Capítulo 10
Lucille Britt.
Frente a mi se encontraba Emilie Oster; solo mi escritorio lograba separarnos.
—Usted dijo que su compañero estaría presente el día de hoy — Me dijo ella rompiendo el silencio. Yo me encogi de hombros sin apartar mi mirada de aquella mujer, sin duda alguna estaba muy nerviosa
—Le pedí que fuese con la familia de Natalie Evans— Expliqué. La mujer asintió y después volvimos a sumergirnos en un silencio; solo se podía escuchar el ruido que provocaba la señora Oster cada vez que su pie chocaba contra el piso.
—¿Qué necesita de mi? — Me preguntó ella con incomodidad evidente. Entendía que ella se sintiese nerviosa, pues mi mirada jamás se despegaba de ella. Extendí mi mano para tomar la pequeña bolsa que casi siempre cargaba conmigo y de ella saque el teléfono celular de Oriana Oster.
—Su marido fue muy considerado al darnos esto, desgraciadamente el aparato tiene contraseña y quisiera saber si de casualidad usted sabría la clave de su hija — Los ojos marrones de la mujer brillaron en cuanto mencionar aquello. La señora Oster me extendió su mano derecha en una clara señal de que se lo diera.
—Una semana antes la vi colocando su clave; si tenemos suerte ella no la habrá cambiando — Me dijo una vez que le di el aparato.
Mientas ella comenzaba a colocar la clave yo no pude evitar perderme en mis pensamientos. Simplemente no podía creer como después de mucho tiempo la suerte estaba de mi lado. Quise reír de alegría, pero eso no sería muy bien visto; además de que no quería festejar hasta estar segura de que la señora Oster en verdad sabía aquella infernal clave.
—¡Ya está!— Grito ella provocando que yo saliese de mis pensamientos. La mujer estaba muy feliz, aunque esa felicidad se esfumo tan pronto como llegó; pues la incertidumbre se hizo presenté en sus facciones.
Sus ojos marrones dejaron de mirarme para prestarle atención al aparato que estaba sobre la palma de su mano. En estos momentos quisiera tener el poder de leer mentes, ya que la señora Oster no hablaba, solo se dedicaba a mirar el teléfono celular con una expresión de confusión mezclada con alegría y tristeza. Jamás fui una persona que se pudiese considerar paciente, en realidad yo era todo lo contrario. Pero en estos momentos yo no me atrevía a interrumpir los pensamientos de la mujer rubia, pese a que estaba comenzando a exasperarme. Los segundos pasaban y yo contaba cada uno de ellos en mi mente mientras que mis ojos no se despegaban de la señora Oster.
—¿Qué espera encontrar aquí? — Me dijo ella en tono suave, aunque no se molesto en apartar la mirada del aparato para mirarme a mi. Mi mente dejo de contar en cuanto llegue al segundo setenta y me obligue a responderle.
—Usted me dijo que su hija no acostumbraba a salir. Digame señora Oster, ¿no le parece sospechoso que ella quisiese salir el día en que se cumplía un año de la desaparición de Natalie Evans? — Los ojos marrones de la mujer por fin se dignaron a mirarme. La mirada de ella se encontraba llena de confusión pues parecía no entender lo que decía. Juro que quise colocar mis ojos en blanco pero me contuve.
Me coloque de pie y rodee el escritorio para colocarme al lado de la mujer rubia. Ella giro su rostro para no perderme de vista, le dedique una media sonrisa haciendo que ella me mirase más confundida aún.
—A su hija la molestaban en el colegio, lo cual me hace suponer que no tenía muchos amigos por no querer decir que ninguno. El hecho de que ella se mostrara tan insistente en querer salir solo me hace creer que se quedo de ver con alguien; en pocas palabras la última persona que la vio antes de desaparecer, y tengo razones para tomar como sospechoso a esa persona — Terminé de decir. Espere a ver una reacción en ella pero nada llegaba, su mirada se quedo pasmada en algún punto de la habitación mientras que su respiración comenzaba a acelerarse cada vez más.
Los nervios se apoderaban de mi cuerpo una vez más. Quise salir del lugar y pararme en la carretera esperando a que un coche pasase y me arrollará. Cerré mis ojos intentando que con esa acción mi frustración desapareciera; estuve a punto de conseguir aquello pero los sollozos de la señora Oster acabaron con la poca paciencia que me quedaba.
—Nunca consideré esa opción — La escuche decir. Abrí lentamente mis ojos y me tope con que ella estaba frente a mi. Había dejado el asiento para colocarse de pie. Me extendió el teléfono celular ya sin clave. Tome aquel aparato y entre al registro de llamadas.
La última llamada era justamente a la persona en la cual tenía mis sorpresas. Mantuve mi vista lo más fría que pude y coloque el aparato sobre mi escritorio.
—Sus ojos azules ya de por si generan nervios, con esa expresión no me ayuda a controlarme señorita Britt — Dijo la mujer. Yo tome aire y después lo solté de manera lenta; este día estaba siendo muy productivo, demasiado quizás. No todo podía salirme perfecto, estaba segura de que en algún momento las cosas volverían a complicarse y por más que intentaba apartar esa idea de mi mente, simplemente no desaparecía.
