, y luego de pensarlo decidió hablar.

—No tengo opción, y el apocalipsis no puede evitarse —dijo—, pero no estoy con la Orden. Estoy con Mateo y Luca, los tres tenemos otros planes.

—¿De qué hablas?

—Pensábamos asesinar a los salomónicos tras el apocalipsis —dijo Bianca, sus ojos centellaron—. No quedará uno con vida.

Sofía trastabilló hacia atrás. Tenía el entrecejo encogido y la boca semiabierta. Las palabras no salían, aun así lo intentó y habló:

—¡Podemos evitar el apocalipsis y condenar a la Orden! —Sofía sonrió—. Alma... ella puede hacerlo. Ella es la única poseedora del tercer secreto, si tan solo su mente logra recordar lo que pasó aquella vez, ella podrá liberar su poder y podrá salvar a todos los inocentes.

—¿El tercer secreto? —Bianca quedó estática en su lugar—. ¿Cómo es posible? Supuse que Yamil nos mintió con esa historia que nos contó en el Limbo, pero no esperaba esto.

Sofía asintió con la cabeza.

—Nadie más podrá acceder al mismo, pero necesito que ella libere su potencial para acabar con esta locura.

—No sé cómo podría lograrlo —dijo Bianca y recargó su cuerpo contra el vidrio con la mirada perdida a lo lejos—. Hasta el momento creía que la única salida viable era la de Mateo. Sin embargo, hay un motivo por el cual esperábamos el apocalipsis... y es que las mentes de las personas ya están contaminadas. ¿Qué sentido tiene hacer desaparecer a la Orden si todo seguirá igual? ¿Sabes? Mi padre y mi madre formaban parte de una subsociedad que revelaba los secretos más asquerosos de los centinelas a todo el mundo, ¿tienes idea lo que pasó?

—¿Qué sucedió?

—Nada. Nada cambió a pesar de tener la verdad en sus narices —Bianca rechinó sus dientes—. La sociedad está amansada. Solo se indignarán desde la comodidad y pedirán que algún mesías solucione sus problemas. Todo esto ha sido culpa de los centinelas, les quitaron la posibilidad de reacción a las personas. Mientras las injusticias no les toquen el pellejo, todos sus reclamos serán vacíos. Es por eso que debe empezarse todo de cero.

—Lo siento, Bianca —dijo Sofía—. Lamento lo que han pasado tus padres, pero no puedes creer que esa es la solución.

Bianca rió con la vista en el techo.

—Yo sí, por eso no puedo traicionar a Mateo.

—¡No puedes creer que asesinar a todos está bien! —exclamó Sofía—. Además, Alma es la solución. Podemos hacer un plan.

—¡No! —respondió Bianca—. Si el poder de Alma es tan grande no necesitará ayuda para detener el apocalipsis; mientras tanto, el plan de Mateo es lo único que puede forjar un mundo distinto.

Sofía retrocedió hacia la salida y apretó sus labios.

—Salvaste mi vida una vez —dijo Sofía—, eso puso en riesgo la tuya, y no te importó porque sabías lo que estaba bien y lo que estaba mal. Lamento que hayas perdido la esperanza, pero no concedo que ahora creas en las ideas de un psicópata.

Alma, quien escuchaba tras la puerta, decidió irse sin interrumpir para preguntar sobre todo aquello que su hermana le había ocultado los últimos cinco años. Tendría que buscar la respuesta por sí misma, porque sabía que allí estaban todas las respuestas que le faltaban.

Con miles de pensamientos en su cabeza, Alma caminó hacia el descampado en donde sus amigas estaban practicando sus nuevas habilidades, pero antes, Alex y Bautista la interceptaron en la avenida principal. Los dos venían luego de compartir algunas viejas historias.

—¿Sucedió algo? —preguntó Alex. La mirada perdida de Alma era evidente para cualquiera.

—Sí —Alma elevó su mirada—. Sofía ha estado ocultándome cosas, demasiadas cosas. Enojarme con ella sería hipócrita, porque yo también le oculté cosas, y porque ella trató de decirme en un principio.

—Ella me lo dijo ayer —habló Bautista—. No tienes que preocuparte, está de nuestro lado. Como dices, ella corría peligro al contarte lo que sabía. De hecho, el secreto que une a Sofía y a Bianca no lo sabe ni siquiera Mateo y Luca. Es complicado de entender, pero hay un propósito tras todo esto.

—Esperen, ¿de qué hablan? —preguntó Alex.

