✿Death✿
♡Donde los humanos y los dioses son impotentes ante la injusticia de la muerte.♡
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Thor/Lubu
-Thor está muerto.-
Era absurdo, paradójico. Una deidad acababa de perder la vida en circunstancias que aún estaban por esclarecer.
Cuando Lubu escuchó la noticia, se quedó inmóvil, sin decir ni hacer nada más que dejar caer su lanza al suelo. Incluso el propio Chen había permanecido en un sacrílego silencio ante tal muestra de dolor.
Un guerrero que dejó caer el arma que lo representa en la batalla, con la que ha formado un fuerte vínculo, si no en su lecho de muerte definitivamente debe haber perdido algo sumamente importante.
Chen todavía miraba el punto donde ese soldado al servicio de los dioses se habíaido unos minutos antes. Era extraño que no hubieran enviado a Hermes para advertirles, pero en un momento como este no podía haber lugar para preguntas.
-Mi señor...- la garganta de Chen estaba seca, no sabía cómo continuar ese discurso que en su mente debería haber sido un consuelo.
Se estremeció al ver que Lubu apretaba los puños con fuerza y se clavaba las uñas en las palmas de las manos hasta que sangraban. Su rostro estaba contraído por la ira, y la necesidad de destruir todo a su alrededor era inevitable para su capitán, y Chen lo entendió.
-Tengo que averiguar quién lo hizo.- esas palabras no fueron tan frías como el cristal, pero definitivamente peores y de gran impacto: era una verdadera amenaza de muerte.
Una muerte a la que cualquiera que se atreviera a matar a Thor no habría dejado escapatoria.
-Si el hijo está muerto, muy probablemente también ese dios con el ojo vendado no se quedará quieto, sin hacer nada...-
Tal vez mencionar a Odin no había sido una gran idea, porque los ojos de Lubu parecían oscurecerse aún más por el vacío que seguía sintiendo en su pecho.
-No lo dejaré. Incluso si fuera su hijo, esta derecho pertenece a mí. Encontraré a ese pedazo de mierda y le sacaré las tripas del estómago.-
Chen retrocedió, pensando instintivamente que nunca querría estar en el lugar de este presunto perpetrador.
Cuando Lubu comenzó a alejarse, apenas podía pensar en algo que no pudiera ser una pregunta sin respuesta.
¿Cómo pudo pasar esto?
Thor, el dios del trueno, una de las deidades más fuertes del panteón nórdico que se dejó matar por un culpable de identidad desconocida.
Lubu apretó los dientes, tan fuerte que hizo un ruido molesto.
A estas alturas era un guerrero lleno de ira y deseos de venganza, quien hubiera intentado detenerlo no habría estado destinado a un final agradable.
Porque debido a uno de los pocos días que no había estado en su compañía, la había perdido. Su razón de vivir.
El que lo instó a hacer gala de toda su fuerza, a soportar enfrentamientos que podrían haber durado una eternidad.
La eternidad negada tanto para él como para Thor.
Y ahora que solo quedaban recuerdos de Thor, Lubu era un cascarón vacío cuya venganza le esperaba legítimamente. Incluso si eso no pudiera curar la herida mortal que permitió que su corazón sangrara por el inmenso sufrimiento.
Sin Thor, el aburrimiento y la apatía habrían vuelto a cubrir sus días. Con mayor intensidad que en el pasado, un abismo de dolor que no hubiera hecho más que atormentarlo.
Adàn/Eva
-Adán, trata de resistir...-
Eva no soltó su mano ni por un solo momento.
Brunhilde, que estaba a su lado, tenía las manos entrelazadas y mantenía una mirada impasible frente a las lágrimas vertidas por la primera mujer de la humanidad y por la pequeña Geir que, totalmente abrumada por las emociones, se dejó llevar por unos sollozos.
-Es fuerte... ¡podrá recuperarse...!-
A pesar de la situación, Geir trató de dar valor a la pobre Eva. Era una pequeña guerrera y esto acababa de ser reconocido: Eva le había sonreído entre lágrimas con gratitud, necesitando un consuelo.
-Muchas gracias, querida Geir... sé que Adàn siempre ha sido fuerte, sé que esta vez también podrá recuperarse, pero este choque...- contuvo la respiración: -... fue devastador. Para todo el mundo.-
Eva nunca podría haber creído que el Padre de los Dioses pudiera ser tan despiadado en la batalla. Era muy fuerte, y su Adan había sido digno de desafiar esa fuerza de frente, pero evidentemente no había sido suficiente.
En una cama, en el limbo entre la vida y la muerte y ciego, Adán no había dado señales de querer despertar durante casi una semana.
Independientemente de su estado, los dioses habían seguido desafiando a los Einherjar en Ragnarok y aún quedaba por decretar qué raza sería la ganadora del torneo.
"¿Pero realmente importa ahora que no estás aquí conmigo?"
No quería que Geir y Brunhilde sufrieran su propio dolor, pero las lágrimas se habían convertido en cascadas por sus mejillas, imposibles de detener.
Eva no notó de inmediato los pasos que se acercaban a ella, las manos perfectas que tomaban las suyas con extrema delicadeza.
Brunhilde se había arrodillado frente a ella, mirándola a los ojos con una actitud decidida, aunque la rubia sabía que eso era solo una fachada, una acción realizada para tratar de reunir coraje, de lo contrario esos ojos verdes no habrían brillado con tanta intensidad. mucho dolor.
-La responsabilidad es solo mía. Si no le hubiera dicho a Adán que participara, esto no hubiera pasado.- Brunhilde apretó su agarre, sin demasiada fuerza: -Pero no me arrepiento de haberlo elegido como uno de los trece Einherjar y uno de los defensores de la humanidad. Es un título que le queda bien incluso ahora.-
-¡Pero hermana-...!-
-Y te lo agradezco.- Eva le pidió perdón a Geir con una mirada, por haberla interrumpido: -Es lo que el hubiera querido; proteger a sus hijos. Y eso es lo que yo también quería.-
Levantándose después de un par de minutos de silencio, Eva se acercó a Adán, acariciando cuidadosamente su cabello.
-Que tengas dulces sueños, mi amor...-
Presionó sus labios contra su frente, incapaz de evitar que una lágrima cayera por ese rostro perfecto.
