Capítulo 8

Lucille Britt.

Sinceramente no se cuanto tiempo llevo frente a la puerta de la familia Oster, aunque lo más seguro es que como mínimo llevase alrededor de treinta minutos. Pude ver como el padre de Oriana Oster salía de su hogar, probablemente para irse al trabajo.
Golpeé mi rostro de manera leve y solté un pequeño suspiro para después golpear a la puerta. Los segundos pasaban y mi nerviosismo crecía cada vez más, comencé a escuchar pasos acercándose a la puerta y mi respiración se atoro sin poder evitarlo. Comencé a jugar con mis manos para intentar cambiar mis nervios.

—Que patética soy— Murmuré. No puedo creer como es que me dejaron a cargo de un caso tan importante, en ocasiones podía ser valiente pero tarde o temprano mi cobardía aparecía para joderme la existencia. Comencé a regular mi respiración gracias a mis pensamientos, no podía rendirme, no ahora que estaba tan metida en aquello.

—Adam, ¿otra vez se te olvidaron las llaves? — La voz de la señora Oster pasó de ser cálida a una sorprendida al verme a mi en lugar de a su esposo. — ¿Qué hace usted aquí? — Sin poder evitarlo arque mi ceja izquierda.

Los ojos marrones de la mujer me examinaban y eso me ponía algo incómoda, aunque no le desmostaría aquello. Le tendí mi mano derecha en un gesto de saludo, ella tardo un poco pero finalmente logro corresponderme.

—Un placer verla, señora Oster. Como ya sabe, soy la agente Lucille Britt, encargada del caso sobre la desaparición de su hija — La mirada de aquella mujer era demasiado penetrante. Pude notar como una chispa de alegría paso por ellos, lo más seguro era que ella pensara que yo ya le llevaba noticias del paradero de Oriana Oster, por desgracia no era así.

Si ella no me cerraba la puerta en la cara después de lo que le diría, sin duda lo consideraría mi día de suerte.

—Quisiera hacerle un par de preguntas sobre lo que paso el día seis de abril del presente año. Tengo entendido que no quiere dar declaraciones; pero necesito que usted coopere con la investigación si es que quiere que su hija regrese a casa con usted y su marido — La mujer se retiro un mechón de cabello rubio que le tapaba la vista. Pareció pensar en mis palabras y después de cuarenta y dos segundos, los cuales conté a la perfección, ella se hizo a un lado de la puerta invitándome a entrar.

—Pase— Me dijo ella en un murmuró a penas audible para mis oídos. No lo pensé mucho y de manera inmediata obedecí a aquello.

Las paredes eran de un color claro, además de contar con demasiadas fotos de la familia. Miré directamente a una foto de Oriana Oster en donde la chica se encontraba sonriendo. La señora Oster llego a mi lado y se quedó mirando la foto que yo observaba; hubo un largo silencio y ninguna apartaba la mirada de aquella fotografía.

—Es de su cumpleaños número dieciocho — Me dijo ella mientras una sonrisa nostálgica se formaba en sus labios. Esa era la parte más difícil de mi trabajo, ver las caras de las familias de todas aquellas personas extraviadas o asesinadas. Aunque la mirada de aquella mujer fue sin duda la peor de todas; ella aún conservaba esperanzas de que su hija con vida, pero también estaba el sentimiento de terror en sus ojos al saber que tal vez eso no duraría mucho más.

Ahora más que nunca pondré empeño, Oriana Oster merecía regresar a casa con su familia.

—Vamos a tomar asiento — Seguí a la mujer de rubia cabellera hasta la sala en donde habían tres sillones de un color blanco cubiertos con una ligera tela. Ambas nos sentamos una frente a la otra.

Ella no atinaba a mirarme y eso solo lograba desesperarme; yo no pensaba igual que Azael, yo no creía que aquella mujer tan angustiada tuviese algo que ver en el secuestro de su propia hija.