—Es sobre el bloqueo de Alma —explicó Bautista—, no tiene un origen psicológico, y es la causa de que ella se haya convertido en un Gris.

Alma desvió su vista a un lado, una parte de ella ya lo sabía.

—¿Cuál es el origen? —preguntó Alex, alterado—. Tenemos que solucionar ese bloqueo para que puedas ser un Ánima Mundi.

—El bloqueo fue generado por el Disociador M —confesó Bautista—. No tengo idea si es posible revertir el daño, y tampoco sabemos por qué se ha usado.

—¿Disociador M? ¡Tengo que decírselo a Ángeles y a Sam! —exclamó Alex antes de correr lejos de Bautista y Alma, quienes quedaron en medio de la desierta calle de Salamandra.

Bautista se detuvo en la mirada perdida de su sobrina.

—¿Quieres hablar de eso? —le preguntó—, hoy ha sido un día muy revelador.

—Siempre creí que esto había sido una casualidad del destino —murmuró Alma, y luego miró al cielo—. Me frustra saber que he sido manipulada desde el inicio. Me enfurece pensar que han dañado a Sofía, que todo lo que hice para protegerla de este mundo no sirvió de nada, porque ella ha estado padeciendo desde antes que yo. Tampoco sé qué pensar de Bianca, ¿hasta qué punto le es fiel a Mateo o a la Orden?

—En ese sentido, Sofía piensa lo mismo —dijo Bautista—. Ella siente una gran culpa por no haber podido evitar nada a pesar que sabía todo. Respecto a Bianca, es difícil leerla. Creo que solo sigue su instinto.

—Esto es una mierda —Alma pateó una roca en el asfalto—. Ni siquiera puedo sentarme a hablar con Sofía porque si sucedió algo ya no lo recuerdo. Es tan extraño. Siempre supe que algo faltaba a mi historia, pero quise ignorarlo, y ahora que lo confirmo no sé cómo debería actuar al respecto.

—Comprendo que debe ser difícil para ti, Alma —dijo Bautista—, pero recuerda que aunque no puedas seguir con la terapia, no estás sola. Aquí estoy para escucharte y me hables de tus emociones. Lo importante es que no lo reprimas, no guardes eso contigo nunca más.

Alma sonrió y dio un abrazo a Bautista.

—Muchas gracias, me alegra tenerte de nuestro lado —le dijo y Bautista no pudo evitar sonreír también—. Por el momento iré al entrenamiento, dejaré fluir las cosas.



Mientras Bautista seguía el sendero de Alex, Alma regresó al campo, ansiosa por ver a sus amigos entrenar. Se acomodó a cierta distancia de la refriega para poder observar con calma. Aunque su mente zumbaba con un constante torbellino de pensamientos, se esforzó por maravillarse ante las nuevas habilidades que estaban desplegando.

Sebastián movía sus manos con gracia, generando ondas que despejaban la nube venenosa que Dante hacía danzar sobre su cabeza. Cada vez le costaba más detener el ataque, pero ahí estaba Romeo, apoyándolo con explosiones de energía termal, creando un espectáculo de fuego y hielo.

Pero lo más sorprendente era observar a Carmela, cuyo paso hacía que enormes setas y hongos brotaran, todos conectados por un misterioso micelio. Jugaba con sus habilidades, transformándolas en escudos, veneno o feroces descomponedores. En contraste, Renata tenía una ventaja única: creaba una espesa niebla a su alrededor, desapareciendo por completo ante la mirada de sus rivales, dejando solo un rastro oscuro y enigmático.

El asombro continuaba cuando Jazmín agrupaba nubes negras en un rincón del cielo, desencadenando una tormenta impresionante. Los rayos de Gary la asistían, creando un espectáculo de poder y caos. Alma dejó de pestañear cuando se dio cuenta de la fuerza que todos ellos tenían juntos, y desvió su mirada hacia Sofía. Ella regresaba al entrenamiento junto a Yaco, Mao y Lisandro, como si nada hubiese sucedido, como si no hubiera guardado un secreto durante cinco años. Su sonrisa al usar su extraño poder, el cual desmantelaba y reconstruía las cosas a su antojo.

Alma resopló, por un momento se sintió fuera de lugar, como si su presencia no encajara en esa colorida escenografía, no podía engañarse a sí misma, sus compañeros debían entrenar y ella tenía que resolver sus problemas. Sin meditarlo mucho más, cerró sus ojos y desapareció del plano. Nadie lo notó.

