ii. bad omens.
SOCIAL MEDIA
dan humphrey
— chap. two—
“bad omens”
«ÉLITE»
¿esos son nuestros futuros líderes?
“'somos putos adolescentes', le digo”
“‘oh, cariño, deja al niño divertirse'
mamá siempre sabe que decir
ignora que fumo porros en el balcón
que cambio sexo por a's y b's”
“se lo que es padecer el descontrol
brindo por el papa y por vos
fingiendo absolución
dios no me juzga, así está mejor”
“‘oh, cariño, deja al niño ser feliz’
mama siempre sabe que decir
no le importa si bebo alcohol
se la chupo al cura en la recepción”
teena(n)gers — tori pevensie
JULIEN CALLOWAY miró a su padre fumar en la terraza. Rodó los ojos sin darle importancia. Buscó la bolsa de patatas fritas en la cocina. Estaba muriendo de hambre.
El Jet Lag la había hecho dormir todo el día, y ahora tendría que consumir algo lo suficientemente salado para hacerla dormirtar y engañar a su cerebro. Julien no digería bien la sal y su metabolismo se ponía lento.
Valía la pena arruinar su dieta para no tener ojeras por la mañana. Era un día importante.
Revisó su teléfono celular. Estaba lleno de mensajes, lo que era estresante. Monet los revisaba, pero solo de verlos le producía cansancio.
Y por más que Julien quisiera tirar su teléfono y meterse bajo el agua y finalmente ser libre, vivir sin su teléfono era una cuestión suicida. Era parte de su anatomía. La biología evolucionaba. Su apéndice se iba, y un nuevo órgano se instalaba.
Zoya Lott
última vez 8:19 pm.
Su (media) hermana era un pequeño problema. Creyó que podía hacer todo para organizar su llegada. Postuló si nombre en la beca de su padre, le envió unas zapatillas de lujo que aún no salían al mercado (un regalo de la marca) y se aseguraría de que le cayera bien a sus amigos.
La mano de Julien voló inconciente a su nuca. Tenía un pequeño tatuaje que compartía con Zoya. Un intento por unirse más.
Se convenció de que sabía todo lo necesario sobre Zoya. Julien siempre tenía razón y siempre lograba lo que se proponía. Las cartas siempre estaban a su favor. Esta ocasión no debía ser diferente.
Un nuevo mensaje llegó pero no a su teléfono. La sangre se le heló en el pecho.
El paquete de papas fritas quedó suspendido en su escritorio, olvidado, mientras Julien cerraba la puerta con llave.
Conocía el sonido y era más terrorífico que la idea de que cualquiera descubriera su plan con Zoya.
Se arrodilló bajo la cama y buscó a tientas. Sus falanges abrazaron el pequeño dispositivo rosado de metal.
En el piso, abrió el teléfono viejo.
de: x.
Lo hiciste a propósito.
Recibido a las 11:23 pm.
de: x.
Sabías que merecía esa beca.
Recibido a las 11:23 pm.
de: x.
Púdrete.
Recibido a las 11:24 pm.
Julien apagó el teléfono. Sus dedos temblaba. Tenía la boca seca y solo atinó a esconder el teléfono y meterse un puñado de papas fritas en la boca.
No era el momento de desestabilizarse. Tenía grandes planes, brillantes de hecho.
GIGI SALT no era una chica problemática per se. Hacía sus tareas, no molestaba a sus excéntricos padres durante sus semanas de inmersión artística y jamás recibían quejas algunas de ella por parte de los vecinos.
En una ciudad como Nueva York, todos querían una hija como Gigi.
Por lo que escapar de su casa fue cosa de niños. ¿Ruido en la puerta? Seguro se oyó mal. Gigi jamás haría algo como eso. Se pasaba las noches en vela escribiendo y sus padres respetaban su devenir artístico no molestándola.
Gigi tomó un taxi hasta el centro. Era domingo por la noche, el tiempo estaba pegajoso y su vestido la mantenía fresca. No es que fuera miedosa al respecto, pero las noches de Nueva York podrían sorprenderte para bien o para mal.
Por eso obligó a Dan Humphrey a tomar el tren desde Greenpoint hasta Midtown. Ella no se alejaría de casa para ser otro caso que inspirara la nueva temporada de la Ley y el Orden. Debían haber mejores alternativas para conocer a Raúl Esparza.
— Hey, niño.