—Ese día comenzó como cualquier otro; ella se despertó y tomo un baño. Después se alisto para irse al colegio — Comenzó a relatar la mujer, aunque aún no me miraba—. Cuando ella llego me preguntó si podía salir a tomar un helado, yo dude en dejarla ya que como sabe ese día se cumplía un año de la desaparición de Natalie Evans — yo asentí de manera leve, cosa que fue algo estúpido considerando que ella ni siquiera me miraba; me di una bofetada mental pero me obligue a permanecer con mi rostro serio.

La señora Oster se mordió el labio inferior y pude notar como sus manos comenzaron a temblar. Quise decirle que se detuviera y no me dijese nada más, pero para desgracia de ella; yo necesitaba saber todo lo que Oriana Oster había hecho aquel seis de abril.

—Ella comenzó a insistirme demasiado y yo no pude negarme por mucho tiempo. Oriana es una chica muy linda y reservada; ella nunca me había pedido permiso para salir y tal vez por eso me anime a dejarla irse. Aunque tal vez no me crea, pero yo me comencé a sentir incómoda cuando ella estuvo lista para irse— la voz se le comenzó a quebrar, era obvio que recordar aquello la estaba dañando—. Ella se despidió de mi y cuando salió por la puerta mi incomodidad creció, pero yo no lo tome en cuenta… Ojala lo hubiese hecho; porque de ser así, mi hija estaría aquí con nosotros.

La mujer tomo su cabeza con algo de brusquedad logrando que yo me exaltase. Ella comenzó a jalar de manera brusca sus rubios cabellos, lo único que yo atiné a hacer fue pararme de mi asiento para tomar sus manos y evitar que ella siguiese dañándose. Cuando sus ojos marrones se toparon con los míos pude ver como varías lágrimas salían de estos.

—Usted no tiene la culpa — le dije con tono apacible y ella negó con desesperación.

—¡Si yo no la hubiese dejado salir esto no pasaría! Esta situación solo logra enervarme — Me gritó ella pero yo ni me inmute, tal vez yo no hubiese pasado por lo que ella estuviese sintiendo en esos momentos; pero me bastaba con ver su actitud para saber que era un dolor inigualable, por esa razón no me molestaban sus gritos hacía mí.

—Estoy segura de que a su hija no le agradaría saber que se culpa a cada segundo. Usted no puede ver el futuro y estoy segura que de haberlo visto las cosas serían diferentes. Por el momento, no es hora de lamentarnos, ahora más que nunca debemos unir todos los puntos y solo así podremos saber el paradero de su hija — le dije en el tono más afable que tenía. Ella limpió las lágrimas que escurrían por sus mejillas y asintió dándome a entender que ella estaba de acuerdo con mis palabras.

Solté sus manos y volví a mi respectivo asiento. La señora Oster tomo aire y continuó hablando.

—Oriana tiene un celular y ese día se le olvido de el en su cama. Las horas pasaban y mi hija no llegó. Cuando mi esposo se entero de que yo le había dado permiso para salir se altero demasiado y decidió salir a buscarla; yo me encontraba aquí mismo dando vueltas una y otra vez debido a la preocupación cuando el teléfono — la señora Oster señaló el aparato—. Comenzó a sonar, el identificador de llamadas, yo no reconocí el número y sin embargo conteste.

Un fuerte sollozo salió de los labios de aquella mujer, ella llevó su mano derechas, hecha puño, hacía su boca y la mordió levemente.

—Era una voz masculina, lo único que me dijo fue un <<lamento su pérdida>> en un tono lleno de burla… Jamás olvidaré aquella voz — Termino de relatar. En ningún momento aparte mis ojos de ella y creo que tal vez eso llego a incomodarla pero prefirió no decirme nada.

—No entiendo como es que esa persona obtuvo el número de teléfono de su casa. Estoy demasiado confundida y tengo demasiadas dudas al respecto; mañana hablaré con mi compañero

—¿Le asignaron un compañero? — me preguntó ella con una clara confusión, la cual entendía ya que a ella jamás le habían informado aquello. Yo asentí con una media sonrisa.

—¿Cree que pueda ir el día de mañana a no oficina? Necesito aclarar mi mente, mañana estaré mas despejada; además creo que usted puede ayudarme con respecto al teléfono de su hija— la mujer se quedo callada durante varios segundos, hasta que se decidido por asentir. Me puse de pie y comencé a caminar en dirección a la salida con la mujer rubia pisándome los talones.

