Soberbio

Ya han pasado tres años desde que el amor de mi vida tomó sus maletas y se fue de nuestro hogar.

Lo busqué, claro que lo hice, pero no me anime a acercarme, no cuando estaba muy contento junto a ese sujeto.

Lo vi sonreír como cuando éramos novios.

Se había enamorado nuevamente.

Él está viviendo una vida muy feliz, mientras que yo estoy ahogándome en la depresión que me diagnosticaron.

Desde aquel momento que puso un pie fuera de la casa para nunca más volver, ya nada es igual y yo no soy el mismo.

Hay días en los que no puedo siquiera dormir.

Mis noches no tienen luna, son oscuras y amargas.

Aún me sigue doliendo la forma en que terminó nuestra hermosa relación. Había empezado de una forma tan bonita y tuvo un final tan triste.

Constantemente creía que lo nuestro sería un "felices para siempre" como los cuentos que me contaban de niño.

En esta historia que narro el príncipe se marcha.

Por creerlo mío, hoy no es mío.

Tenía razón al decirme que era un soberbio de mierda, siempre la tuvo.

Un soberbio rendido.

Sin su amor yo ya no puedo continuar.

Ahora entiendo que el amor no tiene precio.

Con fama ni dinero, siquiera no lo puedo comprar.

Al recordarlo mis lágrimas y angustia nunca tardan en salir a la luz.

En el suelo abatido, se alejó y ya no quiere regresar.

En estos momentos me encontraba acostado en la comodidad de mi cama- a cual compartía con mi consorte-, pensando en Jungkook y rememorando todo acerca de él, su sonrisa, cuando fruncía su ceño, como su naricita se arrugaba cuando le desagrada algo, sus grandes ojos estrellados, su preciosa risa y aquel llanto que mayormente era provocado por mi culpa.

— Por dios, Seokjin, ¿qué te ha pasado? Te ves de la mierda— esa voz me sacó de mi ensoñación.

— Gracias, Hoseok, me alegro que estés bien— le contesté de forma sarcástica, mi voz salió ronca.

— Levántate y ve a bañarte— dijo mientras estiraba mi brazo para que esté de pie.— ¿Hace cuánto que no te tomas una ducha? ¿Dos semanas?

— ¿Con qué necesidad? Déjame en paz— fue lo último que le dije antes de dirigirme hacia la heladera y tomar otra cerveza.

Pensé que me dejaría tranquilo por unos minutos, cosa que no sucedió porque me siguió hasta la cocina quejándose del aspecto de la casa y la mía.

— Lo único que tienes que tomar es un baño en vez de cerveza, lo primero te hace mucha falta. Realmente apestas— habló, pero yo no tenía la paciencia de seguir escuchándolo.

— Sino te agrada lárgate— le dije bruscamente.— No te he llamado en ningún momento. Vete.

Me miró dolido.

— Sé que no has pedido mi ayuda, pero es lo que quiero hacer. Tómala, por favor.

— Vete.

Yo no necesito ningún tipo de ayuda. Yo necesito a Jungkook.

— No me iré hasta que te vea, al menos, bañado y afeitado. Aparte traje comida y no podré comer todo esto solo— y al final me dedicó una sonrisa, como si yo nunca lo hubiese echado.

— ¿Por qué mierda tienes esta obsesión en ayudarme?— mi voz se elevó.— No eres nada mío. Yo no soy nada tuyo. ¡Basta!

— ¡Sé que no soy nada tuyo!— el tono de voz de ambos estaba en el mismo nivel.— No hace falta que lo remarques. Te brindo mi ayuda porque no soporto verte así. Ahora no pareces ni la mitad del hombre magnate que he conocido. No puedes dejar que una ruptura te arruine. Puede ser que lo ames como a nadie, pero trata de olvidar. Ese dolor se irá con el tiempo y encontrarás a alguien que termine de acomodar ese corazón tan bonito que te cargas.