—Señora Oster. Debo suponer que usted no sabía de la relación amistosa que llevaba su hija con Brooke Willson — la mujer negó repetidas veces —. La señorita Willson era la mejor amiga de la señorita Natalie Evans y cuando ella desapareció Brooke se volvió muy cercana a su hija. Debo decir que es algo muy sospechoso, desgraciadamente no tenía nada que logrará incriminarla. Gracias a usted y su marido tengo el pretexto perfecto para volverla a interrogar, esta vez de manera más profunda.
—Quisiera ir con usted. También tengo muchas preguntas — Dijo ella. Lo medite por unos segundos, no sabía que responder. Me gusta trabajar sola, bueno también con Azael; pero si Andrea Oster me acompañaba saldría de mi zona de confort.
La rubia tenía muchas preguntas con respecto a su hija, lo entiendo. Pero también soy consciente de que ella podría atrasar la investigación gracias al sentimentalismo y eso era algo que no podía permitir.
—Yo le avisare el día en que iremos — Le dije. Me forcé a dedicarle una sonrisa para que ella no sospechara; aunque supongo que fue inútil ya que pude ver como pasaba saliva y apartaba su mirada de la mía.
—No debe mentirme. Podrá forzar las sonrisas que quiera pero sus ojos son muy expresivos. Si prefiere asistir solo con su compañero yo la comprendo; solo espero y me diga cualquier avance —La señora Oster no me dio tiempo a responderle. Tan pronto como dijo esas palabras salió del lugar dejándome sola.
Recargue mi peso contra el escritorio y solté un suspiro. Reconozco que me había pasado, ella solo quería respuestas con respecto a su hija y yo la privaba.
—Por otra parte ella no quiso dar declaraciones antes. Si estuvo aquí fue porque la busque — Dije en voz baja.
—¿A quien buscaste? — Sin poder evitarlo un grito salió de mis labios al escuchar la voz masculina de mi compañero. Mis reflejos actuaron por si solos, tome la primer cosa que estuvo a mi alcance, la cual resultó ser una engrapadora; y se la lance.
Por suerte Azael logró esquivarla pero eso no evitó que me mirara con cierto enojo. Decir que la mirada que me dirigió logró intimidarme era quedarme corta, obviamente no le demostré miedo y con el pasar de los segundos su mirada de odio se convirtió en una llena de gracia.
—Si sigues golpeando mi hermoso rostro terminaré igual de feo que tú — Puse mis ojos en blanco al escucharlo y me límite a observarlo. No era muy común verlo con ropa casual, casi siempre portaba traje.
—¿Qué te dijeron los Evans? — Le pregunte después de un par de segundos. Azael soltó un suspiro pesado para después caminar hasta la silla que con anterioridad ocupaba la señora Oster.
—Ambos se alteraron. Recuerda que el caso de su hija se cerro debido a que Samuels la dio por muerta; en pocas palabras, ellos nos odian — Dijo mi compañero mientras se sentaba. Por mi parte solo atine a cerrar mi mano en un puño; pude sentir como mis uñas se clavaban en la piel de mi palma, dolía pero mi desesperación era más.
—Debemos volver al domicilio de la señorita Willson — Dije en un suspiro. Azael arqueo su fina ceja mientras se mordía el labio inferior; le hacía gracia verme desesperada.
—Si te sigues burlando de mi en tu estúpidamente, mi puño acabara en tu estúpida cara — Le dije. Él solo se limitó a alzar ambas manos en señal de paz haciéndome soltar un bufido.
—Siempre me pierdo de cosas interesantes. ¿Por qué iremos de nuevo con Brooke Willson? — Preguntó.
No quería decirle que la señora Oster había estado en mi oficina debido a que yo la fui a buscar; ya que el se enteraría que le mentí y mi compañero es el rey del drama. Desgraciadamente no tenía otra opción.
—Andrea Oster estuvo aquí — Los ojos de Azael se abrieron con evidente sorpresa, sin embargo no dijo nada; estaba esperando a que yo terminase de contarle todo—. Pude hablar con ella y accedió a venir hoy para desbloquear el teléfono de su hija, por suerte supo su clave. Entre al registro de llamadas y me encontré con Brooke W es obvio de quien se trata.
—Entiendo tu desconfianza hacía Brooke Willson pero ¿no crees que necesitamos más que una simple llamada? Digo, no creo que ella pusiese secuestrar a ambas chicas — Hice una mueca de frustración al escucharlo.
—En primer lugar yo no estaba enterada de su amistad con ambas desaparecidas, el idiota de mi compañero me lo dijo. En segundo lugar, yo no dije que ella las secuestro, simplemente creo que podría saber quien lo hizo. Otra de las cosas que me hacen sospechar de mi teoría es que la señora Oster me dijo que Oriana no era una persona que acostumbrase a salir, ¿no te parece ni un poco extraño que decidiese salir justo ese día? Lo peor de todo es que con la última persona que se comunicó fue con la señorita Willson —Explique. La cara que en esos momentos tenía Azael me hubiese divertido en otras circunstancias, pero en estos momentos solo me daban ganas de abofetearlo.