-Te esperare, no importa cuanto tenga que soportar antes de verte abrir los ojos de nuevo.-
Y así como Adán siempre se había asegurado de mantener su juramento, Eva hizo lo mismo por muchos otros días.
Hasta que una paloma joven cayó al suelo sin vida, abandonando a su pareja y anunciando así la partida del padre de la humanidad, que se había convertido en polvo verde en un cielo estrellado.
Poseidón/Sasaki
-¿Por qué tuvimos que llegar tan lejos?-
Kojiro nunca había sentido tanto dolor en su vida. Nunca hubiera creído en el pasado que entonces, en cualquier momento, se encontraría luchando con el mismísimo Poseidón.
Creía que habían podido hacerse amigos, no hace mucho tiempo, cuando todavía eran unos niños. No podía aceptar hacerle daño, y mucho menos levantar una de sus katanas hacia él, pero había sucedido.
En un corto espacio de tiempo se encontraron cubiertos de sangre, sus armas blandidas en señal de amenaza.
-Porque eres un tonto como siempre.- Poseidón escudriñó impasible a Kojiro, ocultando sin demasiado esfuerzo la ira que poco a poco lo consumía. Los sentimientos eran realmente un lastre.
-Nunca debiste convertirte en un semidiós, nos has creado demasiados problemas. ¿Y ahora realmente quieres darme la espalda para defender criaturas que conocerán la extinción sin importar el resultado?-
-No permitiré que tal cosa suceda. Con el Ragnarok, cuando la humanidad haya logrado su victoria, ustedes dioses tendrán que prometer cumplir su palabra y no lastimar a todas esas personas.-
-Como siempre tienes que preocuparte por los demás antes que por ti mismo.- si fuera una frase despectiva, quizás ni el mismo Poseidón lo supiera. Pero la ira y la traición eran sentimientos que no podían desvanecerse.
Kojiro ignoró sus palabras, suspirando y dejando de anticipar cada uno de sus movimientos: -¿Te disgusto tanto? Sabes que no quiero pelear contra ti.-
-Y sin embargo lo estás haciendo. Para defender a esos ineptos.-
-Si no los defiendo yo, ¿quién lo hará?-
Poseidón lo partió en dos con su mirada, tan intensamente que por unos segundos Kojiro había considerado que ese golpe invisible había sido real.
Los ojos azules de Poseidón ni siquiera brillaban con egoísmo o cualquier otro sentimiento repugnante que no hubiera sido la ira. Esa ira por primera vez en milenios era inevitable, imposible de mantener a raya.
-Nadie debería molestarse en defender a esos ignorantes seres humanos, y ustedes están desobedeciendo la voluntad de todos los dioses.-
-¿A la voluntad de todos los dioses o a la tuya?-
Cuando Kojiro vio que el tridente venía en su dirección, tuvo dificultades para seguir el ritmo de esos ataques resentidos.
Poseidón era demasiado orgulloso para darse cuenta de lo injusto que era el Ragnarok, y tratar de convencerlo de que no cometiera tanta crueldad era casi imposible.
-A mi voluntad.-
Poseidón nunca se había dejado abrumar por el arrepentimiento, una emoción que para él nunca había sido contemplada en lo más mínimo. Pero cuando las puntas afiladas de su tridente atravesaron por completo a Kojiro, esa fue una conciencia que no le permitió pensar en lo que acababa de hacer.
-Tú...-!-
Kojiro sintió que le fallaban las rodillas, sus labios se manchaban de sangre con cada tos que escapaba de su boca como el sonido de una campana chirriante.
-...P-Poseidón.-
Kojiro murmuró su nombre con dificultad, colocando una mano sobre la suya tan pronto como lo vio acercarse con el desconcierto evidente en su mirada - ¿Cuánto había cambiado desde el día en que se conocieron? ¿Por qué el destino tuvo que ser tan cruel?
-No pierdas el aliento, no en un momento así.- ordenó Poseidón, pero la perturbación que lo desgastaba por dentro era evidente.
"No hagas daño a la humanidad, protégela por mí. No dejes que tu orgullo te aleje de mí una vez más."
Quería pronunciar al menos una pequeña oración, pero simplemente no tenía la fuerza, como si todo se hubiera drenado de una sola vez.
Poseidón pareció intuir la gravedad de lo que estaba pasando - de lo que había hecho - pero el terror no dejaba de perseguirlo como un espíritu vengativo.
-...Kojiro, no puedes...-!-
Pero Kojiro solo le sonrió, sin resentimientos.
Incluso con el mar tormentoso, el espadachín se encargaría de calmar las olas incesantes y permanecer inmóvil en la habitación fría, incluso si fuera a arriesgar su vida por él.
-Tú paraste.-
Y sin desviar la atención de esos ojos que perdían la luz, Poseidón se dio cuenta de que había ganado.
Hércules/Jack
Hércules no conocía ningún atajo en este lugar desolado en el que se encontraba. Si intentaba avanzar, incluso intentar correr, le era imposible: era como si una fuerza abrumadora insistiera en empujarlo lejos de ese lugar.
Pero él no quería irse. Él no podría.
-Jack, ¡¿dónde estás?!- exclamó con todo el aliento que le quedaba en el cuerpo, pero todo esfuerzo parecía ser completamente inútil. No vio nada más que oscuridad, aunque tal vez-
Un determinado sonido de pasos comenzó a acercarse, sorprendiéndolo. Nunca había esperado ver aparecer tan repentinamente la razón principal de su angustia.
Jack, elegantemente vestido como siempre, lo miró con calma.
Se había detenido a unos metros de él y no parecía tener nada fuera de lugar, a pesar de que no llevaba guantes. La prueba del vínculo que había creado con Hlökk era como si nunca hubiera existido.
-¡Jack!-
Trató una vez más de acercarse a él, su corazón latía con fuerza en su pecho, pero todavía había algo que le impedía llegar a Jack.
-¿Me buscabas, mi querido dios?-
El asesino lo observaba con mucha paciencia, comportamiento que resultaba extravagante para el semidiós teniendo en cuenta lo que le había sucedido.