Podía ver sus manos y sus piernas, no estaba en el Limbo, estaba en "su espacio personal", pero bien sabía que ese lugar podía ser penetrado por otros.

—¡Drasill! ¡Drasill! —exclamó desesperada por gritar más que encontrarse con el Ánima Mundi de su universo.

—¿Qué es todo ese escándalo? —preguntó Drasill a su espalda.

Alma se dio la vuelta y sus ojos brillaron al encontrarse con Drasill, ya no se sentía sola e ignorada.

—Ya sé de donde proviene mi bloqueo —dijo Alma—, fue algo intencional. La gente la Orden me lo hizo hace algunos años atrás.

Drasill llevó su mano a su barbilla en un gesto pensativo.

—¿Qué piensas hacer con eso? —preguntó.

—Quiero ayudar a que no termine todo en una catástrofe —dijo Alma—, quiero liberar mi potencial como Ánima Mundi para detener a la Orden, y quizás no tenga que crear otro universo. ¿Por qué no me ayudas con eso? Deberías saber cómo arreglar mi cabeza.

Drasill se rió.

—No soy omnipotente ni omnisciente —dijo Drasill—, solo soy el distribuidor de las almas, el punto alfa de este universo.

—Sabías que mi mente tenía un bloqueo —replicó Alma—, eso te hace un poco especial.

—Eso lo sé porque empezaste a llamar mi atención y revisé tu entorno de gente.

—Qué decepción —murmuró Alma—. Lo que sabes, lo sabes por chismoso.

Ella se sentó en el "suelo" de aquel sitio

—Alma, sé que te sientes sola y perdida —dijo Drasill—, y si bien te aconseje en un inicio, deberías hacer lo que dicte tu corazón. Eres libre de hacer o rehacer lo que quieras. Pero debes saber que no eres la responsable de lo que sucede en el mundo o lo que pueda llegar a suceder. No tienes que enfrentar ese bloqueo en tu mente porque los demás así lo necesitan para salvar el mundo, no tienes que cambiar tu forma humana y dejar de ser parte del mundo que conoces para salvar a todos los demás. Lo que quise decirte es que quizás esto tenga que pasar, quizás sea un paso más en la historia de la humanidad.

—Todos están esperando a que mi poder florezca para salvar el mundo —Alma se recostó con la vista hacia arriba y Drasill se sentó a su lado para escucharla—. Se sentirán decepcionados si no lo hago, o si prefiero luchar como hasta ahora, incluso si corro el riesgo de perder la batalla.

—Alma, entiendo la presión que llevas en tus hombros —dijo Drasill—, nosotros más que nadie sabemos que complacer a los demás no es la respuesta, y también sabemos que el mundo es complejo y las soluciones no son claras. Lo importante es que te seas fiel a ti misma. Tu poder como Ánima Mundi es solo tuyo y no puedes permitir que nadie te diga lo que debes hacer con él, incluso si eso significa tomar riesgos y sus consecuencias.

Las pupilas de Alma se movieron en dirección a Drasill. Ella sabía que él ya no quería interferir con lo que sucediera en las vidas de las personas, valoraba demasiado el libre albedrío, era su misión y responsabilidad mantenerse a un margen siendo el dios de su mundo o podía correrse el riesgo de alterar todo aquello que iba más allá de su naturaleza. Convertirse en un tirano o un manipulador no tenía sentido para alguien que ya no tenía nada que ver con los humanos. Sin embargo, Drasill intentaba escucharla, aconsejarla para que tomara su propia decisión. Era la única persona en el universo que podía comprenderla y así sería viceversa.

—¿Alguna vez hablaste con el Ánima Mundi de tu universo? —preguntó Alma.

—No, no creo que hubiera uno como nosotros —dijo Drasill—. Sí, debía existir un ser etéreo que se encargara de todo, pero supongo que no fue alguien con una vida humana, así que, aunque lo percibí, nunca me comuniqué con él.

—Qué pena —dijo Alma—. Hablar contigo me ha hecho casi tan bien como la terapia. No me imagino lo que has pasado todo este tiempo tan solo.

Drasill rió.

—No es malo —dijo—, reencarné varias veces. Tuve unas cuantas buenas vidas.

—¿Eso se puede? —preguntó Alma.—. ¿En otros planetas?

—Basta de preguntas —Drasill se levantó y le extendió su mano, Alma aceptó y se puso de pie.