Cuando por fin pareció entender mis palabras se puso de pie y camino hacia la puerta.
—Bien, vayamos a interrogar a esa chica… De nuevo— Dijo él. Sin siquiera esperarme salió de la oficina, no pude evitar virar mis ojos para después seguir el mismo camino que Azael.
Natalie Evans
Aún no podía creerme que estaba fuera de aquella horrible habitación. Mis emociones se encontraban mezcladas, pues por una parte me encontraba feliz de poder ver otra cosa que no fuesen las malditas paredes de color obscuro. Aunque por otra parte también sentía miedo, no logro comprender porque David decidió dejarnos libres; algo ocultaba ese hombre, un año conviviendo con el me bastaba para saber que detrás de esta libertad se escondía algo malo.
—La puerta principal esta cerrada — Dijo Oriana. Le dedique una mirada profunda dándole a entender que ya lo sabía, pues era lo más lógico pero ella con total esperanza pensó encontrar la puerta sin llave, algo estúpido pero que no podía reclamar.
—El lado positivo es que puedes ducharte cuando quieras — Le dije en un intento de hacerla reír; claro que falle pero al menos lo intente.
—Ni siquiera tenemos ropa limpia — Me respondió ella en un susurro, de hecho fue un milagro que pudiese escucharla. Comencé a caminar hasta el sofá con Oriana siguiéndome el paso.
—Bien, descansaremos las piernas por un par de minutos y después Investigaremos en las habitaciones. Debe de haber algo entretenido o interesante por algún lugar — La rubia de ojos marrones asintió de acuerdo a lo dicho por mi. Ambas tomamos asiento y nos quedamos viendo un punto en específico de la pared.
Algo malo pasaría, de eso estoy segura. Solo espero que sea lo que sea, no pase demasiado pronto. Necesitaba un descanso de los problemas y malas noticias.
—Sabes que odio estar mucho tiempo en silencio — Dijo Oriana cortando mi momento de paz. No pude evitar colocar la palma de mi mano sobre mi frente y comenzar a golpearme suavemente.
—Y tú sabes que odio cuando interrumpen mis pensamientos, pero aún así lo haces — Contraataque y ella soltó una risita nerviosa. De reojo pude ver como ella jugaba con sus manos, algo que ambas teníamos en común cuando estábamos nerviosas.
—Juguemos a las diez preguntas, aun no te conozco suficiente y esta es una oportunidad para hacerlo— Me dijo. Sabía que por más que me negará a jugar, ella insistiría; así que soltando un suspiro me puse de pie. Oriana me miro confundida así que me apresure a explicarle.
—Jugaremos mientras investigamos este lugar — Ella asintió y al igual que yo se puso de pie. Comenzamos a recorrer el largo pasillo.
—¿Color favorito? — Escuche que me preguntó. Abrí la primer puerta del lado izquierdo topándome con un pequeño cuarto de baño.
—Azul — Respondí mientras cerraba la puerta y me dirigía a la del lado derecho —. ¿El tuyo?
—Negro — Me dijo ella mientras entrábamos a la segunda habitación. La miré con cierta sorpresa para después dirigir mi atención a donde estábamos.
Las paredes estaban pintadas de un horrible color rosa y había varios posters en ellas. Sin duda esa habitación era de alguien menor, era casi imposible que alguien como David le gustara dormir en un lugar tan infantil como este; aunque ese hombre estaba enfermo y ya no extrañaría en él.
Mi mirada se topo con la de un oso de peluche al cual le faltaba el ojo izquierdo, algo que sin duda nadie quisiese ver antes de dormir.
—Natalie — Miré a Oriana la cual me llamo, pero ella ni siquiera me estaba mirando a mi. Tenía un pequeños portarretratos en sus manos.
Cuando estuve lo suficiente cerca para ver la foto me quede estática. En ella había una adolescente que apostaba no pasaba de los quince años; al lado derecho de ella se encontraba una mujer de ojos color verde y por fin del lado izquierdo de la niña se encontraba nuestro querido David. Aquella foto no me hubiese alarmado, ni siquiera de ver la sonrisa de aquel hombre que era nuestro secuestrador.
Lo que logro preocuparle fue el hecho de que si comparábamos a Oriana Oster con la niña de la foto, ambas eran prácticamente iguales; el color de cabello y de ojos era el mismo, inclusive la altura era similar; al parecer lo único diferente en ellas era la edad. Por si eso fuese poco, la mirada de terror que me dirigió Oriana me dio a entender que ella también encontró cierto parecido entre la mujer de la foto y yo.
Las náuseas comenzaron a hacer acto de presencia en mi. No sabía quienes eran ellas, ya que había dos posibilidades sobre quienes eran. Igual, ya no estaba tan segura de querer seguir investigando y apostaba todo mi ego a que Oriana había olvidado el estúpidos juego de preguntas.
Para muchos podía ser una exageración nuestras reacciones, pero lo cierto es que estaba intranquila y yo no me ponía así por cualquier cosa.
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