-Te he estado buscando por mucho, mucho tiempo...- comenzó, y cuando notó que Jack se había quedado en silencio, continuó: -Tenía miedo de no volver a verte.-
-Sin embargo lograste encontrarme y verme una vez más. ¿No te has preguntado cómo esto podría ser posible?-
-Hlökk me explicó todo. Me dijo lo que hiciste.-
A Hércules le resultó difícil recordar a su pequeña amiga tratando de contener las lágrimas mientras le explicaba que Jack le había dejado un último mensaje y que tendría que hacer pregustas a Brunhilde para obtener una explicación.
Pero nunca hubiera esperado... esto. ¿Jack realmente había destruido todos los lazos con respecto a la muerte para decirle sus últimas palabras, aunque fuera por un corto tiempo?
-Espero que lady Hlökk esté bien.- dijo Jack en un momento, con melancolía en sus ojos heterocromáticos: -Como puedes ver, mi alma no se ha desintegrado del todo. Aparentemente, romper los lazos con lady Hlökk antes de que muriera debe haber creado alguna incongruencia.-
-Es mi culpa.- Hércules lo miró detenidamente, sus ojos brillaban. Jack debió notarlo, porque su mirada se había tornado aún más melancólica: -Si hubieras luchado por la humanidad, no habrías muerto.-
-No creo que nada hubiera cambiado. Mi oponente pudo tomarme con la guardia baja y vencerme. Probablemente era inevitable.-
-Tenías que ganar. Y no evité tu muerte.-
Ver a Hércules en ese estado era un verdadero dolor, no podía soportarlo.
-Ser testigo de tu victoria fue suficiente para mí.- Jack tomó su mano y la besó suavemente. Sus labios eran fríos, casi invisibles: -Para esto debes seguir viviendo. Es egoísta de mi parte, pero esa es mi voluntad.-
Inmediatamente, Jack se secó una lágrima solitaria.
-I will always be by your side, my love.-
Hércules tenía una gran fe en Jack. Sabía que nunca rompería ninguna promesa que le preocupara.
Pero cuando lo vio desaparecer en sus brazos, Hércules deseó estar envuelto también en el abrazo de la Muerte.
Raiden/Thrud
-No deberías estar aquí.-
Thrud miró a Raiden con pánico en los ojos, visiblemente nerviosa. Su corazón latía con fuerza en su pecho y no entendía cómo su amado lograba mantener la calma en una situación como esta.
-No podía dejarte, lo sabes bien.- Raiden nunca había estado tan serio en toda su vida. Cuando estaba en su compañía, siempre trataba de calmarla en momentos como este, pero esta vez todo era diferente.
-Luchar contra todos esos dioses solo está fuera de discusión. No te daría la fuerza suficiente para permitirte ganar.-
-¿Qué estás diciendo?- Raiden la miró, como si no entendiera sus palabras: -Eres muy fuerte. Gracias a ti puedo manejar mis golpes y pelear como quiero, superando cualquier límite impuesto.-
-Podrías perder la vida por esto.-
-No si estarás a mi lado.-
¿Solo querían amarse, por qué su relación fue vista tan mal? Desde que Ragnarok había terminado, nada había vuelto a ser como antes; los seres humanos eran odiados con mayor entrega y muchos inocentes habían perdido la vida, envueltos en la crueldad de hombres y dioses incapaces de soportarse unos a otros.
Y tan pronto como se supo que una valquiria que deshonraba a los dioses estaba involucrada en una relacìon con el humano que había ayudado a luchar en el Ragnarok, las cosas se salieron de control. Pero Thrud sabía que esto era sólo un pobre pretexto para acabar con la vida de los dos insolentes que habían matado a Shiva, una de las deidades más queridas de los diversos panteones.
Nunca se habían preocupado por ella y sus hermanas. Solo porque Brunhilde los había desafiado, ahora se vengaron con la excusa más pobre.
Ridículo. Eran realmente ridículos.
-Eres un tonto.- Thrud sonrió con amargura. Era imposible razonar con Raiden, eso lo sabía muy bien.
-Pero yo soy tu tonto, ¿no?- el luchador de sumo estalló en carcajadas, mientras apretaba la mano de Thrud, quizás para tranquilizarla y tratar de pensar con la mente clara. Deberían haber salido y peleado.
E involucrar a los Einherjar sobrevivientes ya las hermanas de Thrud también estaba fuera de discusión: destruiría a esos bastardos sin obtener ayuda de nadie Su destino ya estaba decidido.
-Sí. Pero no debería ser un cumplido del que estar orgulloso.-
Thrud se estremeció levemente cuando escuchó varios pasos acercándose. Había demasiados enemigos para manejarlos todos a la vez.
-A ese viejo bastardo no le importa si morimos.- resoplò Raiden, pensando en Zeus: -Y quedarse aquí es como darles la victoria asegurada. Tenemos que salir.-
Thrud también planeó la pelea. Se dio cuenta de esto cuando su mente recordó todo el sufrimiento que todos a su alrededor habían tenido que pasar, algunas de sus amadas hermanas que habían perdido la vida por el egoísmo de esos gusanos viscosos.
Después de todo, no tenía nada que perder, excepto proteger y luchar junto a Raiden a costa de su propia vida.
-Aquí vamos. Estoy listo.-
Bloqueando la mirada de la mujer que consideraba la más hermosa y fuerte del mundo, Raiden no dudó en abrazarla en un fuerte abrazo. A pesar de la diferencia obvia en altura y temperamento, los dos estaban destinados a estar juntos.
-Hasta el final, ¿eh?-
-Sí. Hasta el final.-
Los pocos dioses que tuvieron la desgracia de sobrevivir ante la furia de los dos amantes contaron en cada detalle de su tenacidad en la batalla, así como cuando colapsaron juntos después de que Raiden tuviera repercusiones en la pelea. Su fuerza era inmanejable, y aunque su derrota sería obvia, Thrud nunca había abandonado a su humano, incluso cuando este último se lo había pedido obstinadamente.
-Si Romeo y Julieta existieran, su amor sería menor que el de Sir Raiden y Lady Thrud.- Le dijo un día Jack el Destripador a Kojiro Sasaki, colocando un ramo de rosas rojas junto a su lápida y dándoles un cortés último adiós.