—Ya sé, ya sé, debo regresar —dijo Alma—. Voy a seguir a mi corazón, como dices. Todavía hay alguien a quien creo poder persuadir para que me hable sobre los ataques que hará la Orden.

Los Ánima Mundi se despidieron con la certeza que sus caminos se encontrarían por el resto de sus eternas vidas. Alma sintió alivio al hablar con Drasill, imaginaba que así se sentiría tener un hermano mayor no psicópata, o un padre responsable.



De regreso al mundo real, Alma descubrió que su presencia no había sido notada. Todos seguían allí con su entrenamiento, como si nada, así que decidió seguir por su camino. Tenía que hablar con esa persona que nunca había mostrado su verdadera cara, y no era Mateo, porque la verdadera cara de su hermano la había visto incluso antes que todos.

Alma descendió las escalinatas que llevaban a las celdas bajo la casa de Pandora. Siguió de largo cuando pasó por las habitaciones de su mellizo y su prima, de la cual ya había oído suficientes, entonces siguió un trecho más.

—Hola, Luca —Alma se pasó frente al grueso vidrio que encerraba al joven de rostro quemado.

Luca, quien estaba sentado en su litera, se levantó sorprendido y caminó hasta ella.

—Alma, por favor —siseó Luca—. Ya dije todo lo que tenía que decir.

—Por ser fiel a un psicópata no dijiste cómo y cuándo serán los ataques de la Orden de Salomón —dijo Alma, casi con sus dientes apretados.

—Si el apocalipsis no sucede no podremos eliminar a todo el rastro de los centinelas y de la Orden —quiso explicar Luca ante la furiosa mirada de Alma—. Sabemos dónde se refugiarán, y podremos dar el golpe final, no tienes idea del dolor y las atrocidades cometidas...

—¡Claro que lo sé! —Alma dio un fuerte golpe al vidrio—. ¡Idiota, yo lo sé! Nadé entre las almas en pena del Limbo, sé de los pecados más horrorosos de la humanidad y aun así sé que esta no es la manera, pero tú sigues creyendo que Mateo es tu salvador. Ya te lo dije una vez. Te eligió en el orfanato como si fueses una mascota obediente, así como lo hizo con cada uno de sus amigos, de otra forma nadie se acercaría a un ser tan siniestro como él. Toda la vida te manipuló mostrándote de aquello que te había salvado, ¿o me equivoco?

—Él me salvó de un destino peor y me otorgó una responsabilidad —dijo Luca—. No importa la culpa que sienta al final, porque todo será por un bien mayor. No sé qué has visto tú, pero este mundo ya no tiene salvación.

Alma quiso volver a gritarle, pero no tendría caso. Debía mostrarle otra salida, pero para ello debía escucharlo primero.

—Dime qué fue lo que viste —pidió Alma, juntando aire en sus pulmones—. ¿Qué es lo que Mateo te mostró cómo para que creas que la solución está en asesinar a millones de inocentes?

—Tarde o temprano, los inocentes serán asesinados igual —dijo Luca—. Lo vi con mis ojos, vi la agonía, el infierno en la tierra. En las IPC, y en otros sitios también. Humanos, de todas las edades, siendo abusados de las formas más atroces, devorados, desollados vivos, viviseccionados con supuestos fines científicos, pero pude ver la morbosidad en los rostros de quienes hacían eso, sentían placer, y eso solo era una parte de lo que vi... solo una parte de las imágenes que me atormentan cada noche.

Los labios de Luca temblaron, su mentón se contrajo y sus ojos se colmaron de lágrimas. Alma sintió su corazón encogerse. Ella también lo había visto, pero luego de la purificación en el Limbo su mente no había sido afectada con el trauma, así como le había sucedido a Luca.

—Sé que es terrible, pero eso solo es una pequeña porción de toda la gente —dijo Alma—. No son la mayoría.

Luca rió al momento que sus lágrimas cayeron.

—Estás equivocada —hubo un silencio—. He visto lo fácil que se corrompería cualquier persona si solo tuviera la oportunidad, un mínimo de poder sobre otro. Incluso esas personas por las que pondrías las manos en el fuego podrían convertirse en el mismo demonio, porque el mal se convierte en placer y el placer en adicción. Por eso Mateo nos eligió en base a nuestras auras, era lo único que le podía asegurar que no terminarían como cualquier otro ser humano.

—Mi aura nunca estuvo limpia —dijo Alma con la voz ronca.

