Capítulo 7

Lucille Britt.

El sabor metálico de la sangre que salía de mis labios, debido a la fuerza que ejercía sobre ellos, lleno mi paladar.

—Tal vez pueda buscar alguien que nos ayude a quitar la contraseña del celular. — A pesar de que Azael estaba sentado prácticamente frente a mi, su voz se escuchaba lejana

—Samuels nos va a despedir. —Murmuré con pesar y mi compañero rodó los ojos, supongo que debido a la desesperación que yo le causaba.

—Eres la maldita reina del drama, ¿cómo fue que te dieron el trabajo?. — Fulmine a Azael pero este solo me dedicó una mirada llena de burla. — El secuestrador quiere jugar con las mente y al parecer ya comenzó con la tuya; una verdadera decepción. — El tono lastimero que realizó hizo que tuviese ganas de golpearlo, aunque resistí el impulso.

—Eneserio, no entiendo la manía de los adolescentes por bloquear sus celulares. — Cambie un poco el tema, esperando que Azael ya no me siguiese molestando y pareció funcionar.

—¿Me vas a negar que tú no tienes el celular bloqueado?. — Guarde silencio, pues si negaba aquello era una gran mentira; pero no quería darle la razón o tendría más motivos para molestarla. — Además, con todo lo nuevo que salió no me extraña, mi sobrina suele hablar mucho del yaoi; no se que significa pero no puede ser nada bueno. — Quise reír pero resistí las ganas, no era tiempo de bromear y menos cuando el caso se nos escurría de las manos; no entendía como era posible que cada vez que tuviésemos alguna pista, esta no nos llevaba a nada. Estaba segura de que aquel teléfono tendría algo que nos ayudará, por muy poco que fuese.

—¿Crees que el señor Oster sepa la contraseña?. — Azael pareció pensarlo por unos cuantos segundos, al final término negando.

—Es algo ilógico, si la señorita puso clave era obvio que nadie la tendrá; o al menos dudo que alguno de sus padres la sepa. Podríamos llevar el teléfono con algún especialista y que el lo desbloqueé.

Decir que estaba frustrada, era quedarme corta; no comprendía como era posible que alguien secuestrara a dos jóvenes, porque todos habíamos llegado a la conclusión de que la misma persona que secuestro a Natalie Evans también había secuestrado a Oriana Oster, lograra burlar a la ley.

Azael y yo nos quedamos en silenció aunque esto no me importó; no podía dejar de pensar en que si dejaba pasar otro día, solo perdería el tiempo. Coloque mis manos juntas sobre el escritorio.

—No logró comprender, ¿por qué aún no las asesino?. — Azael me miro con extrañeza al hacerle esa pregunta.

—¿Cómo estas segura de que ellas siguen con vida?.— Mordí mi labio inferior, sintiendo un los restos de sangre sobre estos; para después encogerme de hombros.

—Supongo que lo están, digo, no es normal que haya pasado un año de la desaparición de Natalie Evans y una semana y media de Oriana Oster y aún no se encuentren sus cuerpos. —Sentencie. Azael pareció pensar de manera cuidadosa mis palabras antes de atreverse a darme una respuesta.

—Sabes que existen otras maneras de deshacerte de un cuerpo, por ejemplo; quemándolo.

Sabía que él tenía razón, pero intentaba con todas mis fuerzas no caer en aquellos pensamientos negativos. Yo tengo aún la esperanza de que sigan con vida; al menos una y si tuviese que apostar lo haría por Oriana Oster. La chica Oster tenía menos tiempo de desaparecida que la señoría Evans y eso podría ser benefíciense para ella; aunque también estaba la posibilidad de que si ella seguía con vida esto no durará mucho, pues mientras más tardáramos nosotros en resolver aquel caso era probablemente un día menos de vida para ella.

—Debe de haber algo. — Murmuré. Mi compañero no logró escucharme así que sólo pude encogerme de hombros. Por lo pronto no le diría nada, lo más seguro que estuviese ocupado y yo no podía cambiar aquello.

—Quiero tomarme el día de mañana. — Azael cambio su semblante despreocupado a uno confundido. Sus ojos mieles no se apartaban de los míos, era como si estuviese buscando algún indicio del porque había tomado aquella decisión, por suerte tenía experiencia y logre contener mi nerviosismo así que Azael solo se encogió de hombros.

—Tienes razón, necesitas tomarte un descanso de esas investigaciones. El viernes que regresemos al trabajo veras que todo será más fácil. — Me dijo él finalizando sus palabras con una sonrisa, la cual me forcé a responder; aunque probablemente mi gesto se notaba más falso de lo que ya era.

Casi me sentí mal de ocultarle que yo misma buscaría algo que nos ayudase a resolver aquel caso; digo casi ya que Azael Henderson sin duda alguna era la persona más despreocupada y floja que había conocido en mis treinta y dos años de edad. Aunque también aceptaba que en algunas ocasiones él era más atento que yo.

—Tienes razón. — Fue todo lo que dije. Ambos nos colocamos de pie y sin decir nada más tomamos nuestras cosas y nos retiramos de la oficina. Ya estaba decidido, las últimas horas que quedaran de hoy, me dedicaría a relajar mi mente; pero el día de mañana estaba dispuesta a conseguir pistas de cualquier manera. Tal vez ya era hora de interrogar a la madre de Oriana Oster.

Oriana Oster.