Buddha/Zero
-¿Es realmente posible alcanzar la perfección?-
Zerofuku observó a Buddha con genuino interés, sus ojos se iluminaban cada vez que hablaba su mentor. El resto de sus discípulos recorrieron el pueblo, prestando ayuda a la población que debió necesitarla.
No se había arrepentido de haber dejado su hogar y su familia para seguirlo, había dejado una carta donde les aseguraba que estaba bien y que no se preocuparan, deseándoles felicidad absoluta.
Esperaba que ellos también pudieran alcanzarla, pues aunque Buda había dicho que la felicidad estaba en renunciar a las posesiones materiales, a Zero solo le faltaba permanecer a su lado para considerarse la persona más afortunada del mundo.
-Claro que es posible. Si comes todos estos dulces, verás que alcanzar la perfección será pan comido.-
-¡Pero hablo en serio!- Zero hinchó las mejillas y ante esa vista Buddha no pudo evitar reírse ante tanta sinceridad. Zero era un libro abierto, demasiado fácil de descifrar.
-Mh… ¿y por qué te interesa tanto?-
-¿Por qué no debería ser nuestro objetivo alcanzar la perfección?-
-¿Y qué... significa...- un dolce, dos dulces: -para ti...- Buddha también comió algunos chocolates: -...esto propósito?-
-¡No comas cuando hablas, no entiendes nada de nada!- casi le imploró Zero.
Buddha continuó masticando los dulces como si nada, y luego se los tragó todos a la vez. Miró a su pequeño amigo por unos momentos, luego miró el cielo azul sobre ellos e indicó una nube de tamaño mediano en comparación con las demás.
-¿Te parece perfecta esa nube?-
-¿Eh?- Zero levantó la mirada, enfocando su atención en esa nube que tenía una forma bastante extraña: -No mucho, pero es bastante hermosa. Me gusta.-
-Y eso es lo importante. Esa nube, aunque diferente a las demás, destaca y no las imita. En comparación son monótonos y arrogantes al dejarla atrás.-
-Buddha-chan, no sé por qué, pero tengo el presentimiento de que esto se está volviendo demasiado personal.-
El crujir de los dientes de Buddha de alguna manera logró calmar su alma, pero Zero no pudo estar totalmente tranquilo cuando su intuición le dijo que algo horrible sucedería pronto.
-...¿Buddha-chan?-
-¿Necesitas más lecciones diarias?- Buda distraídamente le dio dulces a dos hombres que estaban cerca quienes le agradecieron cordialmente. Estaba demasiado ocupado esperando que su discurso continuara y Zero, si no hubiera sido por la agitación, habría sentido que su rostro se ponía rojo como un pimiento.
-Tal vez quiera quitarme una duda.- Zero le sonríe con más timidez que de costumbre: -Vigilarás mi camino hasta que dejemos este mundo, ¿no?-
-El hecho de que no hayas mencionado el escurridizo "para siempre" ya es inusual.-
-No soy tan ingenuo como para creer en algo que puede durar para siempre, sobre todo si es una persona que te regala recuerdos felices. Después de todo, somos mortales.- Zero bajó un poco la mirada: -Entonces... ¿no me abandonarás?-
-No podría abandonarte, aunque empezaras a repudiar todos mis dulces favoritos. Mi trabajo es asegurarme de que todos puedan vivir una existencia feliz, y no estás excluida de mi voluntad, Zero-chan.-
Y esa vez, aunque fuera por un corto tiempo, Zerofuku lo había creído. E incluso en ese momento, con las manos unidas en oración y los ojos enrojecidos por las lágrimas, Zero observó la tumba del Buddha con una pequeña sonrisa en los labios.
Estaba triste porque su punto de referencia se había desvanecido en el aire, feliz porque Buddha finalmente había alcanzado el Nirvana.
Se encontrarían algún día, y él lo sabía.
-Zero-san...- un seguidor desde joven se le acercó sin saber que decir: -¿Qué hacemos ahora?-
Zerofuku permaneció en silencio.
Sí, ¿qué hacer ahora que el gran Buddha había dejado la Tierra para llegar a un lugar más sagrado?
Se quedó mirando la tumba unos minutos más, luego sacó un caramelo del bolsillo del pantalón y lo mordisqueó.
-Nos acercamos a la perfección, por supuesto. ¡Y nos aseguraremos de que todos puedan ser felices!-
Hades/Qin
-El Emperador se ha vuelto loco.- decretaba un soldado a otro, mientras trataban de complacer al soberano que, tumbado en su cama, hablaba con alguien.
-¡Otra palabra sobre mi condición, y te haré decapitar!- A pesar de la amenaza de Qin Shi Huang, no parecía amenazante en absoluto, y la voz del emperador era más un susurro delirante que otra cosa.
Había ingerido demasiado mercurio y probablemente su cordura estaba a punto de abandonarlo, así como su propia vida. Con el rostro pálido y los labios morados, estiró un brazo hacia un punto desconocido de la habitación, como si buscara a alguien.
Qin Shi Huang, destruido por su propia codicia, se había convertido en una sombra de sí mismo y se había vuelto tan loco que ya no distinguía la realidad de la ficción.
¿Pero fue realmente así?
-...p-perdónanos, mi Emperador.- tan pronto como las puertas de su inmensa habitación se cerraron, Qin hizo que una pequeña mueca de decepción apareciera en sus labios, aunque con dificultad.
-Si tuviera fuerzas para ir a gobernar... impediría que ciertos sujetos actuaran... temerariamente...-
-¿Me hablas de "prudencia", tú más que nadie?- Hades, con los brazos cruzados pero con evidente aprensión en el rostro, dejó el libro que estaba leyendo hasta ese momento para arreglar las tapas.
-No tiene gracia... que te tomen por tonto.-
-Pero si no permaneciera invisible a los ojos de los seres humanos, crearía un daño irreparable.-
-Pero conmigo... no lo sentías tanto...- Qin se rió, pero en cuanto sus pulmones lucharon por conseguir aire, empezó a toser violentamente. Hades no lo ayudó a recuperar la compostura, sabía que ofrecer ayuda para algo así empañaría el honor del propio emperador, la última pizca de dignidad que le quedaba.