Dan Humphrey emergió entre la niebla de las alcantarillas desde el subterráneo. No perdió el tiempo en encender un cigarrillo y la abrazó mientras saludaba con dos besos.
Muy europeo, pero el hombre tenía pretensiones artísticas que lo explicaban. A veces era muy gay.
— Te ves bien.
Gigi llevaba un vestido de denim de APC qué costaba 345 dólares y le quedaba fresco en conjunto con las sandalias de tiras cruzadas color cerúleo de Pucci. Simple y con olor a suficientemente caro para ir a dar una vuelta.
Con siempre, frunció la nariz ante el olor a cigarrillo de Dan.
— Tú no— respondió sincera comenzando su caminata calle abajo. Dan bajo la mirada con lentitud mientras compraban pizza. —. Pareces haber visto un fantasma.
— De eso quería hablar.
Dan pagó por los trozos de pizza y ambos caminaron alrededor de la 72th mirando a la gente pasar de largo en coches o en grupitos de adolescentes.
La noche de domingo siempre era más tranquila, pero el día siguiente iniciaba el año financiero y las clases. Todos debían estar en sus casas preparándose para ocultar los kilos que ganaron en la cuarentena, el mal depilado de cejas y la estúpida idea de limarse los dientes y colocarse carillas.
Gigi mordió su pizza con algo más que hambre. Le gustó verla disfrutar algo tan sencillo. Esa semana había entregado un artículo sobre como la cultura de la anorexia de los 90s había regresado para quedarse.
La anorexia y bulimia tenían otro nombre ahora, y era genial tener un TCA, porque las personas te daban atención.
Una de sus ex novias era delgada como una puta rama debido a la cocaína diaria que ingería. Era una lástima que tuvieran que cortar, eran geniales en la cama. Pero Dan no tenía la paciencia para soportar las sobredosis.
No era un enfermero.
— ¿Recuerdas ese email que te envié la primera vez? ¿El del correo extraño? — la chica asintió con la boca llena de masa. — No fue el único y me enviaron este hace unos días.
Dan le extendió su teléfono y Gigi pudo ver la imagen.
— Mierda.
Sí. Mierda. Estuvo de acuerdo él. Masticó la pizza sin ganas. Gigi observó con atención cada detalle.
— Una cosa es que robe fotos de mis redes sociales, otra muy diferente que me saquen fotos en la calle. Es un delito, soy menor de edad.
Pero en Nueva York, ese tipo de cosas eran rutinarias. Miles de celulares apuntando con sus flashes a la vez; imposible adivinar quién tomó la foto.
— ¿Cuántos de estos tienes?
— No lo sé — dijo. —. Ocho, ¿quizá?
— ¿Y en cuántas salgo yo?
El silencio le dijo todo lo que necesitaba saber.
— ¿En todas?
Dan suspiró. Gigi tenía un poco de salsa en el labio producto de su mal genio al comer recién descubierto. Parecía estar mordiendo la pizza como excusa para pensar que decir.
Él pasó su pulgar por su labio y luego chupó la salsa. Gigi se sonrojó a su lado, y tenía la piel tan pálida que el cambio fue notorio.
— ¿Y qué se supone que haga ahora?
— No lo sé. Pensé en contratar a un detective privado o algo así, pero quizá sea inútil.
Gigi tiró el plato a la basura y se apoyó contra un banco.
¿Alguien la había estado siguiendo? ¿Le tomó fotografías? ¿Por qué?
Un sonrojo subió por sus mejillas acompañado de un cosquilleo en el vientre.
Se dio cuenta de que a pesar de lo peligroso que eso sonaba, la idea de ser lo suficientemente interesante para que alguien gastara su tiempo en ella de esa manera, resultó, cuánto menos, halagador.
— Necesito que me lo cuentes todo.
Dan asintió.
— ¿Mi casa?
Primera mala idea, ¿Verdad? Gigi sintió un mal presentimiento.
Tori's notes:
Bueno, no se que les parece. Julien merecía más y voy a darle más. Obie de por si me parece el peor pero intentaré darle el lugar que tiene en la serie. Próximamente Aki siendo el mejor ser humano y personaje de GG, y pronto Mona explicándole a Zoya que ser inteligente no la hice inmune a los imbéciles.
Dan es tan red flags qué me encanta. La serie debió haber ido más cercano a los libros porque es un idiota total, lo que se aprecia en los hombres artistas.
xoxo, tor.
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