—Gracias por su cooperación, la espero mañana temprano para que podamos hablar y no se preocupe; le aseguro que yo encontraré a su hija— ella me miro con agradecimiento.

—Mañana nos vemos, oficial — yo salí de aquella casa y pude escuchar como la señora Oster cerraba la puerta.

No quería llegar a mi casa aún, necesitaba despejar mi mente. Comencé a caminar mientras miles de preguntas inundaban mi mente, <<¿cómo es posible que la persona que se llevo a Oriana Oster sabía el número telefónico de su hogar? ¿Por qué tanta insistencia de la jovencita para salir? >>

Mi cuerpo se estrello contra otro por estar distraída. Solté una maldición entre dientes debido a mi torpeza. Mire a la persona con la cual me choque y me encontré con un joven de ojos azules y cabellera castaña el cual se encontraba recogiendo unos botes de pastillas que se le cayeron de las manos debido al impacto. Me agache y comencé a ayudarle a rejuntarlas, él ni siquiera me miraba, estaba más enfocado en reunir aquellas mencinas.

Una vez que le pase los frascos que yo tomé, él me dedicó un leve gracias y se fue a paso rápido lejos de mí. Me quede mirando en la dirección por donde se fue aquel chico, se notaba algo nervioso y ansioso; una vez que mis pensamientos volvieron al caso continúe caminando para intentar relajarme; aunque tenía una gran inquietud y ni siquiera sabía el porque de aquello.

Oriana Oster.

Dirigí por décima sexta vez mi mirada hacia la puerta con la esperanza de que por ella entrara aquel hombre de mirada oscura. Era curioso como el maldito se aparecía cuando menos lo quería y ahora que en serio era necesaria su presencia el hijo de puta no daba señas de quebrar aparecer.

—Aunque le dirijas esa mirada a la puerta esta no se abrirá, créeme lo se— miré a Natalie la cual estaba despertando de un corto sueño. Su apariencia se notaba mejor que antes, pero aún así el sonrojo de sus mejillas me preocupaba.

—No entiendo porque tarda tanto en llegar— le dije con frustración y ella se tallo sus ojos con la mano que tenía libre. Me examinó por unos segundos y parece que su mente hizo clic ya que sus ojos se abrieron de manera exagerada, mientras que si boca formaba una gran “o”

—Creo que estoy alucinado, ¿te liberó? — me preguntó ella aún sin creer lo que veía. Yo reí levemente y pase mi mano por su frente comprobando que aún poseía fiebre.

—¿Cómo te sientes? — le pregunte. Ella se reincorporó lentamente aunque en el proceso escuche como soltaba leves gemidos debido al dolor.

—Hace falta más que una fiebre para acabar conmigo. Pero si soy sincera, me siento horrible — Sin poder evitarlo solté una carcajada haciendo que ella hiciera un leve puchero.

—¡Ay rubia! Tú eres demasiado terca — le dije en robo divertido y ella me dedico una mirada ofendida pero luego soltó una pequeña risa. Natalie abrió su boca dispuesta a responderme algo, pero el ruido de la puerta siendo abierta capto nuestra atención.

—Veo que ya estas mejor. Oriana, vete a la cama, ahora — Me exigió él y yo con pesar lo obedecí. David me esposo a la cama y camino hasta donde estaba Natalie.

Mi amiga de ojos verdes le dedico una mirada llena de fastidió cuando él le extendió una pequeña pastilla.

—Estoy bien— le dijo en un murmuró pero el rizado no la escuchó y haciendo uso de su fuerza logro que mi amiga se tragara aquella blanca pastilla. Natalie realizo una mueca de asco y tuvo un par de arcadas para después quedarse quieta.

—Iré a preparas unas cosas. Cuando regrese tengo que proponerles un trato— Nos dijo y sin esperar respuesta de nuestra parte se retiro de la habitación. Natalie y yo nos miramos con preocupación, no sabíamos que cosa enferma nos diría aquel hombre.

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