-Y curiosamente ni siquiera ahora lo siento, Emperador de China.- Hades tomó con cuidado unos mechones oscuros, acariciando su cabello casi como un gesto de despedida: -Tu compañía es agradable.- una pausa: -No debiste hacer eso .-
Aunque la melancolía estaba presente en sus palabras, eso fue en efecto una reprimenda. Era inconcebible que un humano se permitiera desafiar a la muerte.
-Quería alcanzar... la inmortalidad y quedarme... contigo.-
-Estúpido. Sabes muy bien que hubiera habido mejores formas de permitirlo.-
¿Pero qué otras formas?
De hecho, había muchos, pero no todos, que podrían haber sido de interés para ese estúpido gobernante que tanto se había esforzado por cuidar.
-¿Debería pedirte perdón...?- Qin entrecerró los ojos, su visión borrosa y la sonrisa aún en sus labios. Su cabeza pareció explotar por la fuerte migraña.
-Sí. Deberías.- Hades movió su mano de su cabello a su rostro, acariciando cuidadosamente su mejilla: -Pero hoy no. Ahora es el momento de descansar.-
-Tengo que descansar.- repitió Qin, al mismo tiempo que Hades le tapaba los ojos con la mano.
Esperó unos momentos y cuando se alejó unos pasos, miró el rostro aparentemente dormido de Qin.
Su rostro había permanecido inmaculado: sereno y apacible, el orgullo de su figura estaba presente en toda su majestuosidad.
Hades sonrió, pero no por tristeza o amargura.
-Nos vemos en el Valhalla, Primer Emperador.-
Odìn/Nostradamus
-Te abrumas demasiado con tus propias emociones.-
En un día aparentemente monótono, Nostradamus estaba apoyado en la rama de un árbol, con los ojos cerrados y los brazos detrás de la cabeza. Él sonrió al escuchar esa voz, apenas conteniendo el impulso de mirarla a los ojos.
-¿Por qué me acusas de esto?-
-No bromees demasiado. Los sabes bien.- Odín estaba enojado, Nostradamus lo sabía.
Habría sentido su ira incluso a una gran distancia, pero ¿quién puede culparlo después de todo? Una semana en su edificio, y la séptima vez estuvo en peligro de meterse en problemas.
-¡Solo tenía curiosidad!- exclamó, sin usar ninguna excusa. Además, ninguna excusa habría podido protegerlo del estallido que habría recibido.
-¿Y arriesgar tu vida sería suficiente para satisfacer tu curiosidad?- Nostradamus vio distraídamente a los dos estúpidos cuervos de Odín temblando de miedo cuando unas flores que los rodeaban comenzaron a morir debido a la ira que ardía en el corazón del dios.
-Abrir el BiFrost no era mi intención. No iniciales, por lo menos.- Nostradamus permaneció tranquilo, viendo como hasta el mismo árbol en el que había descansado se estaba muriendo: -Y entonces esta cara bonita sigue aquí: ¿no es eso lo importante?-
-Michel.-
-Te preocupas demasiado por mí.- cualquiera hubiera pensado que era un insolente o un idiota - o ambas cosas - pero el mayor profeta de todos los tiempos no dudó en bajarse del árbol para abrazarlo. Sintió que Odin se tensaba y probablemente en el pasado hubiera tratado de matarlo por ese gesto imprudente, pero no se movió.
-No será un gesto como este lo que me hará cambiar de opinión. Me veré obligado a no dejarte venir aquí de nuevo por un tiempo.-
-¿Eh? ¿Qué? ¡Pero no está bien!-
-¿Te atreves a decidir lo que está bien o mal, Michel?-
Sí, en muchas ocasiones se había metido en problemas y en otras muchas Odín siempre lo había protegido. Con el tiempo habían aprendido a amarse a su manera, y Nostradamus no recordaba la última vez que había sido tan feliz.
La soledad había sido su enemigo jurado durante siglos, y Odin había logrado llenar ese vacío que había tratado de atormentarlo, destruirlo.
Después de todas las desgracias de las que había sido protagonista en vida, por fin podía estar al lado de alguien sin pensamientos. Y Nostradamus había sentido que su corazón latía rápidamente de alegría.
-Humano, trata de recuperarte. Le haremos pagar pero trata de comer algo.-
Y así lo había creído hasta unos días antes.
Huginn, uno de los cuervos y una de las pocas cosas que quedaban relacionados con Odín, voló cerca de él.
-No tengo hambre. Y ya estoy muerto, no puedo volver a morir.-
Había perdido todo en el mundo humano, y también todo en el Valhalla. ¿Qué más tenía que perder?
Odín estaba muerto y se quedó solo.
Nostradamus odiaba estar solo, y aunque quisiera gritar y llorar no podía.
No quería darle al viejo bastardo tanta satisfacción.
-Si Zeus está realmente involucrado en su muerte, lo mataré.-
-Sí, no lo dudo, pero tal vez Odín no...-
-Odín ya no existe. ¿A quién le importa lo que hubiera hecho o dicho ahora?- dolor. ¿Perder a alguien realmente dolió tanto? Había pasado demasiado tiempo desde que sucedió algo así, pero ahora todo era diferente.
Odín nunca volvería.
Ya no lo regañaría, ya no se pasaría días enteros escuchando su constante parloteo. En esa ocasión, al verlo comportarse como un niño mimado, lo habría regañado, como cada vez que se comportaba de manera inapropiada.
Pero todo era insignificante. Nada podría tener el mismo valor que antes.
Nostradamus había perdido a Odin, y el vacío dentro de su pecho nunca desaparecería.
Apolo/Simo
-La petición que me haces es inaceptable.-
-Eres un dios y puedes hacerlo. ¿Qué te detendría?-
Apolo rápidamente se mordió el labio hasta que sangró, para evitar que su boca soltara insultos de los que luego se arrepentiría.
-Estas guerras inútiles creadas por ustedes los seres humanos nunca terminarán. Regresar a luchar por la patria es una locura, y alejarse es la elección más sabia.-
-¿¡Me estás pidiendo que actúe como un perfecto cobarde!?- Simo Hayha rara vez perdía los estribos, pero el desenlace del conflicto lo puso en completo caos, además de no recibir ayuda de ese dios que decía amarlo tanto.