Con lo último que dijo, hizo que llorara fuertemente, pero mi cuerpo se sentía libre, así que caí de rodillas frente a él, mientras que mis manos cubrían mi rostro. Luego sentí unos brazos envolverme.

Después de tomarme un baño, ayudé a Hoseok a limpiar la casa y a cocinar.

Pasé una tarde agradable, pero había llegado la hora de que él se tenía que ir.

— Adiós, señor Kim— dijo para luego dirigirse a la puerta que daba a la calle. Me causa gracia que ahora me trate de usted.— No se olvide de cerrar con llaves su casa. Puede ser peligroso.

— Está bien, Hoseok. Gracias.

Tomó la manija de la puerta y desapareció. Volví a quedarme solo en esta gigantesca casa.

Tengo 10 carros de lujo y un alma en pena.

Un palacio con todo menos el rey.

Y el portón abierto por si quiere volver.

Había pasado un año desde ese día, Hoseok y yo nos empezamos a relacionar más allá de lo profesional, una bonita amistad se podría decir. Él se preocupó por mi salud más que cualquier pariente o amigos.

Hace once meses que voy a terapia, trabajando en mi depresión y tomando pastillas que me recetaron.

Hoseok se ocupa en que no me saltee tanto en mis comidas como en las sesiones. Cada vez que voy a casa y me encuentro con él cocinando, no puedo evitar tener un sentimiento cálido en mi pecho, ese sentimiento que no aparecía desde que mi Jungkookie se fue.

Mi hermoso Jungkookie. El amor que le tengo nada ni nadie podrá quitármelo, pero estoy aprendiendo a vivir sin él, por más dolorosa que sea. El precioso y noble corazón de mi cielo, ya no es mío.

Hoy era miércoles, Hoseok estaba preparando una deliciosa comida, aunque no sabía que era lo que cocinaba su aroma lo delataba.

— Seokjin, encontré este saco escondido y te quería preguntar si te sirve o lo tiro— habló, viniendo de la cocina con ese saco en sus brazos.

Sentí que mi corazón se saldría de mi pecho al verlo nuevamente.

Apenas lo tuve en mis brazos de vuelta hurgue sus bolsillos y me encontré con aquella nota.

— ¿Qué es?— me preguntó Hoseok, viendo con curiosidad el papel en mis manos.

— Ven, sentémonos y te lo diré.

Tomamos asiento en el sillón que estaba enfrente del televisor.

— Esta carta es de Jungkook— comencé.— Me la dejó el día que se fue. El día en que lo perdí completamente.

— Oh...— fue lo único que contestó, pero sus ojitos curiosos se dirigieron a la carta.

— Quieres saber lo que dice, ¿verdad?— le dije con seguridad— Ten, léela.

Tomó con cuidado el papel, sus pupilas leyeron detenidamente cada párrafo y yo leía su expresión.

— Realmente quiero golpearte y muy fuerte— dijo, devolviéndome la carta. Yo solo le di una risa apagada como respuesta.

— Sí, lo merezco— murmuré.— Me di cuenta tarde de la mierda que era. Yo iba a cambiar, Hoseok, realmente lo iba a hacer. Tenía planeado irme lejos con él. Empezar de cero y dejar todo atrás...

— Pero cuando estabas por dar ese gran cambio, Jungkook, ya había tomado sus maletas— terminó por decir.

Se instaló un silencio en la sala, que al parecer a Hoseok le resultó incómodo por lo que dijo lo siguiente:

— Tengo que ver la comida, permiso— se levantó y se fue.

Yo me quedé con la carta entre mis manos, con la mente en blanco.

Había algo dentro de mí que me inquietaba, queriendo que prenda a toda costa ese televisor. Lo hice, estaba en el canal de noticias, policiales para ser más específico, ya que no veía nada más que eso.

Palidecí al ver la noticia que brindaban. Pestañee varias veces para saber que lo que veía era real y no una pesadilla.

Lo último que llegue a ver antes que me bajara la presión fue una casa desconocida para mí y dos nombres.

Jeon Jungkook y Kim Taehyung.

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