Sobre acentos y apodos
Disclaimer: Hetalia y sus personajes pertenecen a Hidekaz Himaruya. LatinHetalia y sus personajes pertenecen a LiveJournal. Imagen by satsuki shi.
Advertencias: Algo de OoC. Chilenismos. Vida liceana masculina (?) Insinuaciones de salseo...creo.
Notas de la autora: Sé que debería continuar mi fanfic ArgChi en vez de hacer este tipo de cosas, pero la idea me engatusó mientras buscaba imaginación...al final, la mezcla de conversaciones con amigos que van en liceos de hombres y demás, tuvieron como resultado...esto.
De todas formas, me divertí escribiéndolo 8)
...
Manuel nunca había sido ni quería ser de los chicos huecos lanzados. Que ven un buen trasero, una cara bonita y no pueden esperar un momento para comenzar a coquetear. O al menos esa era la imagen que tenía, gracias a algunos de sus compañeros de curso.
No, él era mucho más sutil... si por sutil nos referimos a que nunca había intentado algo ligeramente romántico con alguien que no fuera su almohada mientras veía películas de Disney.
Deberían hacer un reality con su patética vida. "Cómo ser fleto no confeso en un liceo de hombres y no morir en el intento." La serie trataría de cómo evitar que te toquen el trasero como si nada y tratar de no estar más nervioso que un chico hetero. MUCHO más nervioso. Así que no encontraba mejor manera de zafarse de eso que lanzándole un charchazo al suicida que se atrevía a meterle mano.
Porque en sí, la vida en un liceo de hombres era... dura. Webeo a mil.
Especialmente para Manuel, quien aún estaba de vacaciones en Narnia porque no tenía el valor para salir del closet. Era bastante piola en ese aspecto, incluso algunos de sus compañeros lo tildaban de ser un poco homofóbico. ¡Nada más alejado de la verdad para esa pobre cosita fleta!
Incluso envidiaba a algunos de los chicos de la escuela, por ejemplo al Seba y al Luciano, que no tenían vergüenza de tomarse de la mano en el patio. Cosa que ya no hacían, desde que el inspector los amenazó luego de pillarlos métale comiéndose en el baño. "Y más cosas" decían los rumores. Y pensar que Manuel creía que solo a las minas les gustaba sapear...
O el Martín... ¡pero es que el Martín era un caso aparte! Ya era común escuchar en modo de broma un "Martín, weón, me estai haciendo dudar de mi heterosexualidad" por parte de alguno de sus amigos. Incluso los inspectores le decían el "Junior Playboy" de cariño.
Manuel, en contra de su voluntad, también había caído en sus encantos... pero es que no podía contra ese pelo rubio... esos ojos verdes... y ese acentito que le hacía tener adsadas en la guata cuando decía su nombre. Hacía que puteara al argentino ese por ser más rico que el pan con palta. ¡Lo peor!... ni siquiera podía ser de esos que borrachos se atrevían a pedirle un piquito. Oh no... Manuel no pensaba arriesgarse a eso, así que mejor evitaba cualquier carrete donde estuviera el rucio.
Por eso, el día que el profe de inglés los obligó a trabajar en pareja, Manuel estaba cruzando los dedos por debajo de la mesa, rezándole a la virgencita para que no le tocara con el Martín o posiblemente iba a terminar el día pareciendo una colegiala japonesa enamorada al estilo anime. Con corazones en las pupilas y weas.
Pero es que el profe no pudo pedir un trabajo más homosexual... había que buscar una canción en inglés y cantarla. Cuanta mariconería junta en solo dos horas pedagógicas. Aunque era de esperarse, cuando se llevan tantos años trabajando con niños que gritan todos los días y tienen las hormonas vueltas locas... copiar el concepto de una serie gringa cualquiera, o una novela juvenil de internet, deja de parecer tan mala idea.
Puta la wea... no podía creer que pensara todas esas mariconadas. Él no era así. Y es que realmente... en el fondo de su corazoncito de pendejo chileno... Él no es así y punto.
Fuera de su orientación sexual todo el mundo ha visto a Manuel como el típico niño serio y gruñón, que gusta de lanzar chuchás...
¡Ah! pero cuando lo conoces...