-Te estoy pidiendo que actúes como una persona inteligente. Ustedes, los finlandeses, están perdiendo el conflicto y su partida no cambiará el rumbo. Tienes que vivir muchos años más antes de unirte a mí fuera de este mundo corrupto.-
-Si mi patria pierde, no me quedarán más años de vida, pero sólo quedará grabado en mi mente el remordimiento de no haber podido hacer nada por mi pueblo, por mis compañeros.- Observó distraído Simo. la nieve que cae arriba les dice: -Protejan a mi ejército y yo volveré.-
-Protegelos. Ellos y no tú.- Apolo se abstuvo una vez más de comentar sus intenciones: -Estás completamente loco.-
-Quizás. Seguramente me he vuelto loco de verdad.- Simo se echó el rifle al hombro, con la mirada impasible: -No debí haberte preguntado esto.-
Apolo odiaba a los humanos. Los odiaba con cada fibra de su ser y este sentimiento nunca desaparecería.
Pero Simo... por quién sabe qué razón había logrado romperle el corazón y hacer que se inclinara ante su amor.
¿Podría el abandonarlo en un momento así? ¿Su crueldad sacaría lo mejor de él una vez más, incluso con él?
-Espera.- justo cuando él empezaba a alejarse, lo vio detenerse. Apolo se acercó: -Yo velaré por tus hombres, pero no te aseguro que los vigiles totalmente.-
Sin embargo, había hecho lo contrario. Se había asegurado de que nadie muriera y, aunque hubo muchos heridos, todos estaban bien.
Todos menos el principal protagonista de sus pensamientos.
Hacerse pasar por enfermero hubiera sido humillante, pero para llegar al cuerpo de Simo estuvo dispuesto a afrontar hasta la mayor de las humillaciones.
Ignorando a unos pocos soldados que estaban de luto por la única muerte que le había ocurrido al elemento más fuerte de todo el ejército, Apolo llegó a Simo con cierta prisa.
Y a pesar de su rostro desfigurado, su belleza permaneció intacta.
Él le acarició el cabello con cuidado, luego acarició también su mandíbula brutalmente deformada. Sus dedos temblaron ligeramente.
-Deberías haber vivido más tiempo. Tú también tenías una promesa que respetar.- murmuró.
Y aunque sabía que pronto volvería a ver a Simo en el Valhalla, el divino Apolo no pudo hacer más que llorar en silencio.
Jacinto. Dafne. Y ahora Simo.
Tampoco había sido capaz de protegerlo. Una vez más, había perdido una batalla y no había podido proteger a sus seres queridos.
Beelzebub/Nikola
-Eres un idiota. Por qué hiciste eso-?!-
A Beelzebub no le importaba en absoluto que humanos y dioses fueran testigos de tanta demostración de sentimiento. ¿Por qué debería darle peso a las opiniones de todos aquellos que pensaban solo en sí mismos, incluso cuando el ser humano más desinteresado y tonto de la Tierra estaba a punto de morir para siempre?
-¿Por qué... dices?- Nikola se echó a reír a pesar de que su cuerpo, exactamente como el de Beelzebub, se estaba convirtiendo en polvo: -Vivir en un mundo donde no puedo hablarte de ciencia no tiene ningún sentido.-
-No puedes.- Beelzebub sintió ira. Tanto que si no hubiera estado tan cansado, probablemente habría cometido una masacre: -No puedes dar tu vida por mí.-
-Pero yo puedo. Y cómo.- Nikola Tesla comenzó a asentirle con el dedo índice de su mano derecha: -Nein. No. Si esperas poder destruirte a ti mismo en completa soledad, bueno, no es así como va a ser.-
Desde que lo conocía, el demonio de la gula creía que Nikola Tesla era simplemente un loco que de niño se había golpeado demasiado la cabeza y que disfrutaba atormentando la vida de los demás con su obstinada obsesión por la ciencia. Incluso en ese momento lo creía, Nikola seguía siendo una molestia para aquellos que se apegaron a él durante demasiado tiempo, pero algo había cambiado mientras tanto.
¿Amor? ¿Cariño? Beelzebub no podía recordar qué emoción lo había abrumado primero, pero lo había hecho. Se había enamorado de un ser humano.
El había jurado protegerlo, pero cuando lo vio persistir en querer salvarlo, terminó esperando que lo hiciera. Durante la pelea esa criatura viscosa, Satán, había hecho su aparición pero allí, dispuesto a infundir coraje y esperanza en su corazón, Nikola se le acercó y le tendió la mano.
Lo había liberado. Había cumplido su promesa.
¿Pero a qué precio?
-Podrías haber seguido viviendo sin mí, no soy imprescindible. Hay tanta gente que cuenta contigo.-
-Pero me quieres todo para ti, lo sé. Los demonios tienen un extraño concepto de "posesión" por otro lado.-
-¿Qué estas diciendo?-
-Eres más honesto de lo que pensaba, Beel.- lo llamó Nikola usando ese apodo, pero al otro no pareció importarle: -Preocuparse por mí y tratar de no ocultarlo es un gran paso incluso para lo que no es ciencia.-
El inventor se acercó a él acariciando su mejilla, luego posó sus labios sobre los del otro que sabía a manzana y desesperación. Una combinación que, paradójicamente, Nikola consideraba perfecta.
-...eres un idiota.-
Quería evitar que hiciera más cosas estúpidas, pero Beelzebub simplemente ya no tenía la fuerza. Estaba cansado y feliz.
Felices de pasar la eternidad con Nikola Tesla en un lugar apartado y propio.
"Lo siento, Gondull." Nikola Tesla sonrió casi con amargura mientras intentaba hablar con su valquiria: "Te estoy involucrando en algo más grande que tú."
"Esto también puede considerarse un experimento para ver qué hay más allá de la aniquilación total. Así que puede estar seguro." Gondull le dio una pequeña sonrisa: "Ya sabía con lo que me iba a encontrar, y sé que la vida de ese demonio es muy importante también por el bien de la ciencia. Así que está bien."
Involucrar a Gondull también fue extremadamente egoísta, Nikola lo sabía muy bien, pero su determinación de poder pasar más tiempo con Beelzebub antes de enfrentarse a la muerte era inmensa. Incluso si se estaban desmoronando, la audiencia estaba llorando y la aniquilación final estaba a solo unos segundos de distancia, para Nikola era algo especial, emocionante.