—Pero estuviste rodeada de gente que sí la tenía limpia —replicó Luca—. Eso te ha ayudado. Por otro lado, tu aura oscura nunca fue así.

—No lo digas —interrumpió Alma—. Sé que la Orden bloqueó recuerdos de mi cabeza.

Los labios de Luca se volvieron pálidos. Alma sonrió de costado. Él lo sabía.

—Sí, eso mereces saberlo —dijo Luca—. Cuando la Orden descifraba como crear Grises tenía siempre el mismo problema. La energía negativa se apoderaba del ser que poseía y terminaba convirtiéndose en una infección, en un ente devorador de auras, tal y como sucedió con Mateo. La Orden pensó que podían encriptar esa energía en un trauma, un recuerdo bloqueado por el Disociador M. Eso hicieron contigo, pero no obtuvieron resultados inmediatos y pensaron que fracasaron, hasta aquel día en la iniciación despertaste a un ente vagando en tus recuerdos alterados, y más tarde floreciste como un Gris tras un shock de siddhis. Ese es por qué tú te convertiste en Gris y no Mateo. Ese fue el momento que la Orden descubrió lo que le faltaba a su ecuación.

Las piezas encajaban al fin. Todo cobraba sentido. Su pésima iniciación, el ente de ojos rojos entre sus recuerdos, su conversión en Gris, su pérdida de recuerdos, su cambio de personalidad, aquel día en el bosque y el alejamiento con Sofía.

—Necesito desencriptar los recuerdos —dijo Alma, inspirando con fuerza—. Tengo que liberar todo mi potencial porque todavía hay una forma de salvar al mundo sin asesinar a los inocentes.

Alma dejó emerger las manos negras desde el centro de su pecho. Luca observó atónito y retrocedió unos cuantos pasos hasta que Alma volvió a guardar los brazos.

—Tengo los tres secretos conmigo, Luca —confesó Alma—. Los únicos Skrulvevers de pie son Yamil y su padre, y tras la invasión de la Orden al Limbo nadie más podrá acceder a los tres secretos. Soy un Ánima Mundi, y si desbloqueo mi mente podré crear un mundo mejor.

Luca se quedó sin habla. Alma tenía el poder de los Skrulvever. Entonces ella era quien lo había llevado al Limbo y quien había mantenido a las bestias a raya.

—Quizás nunca pueda entender a Mateo —prosiguió Alma—. Mi mente y la de mi hermano son distintas, nuestros valores y nuestras formas de buscar una solución no coincidirán jamás. Pero Luca, tu siempre actuaste con ambigüedad y sé que es porque eres distinto a él. Quizás hasta el momento no hayas visto otra forma de hacer las cosas, quizás las manipulaciones de Mateo y las cosas que viste te impidieron pensar con claridad, y es entendible. Pero ahora te ofrezco esto, una solución real. No tienes que seguir atado a ese oscuro camino que solo te llenará de culpa y de odio a ti mismo. Por favor, debes ayudarme a detener el apocalipsis.

Luca tragó saliva, mordió sus labios, quedándose inmóvil, sin habla. Alma esperaba una respuesta con sus ojos centellantes.

—Siento que estoy aprisionado —Luca comenzó a llorar, las lágrimas caían como torrentes. Nunca antes lo había hecho y ahora caía de rodillas, débil y sin poder detener su llanto—. De verdad jamás pensé en traicionarlo, nunca dudé de él... ¿por qué ahora? ¿Por qué faltando tan poco?

Alma estuvo a punto de quebrarse, pero guardó sus lágrimas y colocó su mano en el vidrio, comenzando a congelarlo con rapidez.

—Luca, tu mano —pidió Alma.

Luca, aun con la cabeza baja, colocó su mano sobre el vidrio. Él había sido convertido en un Gris y ya no importaba su inestabilidad para calentar cualquier objeto, como aquel vidrio que los separaba.

El choque térmico fue abismal. Los cristales volaron en pequeñas partículas. La explosión hizo eco en toda la casona, pero ellos estaban bien.

Alma se arrodilló junto a Luca y lo abrazó con fuerza. Luca seguía llorando.

—¿Por qué ahora preguntas? —dijo Alma—. Por qué ahora tienes esperanza.

Tan rápido como pudieron, todos los miembros de equipo se apresuraron a la celda de Luca. En donde lo encontraron abrazado junto a Alma.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó Gary.

—Luca está de nuestro lado —aseguró Alma.

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