Sigue siendo un sujeto serio, gruñón, pesao', que lanza chuchás, pero en el fondo es tela y buena gente. O eso es lo que han dicho... aún hay varios de sus amigos que esperan ansiosos el día en que Manuel sonría sin parecer que le han inyectado un litro de botox... dicen, por lo fingida que parecen esas curvas en sus labios.
Y es que en secreto –no todo el mundo lo sabe- muchos le dicen el grumpy cat. De hecho, un graciosito del curso bueno en Photoshop editó una imagen de su rostro sobre la del gato que fue icono del whatsapp del curso por 3 meses y medio. Bueno... hasta que se cambió por una del profe disfrazado de gatúbela para las alianzas.
—Hernández con Rodríguez —.Se escuchó un "¡Huuuuuy!" grupal por parte del curso, mientras el Martín, esa perso' que tenía, se levantaba de su puesto, para arrodillarse ante el otro sujeto y pedirle con una mano en el corazón y tratando de imitar el acento chileno "Si amablemente quisieras ser mi pareja en este trabajo culiao'."
Todo terminó con el profe echándolo de la sala... por segunda vez en la semana... y era lunes.
A pesar de tener la mirada clavada en su cuaderno –lleno de penes por todas partes, gracias a sus amigos- Manuel no pudo evitar esbozar una mueca de disgusto. Igual le daba un poco de envidia...
—¡González! — Gritó el profesor, como queriendo llamar nuevamente la atención del curso. Cosa que no funcionó.
—¡Presente! Ah no... chucha...
Las carcajadas no se hicieron esperar por parte de los otros y uno que otro le gritó "aweonao". Manuel esperaba empezar esta semana sin ese pequeño tropiezo suyo. Bastó una mirada fulminante de aquel enano amargado para que las burlas cesaran por completo. Puede que fuera más bajo que la estatura promedio de su curso, pero el desgraciado era capaz de dejar viendo estrellas hasta a los más maceteados de su curso.
"Manu, sos una gatita rabiosa." Le comentó el argentino, después de que el más bajo le asestara un golpe en la cara luego de que le agarrara el poto en la "party" de las alianzas. Manuel a veces se arrepentía de eso... pero luego recordaba que fue en medio del patio y solo por una puta apuesta, entonces y solo entonces, dejaba de sentir pena por dejarle el ojo morado por una semana.
—¡Avíspese, González! Le decía que su compañero es Kirkland —. Una vez terminó de decir esto, todas las miradas se fijaron el chico rubio y cejón que había llegado con el inicio del segundo semestre. No hablaba mucho, pero tenía sus amistades con los de cuarto medio. Era de esos tipos que pasan piola la mayoría del tiempo. Aunque los primeros días todos lo acosaron con peticiones de enseñarle a echar garabatos y el pobre quedó tan colapsado que prácticamente no hablaba en clase, ya.
Una vez el profesor terminó de decir las parejas, todos se acomodaron. Incluso los dejó salir al patio, era la última hora y seguramente lo que quería hacer era ventilar la sala.
Arthur se dirigió a la biblioteca sin decir una palabra, con Manuel como el perkin más grande del mundo, quien lo siguió sin chistar. Se sentaron en una de las mesas más alejadas de la entrada, ya que toda la peladumbre que armaban las bibliotecarias era demasiado molesta.
Manuel estaba preparándose mentalmente para romper el hielo, pero el contrario fue más rápido.
—Well, Manuel... I'm very lucky , I really... oh, sorry —. El inglés carraspeó, mientras apartaba la mirada. Una torpeza suya, sus amigos de cuarto lo habían acostumbrado a hablar en su idioma natal "con confianza." — Fue un lapsus, una descortesía mía... a veces olvido que ya no estoy en Inglaterra. El punto es que me alivia saber que no me tocó con algunos de esos simios...oh, si disculpas mi vocabulario, por supuest... ¿estás prestando atención, Manuel? Manuel... Are you listening to me?~
Pero Manuel ya no le escuchaba. Ese acento británico tan marcado lo había hecho tocar el quinto cielo. Tal y como su hermana le había comentado, Manuel tenía un gusto insano por los acentos y ese chico británico había dado en el clavo. Sentía que se derretía con cada palabra, de la manera más enfermamente homosexual posible. ¿Quién lo diría? Era su oportunidad para entablar una linda amistad con el tipo nuevo y no podía dejar de sentir sus piernas temblar, víctima de la emoción de escucharlo decir su nombre de esa manera tan... ¿rica?