Tal vez realmente hubiera logrado la nada total con Beelzebub. Tal vez había una segunda vida después de la muerte.
De lo único que su mente brillante estaba segura era de que nunca se separaría de Beelzebub. Las probabilidades eran decididamente bajas.
-No te librarás de mí tan fácilmente.- dijo, con una sonrisa que desentonaba con la inminente consecución del olvido.
-Me di cuenta.-
Beelzebub cerró los ojos. Él estaba cansado.
Y cuando se tomaron de la mano y se desvanecieron en el aire, ambos supieron que la maldición o la ciencia, nada más podía oponerse a ellos.
Sus cenizas volaron hacia el cielo y aunque la humanidad anotó un punto, nadie se atrevió a celebrar.
Ares/Leonidas
-No puede ser. ¡No puede terminar así!-
Hermes vio a Ares destruir una mesa, permaneciendo inmóvil y dejando que su hermano siguiera desahogándose al destruir todo a su alrededor.
Siempre había pensado que era un niño grande, pero este comportamiento lo sorprendió. Ser reducido a ese estado para un ser humano... ¿era realmente posible?
-Nosotros dios en ciertos casos no podemos decidir cuánto terminará el destino de un hombre. Hay ciertas cosas que están más allá de nuestras propias capacidades.-
Hermes, sin embargo, tan pronto como miró detrás de él, notó la inminente desaparición de su hermano, la puerta se abrió de repente. Suspiró con resignación, sus manos detrás de su espalda.
-Me veré obligado a actuar antes de que sea demasiado tarde.-
Después de todo, el rey Leónidas habría muerto en la batalla, y probablemente la enésima ascensión de un hombre transformado en dios no habría sido del agrado de muchos dioses. Tenía que hacer algo.
-¡Leónidas!-
Mientras tanto, Ares había descendido a la Tierra, su corazón latía con fuerza al llegar a un lugar desolado lleno de cadáveres. Habían luchado con honor, estaba claro, pero en ese momento su única prioridad era asegurarse de encontrar a Leonidas antes de que pudiera exhalar su último aliento.
Ese soldado era honorable, era fuerte y no podía morir así. No podía morir sin darle la oportunidad de convertirse en uno de sus mejores soldados, oficialmente.
¿Cuál fue el punto de darle ese honor cuando murió? La vida no le importaba a Leonidas, morir en la batalla era obviamente lo que más deseaba en el mundo, pero Ares no compartía la misma opinión.
Todavía tenía mucho que ofrecer a ese mundo podrido que olvidaba constantemente el verdadero significado de la palabra "honor".
Sólo sobrevivieron Leónidas y sus soldados, lo habían golpeado, pero sin ellos las guerras habrían perdido su solemnidad.
-¡No puede estar lejos, no...-!-
-Hermano.-
Hermes tuvo un mal momento. O simplemente ese momento fue demasiado perfecto para no ser una mera coincidencia.
Ares lo vio llegar junto a él en el momento exacto en que le temblaban las piernas al ver un cuerpo lleno de sangre y flechas, el yelmo casi destrozado y la lanza aún agarrada con firmeza.
-Cómo es... posible.- balbuceó Ares al ver la sonrisa en los labios de Leonidas.
-Abrazó su destino sin remordimientos.-
Ares apretó con fuerza a Hermes por el cuello y, aunque este último estaba bien molesto por el gesto de su hermano, Ares se limitó a ignorar su silenciosa amenaza y se dispuso a golpearlo.
-¡Ya lo sabías! ¡¿Por que no me lo dices?!-
-Han pasado milenios y aún así tus actitudes no cambian. Cada vez eres la última divinidad en llegar a saber lo que se ha decidido hace mucho tiempo.- Ares aumentó su agarre sobre él: -Si me hubieras escuchado hasta la última palabra, me habrías entendido.-
-No puedo entender algo tan absurdo.- Ares tomó el cuerpo de Leonidas, sus ojos en peligro de lagrimear. No podía llorar.
No, no podía.
-Lo siento por su pérdida.-
"Como si fuera la verdad."
¿Qué podía entender Hermes, después de todo?
Leonidas había sido un amigo, un hermano, un rival y un amante para él. Sin él continuando escribiendo su historia en la Tierra, representada por éxitos y un valor desgarrador, nadie más podría haber tenido la oportunidad de tener el honor de luchar en nombre del dios de la guerra Ares.
Ares había perdido a su soldado más devoto y estaba solo.
Loki/Rasputin
-Eres realmente raro.- Loki observó el cuerpo moribundo de Rasputín, su piel morada debido al frío que se había visto obligado a sufrir después de caer al agua helada.
Veneno. Disparos de pistola. Hipotermia...
-No hay nada que pueda matarte.- Loki sonrió radiante, uniendo sus manos en una expresión de absoluto asombro. Podría ser la oportunidad perfecta para otorgarle a este humano en particular un honor que no le otorgaría a nadie más.
Ser salvado por el mismo dios Loki no tenía que ser considerado un evento afortunado.
-Cuéntame un poco. ¿Quieres que te salve la vida?~- cuando recibió un asentimiento del ruso, Loki inicialmente pensó que no había visto o entendido bien, pero después de unos segundos y notando su insistencia continua, entendió que probablemente no era así.
-¿Qué? ¿Y por qué te negarías esta tentadora oferta? Te estás muriendo.- Como un niño curioso, Loki se agachó a su altura, permaneciendo de rodillas por unos instantes y tamborileando sus dedos en su frente: -Entiendo que te estás muriendo, pero trata de responderme de todos modos. Por desgracia, todavía no soy conocido por ser una deidad demasiado carinosa~.-
El hombre que podría haber alcanzado la inmortalidad.
Loki seguramente lo recordaría de esa manera. Claro, quizás con un apodo más fantasioso, pero el concepto hubiera sido el mismo: un ser humano que poseyera una enorme resistencia no podría ser parte de ese mundo.
Era absurdo, y por eso Loki se había ocupado de observar durante tres años seguidos al famoso Rasputín, un preciado juguete que le hubiera podido venir bien cuando era estrictamente necesario.