Mi respiración se encontraba agitada debido a los nervios que estaba sintiendo en esos momentos. Sentía como las lágrimas querían abandonar mis ojos y comenzar a caer por mis mejillas, sin duda yo no sabía actuar bajo presión y me maldecía mil veces gracias a ello.

—Joder, ¡deja de ser tan exagerada! Solo es un poco de fiebre. — Natalie me decía aquello por intentar tranquilizarme, eso hubiese sido de mucha ayuda de no ser porque su rostro se encontraba totalmente sudado, sus hermosos ojos verdes estaban adquiriendo una tonalidad rojiza y se encontraban cristalizados; su piel también estaba llenándose de rubor, sus mejillas acaloradas en otras circunstancias me hubiesen dado ternura, pero en ese momento solo lograban llenarme de miedo.

—¡David!— Grite, con la esperanza de que el rizado entrara por esa puerta y ayudase a que mi amiga se sintiera mejor.

—No te molestes en gritar, la habitación de ese idiota esta mucho más apartada que la nuestra.— Dijo Evans en un murmuró. Comencé a forcejear con las esposas que tenía en mi muñeca, algo idiota, pero era lo único que atinaba a hacer.

Los minutos pasaban y la respiración de mi amiga se estaba intensificando, por más que intentaba no apartaba mi mirada de ella, pese a que me lastimaba ver los gestos que hacía, además de ver como se retorcía en aquella cama. Por primera vez agradecí el sonido que hizo la puerta al abrirse. Un suspiro de alivio salió de mis labios al ver la silueta de David acercarse a Natalie con una cara llena de confusión.

—Les dije que ducharse tan tarde les perjudicaría. — Dijo el de cabello rizado mientras se hincaba frente a Evans y ponía su mano sobre la frente de ella.

Una vez más, Natalie Evans pagaba las consecuencias de mis caprichos. El día de ayer ella le había pedido, bueno mejor dicho exigido, a David que debíamos darnos un baño y como él parecía estar de buenas accedió. Él se había quedado custodiando la puerta de aquel amplio baño mientras yo tomaba mi tan ansiada ducha; aunque tarde demasiado tiempo y, esta por demás decir que me acabe el agua caliente; así que cuando llego el turno de Natalie de darse su baño la pobre lo hizo con agua fría

—¿Tienes algo qué pueda ayudarla?. — Por primera vez desde que conocía a aquel hombre, logre hablarle sin tartamudear gracias al miedo que sentía hacia él; esta vez logre hablarle de manera firme cosa que pareció sorprenderles a David y a Natalie.

—Esa es mi amiga.— Mencionó ella y después soltó una risa histérica. Mis nervios aumentaron gracias a eso, tuve miedo de que el rizado se enojase con ella aunque cuando dirigí mi vista hacia él pude notar como este miraba a mi amiga con el ceño fruncido, aún no apartaba la mano de la frente de la rubia.

—Creo que tendré que faltar al trabajo. — Dijo él en un suspiro. Se puso de pie y camino hasta donde me encontraba yo; saco las llaves que abrían las esposas y me dedicó una profunda mirada.

Sin duda aquel hombre no podía ser más bipolar.

—Voy a liberarte, necesito que refresques la frente de Natalie en lo que voy a alguna farmacia para traer algo que la ayude.— Mi mirada se iluminó ante sus palabras, aunque no me duró mucho ya que se apresuró a acabar con mis esperanzas. — No te emociones, voy a cerrar la puerta y aunque quieras no vas a poder largarte. Así que si le tienes aprecio a la hermosa Natalie, te quedaras con ella y la cuidarás.

Solté un suspiro de tristeza debido a que mis planes de huir de aquel lugar con Natalie se frustraban. Pero entendí que el rizado llevaba toda la razón, lo importante era ayudar a Evans para que se sintiese mejor.

—Esta bien, haré lo que digas. — David asintió y sin decir nada más salió de la habitación dejando la puerta abierta.

Pasaron alrededor de diez minutos cuando él regreso con una cubeta y un trapo en cada mano; dejo ambas cosas al lado de la cama de la rubia y volvió a caminar hacía mi. Ninguno pronunció palabra alguna mientras me quitaba las esposas, mi muñeca dolía pero preferí ignorar aquello.

Mi vista se dirigió a la puerta que permanecía abierta, tuve el impulso de salir corriendo pero volví a mirar a Natalie y supe que no podía dejarla sola; así que me dirigí hasta donde estaba ella, sus ojos se encontraban cerrados al parecer en algún momento el sueño la había vencido. Tome el trapo de color verde y lo sumergí en la cubeta la cual estaba llena de agua.

—Regreso pronto, procura que no duerma mucho o podría resultar peor para ella.— Asentí pero no me gire a verle, solo me dediqué a exprimir el trapo y pasarlo lentamente por la frente de mi amiga. Escuche como la puerta se cerraba y como David le ponía llave.

Suspire mientras miraba con dolor a Evans. Esperaba a que llegase con medicamentos ya que no me gustaba que una vez más ella estuviese pagando consecuencias gracias a mi.

—Voy a cambiar, Natalie. Te lo prometo. — Murmuré, aún sabiendo que la mencionada no me escuchaba. De verdad cambiaría, necesitaba ser más fuerte para que ella no sufriese más, ya que si seguía siendo la misma cobarde de siempre; no dudaba en que alguna de nosotras muriera a manos de David.

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