Se sentía como en esas películas gringas, cuando la tipa nerd es noticeada por el chico popular. Lo que reafirmaba que Manuel no solo era una mariposita gay, sino que también tenía un alma de muerde-almohadas que nadie le quitaría.
Cuando bajó los pies a tierra, tuvo que luchar contra la terrible vergüenza de ser observado por Arthur tan de cerca, quien seguramente se había preocupado por la "ausencia" del chico.
—Lo siento...-Susurró Manuel, mientras sentía el rubor de sus mejillas prenderse más. Se sentía tan estúpidamente ridículo que no pudo evitar arrugar el gesto.
—¿Escuchaste lo que dije?...—Preguntó el rubio, con cierto temor de escuchar que en realidad ese castaño ignoraba al aburrido cejotas y estirado extranjero.
—No...—Admitió Manuel, mientras juntaba las manos sobre su mesa. De un momento a otro, aparte de ridículo se sentía la peor persona del mundo. —Es que... aah...esto es muy tonto, pero pensaba en que es bakan como pronuncias mi nombre, como que... no sé. — "asdadasda" era la palabra que buscaba Manuel, aunque ni siquiera era una palabra... ni siquiera sabía si lo pronunciaba bien.
Arthur se sonrojó levemente, para luego soltar una animosa risa, dándole algunas palmaditas en la cabeza a ese tipo chileno. La sinceridad de Manuel lo enternecía.
Es que era como el típico protagonista cliché de las novelas homoéroticas que le prestaba su amigo Francis. Porque, ¿para qué mentir? Arthur también era cien por ciento homo, sólo que su forma de actuar era fácilmente confundida por un "no es gay, así son los europeos." Y el inglés reía al pensar sus reacciones si supieran que él había sido el macho con pelo en pecho en todas las relaciones que tuvo en Inglaterra.
Además, no iba a engañarse. El chiquillo Manuel tenía su encanto. Tal vez no fuera el más lindo, ni siquiera era sexy, pero tenía ese no-se-qué en su risa y su sonrisa, que hacían que la idea de volverse un poco más "cercanos" no incomodara del todo a Arthur.
¿Quién sabe? Quizás entre todos esos simios encontró a su princesa... no, esperen. Esa fue una horrible y estúpida metáfora. ¿Pero que más se puede esperar de un chico que sigue creyendo en los cuentos de hadas, con princesas y dragones?
Continuaron hablando largamente, incluso hasta que llegó el recreo ambos buscaron sentarse juntos en algún lugar de la cancha. Mientras todos los que pasaban cerca se sorprendían acerca de la actitud de perra pasiva que tenía Manuel cada vez que el inglés hablaba en... inglés.
Su hermana tenía razón, Manuel tenía un fetiche raro por los acentos.
O sea, se ponía rojito y se reía bajito y agudo. Si no hacían comentarios en voz alta, es porque temían terminar con una extremidad menos. Así que preferían pensar, que simplemente eran dos chicos absolutamente hetero que se llevaban muy bien... demasiado bien.
Tal cual ese tipo de crush amistoso que hace dudar de su orientación. Donde crees que una persona es la adecuada para el webeo.
Todos pensaban que estaba bien y que tal vez así, Manuel dejara de ser el eterno Grinch que siempre era...
O bueno, casi todos.
A varios metros de distancia, otro rubio con otro acento muy marcado hacía rechinar los dientes mientras veía como su flaquito andaba en las nubes hablando con el inglés ese... inglés.
Claro, nunca hablaba con Manuel por su conocido "no me toquí', "fleto culiao", pero gracias a esa carita tan bonita, esa personalidad tan mierdosamente adorable y ese traserito tan manoseable, lo tenía en su mira desde hace varios meses.
Era adorable y peligroso como un gatito bebé, de esos con garritas súper-afiladas.
Por lo cual, el hecho de que de la nada llegara ese inglesito que habla bonito a robarle sonrisas como las que él buscaba de su gatito amargado.
Ah, no.
Eso sí que no.
Tendría que soportar la venganza del poderoso, groso y sensual y todo lo posiblemente suculento... Tincho Hernández.
Porque para ganar el corazón –y otras cosas- de un gatito, se acababa de desatar una pelea entre un caballero inglés y un junior playboy, ambos con también un fetiche muy particular por las caras adorables y los caracteres difíciles.
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