Burlarse de los otros dioses era muy divertido, pero apuntar a toda la humanidad era una satisfacción invaluable, y Rasputín era el único que podía demostrar ser la motivación indiscutible de sus diversiones.
Por una vez, el titiritero se convertiría en un títere en manos de un dios.
-Siguen pasando los minutos y aún no has dado señales de rendirte. Tus enemigos podrían volver y serían una verdadera molestia.- Loki se lamió los labios, como una presa con su almuerzo: -Tendrás que permanecer escondida por un tiempo si no quieres perder tu propia vida.-
Estaba tan absorto en balbucear que ni el mismísimo dios de las travesuras se había dado cuenta de que la mano derecha de Rasputín apenas se había movido para agarrar una daga.
Loki notó ese gesto solo con la cabeza pura, observándolo con un asombro que no se podía negar tan fácilmente.
-¿Y eso qué quiere decir?-
Loki casi se muerde la lengua cuando sintió que la risa ronca de Rasputín se extendía a su alrededor como un hechizo fascinante.
-....vete...vete... y no...-
-¿Qué?- Loki se acercó al oído de Rasputín para hacerle comprensible su último discurso: ¿Podrás sobrevivir esta vez también o me equivoco? Así que debo decir que me sorprende no verte tratando de aferrarte a la vida... -¿Por qué debería...?- otra risa escapó de los labios teñidos de rojo: -...una divinidad... que absurdo.-
Pero el hombre no moriría, al menos no realmente, y llevaría su existencia en Valhalla. Después de mucho tiempo, después de ver a Loki interactuar con un humano, aunque sea por un instante, hasta un niño entendería que pronto saldría algo grande.
-Una hermosa "alianza", sin embargo, no podría hacernos daño. Sin importar si crees o no que soy una deidad.-
Pero no recibió más respuesta.
Los ojos vidriosos de Rasputín le dieron la impresión de estar mirando de cerca el alma como una libertad no deseada, y Loki eclipsó su sorpresa.
-Pensé que habrías durado más.- dijo una vez más, consciente de no ser considerado.
Era inaceptable. Ese ser humano era demasiado interesante para poder dejar ese mundo en tan poco tiempo. Tenía derecho a divertirse un poco más.
Loki sonrió. Loco, casi cruel.
-Si secretamente te devuelvo a la vida, no creo que realmente pueda ser un problema para nadie~.-
Susanoo/Okita
Las flores de sakura eran hermosas; caían con una elegancia casi surrealista y daban más colorido al jardín.
El cielo era azul y un pequeño gato negro jugaba con una fruta cercana, probablemente un melocotón.
A Okita le hubiera gustado acercarse al gato, acariciarlo y formar parte de ese panorama perfecto del que era espectador, pero si lo hubiera intentado, sus piernas se le habrían doblado y la sangre le habría brotado inevitablemente de los labios.
Fue frustrante.
No podía ser de ninguna utilidad y pensar en ayudar a Kondo, Hijikata y los demás miembros del Shinsegumi justo en su momento de necesidad. ¿De qué servía ser fuerte si luego te arriesgabas a convertirte en una carga para los que te rodeaban?
-Esa expresión no te sienta bien.-
Con una calma que chocaba con su personalidad, Susanoo se le acercó sin prisa. El lo miró detenidamente y colocó algo al lado del futón en el que estaba sentado Okita; cuando el espadachín posó sus ojos en el regalo repentino, sonrió con amargura.
-Nunca podría reemplazar mi katana por otra. Es como si me viera obligado a renunciar a una parte importante de mí.-
-No te aconsejo que cambies de arma. No es por eso que estoy aquí.- Susanoo observó su propio regalo, tomándolo entre sus manos como si fuera un simple e inofensivo juguete y acariciando su hoja gris y afilada.
-¿Qué ves, exactamente?-
-¿Es esto un acertijo o algo así?-
-Solo responde la pregunta.-
Okita se rió, y unos segundos después una tos violenta le impidió hacer nada. Susanoo no estaba sonriendo.
-...tal vez...- Okita tomó un sorbo de agua, dejando a un lado su frustración - o al menos lo intentó: -¿Me estás instando a ser fuerte? Lo único que veo es mi reflejo.-
Susanoo dejó escapar una sonrisa de satisfacción. Okita era mejor que cualquier humano al que se hubiera enfrentado y cualquier otro ser vivo que vagara por la Tierra y el Valhalla. El pequeño espadachín fue fuente de grandes sorpresas.
-Lo que te pido es que te enfrentes a la muerte para aspirar a algo más grande. A algo nuevo y muy estimulante.- Susanoo miró por unos instantes al sol poniente, luego al gatito negro que intentaba escalar un muro de piedra: -Tienes todas las habilidades para hacerlo.-
-Eres bastante vago, pero agradezco tu intento de animarme a vivir.-
Okita volvió a reír, esta vez sin toser ni sentir que le faltaba el aire. Cuando sintió su mano entrelazada con la más grande de Susanoo, se dio cuenta del inmenso calor que emanaba el dios y de cómo su muerte era inexorable, pero no dijo nada al respecto. No había necesidad.
Lucharía contra la muerte, ya que los Shinsegumi también luchaban en su honor y Susanoo le instaba a no rendirse, luchando a su manera a su lado.
-Voy a vivir. Te lo puedo asegurar.-
Y si no hubiera sobrevivido lo suficiente, al menos su memoria habría permanecido tan clara como la belleza de esos cerezos en flor que obstinadamente permanecían intactos.
Escribir este capítulo fue realmente triste, considerando que el tema era la "muerte". Me siento culpable-
Pero de todos modos, quería preguntar una cosa: he notado que algunas personas lamentan que les haya quitado las ship Kintoki/Beelzebub y Shiva/Nikola, y sinceramente, yo también lo siento mucho, así que me gustaría saber dos parejas que que te gustaría ver en esta historia (¡perdóname!).
Así que trato de hacerme una idea!
Aparte de eso, ¡espero que hayas disfrutado el capítulo!
En todo esto también me está llegando la inspiración para escribir un Poseidón/Sasaki... que alguien me detenga antes de que sea demasiado tarde-
(las historias que quiero escribir aumentan cada día que pasa y la universidad no ayuda XD")
- LadyFraise💜
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